Por Miguel Yilales
@yilales
Cuando los políticos o los artistas salen de gira lo hacen por
diferentes razones. El primero para lograr objetivos geopolíticos que se
alineen con los intereses de la nación que representa y el segundo para lograr
aplausos porque vive de sus fanes. A veces los políticos confunden su rol y
salen de tour, en supuestas funciones de Estado, pero están más pendientes de
los panegíricos, de las loas populares, de la fotografía social y de los
decorados. Sí eso no obedece a un plan estratégico entonces es tiempo perdido.
En días recientes Fabiana Rosales, primera dama en Venezuela, por cierto
la única que ha tenido en el siglo XXI porque a una nunca le dieron ese trato y
a la otra les dio por proclamarla primera combatiente, aunque nunca hubiese
combatido ni con sus greñas, salió con una comitiva a recorrer varios países. Su
primera escala fue Santiago de Chile, para luego llegar a Lima y culminar, por
ahora, en la capital de Estados Unidos de América.
Es de reconocer que cumplió apretadas agendas, fue recibida por
presidentes, ministros y primeras damas; conversó en universidades y se bañó de
“pueblo”, con concentraciones de venezolanos, en plazas públicas. Hubo
desayunos protocolares, entrega de llaves de la ciudad, intercambios de
presentes, aplausos, vítores y fotografías.
Un escenario y pocos aplausos
En Santiago fue recibida en la Universidad Autónoma de Chile
por el rector Dr. Teodoro Ribera quien la acompañó en un conversatorio. El
auditorio estaba de bote en bote. Tantas personas asistieron que debieron
agregar sillas en los pasillos externos. Llamaba la atención que la mayoría de
los asistentes eran jóvenes que estaban más pendientes de sus teléfonos
celulares que de lo que ocurría a su alrededor. Transcurrían los minutos sin
que se iniciara el acto y la crítica rondaba en que fuese el rector, y no un inquisidor
periodista, el interlocutor de la invitada.
Luego de media hora de espera, se escucharon algunos tímidos
aplausos al paso de una comitiva que acompañaba a la invitada de honor, elegantemente
trajeada de beige, quizás por recomendaciones de su asesor el periodista,
cronista y experto en moda Roland Carreño. Enfrentaría a un escenario poco
amigable formado por un mocerío estudiantil chileno, algunos connacionales
venezolanos y un trasnochado comunista, que tuvo que ser retirado cuando empezó
con su vocinglería a favor de las bondades de Cuba, del Che y de los Castro.
En Chile, como en muchas partes del mundo, es difícil
entender lo que ocurre en Venezuela, las dimensiones de la crisis humanitaria,
cómo se ha mantenido y sobrevivido, políticamente, Maduro y sí se trata o no de
un problema ideológico. Todos fueron temas, nada complacientes, abordados por el
Dr. Ribera para que ella lograse empatía con la audiencia pero, quizás por la
escasa edad de Fabiana, por su inexperiencia en esas lides o por inoportuno
asesoramiento político, solo sirvió para oírla repetir las mismas frases
trilladas que no dicen nada. A pesar del esfuerzo del rector, que más bien
parecía el padre que ayuda a la hija a que aprenda a caminar, todas las
respuestas fueron inconvenientemente evadidas.
Sin los frutos esperados
Los políticos venezolanos, y aunque Fabiana Rosales no es política
pareciera que salió de gira con ese rol, viven de lugares comunes y frases
prefabricadas y no entienden del costo de oportunidad. Por eso eludió responder
que los militares sustentan a Maduro en Miraflores y permiten que sus socios
paramilitares actúen impúdicamente; que en Venezuela hay un régimen apoyado por
la izquierda internacional o que países como Cuba, China, Rusia y Siria se
aliaron con el terrorismo internacional de Hezbollah,
las FARC y el ELN para sustentar a la barbarie chavista.
De la reunión, que culminó con algunos aplausos y un menguado
“Gloria al Bravo Pueblo”, escuchado de pie solo por los pocos venezolanos que
lo entonaban, me quedo con la frase del rector de la UAC: “el problema en Chile
no es que los venezolanos hayan venido sino que vamos a hacer cuando se vayan”
y de ella… que llegó impecablemente vestida. Deseo que en el resto de la gira le
haya ido mejor que en la Universidad Autónoma de Chile, que el ser recibida por
Donald Trump y por parlamentarios demócratas y republicanos haya servido a los objetivos
estratégicos planteados (si es que los hubo) y no que dé pie al régimen
usurpador de celebrar porque la oposición siempre sale trasquilada y sin lana.
Llueve... pero escampa