domingo, 28 de febrero de 2016

Con la piedra afuera

Por Miguel Yilales
@yilales
Cuando queremos ir de un lugar a otro podemos tomar los caminos verdes, esa especie de atajos que sirven para evitar las grandes concentraciones de vehículos. Por lo general al tomar estas vías alternas recorremos más kilómetros, pasamos más obstáculos y nos exponemos a más riesgos pero sabemos que al final llegaremos a nuestro destino. 
En los actuales momentos que vivimos en Venezuela y frente a la crisis institucional que padecemos, la escasez de alimentos que hacen que la gente pelee por un mendrugo de pan, un paquete de harina pre cocida o un litro de aceite de comer, la desaparición de distintas medicinas, pócimas y remedios como para que un niño fallezca luego de convulsionar más de 50 veces en tres días por no encontrar el anticonvulsivo que le recetaron y dado que estamos montados sobre el potro indomable de la inflación que hace que nuestros ingresos sean una mezcla de sal y agua que se desliza entre nuestros dedos, los venezolanos quisiéramos tomar el atajo que nos haga salir lo antes posible de esta pesadilla que mientan Socialismo del Siglo XXI.
Dice la conseja popular que del apuro lo que queda es el cansancio; los italianos recomiendan, por ejemplo, que chi va piano, va sano e va lontano (el que va despacio, va sano y llega lejos) y Bonaparte pedía a sus ordenanzas “vístanme despacio, que tengo prisa”, porque está demostrado que la constancia es más eficiente para alcanzar los objetivos que andar con apuros. Y este axioma aplica para la política.
Con las cartas sobre la mesa
Cuando la oposición ha planteado la imperiosa necesidad de salir de un régimen dirigido por quien no reúne los requisitos mínimos para presidir el Estado venezolano, no es por apuros sino porque tomó consciencia del considerable daño causado y de que ya es difícil reconstruir el entramado social y recuperar el desastre causado en estos 17 años de revolucionaria pestilencia roja.
Estamos frente a un régimen que ha permitido los mayores desfalcos a las arcas públicas, que además ha sido aquiescente para que el negocio del narcotráfico penetrase todos los estamentos del país, al extremo que hay sospechas de narcoministros, narcogoberadores, narcodiputados, narcogenerales y hasta narcosobrinos como para ser considerados un narcoestado, que no les ha importado rematar las reservas petroleras y mineras al peor postor y en las más infames condiciones y que no ha tenido el más mínimo pudor para mostrarse, ante el continente y el mundo, cuan abyectos pueden ser ante los designios del Castrocomunismo. Y un caos así debió ser desalojado del poder hace mucho tiempo.
Sobre la mesa política se han puesto varias cartas para aplicárselas a Nicolás Maduro y sus compinches. La enmienda, el revocatorio, la renuncia y hasta la prueba de nacionalidad se han planteado como escenarios posibles para salir de esa caterva de delincuentes, forajidos y bandoleros que se hace llamar patriotas porque son los únicos que aman a Venezuela aunque no quisiera imaginar cómo estaríamos si la odiaran, de seguro que el mar se hubiese secado y todo el país convertido en desérticos médanos, aunque lejos no estemos de estar así.
Un Estado disfuncional
En esta semana se debiera definir cuál va a ser el mecanismo para desalojar lo antes posible, pero sin apuros, a este gobierno, sin olvidarse que el país va a seguir funcionando de manera disfuncional, es decir, que seguirá el TSJ impartiendo injusticias e inclinando la balanza hacia la hincada rodilla izquierda; que el CNE incumplirá las normas de equidad, no evitará que el gobierno haga peculado de uso, ni cuidará por el equilibrio informativo; el Poder Moral no velará por el debido proceso, continuará con la persecución a los opositores, no controlará el gasto público, inhabilitará al político que considere una amenaza y solo defenderá los derechos humanos de los que piensen como ellos y, por supuesto, los tutelados inquilinos del Palacio de Misia Jacinta en pleno abuso del poder y en el raspado final de la palangana.
Estos son los obstáculos, estorbos y trabas que encontrará cualquier propuesta de la oposición, por eso es que se hace necesario pisar fuerte y constante, dar un paso a la vez y garantizar el éxito que los venezolanos clamamos. Debemos ir sin prisa pero sin pausa y no permitir que por apurados acabemos, como comúnmente se dice, con la piedra afuera por haber atornillado al régimen más oprobioso e infame de nuestra historia republicana.
Llueve… pero escampa

domingo, 21 de febrero de 2016

Hasta que lleguen los más capaces

Por Miguel Yilales
@yilales
Esta semana estuvo marcado por acontecimientos que van a definir los años por venir y que definitivamente cambiarán nuestro devenir. Mientras en otros países se ocupan de las premiaciones cinematográficas que ocurren cada año, el chisme, el cuento farandulero y las menudencias artísticas, eso que los españoles llaman cotilleo, aquí la política y la economía compiten arduamente para llevarse los laureles, galardones y recompensas.
Los temas que nos preocupan a los venezolanos se pasean a diario por la alfombra roja que en nuestro caso no se relaciona con el glamur o con algún color partidista sino con la sangre derramada por los cientos de miles de venezolanos que han encontrado la muerte en manos del hampa, de sicarios, de asesinos y de malandros amparados por este régimen.
Aunque el tema económico pretendió marcar la pauta discursiva y el debate tras los anuncios del aumento de la gasolina y la devaluación de la moneda, medidas efectistas y sin efectividad real dado el tamaño de la crisis que estamos enfrentando, lo cual demuestra que no saldremos del marasmo revolucionario mientras estemos administrados por pulperos de cantinas militares, por colectores de autobuses y por pedigüeños de semáforos, nadie puede negar que la política se convirtió en el quid de todo lo que ocurre en país.
Demócratas y tiranozuelos
Por una parte estábamos persuadidos de que los ciudadanos no debíamos participar de los asuntos públicos porque eso desprestigiaba y por la otra de que los puestos deliberativos eran intrascendentes ya que la decisión presidencial estaba por encima del bien y el mal, más si quien la ejercía era un megalómano con ínfulas de tiranozuelo tropical.
Cuando se asomó el nombre de Henry Ramos Allup para presidir el parlamento, hubo quienes alzaron su voz para señalar que no representaba el cambio que demandaban estos tiempos, que le daría argumentos a los opositores radicales que señalaban que estábamos en las manos de los que nos trajeron al socialismo del siglo XXI y que era la instauración del colaboracionismo que oxigenaría a un régimen que daba sus esténtores; lo que nadie previó es que se convertiría en el adalid de la oposición frente a los atropellos, el abuso, la arbitrariedad y los excesos de un gobierno atrabiliario. Cada intervención, actuación y movimiento “fríamente calculado” ha servido para poner las cosas en su justa medida. Y el último fue excepcional.
Resulta que al discutirse la Ley de Amnistía y cuando el teniente-capitán hizo su primera intervención luego de que fuera desalojado de la presidencia del parlamento, que él creía vitalicia y eterna, y que le había servido de guarida donde planificaba y ejecutaba sus fechorías, Ramos le salió al paso y le espetó las verdades en su cara: que estaba muerto, que le habían pasado una aplanadora y que lo habían raspado dentro de su propio partido por incapaz.
Por supuesto que las aclaratorias palaciegas no se hicieron esperar: que sí Ramos había amenazado de muerte al diputado; que se había quedado con un mazo que no le pertenecía y que dentro del partido a nadie se le ocurriría pasarle una aplanadora al segundo al mando, aunque en realidad solo lo acompañan el convoy de escoltas y las focas tarifadas que le hacen creer que goza de apoyo popular.
Sin la agudeza necesaria
En 1992 cuando David Morales Bello usó la metáfora de muerte a los golpistas muchos lo satanizaron porque sus palabras eran sanguinarias, atroces y desalmadas aunque en realidad señalaba que se debía ser ejemplarizante con quienes atentaron contra las instituciones, la democracia y la constitución, para así evitar nuevos alzamientos militares.
Nada de eso ocurrió por lo que llegaron las lluvias que trajeron estos lodos sociales, políticos y económicos en las manos de unos golpistas que nunca han creído en la separación de Poderes, la alternancia en el poder y en el respeto por la voluntad ciudadana.
Que el Parlamento dejase de ser un cuartel militar y que alguien respondiera con argumentos a los que se creían todopoderosos nos señala que vamos en camino a recuperar la institucionalidad perdida en estos 17 años, aunque aún debamos desalojar del gobierno a quienes carecen del cacumen mínimo como para fenecer de inteligencia o abandonar el gobierno a motu proprio. Por el bien colectivo debemos perseverar hasta que lleguen al poder los más capaces (ya hay varios en liza) y solucionen los problemas que nos agobian.
Llueve… pero escampa

domingo, 14 de febrero de 2016

Hay que fumigar a esta plaga

Por Miguel Yilales
@yilales
Hace mucho tiempo los venezolanos decíamos que fuera de los límites capitalinos lo demás era monte y culebra, y había hasta quienes se creían el cuento de que la sucursal del cielo se había instalado en este país, todo como consecuencia de un desmedido centralismo que obligaba visitar la capital de la república para hacer los más simples trámites, disfrutar la vida nocturna metropolitana, apreciar los lanzamientos culturales y los estrenos cinematográficos. Esa Venezuela evolucionó, decidió descentralizar el Estado y empezaron a surgir verdaderos polos de desarrollos arquitectónicos, sociales y culturales en los que aparte de calidad de vida se respiraba progreso.
Pero las cosas no podían durar para siempre y los cambios que se gestaban recibieron los ataques arteros de unos milicos felones que se creían la reencarnación de los próceres independentistas, cuando en realidad eran, a duras penas, émulos de los montoneros del siglo XIX mezclados con lo más primitivo y destructivo del oscurantismo medieval.
A partir de ahí, y hasta la llegada de la peste roja al poder, fuimos paulatinamente retrocediendo en los logros, en algunos casos por temor a nuevos pronunciamientos militares y en otros porque quienes debieron tomar las acciones se entregaron a los brazos de un populista, megalómano, narcisista e irresponsable que lo único que le interesaba era perpetuarse en el poder.
Con toga o sin ella… son pranes
Es que por gracia de un revolución, que realmente ha sido una involución, los venezolanos descubrimos cuan pobres somos, que a pesar de tener las más grandes reservas petroleras somos una sociedad de pedigüeños, que aunque poseamos tierras fructíferas estas no producen nada y que de nada sirve tener una industria pesquera que no pesca o una industria ganadera con reses famélicas.
Sabemos que todo lo que caiga en las manos de la caterva de delincuentes y bandoleros que nos desgobierna terminará convertida en un cascarón vacío, a punto de derrumbarse y a la espera de una simple brisa que lo derruya.
Se tragaron los ingresos de la bonanza petrolera y ahora no tienen ni para pagar las pensiones, los salarios o cubrir las necesidades de salud pública; expropiaron distintas empresas, crearon consorcios que no produjeron nada y se aliaron con socios de los que solo aprendieron las artes del tráfico de sustancias prohibidas y armas; hoy perdemos todas las disputas comerciales, nos obligan a resarcir los daños causados y debemos hasta la manera de caminar sin tener con que pagar; despalillaron las reservas en oro que han servido para enriquecer a unos cuantos que viven en el exterior a cuerpo de rey pero que se reconocen a leguas porque son primates con atuendos de seda.
La irresponsabilidad ha llegado al extremo que quien ilegalmente ejerce la primera magistratura (hasta que demuestre si no posee doble nacionalidad o si nació en este lado de la frontera) en lugar de concertar una solución a la crisis le da por agravarla. Decreta una emergencia económica que no tiene pies, ni cabeza; la Asamblea Nacional le enmienda la plana para que no siga por la bajada sin frenos y entonces busca a unos magistrados abyectos y miserables para que pisen el acelerador rumbo al precipicio.
No puede ser simbólica
El país está en emergencia y el Parlamento debiera declararse en sesión permanente para trabajar a dedicación exclusiva y corregir los entuertos y los desmanes chavistas: hay que hincarle el diente a los poderes públicos, iniciar el proceso de renovación del CNE, corregir el ultraje a la justicia y solventarlo por la vía más expedita, modificar la Ley Orgánica del TSJ, la del Banco Central, la de la FAN y cuanto esperpento colida con la constitución, así las hayan legalizado los magistrados, la repatriación de capitales que ilegalmente se encuentran fuera del país, determinar cómo se enriquecieron los boliburgueses, como han comprado medios de comunicación y por supuesto implementar en paralelo todas las medidas que permitan sanear, el Palacio de Miraflores y todas las esferas del poder, de facinerosos, malhechores y forajidos.
Es por ello que es necesario que la Asamblea Nacional decida hacer lo que tiene y debe hacer, estamos en un momento en que los diputados deben mostrar el camino y no quedar como una institución simbólica, es el instante de que el liderazgo colectivo actúe profilácticamente para salir de esta plaga que nos azota desde hace 17 años.
Llueve… pero escampa

domingo, 7 de febrero de 2016

Los miserables de Hugo (y no es Víctor)

Por Miguel Yilales
@yilales
Definitivamente el dicho popular de que hay personas que pasan por la universidad pero la universidad nunca pasa por ellos, nunca había tenido más ejemplos que los que nos ha correspondido vivir en esta lóbrega hora revolucionaria.
A sus desalmados líderes y paladines de la ignominia les encantan disimular su amplia cultura citando a autores que nunca han leído y que si acaso habrán ojeado. Por esa vía disfrutan mencionar de memoria y hablar de cuan “facurtos son”. Es una moda que los hace quedar como ignaros al saberse que lo supuestamente leído nada tiene que ver con su actuar.
Hablan de liberalismo pero pregonan el exterminio de cualquier otra forma de pensar distinta a la de ellos; se dicen expertos en transacción pero a las primeras de cambio solo saben del autoritarismo que les es más cómodo; se dicen socialistas y comunistas pero de “El Capital” solo han visto el grosor, el autor, su portada y su contraportada.
Esta semana la flamante abogada e implacable perseguidora de la injusticia en Venezuela, Luisa Ortega Díaz, le correspondió dirigirse ante la Asamblea Nacional para presentar la memoria y cuenta, que por mandato constitucional debe hacer cada año. Sin entrar en consideraciones de cuanto maquilló las cifras de desapariciones, secuestros, asesinatos, celeridad procesal o la gigantesca impunidad, lo que destacó, y todo el mundo recordará, es el que ella confundiera, quien sabe si adrede, el lugar de origen de Víctor Hugo, autor de la novela “Los Miserables”.
A leer novelas
Por supuesto que enseguida reventaron las redes sociales, insisto, no por un mensaje tan miserable e irresponsable, sino porque quien le preparó el discurso colocó a Víctor Hugo como nicaragüense, lo cual se corresponde con su entender de que sí no importa si un personajillo nació en Cúcuta o Caracas, cuanto menos un personaje universal como el literato francés.
Pero el cuento no se quedó ahí, de entre las entrañas de los opinadores políticos que pululan por doquier y hablan de lo que sea, surgió uno que me llamó la atención, por decir lo menos, que indicaba que el no iba a hablar del equívoco de la fiscal, porque él no leía novelas, quien sabe si es porque no encuentra diferencia entre Fiallo, Coelho o Víctor Hugo.
Si usted quiere saber de política o economía debe comenzar, no por el Manifiesto Comunista o la Riqueza de las Naciones, sino por El Principito, Nuestra Señora de París, 20 mil leguas de viaje submarino o las Aventuras de Gulliver que era la forma de criticar al sistema imperante en medio de las restricciones de la época.
Tanto a Chávez como a Maduro y a otros jerarcas de la cleptocracia que nos desgobierna, y a las cifras de Transparencia Internacional me remito, les encanta decirles a los demás que hagan lo que ellos serían incapaces de hacer consigo mismo o con sus familiares: a las personas le indican que lean mientras ellos navegan en las aguas de la ignorancia, que el imperio todo es malevolencia aunque ellos se encasquetan un sombrero de Mickey Mouse a penas lo ven o lo que es peor les piden sacrificios por la grave crisis pero envían a sus hijos a estudiar a las más selectas escuelas del mundo.
No sean tan miserables
Desde hace más de un año cientos de miles de estudiantes venezolanos no han podido continuar sus carreras en el exterior porque no reciben las divisas que les permitan cancelar las matrículas correspondientes. Las historias contadas por ellos mismos dan cuenta de cómo les ha tocado dedicarse a cualquier oficio para cumplir los compromisos adquiridos con sus casas de estudio.
La excusa con la que este régimen forajido y miserable justifica tamaña irresponsabilidad es que “las carreras que estudian no son necesarias para el país”, atrás quedaron las becas Ayacucho, de acceso para todos, implementadas por Carlos Andrés Pérez, el personaje más aborrecible de la IV, según el chavismo.
No hay dinero para que jóvenes venezolanos estudien, a menos que por sus venas fluya la sangre real del feudo de Sabaneta de Barinas, lo cual les da patente de corso (piratas al fin) para disfrutar y dilapidar el dinero que por gracia les corresponde. Estamos en una encrucijada en la que se hace obligante que quienes se dedican a la administración de lo público sean transparentes y honestos con su vida privada, para que no sean reconocidos como los miserables del Hugo venezolano, que nada tiene que ver con los del francés Hugo.
Llueve… pero escampa