Miguel Yilales
@yilales
Luego de los hechos de febrero de 1989 y de
febrero de 1992, los periodistas José Vicente Rangel y Andrés Galdó, en sus
columnas “Los hechos y los días” y “Laberinto”, se dieron a la tarea de
denunciar el manejo de 250 millones de bolívares de una partida secreta del
Ministerio de Relaciones Interiores.
Carlos Andrés Pérez fue acusado por
malversación y peculado, que implicaba la utilización indebida de fondos del
Estado y por 250 mil bolívares fuertes fue destituido.
Si hiciésemos un ejercicio veríamos que ese
monto hoy serviría para comprar un auto compacto, un apartamento en pésimas
condiciones o 2 televisores plasma de 64 pulgadas.
Nadie parece recordar que el cargo
fundamental que, en definitiva, se formuló, no fue otro que haber financiado
una misión policial que viajó a Nicaragua para contribuir con la seguridad
personal de la presidenta electa Violeta Chamorro, y que entre los comisionados
estuvo un conspicuo (no por ilustre) diputado, exalcalde y expolicía con
problema de dislalia selectiva del fonema “r”, que hoy se muestra como adalid
de la lucha contra la corrupción.
Yo
te aseguro que yo no fui
Desde el año 1995 la organización
internacional Transparencia Internacional publica el Índice de Percepción de la
Corrupción que mide los niveles de percepción de corrupción en el sector
público, entendiendo a ese flagelo como «el abuso del poder encomendado para
beneficio personal».
De 180 países evaluados ocupamos los
últimos lugares de la mano de Corea del Norte, Somalia, Afganistán, Iraq,
Turkmenistán, Uzbekistán, Myanmar, Sudan y Haití. Todo un club de naciones
honestas y democráticas.
Hay quienes creen que la corrupción se
puede enfrentar por decreto. Otros juran que son prístinos paladines de la
lucha contra la corrupción, como si nunca hubiesen ejercido un cargo público y
sus gestiones no fuesen de dudosa ejecutoria.
Cada vez que se escucha, a quienes han
gobernado y abusado del poder de manera absoluta, que ellos no son los
culpables de la corrupción, es como sí se escuchara una versión particular de la
canción de Pedro Fernández en la que jura que él no fue, en especial si dicen
“cositas malas de mí”.
Ahí
va el ladrón
El argumento usado para la solicitud de la
Ley Habilitante es que servirá para la lucha contra la corrupción y quien no
esté de acuerdo con ella es un corrupto. Nadie en su sano juicio se opondría a
acciones concretas de sanidad administrativa, pero como la oposición ha
solicitado que se destapen las ollas de los guisos rojos cuyo hedor pulula por
doquier y no estar de acuerdo con la habilitante, se le acusa de deambular en galimatías.
Los adecos no gobiernan desde la
destitución de CAP en 1993, los copeyanos desde 1984 cuando Luis Herrera
Campins entregó el poder, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo nunca han regido
el país. Desde 1998 estas organizaciones sí acaso han administrado algunas
alcaldías y gobernaciones, pero son los responsables de la corrupción “doja, dojita”
(Bernal dixit).
Hay que ser prestidigitador para decir que
los niveles de corrupción que vive el país, luego de 15 años gobernados por la
revolución, es culpa de Pérez, Caldera, Lusinchi, Herrera, Leoni o Betancourt.
Si existiese la mínima intención de lucha
contra la corrupción debieran iniciar por nombrar a los magistrados del TSJ
cuyos cargos son usurpados por suplentes con período vencidos, nominar al
Contralor General de la República que está en un interinato desde el fallecimiento
del titular y designar a los Rectores del CNE cuyo período feneció en mayo de
este año. Esas vacantes o interinatos son una forma de corrupción.
Asimismo debieran investigar todas las
formas de nepotismo que se ve en el gobierno, desde el florismo pasando por el
nicolasismo, porque contratar a un hijo, un sobrino, los hermanos o los primos con
cargo al erario público también es una forma de corrupción.
De igual manera revisar los saltos de
talanquera de diputados como William Ojeda, Ricardo Sánchez o del 99, los
cuales son otra forma de corrupción.
Estas y otras serían una buena señal para
demostrar que hay intenciones para derrotar la corrupción, lo demás es un
burdo, torpe y rustico show de la roboilusión, que es la principal forma de
corrupción.
Hasta ahora los gritos estentóreos,
histéricos y convulsivos, que desde la Casa de Misia Jacinta señalan que se
combatirá la corrupción, solo sirven para indicar, como en el cuento aquel,
“ahí va el ladrón”.
Llueve… pero escampa
Me da como dabia leed de la codupción
ResponderEliminarjajajaaa Ayer, a la hora del almuerzo, lo vimos un ratico en la ofi con Vladimir y... ¡Ta ta ta taaaannnn! Algo se hizo, pero el sujeto ya no articula como antes... ¡Cuánto daría por saber qué se hizo y con quién! (creo que si él lo superó, será excelente para futuros participantes del CURL con el mismo problema...) O.O
ResponderEliminarExtraordinario artículo mi siempre estimado profesor. Más claro imposible. LLueve pero escampa, que así sea.
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