lunes, 21 de agosto de 2017

Suicidio colectivo

Por Miguel Yilales

@yilales

La política tiene por finalidad la preocupación por el interés colectivo, la generación de la mayor suma de felicidad posible y la procura del desarrollo de un Estado, planteamientos utópicos que se han vuelto realidad en países que, 4 décadas atrás, estaban peor que la Venezuela, que Sanín bautizase, saudita.

Luego de miles de desaciertos, de un excesivo clientelismo partidista y de un ataque inclemente contra los golpes de timón que hubiesen permitido dejásemos de dar tumbos, corregir el rumbo y tener algún norte, caímos en el más profundo abismo porque a unos oportunistas les dio por saltar en bungee (sin cuerda elástica) para arruinar a un país, destruir una economía emergente y depauperar un entramado social, que lejos de aproximarnos al desarrollo de la Arabia Saudí del siglo XXI nos transportó en retroceso y a “paso de vencedores” a los niveles de Burundi.


Por el accionar de muchos y por la inacción de otros, Venezuela entró en barrena: cuando se hablaba de más democracia lo que se instauraba era más autoritarismo; cuando se pedía mayor coherencia política lo que se avecinaba era mayor politiquería barata; cuando se requería mayor preparación surgieron especímenes que hicieron de la improvisación su bandera y cuando se exigía un verdadero accionar de liderazgos lo que obtuvimos fue telepolíticos, radiopolíticos y, ahora, social media políticos que son una mezcla de Aristóteles, Betancourt, Churchill, García-Pelayo, Rousseau y Roosevelt sin la episteme, la praxis, el discurso y el compromiso de aquellos.

Pseudopolítico y protopolítico

Por un lado nos llenamos de pseudopoliticos que se han leído algunas carátulas de libros, que se llaman libre pensadores pero que les molesta crítica, que son come candela contra otros opositores pero condescendientes con el régimen, de esos que exigen más protestas pero que nunca han participado en alguna para no convalidar a los convocantes, que no se atreven a convocar porque no convocan a nadie, no alientan multitudinarias protestas porque nadie las acata y que perjuran son políticos de masas porque a su alrededor se han conformado sectas de adoradores y aduladores. 


Y por el otro lado surgieron unos protopolíticos (protozoarios políticos o políticos protozoarios, el orden no importa) que son expertos en pedirle a los demás inmolaciones que ellos no están dispuestos a hacer; son los que quieren ver a los jóvenes sacrificar su futuro pero que a las primeras de cambio sacan del país a sus propios hijos por seguridad; son los que claman por más socialismo del bueno pero se dan vida de sultán saudita; son los que implementan una educación sesgada y de dudosa calidad pero encuentran “becas” a dólar preferencial para garantizar su permanencia en México o en Australia (sin alusiones a los nietos del secuestrador de Niehous) y son los que hablan de austeridad con una sonrisita burlona de psiquiatra pervertido (no me refiero a burgomaestre alguno) pero viajan en aviones de PDVSA como si eso no fuese peculado de uso.

Es el momento de la política

De ahí es que se les ocurren genialidades para justificar sus “ismos”, que a final de cuenta son tan malos como los otros “ismos”. Pretender que se puede implementar un socialismo en que solo se reparte la miseria es tan perverso como proponer un capitalismo que darwinianamente opte por los que nacieron con más oportunidades y no por los más aptos, en especial en un país en que el desequilibrio social está tan marcado. En realidad todos son criminales que azuzan, piden sangre y manipulan con el cuento de que quien no les siga el juego es un colaborador o un pitiyanqui.


Es el momento de la política, por lo que desenmascarar a Nicolás Maduro no puede ser un fin en sí mismo sino un medio para execrarlo del poder como consecuencia de la planificación, la organización y la acción política coordinada. Luchar con las armas de la democracia, aunque el régimen sea dictatorial, déspota y atrabiliario, nos permitirá imponer nuestras reglas sin atajos de dudosos resultados (endógeno o exógeno), y aunque sepamos que ir a las elecciones no los acabará, nos permitirá activar la calle, salir del desánimo inducido por unos dirigentes que crearon falsas expectativas y procurar la estrepitosa caída que anhelamos, lo demás es suicidio colectivo y, en lo particular, no tengo vocación de mártir para que unos vivos se llenen de glorias o para allanarles, a otros, el camino a exilios dorados.

Llueve... pero escampa

1 comentario:

  1. Soy demócrata y lucharé con la poca arma de la democracia que tengo, si es que el régimen no cambia de idea y suspende las elecciones.

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