Por Miguel Yilales
@yilales
En nuestro país no pegamos una. Siempre que
estamos mal, hay algún giro que nos lleva a un peor nivel. Olvídense de
Guatemala porque desde que llegó la plaga destructiva del chavismo pasamos a
ser Venepeor. Nuestros índices económicos, sociales y políticos nos ubican como
lo más pauperrimo en libertades, derechos humanos y ambiente democrático, es
decir, Haití tiene más calidad de vida que esta maltrecha republiqueta.
Devastados sin necesidad de estar en la
ruta de los huracanes que azotan el Caribe y que a cada rato terminan en la
costa norteamericana o en el Golfo de México; destruidos sin que suframos los
movimientos telúricos de las fallas tectónicas que van desde Chile hasta
California o que tengamos esos volcanes que, de tiempo en tiempo, cubren el
paisaje de humo, cenizas y alguna que otra lenguarada de lava.
Cualquier ciudad del país se encuentra
llenas de huecos, con puentes cuyas juntas de expansión parecen escalones, con
edificios recién construidos que ya están deteriorados, resquebrajados y a
punto de desplomarse como consecuencia de haber empleado materiales de quinta
(república); parques nacionales, que ni son parques ni son nacionales, convertidos
en desérticos espacios como consecuencia de un régimen ecológicamente coprófago.
Es que la desolación que se visualiza en las metrópolis que han sido afectadas
por desastres naturales es nuestro modo de vida, que los monumentos hayan
transmutado en refugios de desahuciados sociales es nuestro paisaje cotidiano y
que la gente hurgue en la basura es nuestro pan de cada día.
Busca el culpable
La llegada de Hugo Chávez y sus pichones de
dictadores al poder dio al traste con cualquier vestigio de desarrollo, destruyó
la democracia que conocíamos para implementar una dictadura a la medida del establishment
surgido de una cúpula militarista, corrupta, narcotraficante y delincuencial
que no descansaría hasta pisotear nuestra ciudadanía y despilfarró los mayores
ingresos que nación alguna haya tenido desde que el petróleo es petróleo.
Pero tempranamente (para muchos tardíamente)
lo sorprendió la muerte por lo que la banda que lo acompañó desde 1992 asumió la
misión de concluir su legado, de destruir lo que quedase en pie, de subyugar a
los venezolanos para que los negreros del siglo XXI (que regentan la isla
cubana) dirigieran sus destinos, de subastar el país al mejor postor (estuviese
en las estepas rusas o detrás de la Gran Muralla) y de culpar de todos nuestros
males a los malucos y perversos gringos.
Luego de 18 años en el poder, de pulverizar
todo a su paso, de acabar con el suministro de medicinas, de desaparecer la
comida de los anaqueles, de permitir la reaparición de enfermedades endémicas,
de construir un narcoestado, de perseguir a todo el que pensase distinto, de
transmutar a las instituciones en esperpentos apéndices de la dictadura y de
convertirnos en el único país exportador de petróleo que no tiene gasolina para
el consumo interno resulta que el responsable es “Donal Trun” (según Maduro así se pronuncia, necio yo que decía
Donald Trump).
Con visión de futuro
No importa si el Despacho
Oval ha sido ocupado por 4 norteamericanos distintos, que hayan transcurrido 6
administraciones diferentes o que demócratas y republicanos se alternasen en el
poder mientras que aquí se instauraba una dictadura porque quién asumió la
presidencia en EEUU desde enero de 2017 es responsable de que el precio del
petróleo bajase, de que el proyecto ferroviario se convirtiera en un gran
elefante rojo, de que Odebrecht corrompiera a los “inocentes” líderes
chavistas, de que se desborde el Lago de Valencia, de que el agua salga marrón
por las tuberías, de que el servicio eléctrico sea deficiente, de que tengamos
la peor conexión a Internet, de que los sueldos mensuales de los venezolanos
equivalgan a una hora de trabajo en EEUU y de que todos los gobiernos
occidentales vean con ojerizas a los chavistas porque son tan demócratas como
Stalin, Milosevic o Mao.
Es que Trun (mi hijo me
dice que es Trump), todo un visionario, le puso el ojo al país desde 1995
cuando una venezolana se involucró en uno de sus negocios y por eso se obsesionó
con ser presidente para cobrarse lo de Alicia Machado y de ñapa destruir al
Socialismo del Siglo XXI... lo cierto es que todo comunista, que se precie de
serlo, siempre culpará a otros de sus ineptitudes e incapacidades y Nicolás
Maduro no iba a ser la excepción.
Llueve... pero escampa
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