miércoles, 29 de mayo de 2013

Que no hable el silencio

Miguel Yilales
@yilales
Pareciera que el quehacer político estuviese en decadencia en Venezuela. Desde que irrumpió el vendaval revolucionario, que arrasó no solo con las instituciones sino con la forma de conducir formalmente al Estado, la política no ha vuelto a ser la misma. 
Hay quienes no ven que la acción pública de la política y la actividad que ella conlleva, está relacionada con la existencia de una sociedad libre, compuesta por hombres libres, que sean capaces de resolver los problemas que le plantea la convivencia colectiva.
En ese marco hay dos factores que han sido fatales en este proceso que nos ha tocado vivir en los últimos 14 años, primeramente la telepolítica, transmutado en esa modalidad de la twitterpolítica en sustitución del contacto directo con los gobernados, y luego el enamoramiento con encantadores de serpientes que de salvadores se transforman en engendros del Averno, que lejos de convertir al país en un paraíso terrenal lo truecan en el Tártaro con destrucción, llamas, dolor, penas y mucha manipulación a través de una hegemonía comunicacional perversa. En ambos casos hay un factor en común: el habla.

Hablar es hacer

Cuando los seres humanos decidieron comunicarse, no solo hablaron sino que hicieron historia, y es desde ahí que los historiadores investigan en función a lo que se ha escrito y se ha dicho en un momento y una época determinada.
J. G. A. Pocock, Quentin Skinner y John Dunn compusieron el núcleo de lo que se conoce conceptualmente como political languages, que va a ser la clave de la revisión histórica pero desde el pensamiento político.
Es decir que en el futuro las palabras y escritos de los dirigentes políticos de hoy, será el marco que utilizarán los historiadores del mañana para reconstruir lo discurrido en esta eternidad, convertida en una especie de extensión del siglo XX, que ya tiene 113 años, y que no nos ha permitido ingresar al siglo XXI, lo cual ya es recurrente porque los siglos siempre llegan demorados en esta tierra de gracia.
Decir lo que se piensa y se cree, es necesario para hacer política y conducir a los gobernados por el camino correcto, que no necesariamente es el camino que ellos quieran seguir. 

Ni tan libres, ni tan democráticos

Desde que la Revolución Francesa se planteó los Derechos del Hombre y del Ciudadano pasando por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y hasta llegar a nuestros días, la libertad de expresión ha sido considerado uno de los pilares fundamentales en los que descansa la libertad del hombre.
Nuestra Carta Magna también garantiza el derecho “a la información” y el derecho “de información”, que difieren en dos aspectos básicos, primero que los ciudadanos reciban informaciones que les permita escoger libremente y segundo que tengan la posibilidad de tener voz.
Pero en estos momentos pareciera que eso no importa. Estamos frente a un gobierno legalizado por la imposición de la ley, sobre el que pende una duda razonable en su origen, que ha buscado de manera subrepticia, cual serpiente traicionera, acallar las voces de los que no están en ese Titanic revolucionario, que hace aguas por todas partes.
Y es que a falta de doblegar a los medios por la vía de la imposición fiscal, de las multas, de los expedientes sancionatorios, del acoso a los trabajadores, optó por la vía “convencer” a los dueños para que vendieran los paquetes accionarios. Ellos han preferido tener pájaros verdes en mano que verlos volando, no les fuese a ocurrir lo del canal pionero de la televisión venezolana: RCTV.
No es fácil para un periodista asumir la mentira como verdad, cosa muy distinta para un abogado que sabiendo a su defendido culpable debe justificar su inocencia. Es difícil que un abogado entienda, así sea Director General de un canal informativo, la ética que defienden quienes asumen, como forma de vida, ofrecer a la ciudadanía información veraz, objetiva y plural.
Es el momento de acciones serias para desenmascarar a un gobierno atrabiliario y desalmado, que pretende imponer el pensamiento único por la vía de la manipulación comunicacional.
Los políticos de nuevo cuño, algunos y otros con varias millas recorridas, deben asumir el rol que les corresponde: hacer política. Lo que se diga, se escriba y se plasme, así sea en redes sociales, será usado para reconstruir el actuar político, de quienes nos ha tocado vivir, en esta maltrecha historia, no podemos permitir que el silencio sea nuestra voz.
Llueve… pero escampa

miércoles, 22 de mayo de 2013

La sombra que vence a la Casa

Miguel Yilales 
@yilales 
No soy dado al culto a Bolívar, creo que esa entronización casi religiosa que de él se hace, nos ha hecho más daño que lo que nos ha beneficiado como colectivo, especialmente en estos últimos años, en los que la memoria del Libertador ha sido manipulada por una supuesta revolución que, de bolivariana, solo tiene el nombre. 
Simón Bolívar, en una carta dirigida a su hermana María Antonia en 1825, señaló que un hombre sin estudios era un ser incompleto, con lo cual alertaba sobre los peligros que se cernían sobre una sociedad cuando los ciudadanos no recibían instrucción porque quedaban en lo que Parménides de Elea definía como la nada. 
Pero él no se quedaba ahí, ya que en la misma misiva, lapidariamente decía que el ignorante siempre estaba próximo a revolverse en el fango de la corrupción, con lo cual se arrojaría a las sombras de la esclavitud. 
Es por eso que en el canal de televisión de todos los venezolanos, hacía vida un presentador que se ufanaba de ser un bachiller marginal, por lo cual vivía en el estercolero lanzando sus detritos y vilipendiando a todo aquel que disintiera del pensamiento único, muy propio de quien nunca ha pasado por la universidad, ni siquiera conduciendo un autobús. 

Muera la cultura, viva la ignorancia 

En estos tiempos que transcurren se ha procurado llevar a Venezuela a navegar por el mar de la ignorancia, mediante la destrucción de la Academia y la exaltación de la barbarie. 
Desde la academia platónica que instruía sobre las matemáticas, la dialéctica y las ciencias naturales a la universidad moderna vista como una sociedad científica, literaria y artística, ha corrido mucha agua bajo el puente. 
Y pareciera que desde hace años el gobierno en Venezuela ha apostado por la destrucción de la comunidad de académicos que se agrupa en las universidades. Esa institución formadora de valores, principios y ciudadanía, es incómoda cuando se trata de crear un pensamiento unívoco. 
La rebeldía a la opresión militar merecía un castigo y nada mejor que optar por la intervención pero con pertrechos distintos a los empleados en la tristemente recordada “Operación Canguro”, ordenada por un académico que ejerció la presidencia de la República, quien con tanquetas, fusiles y bayonetas invadió la Universidad Central de Venezuela para, según él, evitar un mal mayor. Una mancha que nunca pudo borrar de su historial. 

Diferente intervención ¿Iguales resultados? 

La intervención planificada por este esperpento revolucionario del siglo XXI que nos gobierna se fundamentó en: la inacción, la asfixia y el estrangulamiento de las universidades, y fue ejecutada por los ministros del sector, que desgraciadamente son profesores universitarios. 
Las universidades se plantearon resistir a los atropellos cuartelarios y el gobierno optó por doblegarlas. 
Para construir el pensamiento único y acabar con el sentido crítico, al régimen le dio por masificar la educación, creando universidades como granos de arroz partido, sin pensum científicamente académico y de dudosa calidad. 
Luego al no poder penetrar a la academia por la vía electoral escogió por aprobar una Ley que cambiase la correlación de fuerzas en el sector universitario para un supuesto voto igualitario, imponiendo una comunidad académica que viola la Constitución Nacional. 
Como esa estrategia fue infructuosa, se plantearon no permitir la elecciones de las autoridades universitarias con la finalidad de que se deslegitimaran o se agotaran en el desempeño de sus funciones. 
Año tras año, por la vía de la reconducción del presupuesto, restringió al máximo la investigación y por ende la esencia de la enseñanza superior y en paralelo se dedicó a minar la profesionalización del cuerpo docente, en primer lugar violentando las normas de homologación y en segundo lugar imponiendo aumentos salariales inconsultos y deficitarios. 
Todo esto conllevó a las universidades a trazarse un conflicto intergremial que no solo ha buscado reivindicaciones laborales, sino demostrar firmeza ante las amenazas intervencionistas y coraje ante el miedo, aunque al momento de tomar la decisión sobre si se debe o no radicalizar la protesta, claudica por aprensión al efecto PDVSA que tanto daño le hizo al país, como sí ya, de hecho, no está subyugada. Es distinto resistir como los judíos del Gueto de Varsovia, que resignarse como los de Auschwitz-Birkenau. 
Creo que la universidad venezolana debe luchar por su dignidad, debe luchar por sus principios, debe luchar por sus valores, para poder formar seres completos, sino las tinieblas de la ignominia, la infamia, el deshonor y la vergüenza habrán sometido, como dice el himno de la UCV, a la Casa que vence la sombra. 
Llueve… pero escampa

miércoles, 15 de mayo de 2013

Mitómanos en acción

Miguel Yilales 
@yilales 
Desde los inicios de la humanidad han existido los poderosos y los dependientes. Los fuertes y los débiles. Los conquistadores y los conquistados. Los imperios y las naciones satélites. Persépolis y las demás. 
Desde San Agustín hasta nuestros días ha predominado la idea de que las culturas ofrecen una evolución similar a la de los seres vivos, y que la decadencia es su fase final. Así pasa también con los estados que según la teoría que planteara el geógrafo sueco Rudolf Kjellén en su libro "El Estado como organismo viviente" ("Der Staat als Lebensform"): nacen, crecen, se multiplican y mueren. 
La versión tradicional del final del mundo antiguo fue la desintegración política y militar del poder romano en Occidente, que acarreó la ruina de su civilización. 

Roma invicta no est 

Como bosquejase Edward Gibbon en su History of the decline and fall of the Roman Empire (Londres, 1776), partiendo de la idea adelantada por Montesquieu en sus Considérations sur les causes de la grandeur des Romains et de leur décadence (París, 1734) la pérdida de la “virtud republicana” fue la causa fundamental de la decadencia de ese Imperio. 
Y es que en general, la decadencia romana se viene a concretar, cuando se hicieron presentes aspectos, que en un ejercicio de anamnesis podemos encontrar en la Venezuela de hoy: Ruina económica: depreciación monetaria, carestía y contracción de la actividad comercial; intensificación de las rapiñas de una soldadesca cada vez más barbarizada; plagas pestíferas y despoblación; desórdenes internos, revueltas sociales y bandidaje; abandono de tierras; luchas por el poder entre el ejército y los funcionarios civiles y, finalmente, la destrucción de la cultura. 

Quieres oro, te doy espejos 

Pero es que antes de ser decadentes, hubo un auge y hasta un esplendor, que les permitía a unos influir sobre otros, bien por la fuerza del poder de fuego o por la persuasión del brazo económico. 
Con respecto al primero, no habría mucho que discurrir quien tenga las armas, los hombres, la estrategia y la ventaja con toda seguridad vence. En cuanto a lo segundo, la cosa se hace más compleja porque depende de múltiples factores, entre ellos la independencia económica. 
Y es que hay dos formas de visualizar el significado político de la independencia económica: en un contexto de aislamiento o en un contexto de interacción internacional. 
En el primero, se supondría que somos capaces de auto abastecernos en cuanto a la producción de los bienes y servicios necesarios para la vida social, de modo que no se generen a partir de las propias necesidades formas de dependencia política externa, que fue lo que planteaba la CEPAL sobre la sustitución de importaciones. 
Este diseño hoy se considera agotado o al menos seriamente cuestionado, porque es como sí unos barberos deciden cerrar la barbería y subsistir solo cortándose el pelo entre ellos, algo que algún genio podría denominar desarrollo endógeno. 
En contraposición está el contexto de interacción internacional intensa, en el que se logra la independencia económica cuando se tiene la capacidad de producir en forma eficiente y competitiva productos cuya demanda internacional asegura un intercambio ventajoso o al menos equitativo por aquellos otros productos que no producimos pero que necesitamos, de modo que esa necesidad no signifique un factor de dependencia política. 
En Venezuela se ha vendido el mito que por poseer un recurso natural se influye en el contexto mundial. Eso es así hasta que la realidad nos estalla en la cara y nuestros gobernantes terminan como bufones de la corte, con todo el petróleo del mundo, con bravuconerías y haciendo berrinches, pero de rodillas importando carne, leche, pollo, papel higiénico y hasta la gasolina que debíamos producir. 
Y es que pretendiendo ser independientes, cada vez nos comportamos más como esos territorios dependientes, al tener que vivir a cuenta de de las importaciones brasileñas, argentinas, chinas, rusas y hasta de las triangulaciones cubanas. 
Y es que en medio del mito del país rico, Nicolás Maduro, con una tendencia morbosa a desfigurar y engrandecer la realidad, viaja al Mercosur ofrece oro y recibe espejitos y baratijas, porque nadie en su sano juicio puede creer que el queso guayanés de Upata sabe mejor si es preparado por las expertas manos gauchas que mandará la presidenta Kirchner o que las catalinas, el casabe, las mandocas y las empanadas tendrán mejor sazón con los ingredientes que enviará la presidenta Russeff. 
Como dijo el presidente de Empresas Polar, Lorenzo Mendoza, antes de ir de visita a Miraflores “para querer a Venezuela hay que producir en Venezuela” y si alguien lo ha demostrado es precisamente él. 
Mucho les falta por aprender a estos trasnochados politicastros y mitómanos en acción, que en pleno siglo XXI llevan al país a la decadencia sin haber pasado por el esplendor. 
Llueve…pero escampa

miércoles, 8 de mayo de 2013

Solo para las palomas

Miguel Yilales 
@yilales
Cuando el hombre dejó de creer en Dios, decidió creer en los ídolos que del mismo hombre surgían, Así se ha estructurado la historia de la humanidad.
Fiódor Mijáilovich Dostoyevski nos decía que “Lo malo no es ya no creer en Dios, sino creer en cualquier cosa” y eso expresado de la pluma de alguien que le tocó vivir el destierro, y más que destierro la prisión de las estepas siberianas, es mucho decir. 
Y es que en estos tiempos revolucionarios del siglo XXI ha surgido una nueva economía que sustituyó a la economía de mercado, es la economía de falsos ídolos, que durarán hasta que se entroniza a otro, algo más novedoso y atractivo. 

40 años de éxodo y solo 33 noches de llanto 

Cuenta la Biblia, y hablo de cuento para los que puedan ser ateos de los que agradecen a Dios por serlo o de los que profesan cualquiera de las religiones del orbe, que Moisés ante una realidad de más de 2000 años de opresión, recibió la misión de liberar al pueblo escogido de Dios. 
Para lograrlo debió enfrentar al Faraón, lidiar con las 10 plagas de Egipto e iniciar el Éxodo. 
Moisés realizó innumerables milagros para aplacar la dureza de la travesía y demostrar al pueblo de Israel que Yahvé los guiaba. Las manifestaciones divinas fueron pródigas. Para alimentarlos hizo llover maná del cielo. Para beber, les dio múltiples fuentes de agua. 
Cuando Moisés subió al monte del Sinaí a recibir los Diez Mandamientos, se alejó de los hebreos por 40 días y al bajar encontró a su pueblo adorando un becerro de oro. 
Finalmente, tras cuarenta años de vagar por el desierto, los hebreos entraron a la tierra prometida, pero Moisés murió a la edad de 120 años sin ver la tierra prometida, y tan solo fue llorado durante treinta días y treinta noches. 
Es que a pesar de todo el sacrificio en vida, siempre prevalecerá la máxima a “Rey muerto, Rey puesto”, o como prefieren algunos “A muerto el Rey, viva el Rey” 

Falsos profetas, falsos ídolos 

Y es que si eso le hicieron a Moisés, el verdadero paladín salvador de un pueblo, que quedará para los falsos profetas o los dictadorzuelos caribeños que se creen profetas. 
Pero ese es un efecto que se ha vivido en el mundo, desde hace mucho tiempo, y es la adoración de lo absurdo. 
Un dictador como lo fue Cromwell, quien gobernó despóticamente Inglaterra durante muchos años, convencido de haber sido un instrumento del Todopoderoso, prohibió todos los espectáculos favoritos de los ingleses y además dejó a su hijo Ricardo de sucesor.  
Tirano de verdad, pues además de creerse tocado por Dios, cerrar los teatros y prohibir los trovadores en todo el país, excepto en la Iglesia, colocó a su hijo como sucesor. 
Pues bien, cualquiera que pasee por el centro de Londres puede ver la estatua del sanguinario Cromwell, que curiosamente está muy cerca del Parlamento del Reino Unido. 
En Francia nadie le disputa a Napoleón su categoría de máximo dictador. Su resumen curricular dictatorial es impoluto: militar de profesión, acceso al poder mediante golpe de Estado, mando personal, único y supremo del Ejército, del Estado, del Gobierno..., de todo. 
Pues bien, cualquiera que haya visitado París, habrá visto la estatua del superdictador sobre el bellísimo, altísimo y riquísimo pedestal decorado con relieves en bronce de todas sus victorias. 
Ahora en Venezuela, nos dio por instituir también la adoración de lo absurdo, tapizar las oficinas públicas con gigantografías del falso ídolo, tours por el cenotafio, ya no del Libertador, sino del Comandante Supremo y hasta estatuas para adornar plazas, así sea en el Círculo Militar de Caracas. 
Por eso lejos de preocuparme, me llena de avenencia, que en las inmediaciones del Fuerte Tiuna, hayan erigido ese primer busto de Hugo Chávez, no porque diga que fue un dictador, lejos está de mí esa blasfemia, sino porque los países deben tener fresca la memoria y no renegar de ella, por paupérrima que haya sido. 
En la Venezuela de hoy hay una obsesiva búsqueda de lo factible. Se rinde culto al cuerpo y a la persona, para volverse esclavos de las pasiones más denigrantes y narcisistas. 
Y es que un pueblo que erige una estatua a falsos ídolos para adorarlos, o que permite que se erijan, al poco tiempo termina por tumbarlas, con lo cual lo único que demuestra es su incongruencia inicial o su versatilidad final. 
Mientras tanto ahí permanecen Cromwell, Napoleón o Chávez sin que le moleste nadie, excepto las palomas. 
Llueve…pero escampa

miércoles, 1 de mayo de 2013

La violencia de los ilegítimos

Miguel Yilales
@yilales

La legitimidad de un gobierno depende de las circunstancias. Existen gobiernos que se inician siendo legítimos y que por su desempeño la pierden. Hay otros que ni siquiera en su origen tienen legitimidad.
Ciertos teóricos piensan que la política se trata de una actividad excluyente, que genera una élite: el político profesional. Otros, en cambio, prefieren pensar que hay algo de político en todo ser humano, y eso se desprende de su cualidad de ciudadano.
Siendo lo político una actividad humana, debiera ser esta su orientación y el fin ulterior de su desempeño.
Hanna Arendt, la filósofa judío alemana, decía que en lo social el hombre debía circunscribirse al sentido clásico, es decir como opuesto a lo público o común y que al estar en lo público se estaba en la político y, en tal sentido, en lo propiamente humano. 

Prepolíticos revolucionarios

En el mundo griego antiguo, esta acción en lo público comprendía dos grandes actividades, la acción y el discurso. Ambos se consideraban indispensables para el quehacer político. La actividad política era, sobre todo, una actividad encaminada a la persuasión. 
La ciudad entonces era una comunidad de hombres que hablaban entre sí, mientras que la violencia, en cuanto método para dirimir disputas, era una práctica prepolítica.
Y es que prepolítico es el desempeño de algunos actores que hacen vida política en la Venezuela del siglo XXI. 
Cuando creíamos haber visto todos los elementos de salvajismo político, nos despertamos con un precipicio que aún le quedaba fondo, parecía que no era suficiente vivir en el siglo XIX, había que ir a la más pura barbarie política.
El gobierno de Nicolás Maduro se inició en medio de una sombra de dudas, que ni siquiera el respaldo del club de amigos, que es la UNASUR, ha podido despejar.

Siempre les cubre la sombra del mal

Cuando un gobierno no se preocupa por cuidar las formas, no puede estar sino abrigado en unas tinieblas de dudas.
Un parlamento en el que, luego de muchas triquiñuelas, con 48% de los votos obtienes un 65% de los cargos, es ilegítimo, pero no conforme con ello vienen los gánsteres que lo presiden a negar el derecho de palabra a sus colegas por disentir, destituyen de las comisiones a los diputados que representan al 52% de los electores y luego mandan a sus hordas a emboscarlos y atacarlos haciendo “que parezca un accidente”. 
En el Poder Moral, nos conseguimos que la Contralora de la República es una mientras tanto, luego de la muerte de su predecesor. Es ilegítima de origen, ya que han transcurrido 2 años y no se ha regularizado su situación; en cuanto a su desempeño, no ha sido muy virtuosa, ya que mantiene las inhabilitaciones espurias implementadas por el rufián anterior. 
Por otra parte tenemos que la Fiscal General y la Defensora del Pueblo, aunque fueron designadas apegadas a la Ley, en el ejercicio de sus cargos no lo han sido. La fiscala se dedica a perseguir judicialmente a todos los no afectos al PSUV y acusarlos de terroristas, fascistas, desestabilizadores, pero no hace ni una sola referencia a los delitos que a diario ocurren o a los que cometen sus camaradas de partido y la defensora salta rabiosamente a salvaguardar instalaciones y personalidades del partido gobernante, siguiendo el guion del G2 cubano, para después decir que ella no investigó bien y que se disculpaba. Sin el menor rubor siguen al frente de sus cargos.
En cuanto al máximo órgano de justicia, la mitad de los magistrados son suplentes porque a los principales se les venció el plazo (que también se les venció a los sustitutos) pero que fueron convocados para sentenciar, sin disidencia, a favor del gobierno. Es de resaltar que no solo son írritos en su origen, sino que no ha habido una sola sentencia ajustada a derecho.
Y sí revisamos al poder electoral, sabemos que ante la falta de consenso político en el Parlamento, fue el TSJ quien los designó, su ilegitimidad de origen es tan espuria como su accionar. No habría espacio en estas cuartillas para enumerar sus hipocresías, cuyo colofón ha sido la negativa a auditar al mejor sistema electoral del mundo, porque saldrían a flote todas las marramucias por ellos impulsadas.
He dejado para el final al poder ejecutivo, no por menos importante, sino porque en su escaso desempeño no ha habido una sola actividad legítima ni en origen, ni en ejercicio: en el gabinete hay un ministro que le saben a comino, por no ser escatológico, las leyes; otro que se siente orgulloso por ser peor que el Chacal de Güiria y uno que para custodiar las armas de la República pone ambas rodillas en tierra ante el generalato cubano, a quien le rinde cuentas.
Frente a la ausencia de legitimidad la violencia ha sido el camino. Ellos creen que es mejor aplicar la prepolítica atrabiliaria que el diálogo y Venezuela lo que necesita es la convivencia ciudadana, humana y política que salvaguarde a la polis.
Llueve... pero escampa