Miguel Yilales
@yilales
En la literatura universal ha habido
mentirosos famosos. Sancho Panza mintió al hacerse pasar por quien no era, el
Barón de Münchhausen que contaba historias que nunca le habían ocurrido y el
más famoso de todos Pinocho ese muñeco con vida que le crecía la nariz cada vez
que mentía. Así como en la poética ha estado presente la mentira, la política y
la mentira suelen ser buenas compañeras.
Cuando la incipiente política parlamentaria británica
iba perfilando las modalidades de las que siguen viviendo nuestras democracias,
salió publicado “El arte de la mentira política” atribuido a Jonathan Swift, en
el que trataba sobre la siguiente premisa: el mentir bien a los ciudadanos no
es cosa que se improvise; es un arte con todas sus reglas.
Y habría que preguntarse si el discurso
político en Venezuela es, por esencia, mentiroso o si la clase política venezolana
ha resultado más fácilmente gangrenada por el rechazo a la verdad.
Todo esto viene a piscolabis por la pieza de
oratoria que el émulo del gigante de América, por supuesto que no me refiero a
Bolívar, Martí, San Martín o Hidalgo, regurgitó ante la Asamblea Nacional y la
audiencia que lo siguió a través de los medios de comunicación.
Mentira
refinada
El segundo al mando, me atengo a que la Fuerza
Armada primero le rinde honores al Comandante Eterno y luego a él, siguió al
pie de la letra lo que sus logógrafos le compusieron; entre citas, lugares
comunes y mentiras, este Demóstenes de quinta, por la república, trató de convencernos
que todo estaba bien.
Entre abrir comillas y cerrarlas dijo que
cambiaría ministerios, que los fusionaría, pero se reservó que al día siguiente
juramentaría a 107 viceministros, con secretaria, chofer, escoltas, presupuesto
y un perro Golden Retriever, de esos callejeros que andan deambulado por la
ciudad y que la Misión Nevado está recuperando.
Así como quien no quiere la cosa, anunció lo
que todos esperaban, las medidas económicas y en especial si habría o no
devaluación de la moneda. Como todo un Frank Abagnale de nuestra época, señaló que
el cambio de la moneda se mantendría a la tasa de 6,30 bolívares por dólar
americano todo el año, lo que desconocíamos era que se refería al año chino que
terminaría el 31 de enero.
El júbilo y la duda estallaron al unísono, pero
ese regodeo solo fue alegría de tísico. A los pocos días el vicepresidente del
Área Económica, ministro de Petróleo y Minería, presidente de PDVSA, presidente
del Fondo Simón Bolívar para la Reconstrucción, presidente del Consejo Nacional
de Exportaciones, cuarto bate, capitán del equipo, recoge bate y paremos de
contar, anunció que el 6,30 del soflama pinochista era realmente 11,30 y que debían
reducir la cantidad de dólares por cada venezolano, para perseguir a los “raspa
cupo”.
Nada dijo de los 20 mil millones de dólares,
estafados a la nación por empresas de maletín, autorizados por funcionarios
revolucionarios y por los cuales ni hay presos, ni imputados y mucho menos
destituidos, con la excepción de la exministra exhibicionista, me refiero a las
exhibiciones de esgrima, que le falsificaron la firma.
Con
real y medio
Del cupo viajero llamó la atención que
aprobaron US$ 2500,00 para Cuba y solo US$ 700,00 para Florida, quizás con la
intención de incentivar el turismo de aventura, ya que se podría viajar a La
Habana, tomar el cupo completo y cruzar en balsa hasta Miami, con lo cual
sentiríamos lo que es navegar en balsa rodeado de tiburones.
Otro aspecto positivo es saber que ya nos
ajustamos al calendario chino, porque el cambio a 6,30 no fue modificado
durante el año de la serpiente, sino que lo cambiaron en el del caballo, para
que los precios y la inflación sigan a galope.
Por mi parte me propuse que usaré mis 700
dólares en el turismo nacional, dispondré de 7910,00 bolívares a la tasa
oficial para pagar 7 noches de hotel en Cumaná, comida por 8 días, paseos al
Parque Nacional Mochima, recorrido por sus seguras y limpias calles, compra de
suvenires, todo esto sin la familia que se quedará en casa porque el cupo no
da. Es que en revolución el dinero rinde más que cuando cantábamos “con real y
medio”.
Abraham Lincoln con su famoso apotegma decía
que “se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no
se puede engañar a todos todo el tiempo”, a lo que habría que agregar: “salvo
que se dejen”. Parece que los venezolanos le agarramos el gusto a dejarnos
engañar y al personaje de Collodi a mentir.
Llueve… pero escampa
De verdad-verdad, pensaba aportarle algún "granito de arena" a este contexto tan verídico y preciso que usted presenta. Pero, la verdad-verdad es que... ¡ME PUSE A LLORAR! y no precisamente pa'Valle, pues total: en esta #PatriaHerida toodoooss lloramos, desde Petare hasta La Pastora, como cantaría Ilan... snif - snif - snif...
ResponderEliminarSolo preguntaré ¿quién es el Gepetto de estar historia? ¿Es venezolano o extranjero?
ResponderEliminar... si creíamos que el gigante no tenia competencia el "émulo" lo ha aventajado con bastante diferencia en mentiras, descaro, desatino, abuso de poder ... todo un ejemplar si aquel fue un gigante este será un cíclope???...
ResponderEliminarAtinado Miguel, muy atinado,saludos.
ResponderEliminar