Miguel Yilales
@yilales
Durante la era medieval la persecución del que pensara distinto
fue un mecanismo efectivo. Tan efectivo que debieron bautizarlo con un nombre
que lo definiera y de ahí surgió la Inquisición, que mayoritariamente se uso
para la supresión de la herejía en el seno de la Iglesia católica.
Y es que en la Edad Media la herejía se castigaba con la
pena de muerte.
Apenas unos años antes de que Cristóbal Colón iniciase su
aventura del revelamiento de que el mundo no era plano, lo cual era una apostasía,
se inició la Inquisición española, bajo control directo de la monarquía
hispánica, es decir nació la inquisición estatal.
Y es que la Inquisición sirvió no solo para perseguir a los
herejes, sino a brujos, quirománticos, charlatanes, opositores políticos y todo
aquel que pensase distinto, para ser conducido a los tribunales, plegados al
poder, y condenarlos institucionalmente.
Para tal fin el Papa Sixto IV y la Corona de Castilla encargaron
para su ejecución a un fraile dominico de nombre Tomás de Torquemada, con la
misión de perseguir a los judeoconversos y herejes. Juan Antonio Llorente,
primer historiador del Santo Oficio, asegura que durante su mandato fueron
quemadas más de diez mil personas, menos decesos que los ocurridos en el país en
un año.
El Torquemada criollo
Para evitar la propagación de las «herejías», Torquemada, al
igual que se hacía en toda Europa, promovió la quema de literatura no católica,
en particular bibliotecas judías y árabes.
Todo este cuento de Torquemada, la crueldad de la
Inquisición y sus consecuencias viene a propósito de la Memoria y Cuenta de
Nicolás Maduro ante la Asamblea Nacional.
Es que en algunos de los pocos fragmentos que no fueron
citas textuales o entrecomillados se anunció que se procedería a revisar la
programación de las televisoras y cableoperadoras responsables de difundir los antivalores
que propugnan el capitalismo y la violencia en el país.
En días recientes me senté a ver una película en la que, para
mi sorpresa, había 2 hermanos y uno de ellos asesina al otro y culpa al sobrino
de asesinar a su propio padre. El pequeño decide huir al exilio, hasta que es encontrado
por una novia de la infancia y llamado por el fantasma de su padre para que
recupere el reino. Regresa convertido en adulto y se enfrenta a su malvado tío
a quien derroca, no sin antes hacerlo confesar, para proclamarse el verdadero heredero
del trono.
Palabras más, palabras menos, esta es la sinopsis de la violenta
película “El Rey Leon” que los estudios Disney produjo. En ella se muestran
fragmentos del libro que la inspiró: Hamlet.
“¡Muera la
inteligencia!, ¡Viva la muerte!”
Es que obras como Hamlet, Romeo y Julieta, Los Miserables,
Los Tres Mosqueteros, Don Quijote de La Mancha, Los hermanos Karamazov, entre
otras, incluso la Biblia, tantas veces adaptadas a la televisión, al cine,
al teatro y fuente de inspiración para muchos otros, están llenas de violencias
y de seguro son las responsables de los índices delictivos del mundo.
Con lo cual lo justo sería que un gobierno revolucionario y
reivindicador de la humanidad, como lo define ese bodrio que es el Plan de la
Patria, debiera instaurar no solo la censura a la televisión, sino un proceso
de “quema de libros” como el realizado en la Bebelplatz de la Alemania Nazi o
la famosa “Hoguera de las Vanidades” del monje Girolamo Savonarola, para acabar
con toda la crítica que pueda inspirar a la rebelión y por ende con la herejía.
Así los «herejes» (cualquier sospechoso de no seguir la
doctrina religiosa del Comandante Supremo) y todo aquel que ose hablar en contra
el gobierno, sería susceptible para ser ejecutado por la Santa Inquisición
Revolucionaria, Socialista y Chavista.
Otro aspecto positivo de esta medida, es que los discursos
ante el parlamento por quien dirige a la Nación durarían escasos minutos porque, al no tener referencias, las citas textuales desaparecerían.
Para este sistema político medieval que vivimos en Venezuela
la violencia es un asunto de sabiduría que se soluciona con no leer, no asistir
al teatro, no oír radio, no ver televisión y cine, para ellos está vigente el
grito “¡Muera la inteligencia!, ¡Viva la muerte!” de Millán-Astray, con lo cual
cobra más utilidad la respuesta de Miguel de Unamuno: “Venceréis, porque tenéis
sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y
para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha”.
Llueve… pero escampa
Impecable como siempre, mi querido y apreciado poeta..
ResponderEliminarAgradecido Laurita por tu comentario y por leer mis artículos
EliminarExcelente. Así mismo es... y la frase de Unamuno es la guinda!
ResponderEliminarMi estimado amigo, gracias por leer y estar pendiente para comentar los artículos que publico
Eliminar:) Me hace viajar en la historia. Bendiciones Yilales.
ResponderEliminarGracias por estar pendiente y por las bendiciones
EliminarMuy bueno profesor .. Gracias por compartirlo... Exitos
ResponderEliminarSaludos