Miguel
Yilales
@yilales
Cuando la antigua Roma
se convirtió al cristianismo debió asimilar las celebraciones paganas y adecuar
sus festividades para que no quedaran en el olvido.
Es así como el antiguo
mito solar del solsticio de invierno hubo que maquillarlo no solo con el nacimiento
del Redentor sino que se le adicionó la figura de un obispo cristiano de origen
griego llamado Nicolás, que vivió en el siglo IV en los valles de Licia, y que hoy
se le conoce como San Nicolás de Bari (ciudad italiana donde reposan sus restos)
o San Nicolás de Myra (donde transcurrió su ministerio obispal).
Según nuestra cultura,
la occidental porque no creo que en la oriental haya algo similar, la noche del
24 de diciembre los niños reciben regalos del Niño Jesús o de San Nicolás.
Indiscutiblemente que
hacer ese delivery en un solo
instante debía ser un problema, porque el globo era globo mucho antes de que Mc
Luhan nos hablase de la aldea global, de ahí que Nicolás y Jesús compartieron
la entrega de presentes.
Sin tradiciones
Cuando los inmigrantes
holandeses fundaron la ciudad de Nueva York, obviamente llevaron con ellos sus
costumbres y mitos, entre ellos el de Sinterklaas,
su patrono, que luego fue caricaturizado por el dibujante alemán Thomas Nast en
sus tiras navideñas
en Harper's Weekly, con esa
figura bonachona, barbuda y con sobrepeso que conocemos hoy y que nada
tiene que ver con San Nicolás de Bari.
Es a partir del siglo XIX que se afianza la costumbre de intercambiar
regalos, regalar tarjetas y el deseo de consumir, lo cual fue aprovechado por el
malvado imperialismo norteamericano, para expandir la Navidad por el mundo,
dándole un carácter distinto al religioso.
Pero fue el pintor Habdon Sundblom, por encargo de la imperialista y capitalista
Coca-Cola e intentando humanizar al personaje navideño, quien lo vistió con los
mismos colores de la marca de gaseosas, rojo y blanco, lo cual pasó a ser el atuendo
oficial del presidente del Polo Norte y comandante en jefe de los duendes y
renos navideños.
En nuestras latitudes
otro Nicolás, que nada de santo tiene, también se vistió de rojo y en su empeño
“anticapitalista y antiimperialista” adelantó la Navidad.
De San Nico a Non Sanctus lás
Este Nicolás a
diferencia del otro que vive en las proximidades del Polo Norte junto a la Señora
Claus, le ha tocado deambular de un lugar a otro porque sus hermanas putativas
se niegan a devolver La Casona y compartirla con la Primera Clausbatiente.
Los duendes navideños que
ayudan a Nicolás, el del Norte (no de Santander), en la fabricación de los juguetes
y otros regalos son laboriosos y dedicados para que todo funcione a la
perfección, mientras que los de nuestra historia son una banda de enanos que se
apoderaron de los poderes públicos y que en vez de producir se han dedicado al
hurto, timo, fraude, dolo, estafa y cualquier otra vía para enriquecerse a cuenta
del Estado.
El trineo mágico
volador, tirado por los renos navideños, liderados por Rodolfo, un reno que ilumina el camino
con su nariz roja, brillante y potente para orientarse en medio de la tormenta,
aquí se convirtió en un avión de Cubana de Aviación, que usa bombillos rojos,
brillantes y potentes pero para llevarnos directo al último de los círculos del
Infierno, el noveno, donde van los traidores según la descripción que hiciese Dante
Alighieri en La Divina Comedia, traición que en nuestro caso, por acción u
omisión, permitió regalasen la Patria a rufianes con acento chino y caribeño.
La fábrica de juguetes
del Polo Norte, dirigida por los gnomos, funciona y año tras año satisface la
demanda de los más pequeños de la casa, pero la de nuestro cuento es una
fábrica inoperante, endeudada, caducada, socialista y antiimperialista, que
solo produce miserias y que luego de 14 años ha traído más pobreza e
insatisfacciones.
En vista de ese
panorama Nicolás, no el del Polo sino el otro, decidió tumbar la cerca para que
la borregada saliese y no regresara hasta haber acabado con los pocos
pastizales que quedaban en la redonda, no sabe que una cosa es sacar a pastar
al ganado y otra distinta es arrearlo para hacer el pique, el llanero zamarro conoce
de eso por ser su faena natural, un caraqueño o un cucuteño ¡No!
La rebatiña para vaciar
los anaqueles es una política perversa y hace al poder efímero cuando no hay
como, con que, ni con quien, reponer la mercancía; es que nuestro Nicolás cree
que por vestirse de rojo es magnánimo y eterno como el otro Nicolás.
Llueve… pero escampa
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDe esta rebatiña en noviembre quedarán migajiñas en enero estimado profesor
ResponderEliminarNi migajiñas, ni paisiño... de esto solo dejarán la nadiña revolucionariña
Eliminar¡Gracias por tan colorida crónica! No aguanto para leer la segunda parte: cuando este Nicolás de mier... coles, dice en cadena nacional, sin importar que miles de niños lo oyeran, "la verdad" sobre quién les ha llevado sus juguetes cada Navidad al arbolito de sus hogares... Este toripollo es el verdadero Scrooge, ese viejo demonio que odiaba la época decembrina... En fin: Feliz $aqueo y Año Rojito 2014, #PlasmaQuerida...
ResponderEliminarGracias Rosa, pienso igual, es que alguien que odia como ellos no puede creer en la Navidad, ni en nada, para ellos la religión y las tradiciones son solo un instrumento para mantenerse en el poder
EliminarEstimado, este agradable artículo bien recreado en un estilo navideño, de su lectura refleja el acontecer actual sobre todo en lo de los borregos, el pastizal y lo que no va quedar. Ahora a partir de este gran día en que se le otorga poderes extraordinarios, sobrenaturales a San Nicolás, él cual dará nuevos anuncios apocalípticos sería mucho solicitar que continúe en una entrega o dos sobre este cuento navideño, en ese estilo navideño, se recrea uno leyendo para evitar ciertas debilidades humanas como el de llorar. Se le aprecia.
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