Miguel Yilales
@yilales
No hay nada más sabroso que una peña. Es que puedes sentarse
en un bar, una tasca, un restaurante o en la casa a hablar con unos amigos de
política y darte cuenta que el diagnóstico está claro, pero el camino empedrado.
Es que en un buen diálogo siempre se va a respetar a quien
habla, se utiliza un tono adecuado, no hablan todos a la vez, se escucha antes
de responder, se piensa en lo que otros dicen y, sobre todo, se admiten como
validas las opiniones ajenas.
Hablar siempre ha sido y es el adelanto de la negociación y
el posterior entendimiento. Lo encontramos en los diferentes ámbitos y niveles
de crisis. Es útil en la esfera privada, en la convivencia más próxima y en las
relaciones políticas.
Esta semana el gobierno llamó a un diálogo en el que se
condicionaban su asistencia a ciertos parámetros: el reconocimiento a la
Constitución de la República, aceptar la legitimidad de quien ejerce el poder
presidencial y finalmente la aceptación del Plan de la Patria. Todos válidos sí
en contra partida el gobierno reconociese la Carta Magna, a los poderes
regionales electos y a los planes regionales legítimamente aprobados. Una quimera
que no existe en el país.
No pregunte, obedezca
El problema se presenta cuando quienes llaman al diálogo lo
hacen desde la premisa que planteaba aquel documento que empezaba “En todo este
asunto de Cuba hay un nombre que resalta en mi memoria como el planeta Marte en
su perihelio”.
Un ensayo escrito por Elbert Hubbard en 1899, en el que se
relataba brevemente la anécdota de un soldado estadounidense que cumpliendo las
instrucciones presidenciales recorre Cuba para entregar un mensaje al jefe de
los rebeldes.
Hubbard resalta el hecho de que el soldado Rowan recibe el
mensaje y se limita a entregarlo a pesar de que nadie le proporcionó información
ni medios para entregar “Un mensaje a García”.
La Carta a García es un llamado a despertar la iniciativa,
pero es también un pretexto para la mediocridad en los sistemas donde se pide
obediencia. Eso el mundo militar lo entiende, es más lo práctica con acritud.
Quienes hoy dirigen a la oposición, lo vienen haciendo desde
el 2005, decidieron aceptar el reto del monólogo gubernamental, a pesar de
estar sometidos al escarnio público, con epítetos descalificativos e insultos a
través de los medios de comunicación del Estado que no son, precisamente, para
dialogar.
Sin saldo positivo
Hace algunos años los dirigentes políticos le achacaron la
culpa de los fracasos de la oposición a quienes la habían dirigido, por no ser
políticos de oficio.
Así las protestas del 2002 y su derrota fue responsabilidad
de la Gente del Petróleo; el paro del año siguiente atribuible a quienes
dirigían la CTV y Fedecámaras; la protesta de la Plaza Altamira a los generales
y almirantes que, invocando sus derechos, protestaban pacíficamente en lugar de
alzarse en armas; a todos les pidieron la cabeza y todos terminaron en esa
especie de guillotina que es el exilio o la pérdida de libertad.
Es así como a partir de 2005, eso incluye la abstención para
las parlamentarias de ese año, la dirección empezó a correr bajo la tutela de
los verdaderos políticos.
Los cambios no se habrían hecho esperar y la oposición hubiese
dejado de ser oposición. Eso hubiese sido positivo, por aquello de la
alternancia en el poder, pero la realidad fue otra.
La diferencia ha estribado en que hasta 2005 los
responsables terminaron defenestrados y a partir de ese año los dirigentes, que
no tienen saldo a favor que mostrar siguen de curul en curul, de alcaldía a
gobernación o de gobernación a alcaldía, sin siquiera asumir las responsabilidades
de los traspiés cometidos. Es que tomaron el rol de Tarzán, no sueltan bejuco
sin tener otra liana a la mano, con lo cual se eternizan en el poder.
Y es que el mensaje no llega o el mensajero no es el
adecuado, ese es el dilema que aún persiste en la oposición. Luego de 8 años
los dirigentes siguen siendo los mismos que se postulan y se pelean todas las
nominaciones. No llegan al poder pero no asumen responsabilidades. Ante ese
panorama se hace necesaria una revisión del discurso y de los liderazgos.
Mientras un sector cree que todo se resume a Un mensaje a
García, donde la autoridad es la verdad, hay otro sector que debe asumir la
verdad como autoridad, según lo expresase Gerald Massey, y de ahí buscar los
liderazgos que conduzcan al éxito. Mientras tanto seguimos bajo la lluvia y no es precisamente cantando.
Llueve… pero escampa
ex-celente
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Necesitamos nuevos lideres. Esta política de pendejos de mente limitada o de cómplices, no nos sacará de la situación que tenemos.
ResponderEliminarLa invitación es a formar un movimiento nacional con lideres que busquen salidas inteligentes y factibles. Una alternativa diferente. Anímese y cuente conmigo. Un abrazo Profesor.
Realmente exigieron la aceptación del Plan y el reconocimiento de Maduro?
ResponderEliminar