martes, 29 de abril de 2014

El que no estudia en resentido va a parar

Miguel Yilales
@yilales
Leer novelas, libros y todo lo que llegara a la casa, era casi que mandatorio, primero porque mi papá decía que lo único que realmente se heredaba era lo que se aprendiera a través de los estudios y en segunda instancia porque el único mecanismo de ser libre, en épocas en que la Internet era un secreto militar, era la lectura.
Entre esos textos, disfrutaba mucho de un psiquiatra metido a escritor, que fabulaba con la historia. De sus obras una, “Los Cuatro Reyes de la Baraja”, narraba la historia de cuatro personajes emblemáticos en la historia venezolana.
Los cuatro hitos que construyeron estos hombres: Venezuela, la educación y la cultura, la Fuerza Armada Nacional como garante de la paz duradera (así la llamaba Manuel Caballero) y la democracia civil, son hoy una quimera producto de los sueños trasnochados de un grupo, que convertido en antihéroes de la patria, se dedicaron a destruirla entregándola de rodillas a un invasor que no levantó un fusil, a sembrar el odio de clases y razas como no se veía desde la colonia, a implosionar todas las bases de la estructura política, no para crear un Estado sino para instaurar una cleptocracia y a destruir uno de los valores más importante de una sociedad como lo es la educación.

Libre, gratuita y obligatoria

En nuestro país la educación es gratuita y obligatoria desde 1870 y es un derecho humano inalienable e intransferible, salvo otra interpretación de la Sala Constitucional que diga que no lo es o que debe ser limitado, y el Estado tiene la facultad de crear los servicios pertinentes para facilitar y mantener el acceso a todo tipo de educación.
Recientemente quien detenta el poder, decidió hundir el acelerador como si se tratase una carrera de Fórmula 1 y a la usanza de su camarada en la categoría, estrelló la educación contra las defensas, los morritos y las paredes de la sociedad, al implementar una consulta educativa que ha generado confusión en redes sociales y ha alertado a los padres sobre la educación de los hijos.
Aparentemente, aunque con este fascismo, socialismo, chavismo, madurismo u otro ismo que se les ocurra no se sabe, la consulta pretende alimentar dos proyectos diferentes: las políticas educativas para mejorar la calidad de la educación y el proyecto del diseño curricular.
Esta “Consulta Nacional por la Calidad Educativa”, cuya finalidad última no es otra que amoldar la educación al modelo socialista, tal como está definido en el Plan de la Patria, es un bodrio muy inmaduro, que pretende que estudiantes, obreros, colectivos y pedagogos participen en que y como se debe educar, algo así como que los hijos decidiesen en el proceso de crianza que los padres les deben dar.

Antihéroes y traidores

En medio de todo ese proceso que solo se puede dar en Revolución podrían haber empezado por preguntar a los marineros del patrullero oceánico de la bolivariana Armada “Warao”, que sí para evadir un bajo deben virar a estribor o a babor, a lo mejor así no encallaba en Recife.
Además los porteros y secretarias de los ministerios, aunque seguro estoy cumplen más labor que los ministros, debieran decidir cuales son las acciones en materia petrolera, minera, turística o agrícola para que el Estado funcionase, dado los resultados obtenidos por quienes detentan las carteras ministeriales podría ser una decisión acertada y asertiva.
Y finalmente plantearía que la servidumbre de la Casona, esa residencia presidencial invadida, decidiera quienes viven y como se administra, cuando y como se limpia y se come, aunque pareciera que por el trato que le dan las hijas del eterno a la primera combatiente, eso no dista mucho de ocurrir.
Cuando Luis Beltrán Prieto desarrollo la idea del Estado docente, lo hizo en el entendido que lo dirigiría desde la democracia. Instaurar en la educación un modelo único, exclusivo y excluyente, es propio de un programa político más que de las líneas generales de un plan democrático y plural, lo cual es violatorio de la Constitución y de los Derechos Humanos, pero que se puede pedir de quienes tienen un PHD en la materia de violar DDHH.
Sí Francisco Herrera Luque viviera de seguro podría escribir una enciclopedia completa sobre los Antireyes de la Baraja: el destructor del país, el caudillo anticivil, el bárbaro de la educación y la resurrector de la guerra, todos reunidos en un solo personaje y en menos de 15 años y de como una sociedad les obstaculizó, día a día, sus pretensiones hegemónicas.

Llueve… pero escampa

miércoles, 23 de abril de 2014

Pega la MUD, pega la MUD… ¡Se cayó la MUD!

Miguel Yilales
@yilales
La razón de ser del pugilismo es aviesa: dañar al adversario, lastimarlo, herirlo y causarle estragos físicos muchas veces irreversibles.
De mi infancia recuerdo a mi padre sentado en la orilla de la cama, apretando los dientes y moviéndose de un lado a otro, como quien esquiva los golpes que se propinaban los púgiles y que gracias a la magia de la televisión llegaban a la casa. Muhammad Ali, Joe Frasier, George Foreman o Ken Norton eran los ídolos del momento.
En Venezuela el ensogado también tiene su historia, tan es así que el Poliedro de Caracas, ese imponente escenario inaugurado por Rafael Caldera el 2 de marzo de 1974 (construido en democracia) y llamado a desplazar al Nuevo Circo como lugar idóneo para la celebración de grandes eventos y espectáculos, se estrenó con un combate por el campeonato mundial de los pesos pesados entre Foreman y Norton.
Aquí se formaron boxeadores de la talla de Francisco “Morochito” Rodríguez (primer venezolano en ganar oro en los Juegos Olímpicos), Antonio Cermeño y Betulio González, entre otros, que se abrieron paso a puños limpios.

¡Pega, Betulio! ¡Vuelve a pegar, Betulio! se cayó, Betulio.

A finales del año 1972 dos personajes entraron agarrados de la mano a las páginas del imaginario popular venezolano: Betulio González y Miguel Thodée.
Corría el reloj en el décimo asalto del combate que definiría al nuevo campeón mundial de la categoría Mosca (51 Kg) entre el tailandés Venice Borkhosor y Betulio González. Venezuela se encontraba paralizada, escuchando la transmisión que realizaba Thodée. Justo en el momento en que todos esperaban la noticia del nocaut que propinaría el venezolano al tailandés, y eufóricos por la narración del locutor, quien de manera elocuente describía la paliza que estaba dando el venezolano a su rival, ocurrió lo impensable: se cayó Betulio.
Nunca en la transmisión de esa pelea Thodée llegó a pronunciar esa frase. El púgil zuliano no llegó a caer a la lona, se quejó de un golpe bajo, caminó a la esquina del tailandés y le levantó la mano. Abandonó el combate
Los tomadores de pelo de siempre, hicieron delicias con esta situación, luego que se hiciese una parodia en televisión.

Nocaut fulminante

En el pugilato existe el fenotipo del adversario guapetón, bocón, jactancioso, amigo de los desplantes y hasta vistoso si se encuentra arriba en las tarjetas, pero asustadizo, correlón y proclive a tirar la toalla, cuando se enfrenta a un contrario en igualdad de condiciones o tiene que levantarse de la lona para defender su corona.
Cassius Clay era experto en arrinconar a sus adversarios en el ring y fuera de él. En los escarceos previos, una suerte de mesa de diálogo, el llevaba la delantera, apabullaba a sus rivales, los provocaba y se burlaba de ellos, pero sabía que luego venía lo bueno. En los asaltos recibía y daba golpes. Flotaba como una mariposa pero picaba como una abeja. Si pasaban del 5to asalto, debía apurar para noquear o que la decisión le fuese favorable.
Caso contrario de algunos veteranos políticos, expertos en el bluff antes del combate, pero a la hora de la chiquita corren a la esquina del contrario a darle aire y levantarle la mano, siempre dando la sensación de que hicieron una buena faena antes del pugilato, pero que luego del primer golpe corren a buscar los calzoncillos en el hotel.
No importa quien ganó la pelea en la mesa del diálogo, indiscutiblemente que los argumentos de la MUD eran irrebatibles, los pesos pesados del gobierno estaban grogui por la pegada avasallante de los que hablaron por la oposición, en ese primer asalto, pero en la pelea restante no se cumplió el punto de honor prometido y en esa situación dejan la sensación de que pega la MUD, pega la MUD, izquierda de la MUD, derecha de la MUD, se cae la MUD… lo importante es que, a pesar de ellos, hay toda una generación de relevo, que ya se puso los guantes y están en la pelea.
Lo cierto es que los discípulos del cuadrilátero político tienen al contrario contra las sogas, lo llevó ahí con astucia y golpes quirúrgicos, lo sentó en el banquillo, por recomendación de su esquina habanera, para no tener que tirar la toalla. Por eso hay que seguir round a round, trabajando con el jab y el gancho, hasta dar un cruzado directo a la mandíbula que de un nocaut fulminantemente.
Otros que sigan en su pelea de sombra. En el deporte como en la vida hay que saber retirarse a tiempo, para no dar pena ajena.

Llueve… pero escampa

martes, 15 de abril de 2014

Secuestrada pero no subyugada

Miguel Yilales
@yilales
Hablar de secuestros y secuestradores siempre es difícil, porque se toca la sensibilidad de quienes se ven afectados por este flagelo.
En este caso no me referiré ni al secuestro de Nairobi Pinto, liberada por sus captores con vida, ni al secuestro del estudiante de farmacia de la UCV, Orlando Sánchez, quien fue asesinado, dos caras de una misma moneda.
En el país permanecen decenas de secuestrados cuyo paradero se desconoce y los familiares albergan esperanzas de un próximo reencuentro.
Lo peor lo viven los secuestrados y sus familiares. Cada amanecer con la esperanza de encontrarlos con vida, con cada ocaso esperar volver a presenciar un orto.
Pero todo no termina ahí, uno de los trastornos psicológicos postraumático que pueden derivarse de un secuestro es el llamado Síndrome de Estocolmo, esa reacción psíquica en la cual la víctima de un secuestro, desarrolla una relación de complicidad con quien la ha secuestrado.

De la mano del secuestro

Aunque hay muchos que no los recuerdan por su corta edad y otros, hoy en el gobierno, que quisieran olvidarlo por su autoría material e intelectual, aunque pudiéramos dudar de esa capacidad, en Venezuela hubo tres casos de secuestro que marcaron la pauta informativa en la década de los 70.
Williams Frank Niehous, el secuestro “político” más largo de la historia venezolana, quien duró en cautiverio 3 años y 4 meses y el del niño Carlos Vegas Pérez, uno de los casos que Fermín Mármol León recrease en el libro “4 Crímenes 4 Poderes”.
Pero en Venezuela, no solo se ha tratado de secuestrados. En la otra acera también hemos tenido protagonismo. Uno de los secuestradores más famoso del mundo es venezolano, Carlos “el Chacal”, nombre mediático del terrorista Illich Ramírez Sánchez, quien secuestro al gabinete de ministros de la OPEP, en pleno 1975.
Hoy pareciera que ante la ausencia de justicia, con poderes públicos en la mano de un solo hombre, con la libertad de expresión limitada, con un aparato productivo depauperado, con presos y exiliados políticos al país lo han secuestrado. Otro caso de secuestro político, pero colectivo, con más de 15 años.
Pero el problema no es el secuestro al que hemos sido sometidos todos los venezolanos, sino al Síndrome de Estocolmo que vivimos frente a los secuestradores. En el futuro nuestro caso podría ser estudiado como el Síndrome de Venezuela, en el que una sociedad se hace cómplice de sus captores.

Otra latitud, igual diagnosis

Ese síndrome que hace a la gente hacer colas pacientemente por horas para ver que encuentran en los mercados y que se sienten profundamente agradecidos con el régimen.
Ese síntoma en el que ganar con el 50,7 % de los votos sea en un momento una “victoria de m…da” cuando es de la oposición y luego sea la “victoria perfecta” del obrerista que nunca trabajó.
Ese mal que hace que el régimen critique a la oposición porque decidió postular a las esposas de los alcaldes derrocados mediante un Coup d'État del TSJ, pero que le parece valido que el difunto hubiese decidido quien era su heredero.
Es el mismo síndrome que hace que un sector de los venezolanos afectos al desgobierno crean que los colectivos, círculos o como quieran llamarlos, no están armados y que son una especie de Ositos Cariñosos dirigidos por Pintosito.
Es ese Síndrome de Venezuela que produce que en la reunión entre los dos regímenes, el que gobierna y el que se le opone, uno de los expositores, porque eso no fue un diálogo, dijo que nunca los militares darían un golpe de estado para poner a un civil a gobernar y llamó lerdo (algo así como nombrar la soga en la casa del ahorcado) al civil que lo creyera. Claro supongo que no se refirió a Rómulo Betancourt quien no solo creyó que los militares darían un golpe y se lo entregarían a un civil, en 1945.
Parece que los únicos que no han caído en las garras de ese síndrome son los estudiantes que siguen exigiéndole al secuestrador que libere a la secuestrada Venezuela, que redima a los presos y exiliados políticos, que reconozca que las minorías existen tanto como las mayorías, para luego sentarse a conversar de paz.
Quisiera que este 19 de abril, que cae en Semana Santa como aquel hace 204 años, surgiese un estadista que reconociera su fracaso y decidiera marcharse, pero deseos no empreñan y lo que queda es mantener alzada nuestra voz para que menos gente permanezca en las fauces del Síndrome de Venezuela, perdón de Estocolmo, que es como el colmo.

Llueve… pero escampa

martes, 8 de abril de 2014

Diálogo, peló bola

Miguel Yilales
@yilales
En el país hay quienes les da por ponerle nombres raros a los hijos. Somos expertos en rebuscar los nombres más complicados o en entremezclar los de los padres, los abuelos y las madres para dar con aquello con lo que van a mentar a nuestros hijos.
Nombres como Hitler, Superman, Hochiminh, Tutankamen del Sol, Yesaidú (Yes, I do), Yusnavy (US Navy), Yusleidy (US Lady), Max Donald, Air Jordan, Maiparner, Maolenin y Makgiber, abundan en nuestro registro civil.
Tuve un alumno llamado Caín. Que un padre llame a su hijo Abel, la primera víctima de la historia bíblica, es comprensible, pero cómo el primer victimario, es raro, pero así fue.
En otra parte un sacerdote se negó a bautizar a un niño porque su madre Lucía y su padre Fernando, querían que su hijo representase el amor que ellos se profesaban y que por ende se llamara Lucifer, por razones obvias no le administró el sacramento.
Todo este cuento viene a que en estos días conocí a un paisano, desencajado e inoportuno, que nunca estaba cuando se necesitaba y menos cuando se quería, siempre llegaba tarde o no lo hacía, por lo que su credibilidad estaba en cero, aunque no siempre fue así. Su nombre es Diálogo.

Diálogo, con condiciones, es exitoso

Cuando los vietnamitas y los norteamericanos decidieron reunirse en París para firmar un tratado que pusiese fin a la guerra, lo llamaron a él. Los que se sentían vencedores pusieron condiciones para negociar y los que querían terminarla, también pidieron condiciones mínimas para participar. Diálogo tuvo éxito.
Nelson Mandela se sentó con Frederick De Klerk, luego de saltarse el obstáculo de Pieter Botha, quien no quiso pasar el Rubicón aceptando un Estado democrático. No quería condiciones para el diálogo. No quería un Estado de iguales.
Mandela había puesto sobre la mesa varios puntos: una voz igual a un voto; justicia independiente y común para todos; cese de las milicias armadas y pluralismo político sobre la base de la ciudadanía (muy similares a las exigencias que hacen los estudiantes) y llamó a Diálogo.
El primer gesto de De Klerk fue dejar en libertad a Mandela. El primer gesto de Mandela fue conversar. Diálogo medió porque había condiciones.
Diálogo llegó a creer que su presencia cambiaría el mundo, que no importaba lo que sucediera a su alrededor él haría que las cosas se calmasen.
Pero no todo es palmarés. En una oportunidad me encontraba en un juego de béisbol y un árbitro cantó quieto una jugada que evidentemente terminaba el juego. Muchos jugadores se molestaron y salieron a reclamar, pero quien estaba llamado a calmar los ánimos expulsaba a todo el mundo. En eso salió Diálogo a tratar de arreglar las cosas, entró al terreno para dar su aporte y el régimen policial entendió que trataba de subvertir el orden y le dio una saparapanda ’e palo.

Tiempos y actores han cambiado.

La expresión pelar bola, es 100% criolla. Puede que se trate de que alguien no posea dinero, que está pronto a fallecer o que tenga una situación difícil, los venezolanos sabemos quién reúne esas condiciones.
Un mozalbete llamado “Nico” (debe ser por la unión de las sílabas de los padres) le dio por constituirse en el guapetón del barrio. Acosaba a todo el mundo.
Nico formó un colectivo con el que atemorizaba. Pasaba el día y la noche insultando a todo el mundo y obligaba que lo reconocieran como el jefe de la zona. Golpeaba a las mujeres, maltrataba a los hombres, imponía un toque de queda. Si algo le gustaba se apropiaba de ello y si reclamaban mandaba a sus huestes a darle una ración de paz: plomo con gas.
Los vecinos cansados de sus abusos decidieron confrontarlo. Nico, como todo fanfarrón, se asustó y buscó a Diálogo para que mediara.
Cuando Diálogo apareció, solo los viejos que ya se habían acostumbrado a otros bravucones o que ellos mismos lo habían sido, estuvieron de acuerdo con la propuesta. Los más jóvenes exigían al baladrón que depusiera su actitud, desactivara a su banda de perdonavidas, diera muestras sinceras de querer arreglar las cosas y permitiera regresar a los que se habían ido, pero Nico no quiso condiciones porque quien tenía el poder no negociaba.
Por supuesto que Diálogo salió con las tablas en la cabeza, porque sin condiciones nadie le creyó.
Es que si hay condiciones a Diálogo le va bien, pero sí estas no existen le dan saparandas de palo, termina con las tablas en la cabeza o con una bola de billar y una navaja, por lo que hay quienes dicen que Diálogo, peló bola.

Llueve… pero escampa

martes, 1 de abril de 2014

Carta abierta al (rellene usted) Nicolás Maduro

Miguel Yilales
@yilales
Para iniciar esta misiva, tuve que hacer un ejercicio sobre como introducirla, porque fui formado en lo ceremonial y en lo protocolar.
En nuestra república el trato protocolar, y el más excelso título que se pueda recibir, según Bolívar, es el de ciudadano. Cuando inserté el término ciudadano, lo primero que me vino a la mente fue su significado, bien porque lo buscase en el mataburro (me refiero al diccionario y no a una propuesta de tiranicidio), bien por la definición del republicanismo o de la Revolución Francesa y en todas encontraba elementos que me impedían iniciar con ese trato.
Después traté de colocarle el de Ilustrísimo o Excelentísimo, y lamentablemente el accionar del destinatario no se corresponde con alguien insigne.
Igualmente quise colocar Hijo de la Patria, creo que a eso se refieren en las redes sociales cuando colocan #HDP, por aquello de la patria grande que Bolívar soñó, pero tampoco logré ubicarlo ni aquí, ni allá.
También pensé en colocar uno de esos títulos académicos que la gente empieza a usar sin merecerlo, como doctor o licenciado, pero me pareció ofensivo con quienes se han quemado las pestañas entre libros, y ahora frente a las pantallas, para obtener esos grados académicos.
En cuanto al cargo que ejerce, es bueno recordar, que este tiene legitimidad de origen y legitimidad de desempeño, y en ambos casos siempre ha dejado mucho que desear.
Y por supuesto no usaré el trato pronominal de estimado porque no quiero.
En el entendido que Maduro, a mi juicio, no calza en ninguna de las categorías, decidí dejar en blanco ese pequeño asunto, para que fuese el lector quien rellenase el tratamiento protocolario.

Quien mucho habla, mucho yerra

Conozco a la Fuerza Armada que existió antes del régimen al que usted ha pertenecido en los últimos 15 años. Y la conozco porque pertenecí a ella por casi 17 años. Es decir, se de buena tinta, lo que usted desconoce.
En una de las tantas cadenas de radio y televisión, cuando enviaba un mensaje a los militares señalándoles que la lealtad al comandante supremo y eterno tenía sus beneficios, porque una vez pasados al retiro se les premiaba con cargos públicos, me percaté de su supina ignorancia sobre la materia militar, porque los militares deben su lealtad a la Constitución y no a personas o parcialidad política, se deben a ideales y no a ideas trasnochadas y vetustas y que se comprometieron a velar por eso que se llama patria, que es distinto a lo que ustedes creen que es la patria: sus cuentas bancarias.
Además señaló que el grupo de militares que decidió pronunciarse en la Plaza Altamira en contra del régimen gobernante, lo hicieron porque eran unos traidores y que además les habían ofrecido villas y castillos para después darles una patada donde la espalda pierde el nombre.
Esas conclusiones las sacó, según su propia confesión, porque ninguno de los que se pronunciaron en contra de un gobierno, que ya era arbitrario y déspota, ejercía cargos de elección popular en representación de la oposición.

Eres epifito o eres rémora

Como antes de ser escribidor, periodista y educador, fui militar y estuve en Altamira, me da permiso para hacer dos pequeñas observaciones: si este hubiese sido un sistema democrático y no se persiguiese a la disidencia, seguramente la mayoría de esos oficiales estarían en su propio terruño, vivirían para ver salir a este país adelante e indudablemente adversarían a su régimen, como lo hacen desde el exterior, por el rastacuerismo con el que ustedes se entregaron a La Habana; en segundo término quién le dijo que ahí se estaba en la búsqueda de cargos, de haber sido así hubiese sido más fácil permanecer en las filas de los cuarteles, guindado de las gónadas de lo que ustedes dicen que vive, pero que, aquí entre nos, sabemos que no, para ascender.
Si alguien, que reniega de sus orígenes para encubrir su pasado, que se pasó de asaltante de blindados (acciones revolucionarias) a asaltante del erario público (que es lo mismo) y cree que todo se logra arrimándose a un árbol más frondoso como cualquier epifito o actúa como una rémora al usar su ventosa para adosarse a otro pez y así llegar a donde sus capacidades nunca lo hubiesen permitido, hace este tipo de aseveraciones es porque no siente arraigo por nada, ni nadie y solo le importa su propio beneficio a costa de la destrucción del país.
El tiempo dirá quien se paró en el lado correcto de la acera.
Llueve… pero escampa