Por Miguel Yilales
@yilales
El prolífico Mario Vargas Llosa escribió hace algunos años,
cuando ya nuestro país padecía la impúdica opresión política del chavismo, un
libro en el que nos narraba la historia de dos hombres que anteponían sus
principios y valores a ciertos convencionalismos. El primero no se deja
pisotear, es decir defiende lo que había sido el último precepto de vida que le
da su padre en el lecho de muerte, por quienes pretenden extorsionarlo y el
segundo que planifica una lección a sus hijos quienes solo esperaban su deceso
para disfrutar de una proyectada fortuna que todavía no habían heredado.
Aunque no pretendo hacer una reseña sobre “El Héroe
discreto” y menos contar las aventuras y desventuras de Felícito Yanaqué o de
Ismael Carrera, los vargasllosianos personajes de la novela, si quiero
referirme a la cautelosa rebeldía con la que ambos procuran trazar las líneas
de sus propios destinos mediante el forjamiento del curso de los acontecimientos:
confrontar las convenciones sociales y oponerse al chantaje.
No usan capas, no tienen súper poderes, no vienen del
espacio exterior así como tampoco son justicieros mutantes pero logran vivir
acorde a sus ideales. Son actores extraídos del mundo cotidiano que demuestran
que la heroicidad no es solo fruto de grandes batallas o de momentos estelares
de la historia, como han pretendido hacernos creer en estos 18 años de
oscurantismo medieval, sino del compromiso consigo mismo.
Verdaderos y no de
ficción
Vivimos una época de confusión ética en la que nos resulta peregrino,
por no decir extraño o inverosímil, que pueden surgir personas comprometidas
con la independencia, la igualdad, la libertad, la fraternidad y la democracia,
conceptos realmente revolucionarios y no los que el chavismo pretendió imponer para
hacernos involucionar previo al establecimiento de cualquier contrato social,
que emergen desde la conciencia, la verdad, la honestidad y el arrojo. Y es
precisamente a esta última a la que me referiré.
Dicen los entendidos que la valentía no es la ausencia de
miedos sino tener la suficiente capacidad y autocontrol para reaccionar ante situaciones
adversas. Es así como frente a un régimen arbitrario, injusto y troglodita han
aparecido unos héroes discretos que, sin ánimo de figuración o de protagonismo,
han aportado a la lucha política el sentido que le faltaba.
Por supuesto que no me refiero a los politiqueros de oficio
que ejercen cargos públicos; menos a algún gobernante, concejal o burgomaestre
de esos que tienen equipos que los hacen lucir como verdaderos gerentes; tampoco
de los influyentes que posicionan tendencias en las redes sociales ni a los que
se valen de bots (aféresis de robots)
para generar la ficción de que son venerados aunque no sean santo de devoción
alguna; menos aún sobre los diputados que fueron electos para legislar pero usan
su curul como trampolín porque no han comprendido la importancia del parlamento
ni hablaré de aquellos que a cuenta de su exposición mediática, de estar
relacionado con la farándula o por los nexos familiares con algún político han
pretendido dirigir a la oposición solo para preservar un sistema de privilegios
sin importar la dignidad, la decencia, el recato o la seriedad que claman los
aciagos momentos que nos ha tocado vivir a los venezolanos.
Ciudadanos
comprometidos
Una valiente mujer armada con su bandera que le hace frente
a una tanqueta de la Guardia Nacional, lo que la hace merecedora de una desproporcionada
andanada de bombas lacrimógenas, indigna respuesta de unos militares cuyo honor
no se divisa; un joven venezolano que con una biblia como única vestimenta
clama porque cese la represión y obtiene por contestación un chaparrón de
perdigones que marcan su piel pero deja inmaculada su dignidad; unos
venezolanos que son obligados, por las fuerzas del orden público, a lanzarse al
río Guaire para satisfacer el morbo de un usurpador que se blasona por verlos
llenos de excrementos y millones de ciudadanos (políticamente es distinto al
término pueblo) que marchan y protestan para demostrar que no están dispuestos
a dejarse pisotear porque son héroes y heroínas discretos como en otra época lo
fueron: José María Vargas, Mario Briceño Iragorry, Francisco De Venanzi, Humberto
Fernández Morán, Manuel y Teresa Carreño, Enrique Tejera París, Rómulo Gallegos,
Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevalli, Job Pim, entre muchos otros ejemplos
de nuestra civilidad.
Llueve… pero escampa
¡EXCELENTE!
ResponderEliminarDignidad un traje que no se consigue en ninguna Boutique chavista
ResponderEliminarParticularmente considero que no se debe exaltar las actitudes de *entrega mansa* disfrazado de un supuesto heroísmo estoico, desde mi punto de vista estas actitudes mártires son totalmente negativas (igual que fue la muerte inútil de franklin brito, se logró algo práctico con eso?). Hay que enfrentar a los tipos con con una fuerza igual o superior, todo lo demás son pendejadas románticas
ResponderEliminarEl título resume muy bien el espíritu de su nota. Estos "héroes discretos" no son santos, no pretenden serlo, sin embargo dieron el cuerpo y la cara a la inmensa represión. Cuando vi esos gestos, sobre todo lanzarse al inmundo río Guaire, pensé en mi cobardía. No sé qué hubiese hecho en ese caso. Por cierto, no encuentro en esos actos "entrega mansa o pendejadas románticas".
ResponderEliminarBuen artículo, Miguel. Siempre que puedo, lo leo.
Para "Anónimo":
ResponderEliminarEs comprensible que en estos días no se quiera mostrar la cara, a fin de cuentas, el miedo es libre y el valor es la capacidad de superarlo.
Pero vayamos por el mal argumento, no a la persona. Considero que sí fueron heroísmos estóicos, ejemplares y que contribuyeron a sacarnos del confort e indolencia induviduales, esos que Camus nos muestra en La Plaga. Al contrario de lo que piensa Anónimo, esas acciones, colectivamente, constituyen una fuerza tan colosal, que inexorablemente demuelen, como de hecho está sucediendo, los pilares del autoritarismo (ver Gandhi, Sharp y otros).El resultado es la Venezuela Despertada, la del CIUDADANO CONCIENTE Y CRÍTICO y no de la masa anónima alimentada con propaganda de un partido. En suma,hombre anónimo, ya esa fuerza está, la has podido ver en un pueblo movilizado y despierto, civilizado y conciente de no confundir la historia con una ideología, ni la nación con un partido político.