sábado, 29 de agosto de 2015

¡Que viva Nicolás!


Miguel Yilales
@yilales
Cuando comenzó este 2015, nadie podía imaginar que la situación política del país hubiese transmutado en este annus horribilis que nos ha tocado vivir, no porque no supiéramos que harían todo lo posible por aferrarse al poder sino porque se han superado en todo lo previsto, y hay que decir que lo previsto ya era bastante malo.
Ya traspasamos la mitad del año y la economía no solo no termina de arrancar, sino que por el contrario se hunde con más y peores controles: venta por terminales de cédulas, restricciones en la adquisición de divisas, presentación de documentos que prueben condiciones para la venta de productos (partida de nacimiento, registro veterinario y hasta certificados médico de no haber llegado al climaterio), sumado a una inflación galopante y escasez en todos los productos.
Por supuesto que todos los errores no los ha cometido la caterva gobernante, porque por momentos pareciera que la oposición ha jugado a atornillar al régimen.
Es que fuese más fácil sí uno hiciese como Maduro (debió ser fuente de inspiración para esa recopilación que es “La culpa es de la vaca”) con aquello de que fue el Imperio, Obama, Uribe, Guyana, Colombia, Capriles, Leopoldo, la derecha y pare de contar, pero la realidad es otra.

A pesar de todo

Cuando todo el mundo aspiraba (menos los partidos que conforman la MUD) que las candidaturas al Parlamento se dirimieran por primarias que dieran oportunidades a liderazgos emergentes, locales y surgidos de las bases, la decisión fue circunscribirla a algunos circuitos; luego de esa decisión se clamó porque en el consenso hubiese la mayor amplitud posible para que se incluyeran a los excluidos de los partidos (líderes sociales, académicos, luchadores sociales) y el fallo cupular fue postularlos solo sí pertenecían a ellos; eso sin contar con la carrera de obstáculos que han planteado las instituciones rojas (para hacer la rodada más difícil como decía el Zorzal Criollo) que inhabilitó a partidos, a líderes de reconocida solvencia y que mantiene presos políticos sin que se demuestre su culpabilidad.
Lo que no era inimaginable fue el As bajo la manga que tenía la oposición, que en una jugada digna de Karpov, Kasparov o Capablanca, tuvo el tino de desechar asesores de campaña de la talla del fallecido Joe Napolitan, para designar al mejor jefe de campaña que podrían encontrar.
Es que se necesitaba a alguien que al hablar hiciese que hasta los partidarios del régimen detestaran al gobierno más hambreador de la historia venezolana; alguien que sus acciones desataran la mayor animadversión hacia los corruptos y vividores que dilapidaron ingentes recursos de la última bonanza petrolera; alguien que movilizara a las masas a manifestarse públicamente en contra del madurismo-diosdadismo en cuanta cola de abasto, supermercado y automercado; alguien que fuese capaz de hilar estrategias que bombardearan el voto duro del gobierno como para que las encuestadoras (incluyendo a las chavistas y a las oportunistas) dijeran que tan solo un 26 % votaría por candidatos del régimen; alguien que pudiese capitalizar el descontento en oportunidades para el voto opositor. Y alguien así no era fácil de encontrar.

No hay nada imposible

La no designación de un jefe de campaña, pero contar con Nicolás Maduro, debiera ser considerado como la estrategia política más brillante implementada en campaña alguna.
Nadie en su sano juicio se le hubiese ocurrido tan brillante idea, a menos que hubiese apostado por superar sus propias torpezas con mayor torpeza: cerrar la frontera e iniciar una escalada con el vecino con mayor intercambio comercial, desestimar el sentimiento nacionalista de los 5 millones de colombianos y sus descendientes quienes ven como deportan a sus connacionales como ganado, tratar de culpar del desabastecimiento, la escasez y la inflación a la Polar y a las transnacionales cuando todo el mundo sabe que la falta de políticas económicas es lo que nos tienen al borde del precipicio.
En estos días un abstencionista de los que dice salvar su voto, no ejerciendo su derecho, todo un oxímoron, me confesaba que las torpezas del régimen son tan grandes que, a menos de 100 días de las elecciones y sin campaña, ya se siente motivado a quitarse las pantuflas, soltar el teclado y salir a poner su grano de arena y que mientras tanto seguiría celebrando cada decisión del jefe de campaña opositor, con el grito silencioso ¡Que viva Nicolás!

Llueve… pero escampa

sábado, 15 de agosto de 2015

Ni patriotas, ni cooperantes… solo son traidores

Miguel Yilales
@yilales
Desde hace un tiempo para acá lo normal y cotidiano es que las violaciones a la norma sea la norma, y es que la forma de hacer política en este país es prehistórica: no hay reglas, no hay principios, no hay valores y muchos andan, a lo cavernícola, con un garrote en la mano.
Es por eso que al comparar nuestra democracia con la norteamericana hay quienes piensan que la viveza es una herramienta de la que adolecen los del norte, pero lo cierto es que allá tienen reglas y normas mínimas que cumplen o por lo menos juran cumplir: respetar la constitución y las leyes, no cometer perjurio y gobernar para todos.
Recuerdo que hace ya algunas décadas iban a destituir a un presidente por engañar a los gringos, por supuesto que no me refiero al que cometió actos impropios con una pasante de la Casa Blanca y cuya esposa aspira a ser la primera mujer en la Oficina Oval, sino al que le dio por espiar la convención del partido demócrata, que terminó con su dimisión (la cual se aceptó).
Resulta que desde el 2002 hasta nuestros días, los militares, los tirapiedras, los encapuchados y los pranes que dirigen esta cleptocracia que es el Socialismo del Siglo XXI, se han dedicado a exacerbar antivalores: nada de contrastar propuestas lo importante es la manipulación; lo valioso no es jugar con reglas sino torcerlas para que los favorezca; lo significativo es usar la justicia como guadaña política que les permita inhabilitar a los dirigentes opositores más acérrimos y con mayor credibilidad.

Sin honor, sin justicia

Si bien es cierto que eso de utilizar el "aparato de la justicia" para perpetrar el linchamiento político no es una idea original de este régimen, a estos malandros les dio por acompañar a ese sistema espurio con unos colaboradores, que denominan patriotas cooperantes, con quienes construyen falsos expedientes, mediante la infiltración de los círculos cercanos de los opositores, la siembra de pruebas y el chivatazo a los presuntamente implicados.
Es que la mentira, la traición, la trampa y la manipulación son las únicas herramientas que aprendió la caterva militar y civil que desgobierna al país. Nada que ver con eso que llaman el honor, la honestidad y la rectitud.
Fíjense que aun tengo fresco en mi memoria a dos obesos abogados, constitucionalistas y profesores universitarios, que manipulaban con supuestas posiciones encontradas cuando en realidad lo que hacían era convivir del proceso chavista. El apócrifo opositor en las mañanas le escribía un libro a un exmagistrado sobre los argumentos en contra de la desobediencia prevista en el artículo 350 y en la tarde aparecía en todos los programas de radio y televisión llamando a la rebelión, ahora hace loas a la revolución, aplaude y salta cual foca, aunque parece un león marino, en el canal de televisión de la Asamblea Nacional tan alto como le ordene el teniente-capitán que lo administra. Del otro no hablo porque el destino quiso que acompañara a su jefe al sitio que Alighieri le reservó a los traidores, adulantes y sinvergüenzas. Parece que en ese mismo trance están periodistas, economistas, ingenieros, doctores y pare usted de contar.

Por 30 monedas

Terminar convertido en un delator debe ser triste. Mimetizarse entre opositores solo para tomarse fotos con los dirigentes, falsear la verdad y develar supuestos planes conspirativos es un triste papel porque nadie anda pavoneándose de ser un topo, con padres que muestren orgullosos el título de “patriota cooperante” de sus vástagos o hijos que cuenten en la escuela lo henchido que se sienten por tener un papá apóstata, farsante y mentiroso.
Es que nadie en su sano juicio puede creerse la patraña de que se es patriota por andar montando ollas para perjudicar a inocentes o que el ser cooperante en el sostenimiento de un régimen arbitrario, ilegal, ilegítimo, atrabiliario e impío es motivo suficiente para ser encumbrado a la glorificación, cuando la realidad es que si acaso serán recordados como unos accidentes humanos, indignos de ser venezolanos.
La encrucijada que vivimos es tan neurálgica que cualquiera que se dé a la tarea de apalancar o servir de soporte a estos delincuentes solo les está deparado la ignominia del olvido, porque a pesar que Borges consideraba al Iscariote como el mejor discípulo de Jesús por haberlo ayudado a cumplir su cometido, nadie quiere ser recordado como el que entregó el país por 30 monedas y no de plata.

Llueve… pero escampa

sábado, 8 de agosto de 2015

Con mi fusil al hombro

Miguel Yilales
@yilales
La toma del poder es el norte de quienes se involucran en política, por lo menos así lo plantearon Weber, Duverger, Gramsci y Maquiavelo. Un político puede vender la idea del sentimiento altruista, el deseo de proteger a los otros y que trabaja por los demás pero al final lo único que importará es llegar a gobernar.
Desde los inicios de la humanidad, en las agrupaciones más primitivas, había alguien que ejercía el liderazgo. Este se sustentaba en el uso de la fuerza, que servía para doblegar la voluntad de los demás. El jefe era el jefe hasta que fuese cuestionada su guía, pero no bastaba el cuestionamiento, sino que debía ser derrotado.
Con la llegada de la Revolución Francesa, que eliminó la preeminencia del rey y lo transmutó de divinidad a ser humano, por lo menos en lo electoral (cada ciudadano un voto), se establecieron las dos únicas formas que aun existen para la toma del poder: o se escoge la primitiva forma de la disputa del liderazgo a través de la fuerza o se determina a través de una más actual y civilizada forma como el sufragio.
En la Venezuela actual, seguro estoy, saldrán detractores a este planteamiento, en especial aquellos que piensan que la “primavera de la arepa” llegará convertida en una especie de contrarrevolución que arrase con todo (partidos, instituciones, empresas) y haga surgir un país, cual fénix, de las cenizas.

Camino a la resistencia

El inconveniente con estos neoespartanos, y no me refiero a los nacidos en el estado insular, es que su plan se basa en la posesión y el control de las armas.
En este escenario particular solo hay dos actores con poder de fuego (demostrado): los militares y los delincuentes (llámense círculos, colectivos, guardia territorial o brazo armado de la revolución), a menos que consideren en este lote a quienes estuvieron en la fuerza militar y tienen capacidad para pararse con armas en un balcón, una azotea, una cornisa y hasta en un árbol, una especie de Rambo, con la diferencia que el interpretado por Stallone acabó con la Guardia Nacional norteamericana, al ejército vietnamita, las fuerzas militares soviéticas en Afganistán y a unos mercenarios en Myanmar.
Excluyendo a esos Rambos, con sobrepeso y algo vetustos, lo que queda son los militares activos y el brazo armado civil de la revolución. En caso de que ganen los civiles armados el gran vencedor sería la caterva mafiosa que gobierna y en el caso que sean los militares no triunfaría la sociedad sino los que han gobernado estos 17 años, ya que, para quienes lo olvidan, esa es la misma gente que ha ocupado la presidencia, la vicepresidencia, los ministerios, los viceministerios, el parlamento y cuanta esfera del poder hay. Eso sería como tratar de salir del esposo maltratador reemplazándolo con el cuñado, el suegro o el primo de él.
Hasta ahora, luego de más de 200 años, no se ha diseñado otra forma, ni hay puntos intermedios, ni nada parecido para alcanzar el poder que no sea el uso de la fuerza armada o el uso del voto.

El voto es la vía

Las guerras más cruentas terminan en una dictadura militar del vencedor, que siempre da paso a una legitimación electoral; las desobediencias ciudadanas regresan al orden luego que los militares asumen el control para posteriormente legalizarse por el voto; las insurrecciones militares son controladas por militares, quienes terminan cediendo el poder a quien salga vencedor por el sufragio.
Si los políticos y los pichones de dirigentes no entienden esto, definitivamente no hemos comprendido, ni aprendido nada en esta desgracia republicana que mientan Socialismo del Siglo XXI.
Sabemos que no hay condiciones, que estamos en un sistema no democrático, que el régimen implementará todas las acciones legales o no para torcer la voluntad de los electores pero frente a este escenario lo único que queda es la protesta y la calle que canalicen el descontento, la campaña honesta y sin medias tintas y el ejercicio del sufragio, aunque hubiésemos deseado mejores candidatos de los partidos y una mayor participación de la sociedad opositora no militante en los cuadros partidistas.
Ahora sí alguien tiene una fórmula distinta sería bueno que la hiciera saber, mientras tanto tengo mi rifle, mi escopeta, mi pistola, una engrapadora y hasta los cuchillos de cocina listos para el conflicto, en mi caso esas armas son mi voz, mi derecho a disentir y protestar, mi pasión a seguir la lucha y la posibilidad a escoger lo mejor para el país.

Llueve… pero escampa