Por Miguel Yilales
@yilales
En política, y más en la criolla, todo se
mide en traiciones, traidores y traicionados. Al buscar cualquier capítulo de
nuestra historia encontraremos quienes los explican desde esa acera. Es que
resulta más sencillo tomar el atajo de justificar los errores o los aciertos si
se tilda a los demás con el epíteto de traidores.
Por esa vía tenemos que Francisco de
Miranda traicionó la independencia al capitular frente a Monteverde cuando todo
estaba perdido, Bolívar traicionó a Miranda al entregarlo y salvarse con un
salvoconducto que lo llevó a Cartagena de Indias aunque muy pocos mencionan que
todo comenzó cuando en medio de la juerga, eso que hoy llaman echarse palos,
perdió el Castillo San Felipe en Puerto Cabello, José Antonio Páez traicionó al
Libertador aunque, en honor a la verdad, somos venezolanos gracias a la Cosiata
y a la separación de Colombia. El resto del siglo XIX se midió en traiciones
entre conservadores y liberales.
El siglo siguiente no fue diferente. El
andino Gómez traicionó a su compadre y paisano Castro cuando este se fue a
Europa a operarse de la próstata, Betancourt le metió su zancadilla a los
militares en el 45 y estos le devolvieron la trastada pero al otro Rómulo,
dicen que Pérez Jiménez se llevó por los cachos a su compañero de armas, que
Carlos Andrés Pérez siempre estuvo rodeado de traiciones y conspiraciones hasta
en su propio partido, que los comunistas venezolanos se fueron a las armas para
traicionar a todos y que al final los militares terminaron conspirando entre
ellos mismos para quedarse con el poder e instaurar una ineptocracia,
narcotraficante, revolucionaria, socialista y profundamente chavista.
Traidores y sus traiciones
Dos de los más grandes
ciudadanos de la historia, según mi humilde opinión, fueron acusados de
traidores por su accionar político: uno saltó la talanquera en algunas
ocasiones y fue electo al Parlamento Británico como representante de los
conservadores y de los liberales y el otro fue presidente en dos ocasiones,
acusado de asesino de estudiantes (que en realidad eran combatientes alzados en
armas y asaltantes de cuarteles que no fueron recibidos con confeti) y de haber
asaltado el erario aunque al morir sus millones sólo se encontraron en su obra
escrita, en sus prolíficos artículos periodísticos, en su magnífica colección
epistolar y por haber pensado, ideado y construido una sociedad con conciencia
política.
Fíjense que en la actual
coyuntura política, que ya llega a la mayoría de edad, aún hay quienes en lugar
de proponer acciones coherentes se van por las ramas y se quedan en
manipulaciones banales tales como que ejercer o no el derecho al voto
(dependiendo del interlocutor) es un acto de traición porque todo se
circunscribe a catalogar a los demás de Judas y a sus ejecutorias de
traiciones.
Hay quienes aseveran que sí
votas eres un desleal que se ha confabulado con las cúpulas podridas de los
partidos políticos para darle una bombona de oxígeno a un régimen moribundo,
aunque haya muertos que gocen de salud,
en especial si esta apoyado en las armas, de ipso facto te transmutas en
un infiltrado en la lucha que se libró desde abril sin importar que esta no se
limite exclusivamente a solo 4 meses ni que lleves confrontando a los chavistas
desde su génesis en 1992 y además, por arte de magia, cometes felonía con el
sacrificio de los presos políticos como si la abstención los fuese a dejar en
libertad, con los asesinados por los organismos de seguridad del Estado como si
estos no se remontaran a la incursión armada de Hugo Chávez y su caterva de
delincuentes y con la diáspora que emigró en búsqueda de un futuro como si su
sacrificio, que lo es, fuese el único cuantificable.
Nada de dilemas
Es que a nosotros se nos
hace más fácil encontrarle lógica a los planteamientos viscerales que a los
argumentos intelectuales. El sistema electoral venezolano está diseñado para
que la mayor minoría sea la que decida. El voto es un derecho (voluntario) y no
un deber (obligación) por lo que la abstención, el voto nulo y el voto blanco
no tiene la efectividad de otros sistemas, no hay doble vuelta electoral que
obligue a coaliciones, no funciona el sistema de la mayoría ni se requiere mínimos
de participación para que sea legal una elección. En esas condiciones solo
queda participar para que otros no decidan por ti... lo demás son pendejadas
dilemáticas entre votar y no votar.
Llueve... pero escampa
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