Por Miguel Yilales
@yilales
Nadie consentiría poner la seguridad
de su hogar en manos inexpertas solo por ahorrarse algunos centavos porque sabe
que a la larga la alarma no funcionará, el sistema colapsará y los vigilantes
correrán al escuchar el primer ruido de ratones y de ser ese el caso la culpa
no sería del custodio sino de los irresponsables propietarios que buscaron a
unos parapetos para poner en sus manos sus bienes más preciados.
La mayoría de las naciones del mundo están
al tanto que su seguridad y defensa es cosa seria y por eso se la encomiendan a
ciudadanos responsables, confiables, profesionales y especialmente entrenados
para ello, sin embargo en esta República, que ni bananera llega a ser, desde
hace algún tiempo nadie vela por su seguridad, ya que en las filas militares
muy pocos saben cuáles son sus funciones ni si de verdad tienen alguna razón de
existir. Es que desde que llegó al poder esa aberración política, que algunos
mientan revolución bonita, aunque en realidad no ha tenido nada de
revolucionaria ni de bonita, el territorio nacional ha quedado en manos, con la
venia y el amparo castrense, del terrorismo internacional, del narcotráfico
continental y de la corrupción obscena del Foro de Sao Paulo.
No serán santificados
En otras latitudes pertenecer a las
Fuerzas Armadas es razón de orgullo; hay incluso países, de esos que el
chavismo desprecia por haber mantenido monarquías retardatarias en tiempo de nuestra
“moderna democracia participativa y protagónica”, en la que los propios
herederos de la corona se enrolan, van al frente y conocen la realidad militar
mientras que los de aquí se entrenan en la lucrativa industria del blanqueo de
capitales, en el fructífero tráfico de estupefacientes y en el productivo robo,
matraqueo y desfalco mientras sus conciudadanos mueren de mengua, la inopia los
diezma o huyen del país como unos parias.
Es que cuando se tiene una Fuerza
Armada que se autodenomina heredera de las glorias de los libertadores pero que
en lugar de conocer el Arte de la Guerra, de leerse a Clausewitz o conocer a
Huntington solo se ha leído los discursos panfletarios de un milico golpista y
de sus mentores cubanos se entiende porque adquirieron la maestría en el
contrabando, la destreza en la destrucción del medio ambiente y la pericia en
el difícil, peligroso y complicado arte de la adulación al tirano de turno.
Por eso tenemos deplorables resultados en la preservación de la integridad territorial, en el
bienestar ciudadano, en el funcionamiento institucional y en el ejercicio de
las libertades públicas y no podemos
aspirar que actúen frente a las amenazas que atentan contra la forma de vida de
los venezolanos; que entiendan la seguridad colaborativa o cooperativa, más
allá de la seguridad colectiva, encarnada en la propia ONU, y de la defensa
propia o colectiva, que reconoce el artículo 51 de la Carta de San Francisco (donde
la defensa también juega un papel protagónico) y menos aún que comprendan que
la connivencia con grupos irregulares, terroristas y extremistas
internacionales es como quien se acuesta con el Diablo y pretende levantarse
con aureola, alas y santificado.
Un Estado fallido
Frente a este panorama nuestra pusilánime dirigencia
militar, muy distinta a aquella que se opuso y derrotó la invasión cubana en la
década de los 60, actuó ante la incursión de la Corbeta “Caldas” y enfrentó los
alzamientos contra los gobiernos legítimos, prefiere hacer como el avestruz
ante el peligro e implora a los asesinos de sus propios soldados, sin nombrarlos
para no ofender a sus camaradas, que no sean tan malucos; se hace la vista
gorda de que esos crímenes han sido cometidos por los facinerosos que ellos mismos
protegen y encubre las impunes violaciones a los presos políticos, a los trabajadores
que claman por reivindicaciones, a los estudiantes que aspiran un futuro y a
los famélicos ciudadanos que exigen poder alimentar a sus hijos. Definitivamente
son un pesado e inútil fardo que
cuando los necesitas no cuentas con ellos y cuando existen solo sirven para desfilar.
Venezuela es un Estado fallido incapaz de garantizar
la paz, cumplir los compromisos que favorezcan un orden internacional más
estable y duradero, respetar los derechos humanos, velar por la seguridad
humana y propiciar las condiciones mínimas para que las personas se sientan seguras porque, entre
otras cosas, los responsables de la
seguridad son unos uniformados de pacotilla.
Llueve... pero escampa