Miguel Yilales
@yilales
Hay una inmensa mayoría de venezolanos, que hacia los años
70 crecieron viendo en la televisión a los personajes, que de la pluma de
Roberto Gómez Bolaño, hacían de las suyas.
La primera vez que se vio una “C” y una “H”, dentro de un
corazón, era para representar aquel personaje torpe, sin habilidades, con
estrambóticas armas, y que cada vez que aparecía nos lo presentaban como “más
ágil que una tortuga, más fuerte que un ratón, más noble que una lechuga, su
escudo es un corazón”. Era el Chapulín Colorado, defensor de los desvalidos y
los necesitados.
Años después apareció otro personaje usando los mismos
símbolos del Chapulín, hasta sus mismos colores, y que perjuraba haber
aparecido para defender a los pobres, pero que tenía un álter ego, es decir un
segundo yo, muy distinto en intenciones a la personalidad original del personaje
televisivo.
Aunque no pretendo navegar en aguas de la psicología, ni
mucho menos analizar al segundo personaje, es indiscutible que por un lado
decía defender a los desvalidos y por el otro acumuló las mayores cifras de depauperación
del país.
Si pudiéramos comparar su actuación con personajes en la
historia solo tendrían referentes en Othar, el caballo de Atila, que por donde
pisaba nunca más volvía a crecer la hierba o en una especie de Rey Midas al
revés, que en vez de convertir lo que tocase en oro, el oro (negro) en sus
manos se convertía en otra cosa, y no precisamente por la connotación que le
diera Juan Pablo Pérez Alfonso al petróleo: el excremento del diablo.
Ni chipote chillón, ni antenitas de vinil
Desde 1969 Venezuela firmó el Pacto de San José y lo
ratificó en 1977, un tratado para garantizar el cumplimiento de los Derechos Humanos
en los estados miembros. Estuvo en vigencia en el país hasta el pasado 10 de
septiembre de 2013, no porque hayamos alcanzado la marca de ser los mayores
propulsores de la humanidad de los connacionales, sino por los caprichos de una
caterva de irresponsables, que al violar derechos y perder todos los juicios a
los que se presentaron, botaron tierrita y no jugaron más.
En los últimos 14 años los derechos humanos dejaron de serlo
para Franklin Brito, Simonovis y los comisarios, para los ex trabajadores de
PDVSA, para los que ante la inacción del estado temen salir a la calle por ese
toque de queda voluntario que impone la inseguridad, para los que no pueden
manejar por las vías públicas sin temer ser cayapeados por una turba de
motorizados, para los productores del campo que han visto como le expropian sus
tierras para hacerlas improductivas, en fin para todos los de esta tierra de
gracia.
Si bien es cierto los organismos internacionales son un
paquidermo lento en la toma de decisiones, por lo menos están ahí para servir
de muro de contención a los abusos de poder.
Cuando otro personaje, parodiado por un genio del cine,
Chaplin, en su obra cinematográfica “El Gran Dictador”, decidió exterminar y
acabar con la disidencia política e implementar sus políticas racistas, los
países del mundo hablaban de la determinación de los pueblos.
Todo queda en nuestras manos
Hoy seguimos debatiéndonos en los mismos términos, en
función de eso un gobierno desalmado decide permanecer 50 años oprimiendo a los
ciudadanos y eso está acorde a la autodeterminación; un gobierno decide usar
gases tóxicos para exterminar la protesta y los países deben hacerse la vista
gorda en honor a la determinación de los pueblos; un gobierno petrolero decide
que para tapar su ineficiencia e incapacidad debe implementar sistemas de
racionamiento (llámese tarjeta, chip de combustible u otro que se les ocurra) o
dejar morir a los presos y disidentes políticos y los gobiernos del continente solo
ven la caja registradora del “excremento del diablo”.
La falta de acceso a la educación, a la salud, a la libertad,
a la vida, a la seguridad jurídica, al libre pensamiento, a la libertad de
expresión entre muchas otras, son violatorias a las normas internacionales que
garantizan los derechos humanos y un Estado dedicado a no responder por su
cumplimiento debía ponerse al margen mismo, olvidándosele que las violaciones a
estos derechos son imprescriptibles.
A estas alturas hay muchos que se preguntan “Oh! Y ahora
¿quién podrá defendernos?” y la respuesta no es “el Chapulín Colorado”, solo en
nuestras manos está dar un paso al frente para derrotar la barbarie y la
crueldad que se ha incoado en estos últimos años.
Llueve… pero escampa
El índice 'indiferencia-país' es tal, que hizo desaparecer hasta la pregunta. Solo un cambio: las espaldas venezolanas se siguen encorvando, y no precisamente por la edad...
ResponderEliminarGracias profa. efectivamente nos hemos vuelto indiferentes, esperando que otros hagan el trabajo y solucionen nuestros problemas, cuando la solución siempre ha estado en nuestras manos
EliminarTenemos casi 15 años luchando, nos hemos equivocado, hemos avanzado. Hay quienes han hecho más, otros menos. Existen líderes que negocian a la sombra, hay ciudadanos que resisten y tratan de hacer algo pero no son noticia. En lo personal, percibo que ante la frustración de muchos venezolanos pueda haber una explosión social. No sé si propiciada por el gobierno o la oposición, o quién sabe si algún espontáneo encienda la pradera. En fin, ya uno no sabe que creer.
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