Miguel Yilales
@yilales
Cuando se trata de comparaciones los venezolanos nos
hemos dado a la tarea de tener una memoria corta tarambana y una memoria larga
aun peor.
Según algunos desde 1958 y durante 40 años no hubo nada
que destacar y por el contrario hacía falta no uno, sino varios tornados como aquel
de Kansas que arrastró a Dorothy a un mundo mágico, con la gran diferencia que
nuestro huracán en lugar de llevarnos a Oz, nos dejó desazón, barbarie y desolación.
Y es que los cambios eran necesarios para terminar con
todos los vicios incoados en ese proceso civilista, entre ellos, esa tradición
aburguesada de tener primeras damas, atentatorio con una verdadera revolución.
La tradición refiere que el término de First Lady se acuñó y popularizó en el
perverso y retorcido imperio de los Estados Unidos, y una revolución
antiimperialista debía hacer fenecer tal procacidad de vocablo.
Bienhechoras y
caritativas
La primera dama es, en determinados Estados, la cónyuge del
presidente de ese país, o en su defecto, alguien que cumple esa función en
ceremonias oficiales, y que a menudo participa en obras de carácter humanitario
y de caridad.
En Venezuela Carmen Valverde fue primera dama de la mano
de Rómulo Betancourt y si bien su participación en la filantropía es poco
recordada, se tienen evidencias de su devoción familiar y el fiel cumplimiento
de sus obligaciones.
Pero es Carmen América Fernández Alcalá de Leoni, mejor
conocida como Doña Menca, quien estableció un rol diferente para las primeras
damas, al colocar al servicio del país y de la familia venezolana su alta investidura.
Doña Menca fue ejemplo para el fortalecimiento de la
familia venezolana. Su sonrisa iluminó los hogares de los más desposeídos y la
vida de los miles de niños que se beneficiaron de su gestión. Instituyó la realización de
matrimonios masivos como mecanismo para hacer de la familia la célula
fundamental de la sociedad, otra idea capitalista a ser derrotada, y fundó en
1964 el Festival del Niño, destinado
originalmente a proporcionar oportunidades de recreo y de vacaciones a los niños
pobres y que a la postre se transformaría en la Fundación del Niño, institución de carácter privado y herramienta
de trabajo de la Primera Dama, hasta que en 2007 fue estatizada y adscrita al
Ministerio de Educación.
Otra que enalteció con
su nombre esa labor fue la recordada Alicia Pietri de Caldera, que dejó para el
evocación el programa Un cariño para mi
ciudad, que con la participación de la empresa privada buscaba embellecer y
humanizar a Caracas y el Museo de los
Niños, con el que pretendió, y lo logró, que los niños asimilaran los
principios de la ciencia, la tecnología, el arte y los valores fundamentales de
la sociedad mediante el juego.
O el famoso Plan Vacacional que Doña Alicia impulsó
durante el primer período de Caldera, un programa que consistía en llevar a los
niños del Zulia para Ciudad Bolívar; a los andinos para Margarita; y a los
orientales para los Llanos.
También es de grato
recordar a Blanca Rodríguez de Pérez, Doña Blanquita, que aun hoy a sus 87
años, sigue dirigiendo su obra filantrópica, Bandesir, una fundación de caridad enfocada a proveer sillas de
ruedas y muletas a los pobres con discapacidad o la red de Hogares de Cuidado Diario para que las madres solteras,
trabajadoras y de pocos recursos, pudieran dejar a sus hijos en manos de
cuidadoras especializadas.
Patria nueva ¿valores nuevos?
Pero toda esa
destrucción patria debía ser reemplazada por algo más autóctono, más
venezolano, más criollo.
Gracias a ello tuvimos a alguien que cambió los antivalores
de las apátridas anteriores por verdaderos valores revolucionarios. Ella
confesó haber terminado su primera cita, con el futuro presidente, en un tórrido
encuentro amatorio automovilístico, que apuntaba a los valores de esa patria
nueva de “esta noche te voy a
dar lo tuyo”, que no sabríamos sí ubicarlo literalmente en lo que generó sus
múltiples ingresos al Hospital de Clínicas Caracas o a las insinuaciones del
estro, muy propio, de los mamíferos.
A pesar que para la Real
Academia Española el
término de primera dama se refiere a una mujer noble o distinguida que es
esposa del presidente, Nicolás
prefiere llamar a Cilia “primera combatiente” y no con ese remoquete
cuartorepublicano e imperialista. Sí ya Maduro se desposó con Cilia,
solo cabe preguntarse ¿Será que él no es presidente? o ¿Qué él no ve en ella los
atributos que el mataburros da?
Llueve… pero escampa
Excelente artículo de esta semana.
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