domingo, 23 de abril de 2017

Heroínas y héroes discretos

Por Miguel Yilales
@yilales
El prolífico Mario Vargas Llosa escribió hace algunos años, cuando ya nuestro país padecía la impúdica opresión política del chavismo, un libro en el que nos narraba la historia de dos hombres que anteponían sus principios y valores a ciertos convencionalismos. El primero no se deja pisotear, es decir defiende lo que había sido el último precepto de vida que le da su padre en el lecho de muerte, por quienes pretenden extorsionarlo y el segundo que planifica una lección a sus hijos quienes solo esperaban su deceso para disfrutar de una proyectada fortuna que todavía no habían heredado.
Aunque no pretendo hacer una reseña sobre “El Héroe discreto” y menos contar las aventuras y desventuras de Felícito Yanaqué o de Ismael Carrera, los vargasllosianos personajes de la novela, si quiero referirme a la cautelosa rebeldía con la que ambos procuran trazar las líneas de sus propios destinos mediante el forjamiento del curso de los acontecimientos: confrontar las convenciones sociales y oponerse al chantaje.
No usan capas, no tienen súper poderes, no vienen del espacio exterior así como tampoco son justicieros mutantes pero logran vivir acorde a sus ideales. Son actores extraídos del mundo cotidiano que demuestran que la heroicidad no es solo fruto de grandes batallas o de momentos estelares de la historia, como han pretendido hacernos creer en estos 18 años de oscurantismo medieval, sino del compromiso consigo mismo.
Verdaderos y no de ficción
Vivimos una época de confusión ética en la que nos resulta peregrino, por no decir extraño o inverosímil, que pueden surgir personas comprometidas con la independencia, la igualdad, la libertad, la fraternidad y la democracia, conceptos realmente revolucionarios y no los que el chavismo pretendió imponer para hacernos involucionar previo al establecimiento de cualquier contrato social, que emergen desde la conciencia, la verdad, la honestidad y el arrojo. Y es precisamente a esta última a la que me referiré.
Dicen los entendidos que la valentía no es la ausencia de miedos sino tener la suficiente capacidad y autocontrol para reaccionar ante situaciones adversas. Es así como frente a un régimen arbitrario, injusto y troglodita han aparecido unos héroes discretos que, sin ánimo de figuración o de protagonismo, han aportado a la lucha política el sentido que le faltaba.
Por supuesto que no me refiero a los politiqueros de oficio que ejercen cargos públicos; menos a algún gobernante, concejal o burgomaestre de esos que tienen equipos que los hacen lucir como verdaderos gerentes; tampoco de los influyentes que posicionan tendencias en las redes sociales ni a los que se valen de bots (aféresis de robots) para generar la ficción de que son venerados aunque no sean santo de devoción alguna; menos aún sobre los diputados que fueron electos para legislar pero usan su curul como trampolín porque no han comprendido la importancia del parlamento ni hablaré de aquellos que a cuenta de su exposición mediática, de estar relacionado con la farándula o por los nexos familiares con algún político han pretendido dirigir a la oposición solo para preservar un sistema de privilegios sin importar la dignidad, la decencia, el recato o la seriedad que claman los aciagos momentos que nos ha tocado vivir a los venezolanos.
Ciudadanos comprometidos
Una valiente mujer armada con su bandera que le hace frente a una tanqueta de la Guardia Nacional, lo que la hace merecedora de una desproporcionada andanada de bombas lacrimógenas, indigna respuesta de unos militares cuyo honor no se divisa; un joven venezolano que con una biblia como única vestimenta clama porque cese la represión y obtiene por contestación un chaparrón de perdigones que marcan su piel pero deja inmaculada su dignidad; unos venezolanos que son obligados, por las fuerzas del orden público, a lanzarse al río Guaire para satisfacer el morbo de un usurpador que se blasona por verlos llenos de excrementos y millones de ciudadanos (políticamente es distinto al término pueblo) que marchan y protestan para demostrar que no están dispuestos a dejarse pisotear porque son héroes y heroínas discretos como en otra época lo fueron: José María Vargas, Mario Briceño Iragorry, Francisco De Venanzi, Humberto Fernández Morán, Manuel y Teresa Carreño, Enrique Tejera París, Rómulo Gallegos, Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevalli, Job Pim, entre muchos otros ejemplos de nuestra civilidad.

Llueve… pero escampa

domingo, 16 de abril de 2017

Políticos sin ética, norte ni rumbo

Por Miguel Yilales
@yilales
Hace algunos años, cuando ya se vislumbraba la peor etapa de nuestra era republicana, uno de los más preclaros venezolanos de finales del siglo XX dirigió un mensaje a la nación que muy pocos escucharon, por no decir que nadie. Vivíamos una época en la que la política había sido desacreditada por unos supuestos eruditos que nunca pasaron por la academia, por unos apócrifos empresarios que amasaron sus fortunas lactando de las ubres del Estado y por unos fingidos intelectuales de obras desconocidas que nos embarcaron, en un buque de papel maché pegado con saliva de loro, para que navegásemos en ese mar de leva que es la antipolítica.

Con motivo de la conmemoración del XL aniversario del 23 de enero de 1958 el insigne maestro Luis Castro Leiva (un título que no le cuadra a cualquier educador y si no me creen pongo de ejemplo al adulador curiepeño que ha militado en 5 partidos) pronunció ante nuestro autóctono Areópago, aquel extinto Congreso Nacional en el que descollaban criollos cicerones por sus preclaras disertaciones, una brillante pieza de oratoria con demoledoras palabras en las que cuestionaba como habíamos tratado los asuntos públicos y daba una lección magistral sobre la integridad, la moralidad y el recto proceder que deberían practicar todos los que les interese el arte de lo posible (como se conoce a la política desde que Aristóteles así la definiera) y en la que clamaba porque ella volviese a ser cosa seria y de ciudadanos responsables de sus obligaciones.
El fin no lo justifica todo
Pero como dice el dicho popular él no fue profeta en esta Tierra de Gracia. Cuentan que su temprana e incomprensible partida se debió a la desolación que sentía por haberse convertido en un majadero, de los que han labrado en la mar, al tratar que se comprendieran sus sabias monsergas: que quienes él creía llamados a reconstruir la república se dedicaron a instaurar una republiqueta; que en lugar de que se generalizara tener políticos formados lo que surgió fue una casta de faranduleros devenidos en politiqueros; que proliferaran analistas que basasen sus apreciaciones en lo esotérico, en la adivinación o en el chismorreo; que no nos pudiésemos deslastrar de los oportunistas de siempre y que aún tuviésemos inmaduros, de esos que se creen el cuento de que una protesta es una manifestación de inconmensurable amor, que no entienden que la democracia es más que votar, que la separación de poderes es más que retórica y que la alternancia en el poder es más que imponer por mampuesto a un gatopardiano candidato.
Todo esto viene a cuento por la proliferación de algunos apóstatas en la política que vienen recomendando como se deben hacer las cosas. Ellos alegan que Nicolás siempre tuvo la razón con aquello de que “el fin justifica los medios” con lo cual no solo demuestran que jamás se leyeron a El Príncipe de Maquiavelo (y menos conocen Los discursos sobre la primera década de Tito Livio) sino que lo usan como aquel bodrio que impuso, como texto de cabecera, el dictadorzuelo hasta que Boris Izaguirre desentrañó los metamensajes de su lectura.
Pensar que en estos convulsos tiempos que vive Venezuela es posible seguir haciendo política a través de la mentira, la manipulación, la farsa, y los trucos baratos es irresponsable por no decir egoísta, lerdo y perverso.
Morderse la cola
Estos expertos en política son los mismos que han oxigenado al régimen en repetidas oportunidades, que abandonan las luchas y a quienes las pelean y que pactan por posiciones más convenientes para sus propias candidaturas: actúan como el sempiterno candidato aquel que terminó como filicida de su propia organización; se comportan como aquellos que en medio del río decidieron cambiarse de caballo y apoyar al jamelgo Frijolito; se saben colaboradores de este desastre y aunque montaron tienda aparte cuando no atendía a sus intereses ahora descubrieron que progresar y avanzar puede ser otra forma de hacer lo mismo.
Si no entendemos la política como un mecanismo que nos permita la convivencia colectiva dentro de unos límites éticos y morales entonces podremos cambiar los nombres de los políticos o de los partidos pero siempre tendremos a la vuelta de la esquina a un aventurero que crea que para hacer política no importa la ética, el norte ni el rumbo lo cual nos retrotraerá cíclicamente, como la serpiente que se muerde la cola, al oscurantismo en que nos metió el chavismo.

Llueve…pero escampa

domingo, 9 de abril de 2017

El tiempo de Dios no es perfecto

Por Miguel Yilales
@yilales
Dice un sacerdote amigo que más que perfecto, el tiempo de Dios es infinito y que nuestras necesidades terrenales debemos resolverlas nosotros porque sí se las encomendamos al Creador a lo mejor nuestra corta y tangible vida no nos alcance para verlas realizadas, además no escribo este artículo para enmendarle la plana al gobernador mirandino, quien fiel a sus convicciones ha sido agarrado en su buena fe, en el arte de lo público la candidez es perversa, en especial si al frente están unos forajidos, ni porque me voy a dedicar a hacer leña del árbol caído porque para hacerla hay que derribarlo y en política estos no solo retoñan sino que renacen.
Hemos vivido un autogolpe continuado, presenciado la destrucción de las instituciones, permitido que se instaurase una tiranía oculta bajo una mantilla de supuesta democracia, sabemos que no hay separación de Poderes ni respeto por las minorías, estamos al tanto que desde el Estado, y amparados por él, se ha estimulado la conformación de grupos paramilitares y que la Fuerza Armada se transmutó en guardia pretoriana pero nos hicimos la vista gorda: unos por comodidad, otros por complicidad y los demás por ignorancia republicana.
Carestía de ciudadanía
Por eso es que desde hace más de tres lustros quienes han desgobernado al país se han escurrido entre vericuetos leguleyos y se han apoyado en unos desalmados que le hicieron la cama: por una parte unos eruditos (con nombres menos rimbombantes pero igual de retorcidos que aquellos “Notables” que vendieron a un sedicioso como redentor) que siempre encuentran como justificar lo injustificable y por la otra altos precios del petróleo que sirvieron para encandilar a unos chulos internacionales que le reían los desafueros, las ilegalidades, los atropellos y los abusos a un perverso Chávez y a sus secuaces.
De ahí surgió la rizada tesis de que el régimen ha caminado al filo de la legalidad para ser considerado democrático, como si la democracia fuese una liga que se puede estirar mientras no se rompa y las leyes una plastilina que se amolda a los caprichos de quien gobierne. Sí esos conceptos fuesen emitidos por cualquier hijo de vecina uno lo entendería pero surgido de las fauces de los llamados a constituirse en la reserva moral del país causa desasosiego porque de ahí se agarraron los facinerosos golpistas para llegar y de esa línea argumental se asirán para que llegue alguien peor.
Pero frente a los atropellos y a la opresión se volvieron a llenar las calles venezolanas, no solo con gente que esperaba por mejores tiempos sino con ciudadanos indignados, con madres que han perdido a sus hijos, con los huérfanos que nos ha dejado esta revolución, con los que les queda dignidad para no mendigar al gobierno, con los que no creen en las patrañas de unos embaucadores de que sí no nos sacamos el carné de la ignominia perderemos el maná celestial embalado en bolsas o cajas CLAP.
No ha sido fácil ni lo será
El régimen forajido que ejerce el poder en Venezuela, amparado en las mafias del narcotráfico, en una cúpula castrense abyecta y corrompida hasta los tuétanos, en los paramilitares que usa para intimidar, en unos cómplices nacionales que se excusan con el manido argumento de que “soy empresario y me pusieron esta manguangua” y en unos colaboradores extranjeros que se aprovecharon de los mayores traidores de nuestra historia para vulnerar los intereses nacionales, ha usado todas las herramientas para perpetuarse: manipulan a los incautos, provocan a los que reclaman, infiltran las protestas para sabotear, criminalmente usan bombas lacrimógenas vencidas, siembran evidencias a los honrados y asesinan a inocentes a quienes acusan de suicidas por atravesársele a los disparos de los policías.
Estamos ante unos delincuentes que violan los derechos fundamentales pero exigen cartas de buena conducta a la oposición y me pregunto ¿De qué ha servido tener 20 puntos en conducta si siempre nos acusan de todo? ¿De qué ha valido permitir los atropellos al dictador para que no nos etiquete de golpistas? ¿De qué ha servido jugar con sus reglas sí sabemos que no van a respetar los resultados cuando les son adversos? El problema no es la inhabilitación de Capriles ni la persecución que Maduro desatará para montar su propio 11-A y así resucitar la novela del 13-A sin percatarse de que ya no esperamos el tiempo de Dios sino que nos rebelamos para desalojarlo del poder.

Llueve… pero escampa

domingo, 2 de abril de 2017

Un golpe que pretenden borrar con Tipp-Ex

Por Miguel Yilales
@yilales
El 6 de marzo del año pasado escribí un artículo que titulé “El Madurazo”, sin pretender hacer quiromancia y menos para suplantar a esos profetas que vaticinan lo obvio sino porque lo que estaba a la vista no necesitaba anteojos. En su epílogo subrayé que: “Nicolás Maduro gobierna al margen de la Constitución, violenta la institucionalidad y usa a su servil, rastrero y ruin tribunal de (in)justicia para mutilar al Poder Legislativo; ser recordado en la historia como un accidente, una tragedia o una desventura es lo que le depara a un régimen que terminará en los libros como el Madurazo: un fracaso en lo político, en lo económico, en lo social, en lo cultural y en nuestra venezolanidad”.
Es que ese mismo tribunal que desde diciembre de 2015 se había dedicado a destruir la legalidad, la justicia, la legitimidad, el derecho, la institucionalidad, la constitucionalidad y la jurisprudencia en el país, que además nos llevaba sin frenos por la bajada de Tazón para convertirnos en una comarca de algún feudo del Medioevo, esta semana decidió acelerar la marcha para que el desaguisado que apacienta y duerme en Miraflores, ya que por su aspecto, así se embuta en esos liquilique negros, no trabaja ni hace ejercicios allí, ocupe el lugar que le corresponde junto a los peores tiranos de la historia, esos que, como decía Locke, ejercen el poder por encima del derecho, usan la fuerza para atornillarse en el mando y apoyados en la injusticia ejercen la violencia política para exterminar a sus adversarios o a quienes dejaron de serle útil.
Sin inmunidad y usurpados
En un acto digno de incluir en las peores barrabasadas jurídicas de la historia a estos infecundos magistrados se les ocurrió que podían culminar el proceso de castración del Parlamento de un solo plumazo. Para ello despojarían de la inmunidad parlamentaria a los diputados luego de acusarlos, sin juicio ni debido proceso, de traidores por haber solicitado a la OEA que aplicase la Carta Democrática Interamericana a nuestro país porque no hay separación de poderes, respeto a los Derechos Humanos y por la suspensión (que ya hiede a eliminación) de los procesos electorales.
No conforme con esto, en apenas 48 horas, les dio por emitir otra sentencia, como quien da un cheque en blanco a un maula, en la que autorizaba al poder ejecutivo, sin necesidad de los controles constitucionales de la Asamblea, para celebrar contratos y asociaciones en búsqueda de más endeudamiento (rematan el país al mejor postor) y de ñapa terminaba por abrogarse las funciones legislativas que le faltaban porque ya se había apropiado de la memoria y cuenta presidencial, de la aprobación del presupuesto y de la aquiescencia para que se gobernara mediante decreto por una ficticia guerra económica.
Las sentencias de la Inconstitucional Sala, como llamarla de otra forma si de sus oficinas no ha salido una sola línea apegada a la Constitución, desataron dos demonios: por una parte que la comunidad internacional, hasta ahora alcahuete del régimen e indiferente con nuestro drama, alzase la voz para denunciar el golpe de Estado y por la otra que una chavista uña en el rabo, lo cual evidencia las fisuras a lo interno del supuesto monolito chavista y corrobora quienes son los primeros en abandonar los barcos cuando se hunden, las catalogase de quebrantadoras del hilo constitucional.
Echarle Tipp-Ex a los hechos
Lo más insólito de este golpe de Estado es que el “independiente” poder judicial a instancia del “obediente y respetuoso” poder ejecutivo hizo, entre gallos y medianoche, como el estudiante al que consiguen copiándose en un examen y pretende que se desaparezcan las consecuencias si borra el párrafo. Dieron un golpe para ver qué pasaba y como el repudio no les agradó procuraron echarle Tipp-Ex a los hechos con lo cual se evidenció, por si alguien lo dudaba, que en Venezuela la separación de poderes es un cuento de caminos.
Pero ¿Qué más se puede esperar de un tribunal conformado por unos magistrados sin credenciales, cualificaciones y designados de forma exprés por el malhechor que presidía el parlamento en la legislatura anterior? Definitivamente a ellos hay que catalogarlos como lo que son: charlatanes, chimbos, chambones, chapuceros y chupópteros, por cierto palabras que no por casualidad empiezan con el mismo dígrafo del apellido del felón que originó este tremedal nauseabundo en el que se regodea la peste chavista.

Llueve… pero escampa