Miguel Yilales
@yilales
Hablar de secuestros y secuestradores siempre es difícil,
porque se toca la sensibilidad de quienes se ven afectados por este flagelo.
En este caso no me referiré ni al secuestro de Nairobi
Pinto, liberada por sus captores con vida, ni al secuestro del estudiante de
farmacia de la UCV, Orlando Sánchez, quien fue asesinado, dos caras de una
misma moneda.
En el país permanecen decenas de secuestrados cuyo paradero
se desconoce y los familiares albergan esperanzas de un próximo reencuentro.
Lo peor lo viven los secuestrados y sus familiares. Cada
amanecer con la esperanza de encontrarlos con vida, con cada ocaso esperar
volver a presenciar un orto.
Pero todo no termina ahí, uno de los trastornos psicológicos
postraumático que pueden derivarse de un secuestro es el llamado Síndrome de
Estocolmo, esa reacción psíquica en la cual la víctima de un secuestro,
desarrolla una relación de complicidad con quien la ha secuestrado.
De la mano del secuestro
Aunque hay muchos que no los recuerdan por su corta edad y
otros, hoy en el gobierno, que quisieran olvidarlo por su autoría material e
intelectual, aunque pudiéramos dudar de esa capacidad, en Venezuela hubo tres
casos de secuestro que marcaron la pauta informativa en la década de los 70.
Williams Frank Niehous, el secuestro “político” más largo de
la historia venezolana, quien duró en cautiverio 3 años y 4 meses y el del niño
Carlos Vegas Pérez, uno de los casos que Fermín Mármol León recrease en el
libro “4 Crímenes 4 Poderes”.
Pero en Venezuela, no solo se ha tratado de secuestrados. En
la otra acera también hemos tenido protagonismo. Uno de los secuestradores más
famoso del mundo es venezolano, Carlos “el Chacal”, nombre mediático del
terrorista Illich Ramírez Sánchez, quien secuestro al gabinete de ministros de
la OPEP, en pleno 1975.
Hoy pareciera que ante la ausencia de justicia, con poderes
públicos en la mano de un solo hombre, con la libertad de expresión limitada,
con un aparato productivo depauperado, con presos y exiliados políticos al país
lo han secuestrado. Otro caso de secuestro político, pero colectivo, con más de
15 años.
Pero el problema no es el secuestro al que hemos sido
sometidos todos los venezolanos, sino al Síndrome de Estocolmo que vivimos
frente a los secuestradores. En el futuro nuestro caso podría ser estudiado
como el Síndrome de Venezuela, en el que una sociedad se hace cómplice de sus
captores.
Otra latitud, igual
diagnosis
Ese síndrome que hace a la gente hacer colas pacientemente
por horas para ver que encuentran en los mercados y que se sienten
profundamente agradecidos con el régimen.
Ese síntoma en el que ganar con el 50,7 % de los votos sea
en un momento una “victoria de m…da” cuando es de la oposición y luego sea la
“victoria perfecta” del obrerista que nunca trabajó.
Ese mal que hace que el régimen critique a la oposición
porque decidió postular a las esposas de los alcaldes derrocados mediante un Coup
d'État del TSJ, pero que le parece
valido que el difunto hubiese decidido quien era su heredero.
Es el mismo síndrome que hace que un sector de los
venezolanos afectos al desgobierno crean que los colectivos, círculos o como
quieran llamarlos, no están armados y que son una especie de Ositos Cariñosos
dirigidos por Pintosito.
Es ese Síndrome de Venezuela que produce que en la reunión entre
los dos regímenes, el que gobierna y el que se le opone, uno de los expositores,
porque eso no fue un diálogo, dijo que nunca los militares darían un golpe de
estado para poner a un civil a gobernar y llamó lerdo (algo así como nombrar la
soga en la casa del ahorcado) al civil que lo creyera. Claro supongo que no se
refirió a Rómulo Betancourt quien no solo creyó que los militares darían un
golpe y se lo entregarían a un civil, en 1945.
Parece que los únicos que no han caído en las garras de ese
síndrome son los estudiantes que siguen exigiéndole al secuestrador que libere
a la secuestrada Venezuela, que redima a los presos y exiliados políticos, que
reconozca que las minorías existen tanto como las mayorías, para luego sentarse
a conversar de paz.
Quisiera que este 19 de abril, que cae en Semana Santa como
aquel hace 204 años, surgiese un estadista que reconociera su fracaso y
decidiera marcharse, pero deseos no empreñan y lo que queda es mantener alzada
nuestra voz para que menos gente permanezca en las fauces del Síndrome de
Venezuela, perdón de Estocolmo, que es como el colmo.
Llueve… pero escampa
Bueno en este país con tantos Vicente Emparan cercanos al que ha fracasado no sabemos qué pueda pasar. A lo mejor le quieren ahorrar el bochorno en público
ResponderEliminarLo importante estimado amigo es que lo haga en público o en privado pero que lo haga
EliminarAquel 19 de abril, hace 204 años y durante Semana Santa se produjo tal manifestación porque hubo un vacío de poder. Actualmente tenemos un poder vacío; sin contenido democrático, pero con los bolsillos repletos de dólares.
ResponderEliminarExactamente Rafael, amigo mío, están enquistados en el poder solo para llenarse los bolsillos y la democracia solo les preocupa en sus formas.
EliminarComo en todo secuestro colectivo hay dos dos tipos de individuos, los que adaptan consciente o inconscientemente para sobrevivir o aquellos que no pierden la lucidez y mantienen que el objetivo es alcanzar la Libertad. Es evidente, que en ese último grupo destacan los estudiantes y algunas individualidades que mantienen viva esa brasa de la LIBERTAD.
ResponderEliminarHernando gracias por tu acertado comentario, hoy más que nunca necesitamos de aquellos que no pierden el norte, cual brújula, para orientar a la sociedad venezolana
EliminarCaramba profesor, realmente se lucio con este articulo. Que enfoque tan satirico y cientifico. Un simil definitivamente brillante, para explicar el porque hay venezolanos felices de su miseria.
ResponderEliminarGracias por tu comentario y por tus palabras. Lamentablemente cada vez menos gente le interesa aprender de los errores del pasado
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