Miguel Yilales
@yilales
Desde que se emitiera la primera comedia de situación (sitcom) de la historia, protagonizada
por Lucille Ball y Desi Arnaz, “I love
Lucy”, hasta nuestros días las relaciones de autoridad y de amor
(entendiendo este último también como lucha de poderes) han marcado el camino a
seguir de los guionistas.
Cuando empezábamos a vivir los estragos de los errores por
el desconocimiento de las leyes básicas de la economía que nos llevaron al
Viernes Negro y que aun hoy padecemos por la incapacidad de quienes hoy
gobiernan, la televisión nos deleitaba con lo que vendría a ser uno de los sitcom más exitosos de finales de los años
80.
RCTV transmitió durante 8 años, 196 capítulos de la serie protagonizada
por Tony Danza, un ex jugador de Grandes Ligas que trabajaba como ama de llaves
de una ejecutiva de publicidad, interpretado por Judith Light.
Por supuesto hablo de aquel seriado ¿Quién manda a quien? en
la que no se sabía si el empleado o la empleadora llevaban las riendas de la
relación laboral, y hasta amorosa, entre ellos. 20 años después en Venezuela
nos encontramos con la puesta en escena de esa comedia.
Soborno, censura, farándula
militar y felicidad suprema
En días recientes quien dirige los destinos del país, hasta
que se dirima ese don de la ubiquidad de su nacimiento, realizó cuatro actos
administrativos que reflejan que en Venezuela no se sabe quien es el jefe, ni
quién manda a quién.
En primer lugar presentó ante la Asamblea Nacional un
proyecto de Ley Habilitante para la lucha contra la corrupción, lo cual es un oxímoron
por ser este uno de los regímenes más putrefactos de la historia venezolana, para
lo cual no cuenta con los votos para su aprobación pero hace maromas para
comprar la conciencia, es decir sobornar, al diputado 99.
En segunda instancia creó por decreto el Centro de
Estrategia de Seguridad y Protección de la Patria (Cesppa), cuyo fin ulterior
es determinar que puede ser publicado por la prensa y que en principio debía
reportarle a una “Dirección Político Militar de la Revolución Bolivariana”,
organismo que solo existe en la mente de ñángaras castristas trasnochados.
Asimismo dio a los militares el control de un canal de
televisión y los puso a administrar un banco universal, como si no fuese
suficiente las veces que han quebrado el Sistema de Ahorro que opera el IPSFA
(SISA) o su función fuese el show
bussines del entretenimiento.
Y finalmente instituyó un viceministerio cuya denominación
lo hace a uno creer fielmente que la suprema felicidad es cuestión de insania
mental de quien se lo propuso a Nicolás Maduro, porque no debió haber sido idea
de quien reconoció ante la Asamblea Nacional que hay situaciones como el cadivismo
(sic), la corrupción, la escasez, la inseguridad, que nos aleja a años luz de
la Suprema Felicidad Social.
Incapacidad y
desatino
Pareciera que hay un comité político militar que nadie
conoce y nadie ha visto; pareciera que hay militares en todas las instancias
del poder participando en las decisiones, que por los resultados no han sido ni
eficientes, ni eficaces; pareciera que hay un pajarito con acento caribeño (en
sentido figurado, no como el que revoloteaba y trinaba en la iglesia) que toma
las decisiones y que los nombres ministeriales que se le ocurren “no dan pie
con bola”; pareciera que se permite que en La Casona, residencia presidencial, habiten
quienes no le corresponde no vaya a ser que se descubran cosas con la estirpe que
maduren un desalojo sin aviso y sin protesto.
Que en un solo día los afectos al gobierno nacional cierren
las vías para que los trabajadores de la gobernación de Miranda no lleguen a
Caracas, que los militares no enchufados del 4-F que debieron ser reenganchados
por decreto presidencial protesten frente al TSJ por incumplimiento de lo
prometido, que el gobierno imponga una fascista campaña con su guerrilla
comunicacional en la que someten al escarnio público a líderes de la oposición
y que un descabellado diputado amenace y se jacte de decir que espía y persigue
a la oposición, solo es sinónimo del grado de despelote y anarquía en las
líneas de mando de los hijos putativos del comandante.
Luego de 15 años aferrados a las esferas del poder, por lo
menos debían tener claro que rol jugaba cada quien, pero en esta democracia
tutelada, si es que tal cosa existe, siempre mandan los que tienen el control
de las armas y aquí no se sabe quién lo tiene o ¿Quién manda a quien?
Llueve… pero escampa
Muy bien tu comentario
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