Miguel Yilales
@yilales
En estos días se empezó a correr el rumor que
un grupo de venezolanos del occidente del país estaban irremediablemente
dispuestos a agarrar sus bártulos y dirigirse a la capital de la República a
derrocar al presidente, quien llegó al poder mediante unas elecciones amañadas,
con sobrado ventajismo y empleando a las fuerzas militares y milicias para
amedrentar a los electores.
Este pudiese ser la narrativa de los tiempos
que corren en Venezuela, pero el relato corresponde, con cierta libertad de
quien esto escribe, a los acontecimientos de 1899, cuando la Revolución Liberal
Restauradora pasó por el Táchira, con andinos en sus filas, dispuestos a acabar
con las injusticias impuestas por un gobierno centralista que en detrimento de
las regiones, había impuesto Joaquín Crespo y su títere Ignacio Andrade.
Cuando Cipriano Castro decidió invadir
Venezuela, para hacerse del poder, se rodeó de 60 andinos y se dirigió a
Caracas, para restituir la Constitución Nacional, la cual estaba siendo violada
por quien ejercía el poder.
Antes de decidirse a ir a Caracas, Castro
mantuvo sitiada San Cristóbal durante casi un mes. Su periplo lo llevó a
recorrer los estados andinos e infringirles derrotas tras derrotas a los
ejércitos locales, que en cada estado obedecía al gobernador y este al gobierno
central. Algunos dicen que el tesón y conocimiento de la zona fue lo que generó
éxitos, pero nadie explica como ganaron adeptos en los llanos y en el centro,
hasta lograr la capitulación del régimen a los 5 meses de iniciada la
expedición.
Arorró
mi niño
Ahora uno puede entender porque en las esferas
del poder la preocupación que puede haber por esa proclama que desde la “Ciudad
de la Cordialidad” han lanzado, para señalar que de no haber rectificación del
régimen que dirige el procónsul de los Castro (los de Cuba), ellos se trasladarían al centro
del país.
Es como para poner a más de uno a dormir como
un bebe, no por la placidez con la que los infantes pasan la mayor parte del
tiempo, sino por el descontrol en los esfínteres que hacen que haya que
cambiarles los pañales después de cada ingesta alimentaria.
Y no es para menos, porque cuando los andinos
llegaron al poder, se quedaron por más de medio siglo con las riendas del
poder. Por la casa de Misia Jacinta, el Palacio de Miraflores, pasaron no solo
Castro, sino que estuvo Juan Vicente Gómez durante 27 años, además López
Contreras, Medina Angarita y Pérez Jiménez otros 20 años.
Los patiquines caraqueños de la época pensaron
que los andinos eran flojos, inferiores y de escaso nivel intelectual, por eso
les acuñaron el término despectivo de “gocho” relacionado con la voz con que se
denominan a los cerdos coloquialmente desde 1734 según Real Academia Española
de la Lengua. Lo que no se imaginaron que esos gochos eran disciplinados,
trabajadores y comprometidos con una causa.
El apelativo ha tenido un significado polémico
en prácticamente todo el territorio nacional. Para algunos una muestra de
cariño y para otros un insulto.
Aurinegros
para Venezuela
Luego de los acontecimientos de las últimas
semanas, cansados de los abusos del poder, sometidos a racionamiento de
combustible para eliminar un contrabando de extracción que tiene sus orígenes
en quienes son llamados a evitarlo y no en el ciudadano de a pie, afectados por
el paramilitarismo que se ha instaurado en la zona en conchupancia con los
grupos subversivos colombianos y la venia de las autoridades que han gobernado
el país por los últimos 15 años, decidieron alzar su voz y actuar.
Inmediatamente empezaron a aparecer lemas como
“engochate”, “despierta el gocho que hay en ti”, “todos queremos ser G8’s” a lo
largo y ancho del territorio nacional.
No es un sentimiento despectivo. Es de orgullo
por saber que hay venezolanos que les importa el país, que tienen dignidad, que
están dispuestos a sacrificarse para evitar que la arbitrariedad, el abuso, la
ignominia, la represión y la tortura se instauren en el país.
Ante un régimen que pretende la humillación de
los ciudadanos, que cierra las vías institucionales y cercena la constitución,
la protesta cívica es lo que le queda al pueblo para hacerse respetar.
Si quienes hoy están en el poder conocen la
historia como dicen que la conocen, y les anuncian que ahí vienen los gochos, que
somos todos, debieran estar preocupados, porque la intención es “luchar hasta
vencer”. A los Andrade del siglo XXI lo que les queda es arrancar, porque
pescuezo no retoña.
Llueve… pero escampa
No hay comentarios:
Publicar un comentario