domingo, 30 de octubre de 2016

Es la partida, estúpido, es la partida

Por Miguel Yilales
@yilales
Sé donde nací, imposible que lo recuerde pero mis padres me lo contaron y cuando fui presentado en el municipio San Simón, en Maturín, en el estado Monagas así quedó asentado en mi partida de nacimiento.
Mi papá fue pionero del periodismo monaguense, nos inculcó valores sobre la familia, la constancia y la perseverancia. Él era oriundo de un caserío a la entrada de la capital del estado Monagas, con sus casas de bahareque y sus pisos de tierra, con sus olores a merey y sus sabores a jalea de mango, nunca aceptó que dijeran que era de Maturín y orgulloso aclaraba que había nacido en El Corozo; y mi mamá que nació en Maracaibo, no digo marabina, maracucha o maracaibera para no herir susceptibilidades con el gentilicio, tempranamente se la llevaron a Caracas, tampoco renegó de su origen y por el contrario nos enseño a comer mandocas con queso, plátanos maduros, bollos pelones y patacones rellenos.
Creo que no debe haber peor cosa que tener que ocultar tu origen, no poder contarle a tus amigos y compañeros con orgullo sobre tus padres, quienes eran, como levantaron la familia, cuáles fueron sus logros, además tener que renegar de ellos, ocultarlos con un velo que los minimice y preferir ser un paria familiar sin parientes consanguíneos o por afinidad. El dicho popular dice que el que le pega a su familia se arruina, ahora imaginen lo que le debe ocurrir a quien abjura de sus familiares, su gentilicio y sus orígenes: las plagas de Egipto mezcladas con las maldiciones de Tutankamón, los Romanov y los Kennedy.
Todos los caminos
Eso es lo que debe estar sintiendo el heredero del cadáver insepulto que al no poder demostrar cuáles son sus orígenes, le ha dado por inventar y fantasear sobre los lugares donde a él le hubiese gustado nacer y por eso ha puesto a ese espurio bufete de abogados que es el máximo órgano de injusticia en Venezuela a que actuasen como comadronas y le pariesen una sentencia que diera por zanjado su origen, su nacionalidad y cualquier vacilación al respecto.
Pero cuando se designan como magistrados a doctores “chimbines”, personajes sin carrera judicial, tipejos con escasa o ninguna experiencia en la docencia de leyes, códigos y normas o adefesios con postgrados exprés conferidos por el ñangarato español, da como resultado que lo que se pretendía aclarar terminó por corroborar lo que era un secreto a voces: que la inexistente y atesorada partida de nacimiento dice otra cosa y que se han inventado unos folios garabateados con los que pretenden meternos gato por liebre.
Por supuesto todo ese esfuerzo tuvo el único propósito de obstaculizar, una de las muchas vías intentadas por los venezolanos (el anulado revocatorio, la obstaculizada enmienda, la innegable responsabilidad política y, ahora, el indudable abandono del cargo) para cristalizar lo que la mayoría clama: que no sigan al frente de los destinos del país quienes han demostrado incapacidad para hacerlo; que desalojen las instancias del poder quienes desconocen cuáles son sus responsabilidades; que salgan de Miraflores quienes instauraron el narcotráfico como negocio gubernamental y familiar o permitieron la insolente invasión de cubanos en el suelo patrio y que entregue el cargo quien abunda en escasez de ideas sobre cómo corregir los desaguisados, desatinos y penurias a las que nos condujeron él, su predecesor y este rancho llamado Socialismo del Siglo XXI.
La peor casta de delincuentes
Lo deseable es una salida política que nos permita recuperar el tiempo perdido y que, por fin, entremos a la presente centuria, que dejemos de ser el hazmerreir del continente al tener las mayores reservas petroleras pero con los peores indicadores y expectativas económicas, que no sigamos amparando al narcotráfico internacional ni sirviendo de cobijo a los marxistas subversivos del continente y que dejemos de desestabilizar a los gobiernos democráticos con el cuento de la exportación de un modelo que solo ha traído miserias y desgracias.
Nuevamente cobra vigencia la expresión de Bill Clinton cuando en plena campaña electoral le decía estúpido a George Bush porque no entendía que el problema de los norteamericanos era la economía, en nuestro caso habría que parafrasearla para explicarle a los estúpidos en el poder que el quid del asunto es la partida, pero no la de nacimiento (que facilitaría las cosas), sino la partida de la peor casta de delincuentes que ha pasado por Miraflores.
Llueve… pero escampa

sábado, 22 de octubre de 2016

Entre la sumisión y la libertad

 Por Miguel Yilales
@yilales
Pareciera que el gran drama de la oposición es que piensa que en el tablero de ajedrez solo hay un jugador, por eso se muestra tan torpe y predecible para mover sus piezas y se equivoca al jugar sus peones, alfiles, caballos, torres, la reina y el rey. Sus respuestas son inoportunas, fuera de tiempo y siempre alertan al contrario (inexistente) de cómo va la jugada.
Recuerdo que tuve un jefe que siempre me exigía que viera la película y solo lo entendí cuando me tocó asumir las riendas de la jefatura. Ver la película no era más que revisar todos los pasos que se iban a ejecutar, encontrar los nudos gordianos y prever planes alternos para cuando se trancara el serrucho. “Muy simple y fácil para no fracasar en cualquier circunstancia que se te presente en la vida” remataba en su conseja.
Pero a la oposición, esa que dice adversar a esta cofradía de malhechores que se autoproclamó como el Socialismo del Siglo XXI, le cuesta tener algo de malicia y prever lo que está de anteojitos. Pasan semanas, días, horas, minutos y segundos enteros develando los siniestros planes del gobierno (cuando no es el mismo régimen, a través de los bodrios nocturnos del heredero indocumentado y del capitán vocinglero, quienes cuentan lo que harán) y al momento que ocurre lo que ya estaba cantado, son lentos para reaccionar, rebelarse, protestar y mandarlos al carajo. Es como si estuviesen bajo el efecto de algún antidepresivo, por no decir que los agarran con los pantalones abajo, por lo que tardan en actuar, decir y hacer.
Huele mal en Dinamarca ¿o es en Maracaibo?
En el país no se puede seguir con políticos improvisados, esos que no entienden que hasta los más mínimos detalles se planifican, que se rodean de asesores pero para hacer lo que le venga en ganas y no lo que les recomiendan o que se creen el centro del universo porque circunstancialmente ocupan posiciones de poder. Un líder, que es más que un dirigente, es capaz de prever las respuestas oportunas ante los movimientos de sus adversarios, con capacidad para motivar y con un equipo que le hace ser asertivo, eficaz y eficiente. En nuestro caso lo que sobran son dirigentes y escasean los líderes.
Dicen que la función de todo preso es lograr su libertad pero, agrego yo, con dignidad. Sin ánimo de hacer comparaciones, porque los personajes distan radicalmente, cuesta imaginar a Nelson Mandela con un cuchillo entre manos para clavarle una puñalada trapera a los movimientos que desde la calle aupaban la lucha contra el Apartheid o a Martin Luther King, Jr en pleno boicot del transporte en Montgomery, sentado con el gobernador de Alabama transándose con un acuerdo que criticara a Rosa Parks.
Cuando un actor político, que presuntamente se encuentra en el exilio por ser un perseguido, se regresa al país para entregarse a las garras de los esbirros del régimen y ponerse en manos de una justicia amañada, vil y sesgada (lo cual no es justicia), en seguida se encienden las alarmas de que algo no está bien y sí luego de meses ese mismo sistema, que encarcela inocentes, condena sin pruebas y convierte a ciudadanos en parias, le da una medida sustitutiva luego de que su esposa firma un documento en el que asegura violará la constitución, por el bien de sus electores porque así lo ordenó el fantoche que dirige los destinos del país, se corrobora cualquier sospecha anterior de que algo huele mal.
No eran pendejos
De verdad que me cuesta imaginar que a Betancourt, a Leoni o a Villalba, que no eran pendejos, les hubiese pasado por la cabeza entregarse a las fauces de Pedro Estrada para seguir la lucha desde la cárcel de la Seguridad Nacional. Sabemos que el ser humano es sumamente complejo y complicado. A veces sus motivaciones no son fáciles de comprender y en la mayoría de los casos el bien personal prevalece por encima del colectivo. Esto es lógico para cualquier mortal pero imperdonable para aquellos que, escudados en un supuesto servicio público, son capaces de venderle el alma al Diablo para su provecho.
Estamos en una encrucijada en la que hay que decidir entre seguir el camino confortable de la sumisión o armarnos de valor para tomar la senda empedrada, esa que tiene socavones, la que está llena de obstáculos y trampas que nos conduzca a la libertad. Entre 2002 y 2014 hemos tenido varias oportunidades para salir de esta pesadilla pero intereses mezquinos y cálculos políticos atornillaron en el poder a quienes no querían dejarlo.
Llueve… pero escampa

sábado, 15 de octubre de 2016

Una simple y cruel dictadura

Por Miguel Yilales
@yilales
En fechas recientes, quizás como una estrategia de mercadeo, como una amenaza real o como dice mi hijo por ser el mes de Halloween (para él que está imbuido por esa neocorteza cerebral que, en la globalización de McLuhan, vienen a ser los medios de comunicación, no es octubre ni noviembre lo que precede a la Navidad) en los Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Brasil, según es el primer caso en Latinoamérica, han aparecido una serie de payasos macabros que asustan en lugares oscuros. Son personas que usan prendas de payasos pero con mascaras desfiguradas para aterrorizar a los desprevenidos transeúntes y conductores.
En esta Tierra de Gracia nada de eso nos impacta. Hace tiempo que hemos estado rodeados de payasos sin máscaras, bufones revolucionarios embutidos en costosos y coloridos trajes, saltimbanquis disfrazados con ropa de ejercicios de marcas, caricatos socialistas que usan los más exquisitos accesorios del capitalismo y consumismo mundial y que sin el mayor desparpajo se han dedicado, a plena luz del día o escondidos tras la nocturnidad, a asustar, amedrentar, amenazar y aterrorizar a todos los venezolanos con el cuento del apocalipsis (como si ya no lo estemos viviendo, padeciendo y sufriendo) si ellos son desalojados del poder.
Vivimos los más aciagos tiempos de nuestra historia republicana. Ni en los momentos más oscuros se había visto y transitado tan infaustos caminos, plagados de obstáculos y que nos asemejan e igualan a cualquier aldea medieval, en las que el señor feudal decidía y gobernaba a su antojo.
Magistratura prostituida
Cuando llegó al poder la peste revolucionaria, encarnada por un gorila y sus orangutanes de uniforme que conspiraron desde que ingresaron a la vida militar (con sus cómplices civiles y de uniforme) lo hicieron con la promesa de acabar con la corrupción (hoy hay más descomposición y putrefacción en el manejo del erario), disminuir los índices de pobreza (la clase media desapareció y pasó a engrosar las filas de los menesterosos), desaparecer el hambre (pensar que ahora es común ver a personas hurgando en el basural mientras los jerarcas de la revolución lucen cual neveras de 2 puertas) y desaparecer el rentismo petrolero (dependemos más de una economía de puertos).
Y si algo ha demostrado este adefesio político (revolucionario, chavista y socialista) que intentó perpetuarse como movimiento continental, con estrepitoso fracaso (gracias al voto popular o a la existencia de instituciones) y del que apenas quedan algunos chulos gobernantes (en Suramérica y en América Central), es que siempre encontrarán razones para destruir lo que se haya construido con la excusa de que de las cenizas resurgirá, cual ave fénix, un país más próspero, más grande y más desarrollado aunque hasta ahora lo único que haya germinado, de esos polvos del vestigio venezolano, sea cólera, malaria, difteria, sarna, piojos, hambre, muerte y desolación.
Por ello les importó un bledo imponer una dictadura, no del proletariado, sino de la ilegalidad. Por la vía del terrorismo judicial, con una magistratura convertida en el prostíbulo, que cual meretriz se rinde a los pies de quien paga por sus servicios carnales, han salido las decisiones más rastreras para desconocer la soberanía, la democracia, la independencia de poderes y someternos a todos a la voluntad de unos usurpadores.
Dejémonos de eufemismos
Ni la dictadura de los Monagas, ni la autocracia ilustrada de Guzmán, ni la sanguinaria tiranía gomecista, ni Pérez Jiménez con su Nuevo Ideal Nacional, les dio por prescindir del parlamento aunque tuvieron ilustres congresos plegados a sus intereses (como la anterior Asamblea Nacional). Esta dictadura del siglo XXI es arbitraria, atrabiliaria, irresponsable, perversa, con presos políticos y que solo ha dejado algunos resquicios en las libertades, que además desprecia a los ciudadanos y solo les interesa su permanencia en el poder llevándose por los cachos cualquier vestigio de institucionalidad.
La culpa es de los venezolanos que permitimos que llegaran y, peor aún, hemos dejado que se mantengan en el poder. Sin eufemismos debemos entender que no estamos ante eso que les ha dado por edulcorar a los progresistas, a algunos opositores y a los nostálgicos izquierdosos llamándola dictablanda, blandadura, dictadura de nuevo cuño o democracia imperfecta sino que es una simple y cruel dictadura que requiere actuemos y la tratemos en consecuencia.
Llueve… pero escampa

domingo, 9 de octubre de 2016

Entre el malo y el peor

Por Miguel Yilales
@yilales
Hay caminos en la vida que además de confusos son inescrutables. Fíjense que tenemos a personajes que luego de impulsar la guerra terminan como santos adalides de la paz; otros que en el afán de aparentar bonhomía se dedican a la destrucción de toda una sociedad mientras depauperan a sus connacionales; hay adulados que son insultados pero aplauden porque no entienden más allá de la loa elemental y están los que sueltan ideotas (que en sus bocas suenan a ideítas) para aparentar algo de inteligencia aunque todos sepamos que los rebuznos, ocultados con cara de sobrado ante el aplauso lisonjero, solo ratifican su supina inopia. Es que unos nacen para estrellas y otros estrellados.
Así es como algunos incapaces han llegado a presidente en las republiquetas bananeras (no me refiero a ninguna en particular). Pasan desapercibidos al esconderse tras las sombras de sus mentores hasta que puedan dar el zarpazo final, eso que llamamos la puñalada trapera, y quedarse con el coroto que, en estos casos, es una silla gubernamental o quienes persistentemente se desempeñaron como simples espalderos, cargas maletines, sigüises, recaderos o mandaderos (hay los que son todo en uno) para que los designasen como herederos.
Por supuesto que al final de la historia a estos, depreciados y despreciables personajes, nadie los recordará así compren o se hagan acreedores de reconocimientos y premios internacionales, en especial si quienes los otorgan sufren del mismo síndrome de incapacidad desmedida para ver la realidad que está ante sus propios ojos.
Adulan sin inteligencia
En estos días al estrellado, y no por estrella, heredero del Terminator venezolano, caribeño, latinoamericano y mundial le dio por emular (no viene de mula) a su predecesor al proponer la eliminación de ciertas palabras porque a él, que nunca pisó un salón de clases o se paseó por los pasillos de alguna universidad, le parecía.
Por eso sugirió prescindir de la adolescencia, no porque los infantes franquearan a la adultez sin pasar por GO ni cobrar 200 sino porque la palabra tiene una etimología siniestra (no se relaciona con la nefasta izquierda) ya que provenía del verbo adolecer (un dislate que admite muestras de estupor, incredulidad o una carcajada).
Sí al destructor supremo, que tampoco entendía de lingüística ni filología, se le había ocurrido (mediante leyes) execrar del lenguaje, por despectivas, las palabras conserje, prostituta y sirviente, el legatario de nuestro folclórico exterminador no se podía quedar atrás en eso convertir lo insignificante y banal en primordial razón de Estado; lo perverso y lamentable es que tengamos que calarnos a semejante cateto con posturas de intelectual.
Es como el otro estrellado, ese que se quedó con los crespos hechos al no recibir los favores del cónclave castrocomunista de La Habana, el mismo esperpento que nunca ejerció la profesión para la que estudió, el que necesita rodearse de otros estrellados que le rían las morisquetas en su programa televisivo mientras él que se carcajea como hiena (aunque también se comporta como tal) y el que, junto a su hermano, ha demostrado que no son cojos ni mancos para vivir del erario nacional, que asume como un halago los chantajes de que sí el revocatorio es en el 2016 él sería candidato y que sí es después él asumiría la vicepresidencia.
Pavo real desplumado
El capitán que blande un garrote, como si estuviese en las cavernas, no comprende que en política hay elogios que matan. Que eso de exaltarlo como el coco (el malvado asustador de niños) que no dejará piedra sobre piedra; de etiquetarlo con el mote de espíritu maligno de la revolución (que indefectiblemente sabemos que lo es); de revelarlo a modo de preclaro ejemplo de la plaga que nos cayó encima desde que aparecieron a la escena política y que se le considere como vestigio fundamental de la peste putrefacta que, cual gangrena, destruyó todo el tejido orgánico de la institucionalidad venezolana, es una estrategia como para andar acongojado, angustiado y desconsolado cual pavo real desplumado.
En los infaustos momentos que padecemos, quien no tenga firmes convicciones morales, se ilustre y se prepare está predestinado, como los miserables personajes de esta panfletaria revolución, a vivir de los falsos elogios o a aparentar que posee algo de materia gris. Los venezolanos no tenemos porque escoger entre el malo y el peor de la revolución que, a final de cuentas, es la misma miasma.
Llueve… pero escampa

sábado, 1 de octubre de 2016

Porque nos da la gana

Por Miguel Yilales
@yilales
Hace algunos días a un dirigente de la oposición le dio por quejarse, con razón o no y dentro de su derecho a opinar, que hubiesen algunas personas (no mencionó a nadie) que desde la comodidad de un teclado, empantuflados y sin estar en los zapatos de los que tienen que tomar las decisiones, criticasen todo lo que hiciese la oposición: sí decidían recoger las firmas dirían que para que lo hacen si todo está perdido, sí se negaban a recogerlas que porque habían escogido ese camino, sí se decidía la ruta democrático, para no incrementar el baño de sangre dantesco que vivimos, que era más fácil poner los muertos para generar la crisis, que sí se convocan marchas porque no se quedan en las calles y sí se quedan en las calles porque se dedican a obstaculizar.
Enseguida brincaron algunos personajes, uno no entiende si por tecladistas, por empantuflados o por hipersensibles a la crítica, a defenderse, despotricar e insultar (también en su derecho) por lo que había expresado el dirigente político. Mientras tanto la jauría roja, como perro de Pavlov, salivaba de satisfacción.
A diario esos mismos críticos, que pareciera les interesase primero implosionar a la oposición que acabar con el gobierno, quizás por algún oculto interés o tan solo porque no quieran verse obligados a abandonar la poltrona y regresar a estos lares, tildan a la oposición y a sus dirigentes de colaboracionista, entregados, traidores, impíos y vendidos, sin que nadie pueda protestar, so pena de terminar calificado de pendejo, idiota, estúpido o en el mejor de los casos enviado al carajo con la amenaza de dar block y spam.
Ni periodismo ni profesionalismo
Es que de lado y lado, sí no les hacen loas y aceptan sin criticar las decisiones, el cadalso y la picota son el destino válido. Cuando un venezolano, sea periodista, ingeniero, exembajador, psicólogo, militar en retiro o un simple obrero, opina, discute, vocifera o mitinea en una tarima o en las redes sociales lo hace desde una trinchera que asume como propia, es decir, no es como reportero, técnico, diplomático, terapeuta o experto castrense, sino que se convierte en político, por lo que extraña que luego pretender ampararse en el fuero profesional.
Decía mi papá, que era sabio y no por ir a una universidad, y mire que fue mucho lo que me enseño de esta profesión y de la vida, que además de ser había que parecer. Él se indignaba cuando en televisión salía una momia (hoy es aún más momia) que pontificaba sobre lo humano y lo divino (todavía lo hace), que acusaba sin pruebas (no ha perdido la maña), que asesinaba moralmente a cualquiera (aún se le cree sospechoso de encargos de otro tipo) y que daba por cierto cualquier chisme o cuento que le confiaban los patriotas cooperantes de la época (que él los llamaba Cicerón). No había derecho a réplica o rectificación (hoy es emulado por el cavernícola teniente-capitán) y eso ni era periodismo ni profesionalismo.
Por eso es que preocupa que, los que dicen ser distintos a la siniestra plaga roja, usen sus mismas tácticas, quizás por aquello de que los extremos se unen. Descontextualizan las frases, usan los medios para siquitrillar a los adversarios, disparan (palabras) a mansalva porque se creen la única reserva moral sobre la faz de la tierra y no acepten las críticas de nadie aunque ellos ataquen todo lo que está a su alrededor.
Empantuflados y enchinchorrados
Que un dirigente opositor señale que no le gusta que alguien, a quien tilda de empantuflado, le diga qué y cómo hacer las cosas, es tan válido como que el criticador enchinchorrado emita su opinión sobre cómo deben hacerse las cosas. Lo perverso es que se pretenda usar la exposición mediática para generar una matriz de opinión que obedezca a oscuros intereses y que, a final de cuenta, favorezca a quienes han destruido al país en estos 18 años de ignominia.
Nadie pretende que el que está afuera del país no discuta sobre lo que padecemos aquí pero una cosa es hablar pendejadas y otra muy distinta es pretender dirigir las acciones desde un campo de golf o desde la Riviera francesa. Hoy con la inmediatez de las comunicaciones las críticas llegan más rápido, los correos transoceánicos no deben hacer largas travesías sino que están en las puntas de nuestros dedos y las noticias son vox populi apenas ocurren. Lo que no podemos hacer es descontextualizar para que opere en favor de nuestra popularidad, simplemente, porque nos da la gana.
Llueve… pero escampa