domingo, 27 de noviembre de 2016

Ni una lágrima de cocodrilo

Por Miguel Yilales
@yilales
Dicen las enseñanzas de la iglesia Católica, Apostólica y Romana, al igual que muchas otras, que la muerte es pasar al estado deseado porque se deja de sufrir el mundo terrenal y se traspone el portal de la vida eterna. Bajo esa premisa, para un cristiano, la muerte debiera ser de celebración aunque el egoísmo humano nos haga llorar y extrañar a nuestros seres queridos.
Aunque hay muertes que no merecen ni una lágrima, es más se celebran no desde el plano espiritual, sino desde la más mundanal, terrenal y humana naturaleza. Y no es por falta de humanidad. Tampoco se trata de que se haya perdido la misericordia o la piedad por el prójimo ni que se le desee la muerte a unos cuantos despiadados, criminales, malévolos y desgraciados que andan sueltos por el orbe.
El sátrapa del Caribe
Pol Pot, Nicolae Ceausescu, Mao Zedong, Iosef Stalin, Adolfo Hitler Augusto Pinochet, Josip Broz “Tito”, Francois Duvalier, Francisco Franco, Muammar Gaddafi, Saddam Hussein, Slobodan Milosevic, Benito Mussolini, Ho Chi Minh, Kim Il Sung, Rafael Trujillo, Ferninand Marcos, Idí Amin y Samuel Kanyon Doe son algunos de una selecta lista de tiranos, genocidas, asesinos en masas e inescrupulosos verdugos que regaron con sangre y sembraron de cadáveres las tierras de sus propios países durante todo el siglo XX. Solo Fidel Castro les había sobrevivido pero al final, como el nacimiento y la muerte igualan a todos los seres humanos, él no se pudo escapar. Ni siquiera aquellos que creyéndose inmortales y eternos pudieron huir de la ineludible guadaña de la Parca.
Toda una desgracia
Las personas que pasaron su vida sembrando vientos sabían que cosechaban tempestades; los que esparcieron campos de muertes no podían aspirar a que se les rememorase con devoción y los que desolaron, afligieron y abatieron a su propio pueblo, tarde o temprano, son dejados de lado, olvidados y execrados de la memoria colectiva por la ignominia popular.
Fidel y Raúl con el heredero "omninaciente"
En estos 18 años una montonera de irresponsables se dieron a la tarea de someter a toda una sociedad, que los veía con ojos de borrego mientras los sodomizaban, con el cuento de que luchaban por un mundo mejor mientras instauraban un narcoestado que obedeciera a carteles familiares y militares; con el embuste de que se hicieran votos de pobreza socialista mientras sus hijos y sobrinos dilapidaban las fortunas birladas al tesoro nacional; con el engaño de que los anaqueles están vacíos porque los venezolanos comemos más cuando la realidad es que somos una sociedad demacrada y cadavérica; y con el artificio de que porque tenemos el sueldo más alto del continente (al dólar imaginario) ahora nos venden productos importados (al dólar incomprable, innombrable y real).
Quién iba a pensar que gracias a esos embaucadores, marrulleros, bellacos, rufianes y pillos nos convertiríamos en una nación macilenta y mortecina en la que un plato de pabellón criollo sería visto como un plato de cordero; en la que andaríamos cortando las servilletas por la mitad porque tienen más valía que nuestra devaluada moneda; que nos volveríamos fitnnes al eliminar las frituras de nuestras dietas con lo cual proscribimos lujos gastronómicos como los tequeños, los patacones o los bistecs; que tendríamos que usar sabiamente cada cuadrito de papel higiénico y que nuestras vidas transcurrirían “felices” detrás de otra persona, no por amor ni por fantasías lujuriosas, sino en largas colas.
Menos de cocodrilo
En el círculo de la Divina Comedia de Dante Alighieri
Hay unos atrasados que claman por la muerte, y hacen de ella su leitmotiv, esos son capaces de devastar a sus propios países solo para preservar el poder con la esperanza de que la historia los absuelva, lo cual no ocurrirá porque, para su desgracia, en primer lugar ella solo registra las satrapías para las generaciones futuras y segundo porque no es un tribunal para absolver las atrocidades que haya ejecutado un cubano del siglo XX o un venezolano del XXI, lo cual incluye al único (jurídicamente) ser con el Don de la ubicuidad al nacer y a sus perversos mentores (las momias idas y las prevenidas al bate).
Estas son solo algunas de las razones por las que no boté, boto ni botaré una lágrima (menos de cocodrilo) por unas escorias cuyo único norte fue la desolación, la desesperanza, la destrucción y la miseria como forma de vida, que sean otros, los hipócritas y los farsantes, que canten loas y alabanzas por los daños causados, por las vidas robadas, por las familias destruidas y por las esperanzas perdidas.
Llueve… pero escampa

sábado, 19 de noviembre de 2016

Del juego político a la autoayuda política

Por Miguel Yilales
@yilales
Dicen que el que juega por necesidad pierde por obligación ¿Cuántas historias se han escrito sobre personas que ganan el premio gordo de la lotería y al cabo de algunos meses están más pobres que cuando ganaron? No en vano los casinos nunca pierden.
En mi casa los juegos de envite y azar estaban prohibidos, lo cual era extraño porque mi papá, como buen oriental, siempre le gustó el juego, hasta que le dieron un ultimátum, de esos que entran con amor: ¿la familia o el juego? No volvió a agarrar unas barajas. Sin embargo aprendí que en el dominó los mirones son de palo y que un pone piedras normalmente juega para los contrarios, con lo cual uno termina con dos enemigos y un traidor; que en el truco, que es un juego de pícaros, tramposos y mentirosos (hay que tener habilidades), no solo bastaba saber cuáles cartas tenían más valor, sino como hacer y coger señas; y que sí se trataba de jugar al póker estar al tanto de que se depende de las cartas que te da el crupier y de la capacidad para blufear y percibir cuando blufean.
Al apostar se puede ganar o perder. Y aunque la habilidad pueda hacer la diferencia, el azar juega un papel cardinal. Ahora bien sí usted decide hacerlo con cartas marcadas, con ponedores de piedras o desconociendo las reglas, la culpa es suya y solo suya cuando lo dejen con una mano adelante y otra atrás.
Leitmotiv de la política
Dedicarse a la política requiere similares condiciones a las del que juega ya que debe reducir la probabilidad de resultados desfavorables y aumentar la de los favorables, mediante acciones estructuradas no solo pensando en el azar, sino en el conocimiento del contrario, en el análisis de la situación, en el cálculo probabilístico, es decir, en un episteme que reduzca al mínimo ese componente impredecible que le arrebata la victoria al más experimentado y diestro apostador. Creer que en política no es necesario asumir posiciones firmes, no saber cuándo retirarse ni cuándo jugar duro es candidez, y en política la inocencia es una supina irresponsabilidad.
La oposición apostó (y parece que los sorprendió el destino) para llevar al Parlamento a un grupo de personas sin experiencia, muchachones poco fogueados y lo que es peor sin discernimiento, sensatez y luces del importante rol que les tocaba cumplir. Impúberes (aunque vaca chiquita siempre es becerro) que les cuesta articular dos frases para hacer un planteamiento coherente, que proponen lo que no pueden cumplir, que les ha dado por mostrar sus cartas sin escudriñar las posibilidades de éxito y que han dilapidado la fortuna adquirida en ese azaroso golpe electoral por festejar sin medida, gastar en los amigotes que se les han adosado como rémoras y comprar voluntades para que los adulen mientras le dure la ganancia. No han administrado ese capital para que se traduzca en la toma del poder, que a fin de cuentas, es el leitmotiv de la política.
Desgañitarse para meter miedo cuando se mete la pata, amenazar con levantarse de la mesa cuándo se decidió jugar con las cartas marcadas y apostarlo todo en una sola jugada porque “ahora sí se tiene la suerte de su lado” es tan ingenuo como blofear al acusar a los demás de ser narcotraficantes o drogadictos solo para ocultar que la procesión familiar, militar, ministerial y gubernamental va por dentro, y denota que estamos en manos de ludópatas y apostadores de la política.
Negocia que algo queda
Dirigir, gobernar y liderar requiere cualidades y conocimientos que no todos tienen. A los expertos políticos del olfato, esos que abundan en la oposición, les pareció innecesario rodearse de expertos negociadores o designar a versados en la materia (tener un cargo rimbombante, estar inscrito en un partido o ser un gobernador, pone piedra del dominó, no los hace expertos) en la mesa de negociación. Fueron a envidar y a apostar con unos truhanes que blofean, engañan y manipulan y se obnubilaron con unos crupieres que siempre barajaron a favor del régimen.
Por eso los convencieron de que los modos, las formas y las palabras no tenían importancia, con lo cual le cayeron a patadas limpias a años de estudio en las ciencias políticas, al arte de la negociación y al sentido común. Ahora les ha dado por plantear que salgamos todos a un revocatorio popular (tamaña ingenuidad política) para levantar el ánimo opositor, con lo cual pareciera que un escritor brasileño les asesora para implementar la autoayuda política.
Llueve… pero escampa

sábado, 12 de noviembre de 2016

No pasó ni pasará nada

Por Miguel Yilales
@yilales
Durante las últimas semanas la atención del mundo civilizado se centró en lo que ocurriría en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América entre un pedante, presumido, xenófobo y misógino personaje y una vanidosa, mentirosa y manipuladora compulsiva, es decir entre el suicidio y la inmolación.
Sin querer pecar de prosaico al hurgar en la degradación política de otros países porque la nuestra es más que suficiente, puedo aseverar que no ocurrió nada que no se hubiese previsto desde que comenzó la carrera presidencial: habría un ganador y un perdedor; no hubo paliza de uno contra el otro cuando la diferencia fue de solo 300 mil votos; nadie gritó fraude (el que había amenazado con hacerlo ganó) porque las instituciones funcionan y el mundo siguió girando sobre su eje y alrededor del Sol. Además tampoco pretendo disertar sobre las causas de los resultados, ni sobre el país profundo o rural, que sí hubo un voto castigo al continuismo, que sí se sobrestimó el apoyo de las minorías, que sí triunfo la xenofobia y la misoginia y menos sobre la ciencia oculta (digo por los resultados en Venezuela, Brexit, Colombia y EE.UU.) que es la encuestología.
Realpolitik a política de a real (y medio)
En el país muchas personas dejaron de preocuparse por los resultados del diálogo entre el gobierno y la oposición, desistieron a seguir las implicaciones de las declaraciones de verdaderos testigos estrellas del juicio que se le sigue en Nueva York a los primeros sobrinos de la República (que en el lenguaje oficial son los sobrinos combatientes y para sus propios abogados defensores unos estúpidos e inexpertos sobrinos) y se sentaron a esperar por horas para saber si ganaba la derecha o si perdía la izquierda: es decir si el mapa sería azul, azulito o rojo, rojito. El problema es que allá la derecha es roja y la izquierda es azul.
Lo curioso es que a diferencia de las maravillosas y gloriosas democracias de algunas republiquetas bananeras (donde se asiste a elecciones con partidos únicos, la vicepresidencia la ponen en manos del consorte presidencial, no se respetan los lapsos electorales por guerras ficticias e imaginarias y les encanta, como una maldición, la reelección indefinida) en ese Templo de la Perdición que es el Imperio norteamericano se respetan las reglas del juego político; se hacen elecciones a pesar de estar en conflagraciones reales; los que están en el extranjero, alrededor del mundo, tienen garantizado el derecho al sufragio y se respeta la alternabilidad en el poder.
Por supuesto que al día siguiente que se conocieron los resultados electorales salieron los sesudos análisis para argumentar como ahora sí cambiarían las relaciones entre Venezuela y EEUU, como sí los gringos fuesen a dejar de lado la realpolitik que representan la Unión Europea, Rusia, Siria, China, Afganistan, Israel y el Oriente Medio para dedicarle atención a un país con política de a real (y medio) que no es una amenaza militar (los nuestros saben de papas y cebollas pero no de tácticas de combate), ni un desafío político (aquí se dejó de hacer política para mercadear con el petróleo a cambio de unos cuantos votos en organismos multilaterales cuyas acciones son inocuas) y menos un estorbo económico (gracias a un gobierno que, firme en sus políticas destructivas, ya no produce gasolina ni para el consumo interno menos influye en las finanzas globalizadas).
Republicanos o demócratas
Entre las voces que salieron raudos y veloces a opinar sobre lo que no saben destacó, como siempre, el Sabio Salomón del Socialismo del Siglo XXI (un sabelotodo, iluminado y encuestólogo que solo acierta el género de los bebes con 50% de probabilidades) a explicar que debíamos ponernos alpargatas para el joropo como sí es que ya no estuviésemos en un tusero y que el discurso agresivo de Trump alimentaría las fricciones entre ambos países como si estábamos en una luna de miel discursiva con Obama.
Para los que cifraron sus esperanzas en que con Donald, no el pato, ahora sí llegarán los marines a llevarse, empijamado, al mofletudo danzarín de vallenato y a todos sus cómplices para que paguen por sus desafueros políticos, por las violaciones a los derechos humanos y por sus nexos con el narcotráfico, les recuerdo que ya tuvimos 10 años de gobiernos demócratas y 8 años de republicanos y en 18 años aquí no ha pasado ni pasará nada si nosotros no nos preocupamos y ocupamos de que pase.
Llueve… pero escampa

sábado, 5 de noviembre de 2016

No son demócratas

Por Miguel Yilales
@yilales
La naturaleza es una cosa seria. Nadie se escapa de ella ni puede pretender ser otra cosa que lo que es. Un marisco no es molusco, un burro no es caballo ni un gorila es humano por mucho que algunos simios se comporten mejor que muchos hombres. Así también ocurre entre las personas nadie puede pretender que un ingeniero piense como periodista, un médico como arquitecto, un sociólogo como psiquiatra, un estudiante como profesor, un terrorista, extremista y fanático como un pacifista, un religioso como un epicúreo o un militar como un civil.
Para el cadáver insepulto y su camarilla de cómplices, que no creían en la democracia ni la entendían, su paso por la vida militar era importante porque desde allí tenían la posibilidad de emular al gorilato latinoamericano y asaltar por la fuerza a las instituciones del Estado para instalar un régimen paramilitar con modos de democracia, pero que no podía ser tal, al tener ministros que ejecutan órdenes en lugar de administrar, con funcionarios que adulan su jefe en lugar de servir al ciudadano y con un Estado organizado en batallones, brigadas, unidades y milicias.
Hoy la casi totalidad de las democracias se basan en una constitución que organiza y controla el funcionamiento del Estado, donde prevalece la división de poderes, el derecho a votar y ser votado, el derecho de la propiedad, la existencia de partidos políticos (en plural), la libertad de expresión, la libertad de asociación y la vigencia de los derechos humanos, que se traduce en la coexistencia de la regla de la mayoría con los derechos de las minorías.
No hay elecciones militares
Por estas razones ninguna institución, organización o persona que utilice un sistema en el que solo prevalezcan las órdenes, su cumplimiento y el castigo puede considerarse democrática y eso incluye a los militares de un país, a los grupos irregulares alzados en armas, a las mafias y a las pandillas gansteriles que tienen la misma estructura castrense, con jerarquías y mando indiscutible (hasta que eliminen al capo), con capacidad para entrenar y ejecutar acciones de combate. Todo lo contrario a los sistemas democráticos. Y aunque a algunos, militares incluidos, les puede sonar chocante, eso es así.
Imagine usted a Eisenhower consultándole a las tropas aerotransportadas antes del Día D sí estaban de acuerdo o no con el desembarco, cuántos apoyaban Normandía o sí debían hacerlo en Calais, qué tipo de armamento usar y cuántos hombres emplear o a Patton preguntándole, mediante elecciones, a los oficiales y a la tropa cuál debía ser el plan de abastecimiento logístico para el desembarco en Sicilia. Reemplace los nombres por Al Capone, Pablo Escobar, el Mono Jojoy, el comandante Fausto o el capitán cavernícola del mazo y no habrá diferencia.
La realidad es que, genéticamente, el régimen chavista, formado por militares golpistas, por exguerilleros adiestrados en Cuba, por trasnochados ñangaras, por las más corruptas mafias latinoamericanas, por terroristas entrenados en el Oriente Medio y que vive en conchupancia con los cárteles de la droga, no puede aplicar para sí mismo los preceptos de la democracia.
Ni excomunión ni Guardia Suiza
En consecuencia para ellos el diálogo no es la forma de dirimir las diferencias sino una acción retardatriz que les permite ganar tiempo, reacomodar fuerzas y destruir al enemigo que, en su caso, es la oposición, saben que obligarán a la MUD a levantarse de la mesa de diálogo y, como quien se ve al espejo, la acusarán de antidemocrática, fascista y terrorista y además porque sí dejan con los crespos hechos al enviado del Vaticano saben que el papa Francisco no retirará al nuncio apostólico, como ñangaras (que son) no les quita el sueño la excomunión por estafar, mentir y embaucar a Su Santidad y porque no temen la invasión de la Guardia Suiza Pontificia.
Ojalá que la oposición haya acudido al diálogo a sabiendas de que todo esto va a ocurrir y no con la creencia de que la sola presencia del Vaticano produciría una epifanía transformadora que permitiría activar las elecciones, liberar a todos los presos políticos, el retorno de los exiliados, la reinstitucionalización del ministerio electoral y del bufete de la suprema injusticia, el reconocimiento de las funciones de la Asamblea Nacional y la atención a las víctimas de la crisis humanitaria que vivimos, si no lo hicieron entonces son pendejos y aún no han comprendido que ellos no son demócratas.
Llueve… pero escampa