jueves, 30 de abril de 2015

Nicolás ahí te va mi mango

Miguel Yilales
@yilales
Siempre he disfrutado de un buen mango. Es una fruta carnosa, dulce, que se puede comer verde o madura. En lo particular me gusta mucho el verde con sal y en algunas ocasiones con adobo. Lo he comido solo, en trozos con las ensaladas, como aderezo, con las manos y con tenedor, de hilacha, injerto y bocao. Son sencillamente fascinantes.
Al pedirle a cualquier hijo de vecina que nos nombre una fruta criolla, de seguro viene a su mente este manjar, lo cual es un error garrafal, no porque no sea un manjar, sino porque es originaria de la India.
Si usted sigue el consejo de que "el Diablo sabe más por viejo que por Diablo" y le pregunta a su abuela o a una tía entrada en años sobre sus aplicaciones medicinales de seguro la recomendará como antioxidante, contra el cáncer del colon, para que no le de gripe, como diurético y para tener una piel lozana, aunque debamos cuidarnos de su efecto laxante, especialmente, en abril y mayo.
Luego de buscar en toda la bibliografía disponible para saber los usos que se le puede dar a esta deliciosa fruta, me encontré que sirve para la política, para el amor, en la coctelería y en el fogón, para entretener a grandes y chicos que esperan a sus pies o trepan en sus ramas para agarrarlos, y aunque a Henry Pittier le parecía que incitaba a “la ociosidad, a la invasión de la propiedad ajena y a la vagancia”, nadie puede negar que no se goce de él, en especial cuando los dedos se empalagan, aunque sea un poco con el jugo de este delicioso fruto y debemos limpiarlos dejando de lado ciertas normas de etiqueta.

A mangazo limpio

Como si no fuesen pocos los atributos y usos para esta exquisitez el régimen venezolano en su afán por disminuir las distancias que separan a los gobernados de sus gobernantes, diseñó un sistema que dejará en pañales los desarrollos tecnológicos de Silicon Valley en California.
En estos momentos las empresas telefónicas, y hasta Apple, Android, WhatsApp, Instagram, Twitter y Facebook, deben estar preocupados porque la revolución chavista y antiimperialista para desechar los inventos capitalistas del correo electrónico, el microblogging, las redes sociales y hasta la ineficiente IPOSTEL, decidió que un mango es el medio de comunicación del futuro.
Atrás quedará el uso metafórico de coger mango bajito, aludiendo a la conseja de aprovechar la ocasión más sencilla y fácil; su empleo para referirnos a la hermosura que hace muy apetecible a una persona o cuando una situación se presenta confusa o sumamente enredada, como nos pasa con este arroz con mango que es el Socialismo del Siglo XXI.
Si se trata de pedir una casa, un carro, un aumento, un paseo por el Caribe, el incremento del cupo en dólares, medicinas para las enfermedades crónicas sin pasar por la nueva alcabala diseñada por el régimen, comida o un empleo bien remunerado, busque su buena mata, monéela, recoja sus frutos, prepárese para cuando pase un gobernador, un alcalde, un diputado, los candidatos al parlamento (sean por consenso o electos en primarias) y en especial el que dice ser heredero del trono mirafloriano, y péguele un mango por la cabeza.

Más usos para un mango

Yo tengo un arsenal listo (entiéndase que de mangos) por si acaso se me atraviesa el indocumentado, y lo digo porque parece no tener licencia para conducir el país, para pedirle libertad para los presos políticos injustamente detenidos, exigirle un sistema de libertades individuales, reclamarle por las 50 mil muertes violentas en sus 2 años de fatídica gestión, que se repatríen los capitales que los boliburgueses de cuello rojo lavaron en paraísos fiscales, que se controle la inflación y se incentive el aparato productivo.
Pero los mangos no tienen porque ser exclusivos y tengo algunos guardados por si pasan los autodenominados albaceas de la oposición para que expliquen porque exigen democracia y no les gusta aplicarla a lo interno, hasta cuando actúan como Caldera o el caudillo Alfaro eliminando a sus delfines y a la generación de relevo, sí algún día exigirán condiciones antes de presentarse al cadalso electoral y que entiendan que pacífico no es sumisión, que democrático no es solo electoral y que lo constitucional abarca los 350 artículos.
A ciencia cierta desconozco si el sistema funciona, si Nicolás y los otros le harán caso o si tengo la puntería para atinarles, pero por lo menos quedo satisfecho por exigir mis derechos y liberar la indignación acumulada en estos 16 años.

Llueve…pero escampa

jueves, 23 de abril de 2015

El imperio y sus pitiyanquis cooperantes

Miguel Yilales
@yilales
Criticar a unas personas que huyen de la miseria que representa no tener que comer, imposibilitados para adquirir una vivienda, padecer de servicios públicos inexistentes, estar obligados a vivir de las migajas de un gobierno o sobrellevar un estado de guerra permanente en el que la violencia es la principal causa de muerte, no sería justo.
Y aunque alguien pueda pensar que me refiero a la situación que a diario vivimos los venezolanos, la descripción de las causas anteriores estaba referida a los cientos de miles de cubanos que se han lanzado a aguas infectadas de tiburones con la única esperanza de navegar 90 millas que les devuelva la dignidad humana o de los más de 800 africanos que se subieron a un buque y encontraron su última morada frente a las costas de Libia esta misma semana.
Ya ha pasado mucha agua bajo el puente desde que el controversial video “Caracas, ciudad de despedidas” fuese visto y criticado por mucha gente. De ahí surgió la frase “Me iría demasiado” que fue motivo de burlas y celebraciones por gran parte de nuestro polarizado país.
Las críticas por la superficialidad de los argumentos que planteaba y por el lenguaje empleado, no nos hizo recapacitar respecto a que un grupo de jóvenes se hubiesen detenido a reflexionar sobre la realidad del país y el porqué pasamos a ser esta locura en la que todos aspiran un futuro mejor, pero que no lo vislumbran en esta hermosa Tierra de Gracia.

Vivir mal o morir en el intento

Sin embargo, más allá de nuestro acuerdo o desacuerdo con quienes se van y sus motivaciones o con quienes se quedan y sus razones, el asunto volvió a tener vigencia porque hace unos días a un empresario venezolano le dio por navegar las sinuosas aguas del drama que representa la emigración.
Por supuesto que hablar del tema en un país donde todas las familias tienen a alguien o conocen a alguien que ha tenido que emigrar porque la inseguridad, la inflación, la falta de oportunidades de trabajo, la poca calidad de vida así los obligó, era como pisar juanetes: para algunos una afrenta imperdonable y para otros una reflexión sobre el problema.
Desde hace años muchos venezolanos hacen largas colas, no frente a automercados para adquirir papel higiénico, harina precocida, aceite de maíz, leche o pañales sino en los distintos consulados de países europeos, norteamericanos, suramericanos en busca de la esperanza que les fue secuestrada por quienes supuestamente llegaron al poder para salvarnos de la hecatombe de 40 años de democracia civil y que solo ha servido para que unos boliburgueses se distribuyeran un botín, como lo hacían los corsarios cuando abordaban una embarcación.
De entre esos que se repartieron el país, también hay quienes a las primeras de cambio estarían dispuestos a “irse demasiado”, así lo han venido demostrando todos esos ejemplos de entereza, rectitud y honradez que pululan en esta revolución socialista, chavista y antiimperialista.

Ópera incierta

De todos es conocido que mientras están en posiciones de mando amasan inmensas fortunas porque desvalijan al país pero que al dejar de tener el favor del gobernante o al abandonar el poder, agarran sus macundales y sus alforjas para solicitar, en el malvado imperio norteamericano, protección a cambio de convertirse en un correveidile, una especie de wikileaks bolivariano, en contra de sus antiguos cómplices.
A la fecha desconocemos a ciencia cierta los resultados de sus colaboraciones y sí las pruebas presentadas son tan contundentes como para terminar de desenmascarar a este gobierno forajido, en especial por la incoherencia de una oposición que denuncia por el mundo los desaguisados del régimen, pero cuando sancionan a unos funcionarios del gobierno por violadores de derechos humanos y por sus nexos con el narcotráfico y el terrorismo internacional, salen a decir que no era para tanto, con lo cual uno no entiende para que viajaban, a menos que fuese porque necesitaban hacer shopping.
El problema no es que estos delincuentes se vayan (ojalá se fuesen todos) sino que luego de haber destruido al país, estos pitiyanquis cooperantes del imperio se presentan como los salvadores de la patria porque denunciaron lo que ellos mismos ayudaron a construir, con la esperanza de mimetizarse con los exiliados, desterrados y perseguidos que emigraron en busca de un futuro o que al pasar el tiempo los ensalcen por ayudar a desalojar del poder a esta marea roja.

Llueve… pero escampa

jueves, 16 de abril de 2015

La pelea del siglo

Miguel Yilales
@yilales
Desde que en los Tratados de Westfalia se impulsara la noción de la soberanía nacional a través de la institucionalización de la diplomacia y de los ejércitos, las relaciones internacionales se han constituido en el vínculo, el nexo, la asociación y el diálogo que deben existir entre las naciones.
Pero a pesar del tiempo transcurrido aun hay quienes las ven como un ring de boxeo en el que se dirimen las diferencias a los golpes y trancazos. Para algunas personas es una tradición repugnante y sangrienta, pero no hay deporte en el que se despliegue una conducta que muestra: disciplina espartana necesaria para entrenar; belleza y plasticidad adquirida con la técnica; solemnidad en el cumplimiento de las reglas; estrategia para salir victorioso y perseverancia para levantarse tras la caída como el boxeo.
Dicen que los boxeadores se dan a conocer por su técnica, bravura y parafernalia, pero si algo los caracteriza de pies a cabeza, a parte de los guantes, es el uso de un apodo que pueda intimidar al rival. En todos los tiempos grandes pugilistas han recurrido a este ardid para reflejar lo que son: Joe Louis “El Bombardero de Detroit”, Manny “pac-man” Pacquiao, Oscar “El niño dorado” De La Hoya, Ray “sugar” Leonard o Roberto “Mano ’e Piedra” Durán.

Promotor, contendientes y escenario

En nuestro país hablar de beisbol y de boxeo va con nuestra idiosincrasia, y tenía que ser así porque nuestras primeras y más connotadas hazañas deportivas provinieron de esos deportes: ser campeones mundiales en béisbol y obtener la primera medalla de oro olímpica del boxeo.
Es por ello que cuando nos informaron que este mes de abril ocurriría un choque de trenes, similar al que anunciaban en la televisión cuando promocionaban el enfrentamiento de los boxeadores del momento, todos esperábamos un espectáculo digno de Don King o de Rafito Cedeño.
Para eso se contrató a unos vetustos sparring caribeños, que en alguna época pretendieron ser unos boxeadores con suficiente pegada y altura para amenazar a un fortachón, y que creen que ahora sí lo harán con unos esmirriados pugilistas a los que solo les han enseñado a blufear, gritar y amenazar, como lo hacían ellos, pero nunca a pelear.
Entre esos pugilistas, en este siglo XXI, han destacado varios: Hugo “huele azufre” Chávez, Evo “cocaína” Morales, Rafael “censura” Correa, Daniel “estupro” Ortega y, más recientemente, Nicolás “sin papeles” Maduro, todos muy eficientes en el boxeo de sombra y en la polémica desde un micrófono, pero que no aguantan ni un round sobre el ring a menos que sea para fotografiarse con el ganador.
Resulta que la pelea del siglo planteada en Panamá entre Barack Obama y el paisano Nicolás no llegó al primer asalto. En las primeras de cambio el “sin papeles” solo atinó a lanzar golpes al vacío y como el alcance de brazos, la gracia y el tino estaban del otro lado, le dio por usar un doble para desviar la atención mientras se lanzaba a la lona sin que lo hubiesen tocado o hubiesen tirado la toalla.

¡Otra derrota más!

De nada sirvió que amenazase con hacer arrodillar al afroamericano y cantarle sus verdades, convencido por un siquiatra de que contaba con millones de voluntades de apoyo, así las haya obtenido bajo amenaza.
Tampoco las atrevidas declaraciones en las que describía cómo acabaría con su rival, una especie de predicciones antes del encuentro estelar, como aquellas que lanzaba Muhammad Alí para amedrentar a sus contendientes.
La verdad es que ni una fotografía en los camerinos cuando habló amable y respetuosamente (Maduro dixit) con Barack existe, no fuese a ser que el cuento de la victoria fuera del ring no coincidiese con la realidad.
Es por eso que al regresar al país y luego de supuestamente derrotar a un peso pesado del combate diplomático, a Nicolás le dio por revivir la guerra de independencia contra España: por lo menos ya consiguió a su “negro segundo” (primero solo hay uno) al nombrar teniente a un gobernador oriental.
Abril se ha develado como un mes de las verdades, no porque sepamos al fin que pasó con la renuncia que anunció Lucas, ni porque haya aparecido la irrelevante partida de nacimiento de algún indocumentado y menos aún porque sepamos que pasó con aquel que juraba y perjuraba que ganaría y cobraría, si no porque nos percatamos que luego de la pelea del siglo, que terminó en aplastante derrota, solo ostentamos los títulos mundiales en corrupción, blanqueo de capitales, narcotráfico, inflación y escasez.

Llueve… pero escampa

jueves, 9 de abril de 2015

Con sangre de horchata

Miguel Yilales
@yilales
Desde hace algún tiempo, en Venezuela, las personas que se dicen seguidoras de algún bando político han perdido el sentido de la crítica frente a sus propios dirigentes.
Sí usted milita en la oposición y se le ocurre decir algo de los sacrosantos autos denominados líderes de esta generación, y no me estoy refiriendo a Guillermo Dávila, se expone a que desde las mismas filas opositoras salgan y lo acusen de ser un agente encubierto del régimen que trabaja para mantener al chavismo en el poder; pero sí lo hace desde las filas de la administración también lo catalogaran de agente secreto, pero del Imperio, que desestabiliza al gobierno.
Recuerdo que cuando alguien no le importaba las cosas o tenía un carácter muy sosegado decían que tenía “sangre de horchata”. Pareciera que en los últimos años a la sociedad venezolana le han venido practicando transfusiones de reemplazo del fluido sanguíneo por mucha horchata con valeriana.
Tan es así que pudiéramos inventar un nuevo gentilicio para algunos habitantes de este país con horchata: venehorchatanos, una sociedad que sufre pero es paciente y se resigna a que todo se solucionará “Dios mediante”, “con el paso del tiempo” o “cuando la rana eche pelo”.

Sin sangre en las venas

Los que ayer protestaban por lo más mínimo que hicieran los gobiernos civiles, hoy se postran adulantes ante el militarismo corrupto y putrefacto que dirige al país. Y voy a tratar de demostrarlo con ejemplos.
Cuando abundaban las largas filas de personas en los supermercados poca gente se quejó de las hordas que se trasladaban hasta en autobuses para agotar los productos en segundos y mucho menos de la respuesta que tenía preparada el gobierno: un sistema de racionamiento a lo cubano pero con capta huellas (que ya estaban listas para importarlas) y con horarios determinados por el número de cédula.
Hay venehorchatanos que agradecen que con esas medidas por lo menos se consigan los productos y se pierde menos tiempo porque disminuyeron y, en algunos casos, desaparecieron las largas filas de personas, pero nadie se pregunta ¿Qué se hizo esa especie langostas que arrasaban con todo a su paso? ¿Quién tenía la capacidad de movilizarlos? y menos ¿A quién beneficiaban con su presencia?
Vamos con otro ejemplo. Antes sí se hablaba del espacio territorial los militares eran los primeros que se mostraban prestos a defenderlo, es más recuerdo que con la delimitación de los espacios marítimos en el Golfo de Venezuela casi linchan, metafóricamente hablando, a Luis Herrera Campins por su “Hipótesis de Caraballeda”.
Pero con este régimen, que le ha dado por entregar la soberanía del Esequibo, pareciera que a los militares venehorchatanos solo les importa hacer creer que se alistan ante una imaginaria invasión norteamericana, que solo existe en las calenturientas cabezas de estos ñangaras de nuevo cuño, educados en las primitivas estrategias cubanas.

Pero aún hay más

Igual ocurre en materia de corrupción. Los jeep de Ciliberto, Ibañez y Lusinchi, adquiridos con las partidas secretas y usadas para la campaña de 1988, son conchas de ajo frente al peculado de uso de autobuses, vehículos, medios de comunicación, aviones y edificios del Estado en la eterna ruta electoral en que nos imbuyó la involución bolivariana, sin que los venehorchatanos alcen su voz de protesta.
Y por si fuera poco en Venezuela el nepotismo era perverso hasta que llegó este esperpento que se autodenomina Socialismo del Siglo XXI. Cuando Rafael Caldera nombró a uno de sus hijos como ministro, por cierto los que hoy gobiernan lo llamaban el pimentón porque dizque estaba en todos los guisos, la gente lo vio con ojeriza por el antecedente del indulto que refrendó Ramón J. Velásquez por culpa de su secretario privado que, para colmo de males, era su hijo.
El parlamento vivió una época en la que a su nómina le decían los “floriados” por la gran cantidad de Flores (ni aromáticas, ni coloridas) que había en sus registros, toda una minucia ahora que el presidente de esa instancia, una ministra y la principal atracción bolivariana están emparentados, con lo cual ratifican que los guisos en familia son más sabrosos y jugosos.
Mientras aquí sigan ocurriendo cosas y nos comportemos con sangre de horchata, los que están en el poder abusarán de nuestra dignidad, y para evitar eso tenemos que confrontar a todo aquel que desee mantenernos lánguidos y adormecidos, estén en el gobierno o en la oposición.

Llueve… pero escampa

jueves, 2 de abril de 2015

Aún hay que descubrir a los Judas

Miguel Yilales
@yilales
Cada quien decide como lo recordará la historia, porque si de algo sirve esta es para saber lo qué vivimos y cómo lo hicimos, quiénes formaron nuestro pasado y cuánto se equivocaron.
Hace algún tiempo uno de esos eruditos que se creen conocedores de todo y que fue adorado (aún hay quienes se babean por él) por los ñángaras del continente, propuso que la historia lo absolvería como si se tratase de un tribunal, cuando la realidad es que el único tribunal que lo juzgará es la Corte Celestial, y por sus ejecutorias es dudoso que llegue a esa instancia, y sea enviado directo al mismo círculo en que, según Alighieri, se encuentran sus camaradas, muy cercano al centro donde está el traidor mayor: Satanás.
Creo que nadie, en su sano juicio, quiere ser recordado por traidor o por incapaz. En nuestra historia hay personajes que hubiesen deseado otro tipo de muerte, histórica y política, que la que les tocó vivir, pero no fue así, es más hay personajes que estuvieron predestinados a dirigir los destinos del país, pero que en realidad solo les tocó, hacer un papel secundario para los historiadores.
Hablar de un popular caudillo venezolano, diputado, candidato presidencial, preso y sacado de la cárcel para que apoyar la proclama contra la invasión insolente pudiera generar dudas si se trata de alguno de los presos políticos del siglo XXI, pero nos referimos a ese general llamado “El Mocho” Hernández que muy pocos conocen y muchos menos recuerdan hoy.

No solo ocurre en esta Tierra de Gracia

Nadie creerá que a Mao Zedong le hubiese gustado ser rememorado como el propulsor del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, momentos en el que su poder alcanzó las cotas máximas al desarrollarse un intenso culto a la personalidad en torno a su figura pero bañado por la sangre de 35 millones de chinos o a Bill Clinton que a pesar de la recuperación económica alcanzada durante su mandato en los Estados Unidos, la gente al oír su nombre piense en habanos, pasantes y actos impropios.
Todo esto viene a colación porque nadie puede pensar que una administración tan deficiente como la que nos ha tocado vivir en estos 16 años haya sido planificada adrede así, aunque por las corrientes ideológicas escogidas se suponía estaban predestinados al desengaño, porque nadie que ejecute lo mismo por lo que fracasaron sus antecesores puede aspirar al éxito.
Lo lamentable es que hay personajes que al estar en la oposición solo desean llegar a los cargos públicos para ser evocados por su gestión, los cambios que generaron y la pulcritud en el manejo de la cosa pública, aunque al final las corruptelas, la ineficiencia y la ineficacia sean el leitmotiv de sus gestiones, como nos ocurrió a los venezolanos que cambiamos populismo con más populismo, socialismo con más socialismo, corruptelas de la IV con podredumbres de la V, porque el socialismo militarista del Siglo XXI es lo más decrépito, decadente y ruinoso de la democracia civil.
Sabemos que estos grises personajes, que abundan en el régimen y que pululan en la oposición, existen porque respiran, declaran porque hablan y los vemos porque salen a la calle a buscar votos, simplemente desaparecerán de la vida política del país cuando los manuales protocolares sean actualizados para mencionar a quienes los sustituyeron, y de eso saben mucho los políticos y los militares que reciben lisonjas mientras tienen el poder y hasta el día que les toca entregar el poder a sus sucesores.

Menos Carujo y más Vargas

Lo verdaderamente lamentable es que a estas alturas luego de tanto desacierto socialista, las propuestas del sector opositor es que ellos si representan al socialismo real, con lo cual demuestra que ni siquiera tienen idea de que es lo que proponen como solución a este esperpento que nos ha desgobernado por más de tres lustros.
Cuando se aspira que frente al autoritarismo se tenga más participación y que de cara al despotismo poco instruido haya más ilustración, se necesitan que surjan hombres justos como Vargas ante la proliferación de los “Carujos” de la revolución bolivariana y que frente a los diputados saltimbanquis que trepidan por las bravuconadas de militares de poca monta salgan nuevos émulos de Fermín Toro que prefieran la muerte antes que la prostitución practicada por algunos opositores, mientras tenemos que descubrir a tantos Judas Iscariote que, ocultos tras una mantilla opositora, son más y peor de lo que ya nos tocó vivir.

Llueve… pero escampa