Por Miguel Yilales
@yilales
Una de las expresiones más comunes de los últimos
años es la sirve de título a mi artículo de la semana. La puedes escuchar en
cualquier esquina, autobús o en la barra improvisada de alguna casa de vecino,
no importa si se trata de un lego de la política, de un avezado docto o de uno
que otro tecnócrata que, por haberse especializado en materias económicas o
administrativas, les da por opinar y disertar, con la autoridad de quien usurpa
a un numerario en el Palacio de las Academias, de historia, política, medicina,
lengua, ciencias, estadísticas y hasta del arte culinario. Lo que nunca aclaran
es como es que se sale de ella.
Hay algunos más osados que instan a los demás
a “salir a la calle y no regresar hasta que se vaya el tirano” pero a las
primeras de cambio dan sus paseíllos por Central Park en Nueva York (ni
de lavativa es por el de la Av. Bolívar) porque tienen que educar al mundo y
sus alrededores sobre “cómo regresar a la democracia” sin haber aportado nada a
la nuestra o por el contrario son los que trabajaron ardientemente para
instaurar la tiranía pero visitan Orlando, Las Vegas, Washington, Lima, Buenos
Aires y Santiago, con la misma solvencia de un boliburgues, para abonar el
terreno que le permita clamar por protección y asilo político.
Productores de VTV
Recuerdo que durante una de las miles de
protestas que se dieron este año en Venezuela (venía de tragar gas lacrimógeno aunque en realidad huía
de los esbirros y sus prácticas
de fusilar a quemarropa), casualmente me encontré
a uno de esos comecandela paseándose por estas calles. Él (como muchos otros)
es de los que propugnan la salida con sangre, de los que le han prendido todas
las velas a San Ejército, Santa Armada y Santa Aviación (no a la Guardia
Nacional por su militancia en las filas del Lucifer de Sabaneta y su heredero)
para que actúen por ser la solución aunque en realidad sean el verdadero
problema, de los que desean que se produzca un estallido social que arrase con
el país pero sin que lo afecte a ellos y de los que hacen llamados estentóreos
para que los demás boten espuma por la boca pero que no participa en protestas,
no marcha ni se sacrifica porque, en su humilde entender, todo lo que no haya
surgido de su mente es colaborar con los vendidos de la MUD y su estrategia
para atornillar a Nicolás.
Estos críticos
son tan arrechos que al oír su habladera de pendejadas, materia en la que se
hacen acreedores de un PHD con honores, provoca firmar una petición para que
les den un segmentofijoen
alguno de los bodrios que transmite el “equilibrado” canal de “Todos los
Venezolanos”, actúan como asalariados del chavismo: se quejan pero no
protestan, no trabajan pero quieren que los mantengan, llaman a la abstención
aunque saben que no aporta a los resultados y desean ser testigos de la implosión
de la oposición. Son unos genios de las pistoladas incapaces de reconocer que
las acciones politicas nos visibilizaron ante el mundo, que allanó el camino
para las sanciones y el enjuiciamiento a los violadores de derechos humanos, el
reconocimiento internacional de la Asamblea Nacional y el desconocimiento del
parapeto prostituyente.
Hay que construir la salida
Para salir de las dictaduras se requiere
que confluyan varios elementos: las ganas, las acciones para deslegitimarlo y
lo imponderable. Gómez no salió, a pesar de los deseos de vivir en libertades,
que los jóvenes protestaran (surgió la Generación del 28) ni de acciones
militares, solo la muerte de El Bagre (a veces la muerte no es la solución y
para muestra el último botón) dio paso a las transformaciones, en cambio para
salir de Pérez Jiménez se requirió, además de la voluntad de la iglesia, de los
estudiantes en la calle, de los políticos en la clandestinidad, de exiliados
serios y de un proceso electoral fraudulento, de su huida en la Vaca Sagrada.
Las dictaduras no salen con votos, ni
siquiera la de Pinochet, puede ser verdad pero son los votos de los ciudadanos,
junto a sus ejecutorias, los que terminan de deslegitimarlos. Si nosotros no
entendemos qué hay que obligarlos a saltarse a la torera las normas es porque
no hemos aprendido nada de la naturaleza atrabiliaria del régimen. Se vota no
porque vivamos en democracia sino porque es la herramienta conque contamos los
demócratas, cuál escavadora del
Metro, para construir la salida del túnel que nos libere de Maduro, mientras
tanto seguiremos oyendo pendejadas.
Llueve... pero escampa
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