lunes, 6 de agosto de 2018

El magnicidio que no fue

Por Miguel Yilales 
@yilales 
De seguro alguien dirá que me pretendo convertir en esos influencers que abundan en las redes sociales que critican las teorías conspirativas de los demás pero dan por validas sus elucubraciones políticas, económicas, sociales o astrológicas, garrapatean sus cualidades en el fogón, borronean del faranduleo que conocieron en sus pasantías televisivas o que simplemente se sienten con el derecho de aseverar que la única verdad es su verdad porque sino no es verdad.
No perderé el tiempo para dilucidar si un grupo militar se adjudicó el atentado, por cierto tan incapaz (por los resultados) como los patrióticos oficiales que marcaron la milla con el primer fogonazo; tampoco sobre el taller Channel que portaba tan oronda Cilita y menos sobre sí la gente tiene que creer a pies juntillas al psiquiatra o las torcidas ficciones históricas de su paciente de Miraflores. Trataré entonces de analizar las imágenes publicadas, el bochornoso video, la actitud de sus leales generales y como se comportó el círculo de seguridad, que por la voluminosa obesidad presidencial, ya es un paredón de seguridad.
Leales a ellos mismos


Lo primero a señalar es que resulta por demás extraño que ese acto de la Guardia Nacional Bolivariana fuese en la Av. Bolívar de Caracas y no en su tradicional lugar: el patio que limita entre las Academias, se pudiera elucubrar que, ante la pérdida de capacidad para colmarla en actos políticos, fue la ocurrencia urdida entre el loquero oficial, el descabellado teniente-capitán y el atornillado padrino para atiborrarla con militares. Los actos de la otrora Fuerza Aérea se realizaban en Maracay por razones obvias, los de la Armada en el Lago de Maracaibo (lugar donde se libró la última batalla independestista), en Puerto Cabello (donde opera la principal base naval del país) o en la Escuela Naval que ya no es escuela ni naval porque le secuestraron ambas denominaciones desde que en su cubierta principal (patio de honor) erigieron una estatua de Chávez.
Sobre el video que, luego de transmitido en cadena nacional, se hizo viral, hay que señalar que no tiene desperdicio: primeramente por ver la cara de sorpresa de Cilia, de los impávidos ministros y de los generales que ni se inmutan en el momento más peligroso en la vida de su comandante en jefe y segundo por cómo se origina una estampida de militares, no para ofrendar su vida por quien juraron lealtad sino para poner pies en Polvorosa.
De Cilia Flores podemos presumir que el asombro inicial y luego la estampida de militares son las que la hacen sonreír pero de los obesos y genuflexos generales no se comprende que se queden pasmosamente parados, que no busquen cobertura y abrigo ni que por lo menos se protejan con las sillas ante una pavorosa y peligrosa explosión como han tratado de hacernos creer.


De la despavorida estampida que se vio en pantalla (antes que también huyera del desastre a pleno galope el caballo que cierra las cadenas de radio y televisión) solo resta decir que se piraron, huyeron, corrieron, le ganaron a Husain Bolt y se parecieron a Supermán al ser más rápido que una bala para abandonar a sus superiores, a sus generales y a su comandante en jefe. Estos son los militares que van a detener las hipotéticas invasiones, los que están dispuestos a irse a la montaña ante cualquier desalojo del poder del chavismo y los que se muestran férreos, duros y altaneros para reprimir pacíficas marchas.
Embusteros y mitómanos
Finalmente quiero señalar la pésima disposición de los escuderos de Nicolás. Ellos se pusieron de espalda a donde venía la explosión, agarran los escudos al revés, es decir de afuera hacia adentro con lo cual a un francotirador le bastaría con eliminarlos para que cayese la protección y quede descubierto el objetivo y que se parecen a los de Putin en la final del Mundial de Futbol con la diferencia que allá se trataba de lluvia y aquí de un supuesto drón que nadie vio ni filmó.


En honor a la verdad sabemos que hubo una explosión que nadie filmó, que hablan de un hipotético objeto volador no identificado (que nadie vio) que violó el espacio aéreo en que se encontraba Maduro sin que nadie se diera por enterado, que hubo una estampida real de militares que presenció el mundo entero, que los escuderos de Nicolás y al propio Nicolás les sabe a comino lo que pueda ocurrir con Cilia y que son chimbos para inventar un magnicidio que no fue porque Maduro aun despacha desde Miraflores.
Llueve... pero escampa