Miguel Yilales
@yilales
Hablar de farándula y política sin lugar a dudas no
tiene nada de raro en nuestros tiempos. La relación no es ajena.
Las discusiones de altura
política que podíamos encontrar entre Rómulo Betancourt y Gustavo Machado o
entre Jóvito Villalba y Raúl Leoni o entre verdaderos diputados, no los
misérrimos de hoy, desaparecieron.
Los debates actuales llegan
a terrenos baladíes que no se vinculan a proyectos de ley y materias afines; las
discusiones pasan a ser cuestión de egos, dimes y diretes; las declaraciones están
fuera de contexto y se hace todo lo posible por enlodar la imagen más que
confrontar las ideas. Todo pasó a ser un cotilleo de farándula.
¡Pero por qué extrañarse!
En el imperio, país de ensueño para muchísimos revolucionarios de roja
conciencia y para otros no tan encarnados que también se rinden a los pies de
Mickey Mouse, el histrionismo se apoderó de la política.
Los norteamericanos
llevaron al Despacho Oval en el Ala Oeste de la Casa Blanca a un actor, Ronald
Wilson Reagan, que hasta saltatalanquera fue al haber militado en el Partido Demócrata
y en el Republicano o al sempiterno exterminador, Arnold Shwarzenegger, quien
gobernó California, con el único historial político de tratar de destruir, en
la ficción, el futuro de la humanidad.
De Irenelandia a Chavezlandia
Lo más llamativo es que algunos
personajes de la farándula criolla quieran seguir ese ejemplo.
Sabemos que Venezuela es
un país eminentemente farandulero, donde nos debatimos entre las mujeres
bonitas, la política y el petróleo.
Desde que la Política la
dejaron de hacer verdaderos políticos, formados y educados para ello, nada tuvo
de extrañar que actrices y actores, locutores y animadores, presentadores y
entrevistadores, dueños de medios, personajes del cine o reinas de belleza
terminaran ejerciendo cargos políticos de elección popular.
Ejemplos sobran, el más
emblemático de todos fue el caso de Irene Sáez, cuyo gobierno en el municipio
Chacao fue bautizado como "Irenelandia", lo cual hizo que hasta
algunos gurúes de la política, vieran en ella cualidades para dirigir las
riendas de un país que atravesaba, y aun lo hace, una profunda crisis moral.
Pero ella no fue la
pionera. El original en este rumbo de mezclar el mundo farandulero con la
política fue Renaldo José Ottolina Pinto, Renny Ottolina, quien para 1977
tomando en cuenta el poder de convocatoria que tenía por su labor televisiva, decidió
lanzarse como candidato presidencial, con miras a las elecciones del año
siguiente, aspiración que se vio truncada en el insólito y trágico accidente
aéreo que le sesgó la vida el 16 de marzo de 1978.
Pero con la llegada al
poder del adecentamiento político que representó el hoy comandante eterno,
supremo, único e irrepetible en toda la historia patria, solo equiparable al Libertador,
la historia cambió.
La farándula solo podía
estar asociada con las gloriosas declamaciones o las melodiosas interpretaciones
del Líder de la Revolución, que de seguro hubiesen hecho palidecer a Andrés
Eloy Blanco o a Don Pedro Vargas.
Por esta vía no solo el
Parque del Este perdió su epónimo, el complejo hidroeléctrico de Guri ya más
nunca usó el nombre de Leoni y los buques petroleros fueron rebautizados para
borrar lo palurdo de llamarse como reinas de belleza.
En parques, autopistas y
cualquier lugar era necesario suprimir la Venezuela civil y dejar la Venezuela
heroica.
Pantallería en Revolución
Pero ese aporte revolucionario
parece que murió con el líder. Hoy no solo se plantea la necesidad de bautizar
parques, calles, plazas, esquinas y pare usted de contar, con su nombre, sino
que a falta de un gobernante mediático, cantante ¿? y declamador ¿? el heredero
se hizo rodear de peloteros, animadores y cantantes para postularlos a
burgomaestres.
Ahora en época de
revolución, sí podemos decir que en Venezuela al acabarse los enroques de
siempre, lo importante no es el talento, la intelectualidad, la formación en la
gestión pública, sino que basta con la exposición en pantalla, es decir, la
pantallería de algunos candidatos.
El pensum de las academias
de actuación y modelaje de seguro enseñan sobre política y manejo del Estado,
que en algunos casos hasta exime, a algunos pantalleros, de la educación
universitaria sobre la materia.
En fin, es la Venezuela en
que la farándula puede más que la política, porque hay más telespectadores pegados
a la pantalla, que ciudadanos involucrados en el ejercicio político.
Llueve… pero escampa
Profesor, definitivamente quieren ocultar la destrucción del país con farándula. En otras palabras circo sin pan. Excelente articulo . Un abrazo
ResponderEliminarTodo un documento de las travesías faranduleras de nuestra amada política Venezolana!!! Excelente!! Gracias por compartirlo!!
ResponderEliminarDellys!
EliminarExcelente profesor, esa novela que hoy están tratando de armar, para distraer la atención mas temprano que tarde llegara a su fin, y los que fueron artistas en una oportunidad lo saben,un protagonismo así dura poco... Saludos
ResponderEliminarYo estoy claro, ahora la mejor manera de postularse a un cargo de elección popular es haber sido presentador de TV. La cosa es que soy muy feo para que me seleccionen en un casting.
ResponderEliminarZapato a su zapatero! Ese es un dicho milenario que aqui en Venezuela pierde vigencia desde que un chófer de metro es presidente, luego de eso lo que aun sorprende es el descaro de ellos mantenerse en el poder y hacer historia con el circo mas grande que el Soleil y con la ineptitud mas grande de no saber gobernar... Y es que es mucho camison pa' Petra
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