Por Miguel Yilales
@yilales
Desde hace tiempo en las fiestas venezolanas se ha hecho costumbre que al filo de la medianoche (ya ni la hora importa) se inicie el momento más esperado de las fiestas, una especie de aquelarre con máscaras, caretas, disfraces y grandes sombreros de goma espuma para desinhibirse. Los invitados se distienden, bailan de forma desaforada y a veces con mucho relajo, tocan pitos y cornetas, saltan, brincan y hacen el famoso trencito. Una diversión chévere con mucho descontrol y sin ningún orden en la pea.
Esta particular forma de desatar los demonios internos puede compararse con aquellas comparsas de Carnaval en que algunos sacaban a relucir su más oculta personalidad disfrazado de negritas para ver que incauto caía o con las celebraciones de Mardi Gras en que un simple collar puede dar mucho que observar.
Año tras año en Río de Janeiro se preparan para el Carnaval. Planifican y trabajan durante 361 días para armar un espectáculo de dimensiones descomunales que solo dura 4 días: con música, comparsas, disfraces y mucha caipiriña para libar. Algunas millas al norte del Coloso del Sur también preparan sus jolgorios aunque en fecha distinta. A falta de carnestolendas hay una institución que todos los años planifica rigurosamente, cual si fuese el Desembarco de Normandía con Día “D” incluido, grandes bacanales que duran 40 días con sus noches.
Sin honor ni gloria
Entre el 24 de junio y el 4 de agosto en Venezuela la “heredera de las glorias patrias”, esa institución que se cree descendiente directa de los libertadores y custodios de sus logros, se dedica por completo a beber, comer y celebrar por cualquier cosa: inician con el Día del Ejército y la Batalla de Carabobo, la empatan con los ascensos y condecoraciones, que le suman la conmemoración del Día de la Independencia (una conquista civil y cívica que los militares han pretendido secuestrar), continúan la rumba con la graduación conjunta de los cadetes, para arribar al Día de la Armada, la Batalla Naval del Lago de Maracaibo y el Natalicio de Simón Bolívar y culminar con el Día de la Guardia Nacional; como quedaban días libres agregaron el “cumpleaños” del único muerto que cumple años y el fracasado asalto al Cuartel Moncada. Es un poco más de un mes en que los militares del país consumen miles de litros de güisqui, toneladas de pasapalos y gastan lo que pudiera servir para dotar a los hospitales del país.
En este período lo único que importa es festejar los logros alcanzados aunque nadie los note y más bien se perciba su inútil necesidad de existencia porque no es un secreto que los condecoran por batallas no libradas a menos que cuenten el enfrentar y ejecutar a jóvenes desarmados; que los premian por custodiar las fronteras que son un colador para que sus socios de las FARC, del ELN y los paramilitares colombianos usen el país de aliviadero y mientras se desaparece bajo su mirada cómplice lo único que medio producimos; que los laurean por diversificar la economía e instaurar unos fructíferos cárteles de la droga que se disputan el territorio nacional y les reconocen por garantizar la ocupación de potencias extranjeras (China y Rusia) y del mayor chulo del Caribe.
Las 3 “C”
Luego de más de 80 días de protestas en la calle y de casi un centenar de jóvenes ajusticiados, fusilados, ejecutados y exterminados por los esbirros al servicio del Estado, nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, antiimperialista, revolucionaria, socialista y profundamente chavista (como ellos mismos se mientan) solo piensa en las tres “C” a que se refería Rómulo Betancourt que es más cómodo que actuar como profesionales, ganar los ascensos sin reptar a los pies del mandatario de turno, tener la peligrosa responsabilidad de garantizar la independencia y la soberanía, arriesgarse a confrontar a quienes rompieron el hilo constitucional y tener que desconocer a los que vilmente contrarían los valores democráticos y menoscaban los derechos humanos de los venezolanos.
Será por eso que por primera vez en 206 años de vida republicana el pueblo venezolano salió a las calles este 24 de junio, no a celebrar la gesta de nuestros libertadores sino a protestar frente a los cuarteles militares y manifestar, al unísono grito de asesinos, cuanto les desprecian. Que sigan en su hora loca que luego los venezolanos les cobraremos la factura porque cuando los necesitamos no actuaron y cuando no hagan falta no los querremos.
Llueve... pero escampa
Contundente
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