sábado, 17 de noviembre de 2018

Uniformados de pacotilla


Por Miguel Yilales
@yilales
Nadie consentiría poner la seguridad de su hogar en manos inexpertas solo por ahorrarse algunos centavos porque sabe que a la larga la alarma no funcionará, el sistema colapsará y los vigilantes correrán al escuchar el primer ruido de ratones y de ser ese el caso la culpa no sería del custodio sino de los irresponsables propietarios que buscaron a unos parapetos para poner en sus manos sus bienes más preciados.
La mayoría de las naciones del mundo están al tanto que su seguridad y defensa es cosa seria y por eso se la encomiendan a ciudadanos responsables, confiables, profesionales y especialmente entrenados para ello, sin embargo en esta República, que ni bananera llega a ser, desde hace algún tiempo nadie vela por su seguridad, ya que en las filas militares muy pocos saben cuáles son sus funciones ni si de verdad tienen alguna razón de existir. Es que desde que llegó al poder esa aberración política, que algunos mientan revolución bonita, aunque en realidad no ha tenido nada de revolucionaria ni de bonita, el territorio nacional ha quedado en manos, con la venia y el amparo castrense, del terrorismo internacional, del narcotráfico continental y de la corrupción obscena del Foro de Sao Paulo.
No serán santificados

En otras latitudes pertenecer a las Fuerzas Armadas es razón de orgullo; hay incluso países, de esos que el chavismo desprecia por haber mantenido monarquías retardatarias en tiempo de nuestra “moderna democracia participativa y protagónica”, en la que los propios herederos de la corona se enrolan, van al frente y conocen la realidad militar mientras que los de aquí se entrenan en la lucrativa industria del blanqueo de capitales, en el fructífero tráfico de estupefacientes y en el productivo robo, matraqueo y desfalco mientras sus conciudadanos mueren de mengua, la inopia los diezma o huyen del país como unos parias.
Es que cuando se tiene una Fuerza Armada que se autodenomina heredera de las glorias de los libertadores pero que en lugar de conocer el Arte de la Guerra, de leerse a Clausewitz o conocer a Huntington solo se ha leído los discursos panfletarios de un milico golpista y de sus mentores cubanos se entiende porque adquirieron la maestría en el contrabando, la destreza en la destrucción del medio ambiente y la pericia en el difícil, peligroso y complicado arte de la adulación al tirano de turno.

Por eso tenemos deplorables resultados en la preservación de la integridad territorial, en el bienestar ciudadano, en el funcionamiento institucional y en el ejercicio de las libertades públicas y no podemos aspirar que actúen frente a las amenazas que atentan contra la forma de vida de los venezolanos; que entiendan la seguridad colaborativa o cooperativa, más allá de la seguridad colectiva, encarnada en la propia ONU, y de la defensa propia o colectiva, que reconoce el artículo 51 de la Carta de San Francisco (donde la defensa también juega un papel protagónico) y menos aún que comprendan que la connivencia con grupos irregulares, terroristas y extremistas internacionales es como quien se acuesta con el Diablo y pretende levantarse con aureola, alas y santificado.
Un Estado fallido
Frente a este panorama nuestra pusilánime dirigencia militar, muy distinta a aquella que se opuso y derrotó la invasión cubana en la década de los 60, actuó ante la incursión de la Corbeta “Caldas” y enfrentó los alzamientos contra los gobiernos legítimos, prefiere hacer como el avestruz ante el peligro e implora a los asesinos de sus propios soldados, sin nombrarlos para no ofender a sus camaradas, que no sean tan malucos; se hace la vista gorda de que esos crímenes han sido cometidos por los facinerosos que ellos mismos protegen y encubre las impunes violaciones a los presos políticos, a los trabajadores que claman por reivindicaciones, a los estudiantes que aspiran un futuro y a los famélicos ciudadanos que exigen poder alimentar a sus hijos. Definitivamente son un pesado e inútil fardo que cuando los necesitas no cuentas con ellos y cuando existen solo sirven para desfilar.
Venezuela es un Estado fallido incapaz de garantizar la paz, cumplir los compromisos que favorezcan un orden internacional más estable y duradero, respetar los derechos humanos, velar por la seguridad humana y propiciar las condiciones mínimas para que las personas se sientan seguras porque, entre otras cosas, los responsables de la seguridad son unos uniformados de pacotilla.
Llueve... pero escampa