miércoles, 29 de octubre de 2014

De Nanny a Pranny

Miguel Yilales
@yilales
Recuerdo que en mi infancia, mis padres siempre tenían una muchacha que los ayudaba, luego esa costumbre fue desapareciendo, bien porque las condiciones económicas cambiaron o porque habíamos crecido. Nunca la llamamos servicio, mucama o niñera porque en esa época, ellas eran parte de la familia.
En las entrevistas de empleo nunca les preguntaron ¿Manejo de armas de fuego y armas blancas? ¿Experiencia adoctrinando niños? ¿Dispuesta a obedecer sin preguntar?
En mi memoria aún está fresco que mi vecina, una ocumareña a quien quise como una tía, vivía con su nana, una hermosa negra (ni se me ocurriría decirle afrodescendiente), jovial, respetuosa, cariñosa, caraquista y quien me preparaba 9 arepas cada vez que blanqueban a mi equipo. Me hizo reír, llorar y bailar pero nunca necesitó o usó arma alguna para que la respetase.
Todo esto viene a cuento porque resulta que una revolucionaria empleada de un ministro socialista, protector de Miranda y que muchos recuerdan por el uso de la capucha cuando era universitario, la capturaron en un aeropuerto brasileño por llevar un arma en su equipaje.

Más fiel que Rintintin

En las primeras de cambio, muchos conjeturamos que el arma encontrada a la infortunada nodriza era parte de los mecanismos de persuasión que empleaba con los ministeriales niños, todo acorde con los nuevos manuales de psicología infantil, revolucionaria, socialista y chavista.
Y de no ser eso de seguro tiene que ver con el proceso de formación temprana de los defensores de la Revolución, porque no cabe la menor duda de que en algún momento deben iniciarse, pistola en mano, los que saldrán a combatir la invasión yanqui.
Lo que sorprende es que según la versión de la niñera su misión era llevar el maletín porque la mandó su jefe, con lo cual pudo haber transportado drogas, dólares, explosivos u otros elementos que se encontrasen escondidos en la maleta y terminar siendo la mula, sin ánimo de ofenderla, del ministro.
Uno no termina de entender qué hace un revolucionario ministro, no con una niñera para sus infantes, ya que a pesar de parecer un lujo burgués puede ser su cuota de contribución a la disminución del desempleo, sino con armas (de ser suya) como alegaron.
De verdad imaginaba que todos estos pacifistas revolucionarios habían cumplido con el “Plan Desarme” propuesto por el ministro justiciero (no porque pertenezca a la tolda amarilla) quien garantizaría la seguridad de todos los venezolanos con cuerpos policiales entrenados y respetuosos de los derechos humanos, luego que todos entregaran las armas.
Sin embargo hay que reconocerle al desencapuchado ministro que sí bien es cierto tener una niñera no es muy revolucionario, no sea un Caballo de Troya uribista, apátrida y pitiyanqui como el que le metieron a un diputado en su círculo íntimo (de seguridad por supuesto), él pudiese estar optimizando los recursos, al crear un nuevo oficio: la niñera-escolta.

En la IV y en la V

A principios del siglo pasado el que dirigía los destinos del Venezuela como si fuese su hacienda particular, en un acto de gobierno, inauguró la aviación civil y militar en Venezuela, años después el otro que vio al país como su patio trasero, en un acto de demagogia, salió de los aviones de PDVSA por ser un foco de corrupción que venía de la IV República, con lo cual no quiero insinuar que no hayamos salido de la IV o que la V sea más de la misma miasma.
Ahora que la estatal petrolera es roja, rojita y el trabajo comunal y transformacional del país se lo encargaron al cesanteado de Cancillería, de seguro que el uso de los aviones oficiales para trasladar a una niñera no es peculado de uso, sino un interés superior del Estado.
Hace algunos años la única niñera que veíamos por ahí, salía en televisión. Fran Fine una encantadora y simpática residente de Queens, que por accidente se convirtió en la niñera de tres niños de un productor de Broadway, Maxwell Sheffield, con quien termina casada.
Sabemos que el ministro no produce nada (por supuesto que me refiero a espectáculos en Broadway, a menos que sea una especie de Andrew Lloyd Webber revolucionario y trabaje en el montaje de Rats en lugar de Cats), no es de la clase alta neoyorquina (aunque le ha dado por los gustos de la 5th Avenue) y menos insinuamos que vaya a terminar casado con la niñera, aunque no se sabe que puede pasar en este “sitcom” revolucionario, en que la Nanny termine convertida en una Pran-ny de una cárcel brasileña.

Llueve… pero escampa

jueves, 23 de octubre de 2014

El gran chismoso de la revolución

Miguel Yilales
@yilales
Al tratar sobre el bien y el mal que nos rodea, nos encontramos con personajes detestables, infames y malévolos. En algunos casos los reconocemos como parte de los ignominiosos, son su complemento.
No podríamos imaginar la película Aladdín sin el traicionero, intrigante, envidioso y cruel cómplice de Jafar: el loro Iago; a Maléfica encontrando a Aurora sin la ayuda de su fiel y amado cuervo Diablo, a Cruela de Vil ayudada por los ineptos Horacio y Gaspar o a Lucifer acosando a los inofensivos ratones que ayudaban a Cenicienta. Si bien no eran los maléficos principales, la trama no hubiese sido posible sin su concurso.
Es como en nuestra política cotidiana, donde los villanos principales han estado rodeados de personajes siniestros capaces de todo con tal de disfrutar las mieles del poder. Movidos sibilinamente para intrigar, mentir, engañar y chismear son unos reptiles equiparables con aquel que convenció a Eva para que comiera el fruto prohibido y de paso embaucara a Adán.
Y aunque sabemos que estos males no son exclusivos de esta época, preocupa que no hayamos aprendido en el tiempo y que nuestra sociedad y sus instituciones estén cimentadas en antivalores, exacerbados por quienes autoproclamados salvadores, terminan perforando el casco del navío para ver qué pasa y cuando se hunda abandonarlo como lo hacen las ratas.

Nunca investigó, solo denunció

Decía Kapuschinski que había profesiones para las que, normalmente, se iba a la universidad, se obtenía un título y ahí se acaba el estudio, para luego administrar lo aprendido durante el resto de la vida, pero que en el periodismo la actualización y el estudio constantes era una conditio sine qua non, ya que el trabajo consistía en investigar.
Pero en Venezuela hay algunas individualidades que han desvirtuado la noble labor del ejercicio del periodismo, y creen que se basa en la intriga y el chisme.
Pero la culpa no es del ciego sino de quien le da el garrote y en nuestro caso son los ciudadanos los que contribuyen a que personajes infames tengan el poder y la preponderancia que no se merecen.
El profesor Hugo Grossio siempre expresaba que los venezolanos teníamos una corta memoria política y esa aseveración nunca ha dejado de ser cierta, por lo que hay que recordar el pasado.
Durante la década de los 70 se presentó en Venezuela un gran escándalo de corrupción. El gobierno de turno adquirió con sobreprecio un buque refrigerante y había decidido regalarle a un país sin salida al mar otro buque (hay quienes creen que era el mismo barco, pero no es así), algo así como sí ahora el gobierno comprase plantas eléctricas, aviones o carros y decidiese enviarlos al mismo país sin salida al mar o una isla caribeña.
Cuando en el país había un parlamento capaz de investigar, se genero un debate político sobre sí se debía enjuiciar y llevar a la cárcel al presidente. Se trataba de determinar su responsabilidad política y administrativa y en el momento crucial apareció un personaje con el voto salvador.
En la época se especulaba cuanto había costado ese voto o que favores pagaba, lo cierto es que el personaje de marras hoy se comporta, entendiendo “un hoy” que tiene 16 años, como sí nunca hubiera formado parte del statu quo venezolano.

Un fin: su beneficio particular

Este personajillo (porque nunca fue, es o será un personaje), pontificaba, y aun lo hace, sobre lo humano y lo divino. Sí le tocaba ser candidato se disfrazaba de José Gregorio Hernández; sí se transmutaba en denunciante era un ventilador que llenaba de detritus sin importar nada, ni nadie; sí le tocaba perseguir a los corruptos que cayeran todos, menos los que contrataron a su chilena esposa (él era ministro de la Defensa) para que, con recursos del Estado, instalara esculturas en las instalaciones militares.
Luego de haber sido vicepresidente, ministro de defensa y canciller cree que es una voz imparcial para acusar a inocentes sin presentar pruebas. Experto en intrigar y en chismear nunca se hizo responsable por lo que decía. Siempre actuó con inteligencia, astucia y de forma oculta para conseguir un determinado fin: su beneficio particular.
Sí fuésemos un país serio, que no lo somos, este señor estaría en pantuflas cuidando a sus nietos, nadie le creería ni el Padre Nuestro de rodillas, sus cuentos no tendrían credibilidad y todos sabríamos que de sus columnas marcianas o de su bodrio televisivo solo salen chismes e intrigas revolucionarias.

Llueve… pero escampa

jueves, 16 de octubre de 2014

Los villanos de la revolución bonita

Miguel Yilales
@yilales
Desde pequeños nos inculcaban los conceptos del bien y el mal, con valores y principios apegados a esa concepción.
Aunque hay quienes argumentan que todo es relativo, la mayoría de las filosofías propugnan la coexistencia del bien y del mal y que no puede haber ninguna cosa “buena” a menos que haya una “mala” o viceversa.
Entre esos conceptos, también nos enseñaban algunas ideas, aceptadas por la mayoría, sobre como son los héroes y los villanos. Y es precisamente de estos de los que hablaremos.
Según los estereotipos, resulta que un villano es por definición una persona malvada, que se viste con elegantes trajes oscuros, usa bigote acicalado, tiene una expresión facial perpetuamente enfadada, con una risa malvada, voz estirada y aduladora, y un arrogante exceso de confianza en sí mismo que le lleva a explicar innecesariamente sus siniestros planes. Un villano es visualmente siniestro.
Imaginemos a un personaje con bigotes, trajeado de negro, con una expresión de enfado, con voz estirada y arrogante en exceso y que las puestas en escena son tan burdas que siempre descubrimos sus planes: et voilà tenemos a Pierre Nodoyuna (de seguro alguien pensó en otro con igual descripción).

¡Haz algo, Patán!

Recuerdo que Pierre era un espigado hombre de bigote que siempre se hacía acompañar por un perro, no muy fiel. Nodoyuna no lograba ningún objetivo y su secuaz Patán, así se llamaba el regordete perro con mucho pelo (si fuese humano diría que con mucho cabello, pero no quiero que piensen que hago referencia a alguien en particular), se burlaba con una risita asmática por la mala pata de su jefe circunstancial.
Seguro estoy que ese programa de Hanna-Barbera no pasaría los controles de Conatel, quien abriría una investigación, con multa por delante, al presumir una tentativa de burla contra las autoridades nacionales y la patria.
Claro sería una investigación infundada toda vez que a Pierre Nodoyuna nadie lo increpó para que hiciese algo y él nunca atinó a responder ¿qué quieres tú que yo haga? Además por los lados de Miraflores nunca se ha escuchado: “¡Rayos! ¡Maldición! Sacre Bleu! ¡No hay deguecho (menos con acento cubano o colombiano)!”, para rematar con “¡Haz algo, Patán!”.
Unos años después, Pierre y Patán fueron cambiados por unos ratones, alterados genéticamente, que aunque no eran villanos, siempre trataban de conquistar al mundo.
Ellos eran Cerebro y Pinky: el primero, un roedor gordo, muy gordo, cabezón, que aparentaba gran inteligencia y deseos de conquista mundial, que debido a su tamaño tenía complejo de Napoleón y todo lo dirigía como un militar chambón; el otro ratón, también manipulado genéticamente aunque menos inteligente que Cerebro, era alto y con una expresión de muecas indescifrables.
Uno se imaginaría a estos dos personajes en la vida real, noche, tras noche planificando, así sea dando con un mazo, para ¡Tratar de conquistar al mundo!

Fracaso tras fracaso

Los invito a figurarse (con la voz de Cerebro explicándole a Pinky) los planes para la conquista mundial, que en sus ratoniles mentes pueden limitarse a un país petrolero: Vamos a aprobar un exiguo presupuesto universitario para que los estudiantes protesten y justifiquemos la represión policial y el empleo de los colectivos y además capturemos a un estudiante, le violamos sus derechos humanos mediante una golpiza en la cárcel donde lo metamos, para enviarlo a recuperar a una unidad de cuidados intensivos, solo para sembrar el terror.
Asimismo se les podría haber ocurrido detener a una tuitera irreverente para amedrentar a quienes osen alzar su voz; filtrar una fotografía de la morgue de Bello Monte para salir a perseguir a los periodistas o televisar un enfrentamiento entre bandas.
Sí Disney, Marvel, DC Comics y Hanna-Barbera tienen villanos, una revolución de comiquita no podía quedarse atrás.
Llámense Pierre Nodoyuna, Patán, Pinky o Cerebro, los infames del siglo XXI resaltan por la falta de moral, bondad, caridad o afecto por nuestro país y quienes vivimos en él, y aunque sabemos que sus planes están condenados al fracaso por inviables, porque se acaba la plata o por su mala suerte, nos duele lo dilapidado: tiempo, exiliados y vidas.
Decía Martí que la honra podía ser mancillada, la justicia vendida, todo desgarrado, pero que la noción del bien no naufragaba, y en nuestro caso será así gracias a la valentía y al heroísmo de los ciudadanos que derrotaremos a estos villanos.

Llueve… pero escampa

jueves, 9 de octubre de 2014

La gran conspiración: objetivo Venezuela

Miguel Yilales
@yilales
En el mundo no salimos de una teoría conspirativa para entrar en otra, y Venezuela no es la excepción. Siempre existe un grupo de personas y organizaciones que están tras malvados pasos y, por supuesto, detrás de todos los sucesos para obtener un beneficio personal.
La hipótesis general de las teorías conspirativas es que todos los sucesos importantes en la historia han sido controlados por manipuladores que organizan los acontecimientos desde atrás de escena y con motivos nefastos o, por lo menos, egoístas.
Esas actividades por su naturaleza son secretas, encubiertas, ocultadas del dominio público y necesitan a un grupo secreto muy poderoso, extenso, de larga duración, generalmente, malintencionado, con poder político y económico que manipulen los sucesos, comúnmente de importancia política, social, económica o histórica, para obtener el resultado que desean.
En esa aldea global, cada vez más pequeña, de McLuhan, las teorías conspirativas se pueden propagar más rápido que nunca. Existen miles de sitios Web, dedicados a revelar conspiraciones sobre cualquier cosa, desde el asesinato de Kennedy, pasando por el bombardeo a Pearl Harbor, la muerte de la Princesa Diana hasta quién construyó realmente las pirámides en Egipto.

Pura especulación

De esas teorías conspirativas unas tienen fundamento y otras son traídas por el cabello (juro que no tiene nada que ver con ese dechado de bondad, piedad y misericordia que dirige la Asamblea Nacional y que confesó sentirse amenazado en este país de Cheverito).
Hay quienes aseguran que en Nevada hay un área secreta donde ocultan extraterrestres, que el hombre nunca llegó a la luna y todo se trató de una puesta en escena de Hollywood o que al líder supremo y eterno, me refiero a Bolívar aunque pudiéramos decir que es otro, le inocularon una enfermedad para beneficiar a unos traidores que se quedaron con el poder luego de su muerte.
Llegado a este punto creo que pudiera aventurarme a trazar también otras conjeturas conspirativas: imaginemos a un país pequeño pero con grandes riquezas petroleras, que entre sus estrategias geopolíticas decidió ser el contrapeso de un imperio y cuyo líder intergaláctico murió de una extraña enfermedad que sería investigada por científicos del mundo ante la posibilidad de envenenamiento.
En esas condiciones uno conjetura que el heredero del supremo y eterno líder, desconfía hasta de su sombra y no se le ocurriría ir al territorio de su enemigo a pasear agarrado de manos de su primera combatiente y de su diplomática hermana putativa, no vaya a ser que el líder afrodescendiente de la sociedad secreta que conspira para derrocarlo le contagie una gripe o que en un dispendioso bacanal traten de envenenarlo con el carpaccio de lomito, el ravioli con caviar o el pez espada con mermelada de champagne.
Ahora entiendo, y estoy metiéndome en el terreno de la especulación, porque los revolucionarios diputados andan rodeados de escoltas, guardaespaldas y tienen varios asistentes que viven con ellos y son capaces de probar la comida antes que su mentor (dicen que Tarazona probaba la comida y dormía frente a la puerta del dormitorio de Gómez) por la amenaza del paramilitarismo mundial liderado por un cachaco, cachorro del imperio y aliado de la derecha apátrida venezolana.

Una verdadera amenaza

Todos los revolucionarios saben que está en marcha una amenaza de la derecha global desde que mandaron al otro lado a un fiscal de la República, además lograron llegar hasta un exjefe policial, entrenado en el uso de armas y en la defensa personal (así usara un ceñido traje de baño), manipulando su GPS para que se perdiera y llegara a un sector donde lo esperaba una banda de zagaletones para que lo ultimara.
Los tentáculos de la extrema derecha son tan perversos y extensos que pueden convertir, de la noche a la mañana, a un revolucionario a carta cabal en un delincuente o infiltrar a un colectivo de paz, en realidad una célula del paramilitarismo colombiano, para que conspire desde adentro y acabe a tiros con el proceso que salvará a la humanidad.
Sí en el país que vivimos está bajo una constante amenaza desde hace 16 años (según los que desgobiernan) y las conspiraciones son develadas por nuestros eficientes sistemas de inteligencia antes de iniciar las investigaciones, uno no entiende como no se han evitado, a menos que estemos ante una verdadera conspiración, al estilo Delia Fiallo, para perpetuarse en el poder.

Llueve… pero escampa

jueves, 2 de octubre de 2014

Venezuela necesita un DeLorean

Miguel Yilales
@yilales
Había una vez una época en la que el futuro era Los Supersónicos. Televidentes de todas las edades imaginábamos como sería volar en vehículos personales, vivir en ciudades flotantes, viajar con frecuencia a la Luna, tener a nuestra propia Robotina o conectarse en un video chat, tal como lo hacían Súper, Ultra, Lucero, Cometín y Astro en el año 2062.
Muchas de esas invenciones son hoy una realidad y otras están a la vuelta de la esquina en mucho menos tiempo de lo que tardaron en cristalizarse los inventos que soñase un visionario como Julio Verne o los que fantaseó el crítico social H.G. Wells.
Ellos abordaban la ficción de manera magistral, era una lectura emocionante, no porque uno quisiese vivir de las fantasías, sino porque siempre sorprendía que hubiesen podido imaginar algo que en su tiempo era imposible pensar: navegar bajo el agua, las armas de destrucción masiva, las naves espaciales, los grandes trasatlánticos, viajar a través del tiempo o las invasiones alienígenas.
Si el protagonista de “La máquina del tiempo” de H.G. Wells, en su viaje al futuro se hubiese detenido en Venezuela en el 2014, de seguro se encontraba con que un reptil fósil caribeño y un comandante supremo intergaláctico transportaron a un país al pasado, sin necesidad de máquinas especiales o equipos complicados.
Un viaje temporal involutivo al que nos ha obligado el socialismo del siglo XXI, que nos puso a vivir como nuestros antepasados: sin agua potable, sin luz, sin bienes esenciales y usando ramas por medicamentos.

En revolución todo es posible

De ahí que la moda en las redes sociales es promocionar pócimas caseras para las enfermedades, y no es que uno esté en contra de la medicina alternativa y naturista, pero luego de ver los avances de la ciencia regresar a la época de los bisabuelos es como dar un salto al vacío esperando volar como Ícaro.
Así es que sí padece de una afonía o una disfonía le toca tomar cebolla licuada con miel, pero nunca antes de visitar a la novia, al novio, a la amiga o al amigo con derechos o sin ellos; sí tiene mal sudor una buena untada de bicarbonato con limón; sí sufre de fiebres repentinas tome agua de coco; sí le dio paperas, a aparte del reposo para que no se les bajen (así decía mi abuela), hojas de llantén con Hirudoid; y sí le sube la bilirrubina, no como a Juan Luis Guerra, la cura con un brebaje de raíz de onoto.
Con esto podrían impulsar que los egresados de la carrera de medicina en nuestras universidades, y como a estos revolucionarios les gusta cambiar todos los nombres, en vez de médicos salgan graduados de curanderos comunales, más acorde con estos tiempos.
Asimismo tenemos que volar es otro invento del siglo XX que quedó obsoleto y en desuso. En Venezuela aquello de que en avión se hace un viaje placentero, cómodo y rápido fue un vicio burgués, capitalista e imperialista erradicado por esta revolución bonita.
Las terminales aéreas parecen cualquier cosa menos un aeropuerto, de hecho solo faltan las gallinas en jaulas, los cerdos correteando en chiqueros y la gente ordeñando cabras y vacas, para sentirse que la máquina del tiempo lo trasladó a uno a pleno siglo XV, con sistemas de aire acondicionados inexistentes, itinerarios impredecibles y horarios dependientes del destino, el tarot y la confluencia astral.
Es que en Venezuela es preferible viajar por tierra, para no sentir el bochorno de escuchar a la azafata agradecer al pasajero por haberlos escogido como su línea aérea de transporte (como si hubiese otra opción), para luego presentar excusas por “los retrasos involuntarios” de 6, 7 y hasta 10 horas.

Volver al futuro

Para los que vimos viajar en el tiempo a Marty McFly y al “Doc” Emmett L. Brown a bordo de un DeLorean, esta era la posibilidad de ir al futuro a conocer lo que nos deparaba y regresar luego de averiguar los resultados deportivos o viajar hacia el pasado a corregir todas las sandeces que cometimos y pretendemos no recordar.
Como desearíamos tener ese DeLorean, viajar al pasado reciente y corregir, no los errores personales que a fin de cuenta es lo que somos, sino los errores colectivos que tanto daño le han hecho al país.
Es que a cada instante se nos presentan oportunidades para enmendar los entuertos, pero repetimos las mismas fórmulas que nos llevaron al fracaso en estos 16 años, pareciera que la estupidez, que como dijera Einstein es infinita, en nuestro caso, lamentablemente, no nos deja salir del pasado y volver al futuro.

Llueve… pero escampa