jueves, 31 de julio de 2014

Venezuela invadida y ultrajada

Miguel Yilales
@yilales
Normalmente la historia nos da ejemplos de los cuales debemos aprender. Los países evolucionan como cuerpos vivos: nacen, crecen y eventualmente mueren. Así le ocurrió al Imperio Otomano, al Romano o al Español y a confederaciones más modernas como la extinta URSS o Yugoslavia.
La mayoría de esos imperios se construyeron a través de invasiones, guerras, ocupaciones y pare usted de contar. Solo excepciones no estuvieron precedidas por conquistas, como fue la creación de Colombia, esa confederación planteada por Simón Bolívar en el Congreso de Angostura y materializada en 1821 en la Constitución de Cúcuta.
Lo que sí es cierto es que toda invasión generó cambios en la sociedad invadida. Para unos un proceso de liberación y para otros de usurpación. Los moros introdujeron tantos cambios en las costumbres y el lingüística de la península hispánica que hay un antes y un después del proceso de formación de al-Ándalus.
Con la invasión de los musulmanes a España existió un fuerte impacto cultural en especial la arabización en el terreno lingüístico todavía usado en español moderno, con ejemplos que sobran en términos relacionados con los apellidos, la agricultura, la guerra, el comercio y las matemáticas.

Llegaron para quedarse

Cuando los españoles arribaron a América, fíjense que no hablo de encuentro de mundos o descubrimiento, impusieron esa cultura a los habitantes originarios de esta tierra. Para algunos a sangre y fuego y para otros como parte de ese proceso de socialización que fue el mestizaje.
Es que los españoles que venían, en el mejor de los casos, preñados de buenas intenciones, al ver las maravillas que les brindaba un territorio con tantas bellezas naturales, con abundante vegetación, agua fresca y riquezas inconmensurables, decidieron quedarse.
Los otros, los que venían huyendo de los delitos cometidos, de las mujeres abandonadas, de las miserias de aquellas latitudes, también participaron en esa fiesta de colores entre blancos, negros, pardos e indígenas que dio la mezcla que hoy somos.
El invasor quiere que el invadido lo emule luego de pacificarlo, aunque para algunos signifique doblegarlos. Y es que se supone que viene a mejorar las condiciones de los invadidos, pero nunca a depauperarlos. Eso en condiciones normales, pero en este desorden revolucionario las cosas se mueven en sentido contrario.
Si a usted le toca ir a una embajada del primer mundo, porque desea hacer turismo, lo ven como gallina que ve sal, primero por la sospecha que despierta su interés en visitar sus países con la limitación de algo, que ellos mismos no entienden, llamado Cadivi y en segunda instancia porque siendo un bolivariano a carta cabal y que despotrica de todo lo que huela a imperio de seguro tiene ocultas intenciones para contribuir a su desmoronamiento.
Por esa razón lo hacen esperar por horas en colas, es que estos imperialistas han visto como disfrutamos colocándonos uno detrás del otro hasta para abordar en un avión que tiene los asientos numerados, y luego te entregan la visa como una dádiva especial con lo cual los beneficiados salen con la misma cara que pone quien encuentra harina de maíz precocida, papel higiénico o aceite de maíz.

Y siguen las invasiones

En nuestra depauperada nación, nos encontramos arrinconados por un régimen que le dio por entregar los recursos a un moribundo y arrinconado dictadorzuelo caribeño para que viniera a invadirnos, algo así como sí Leonidas en lugar de hacer frente en las Termópilas a la invasión persa, le hubiese dado los recursos y recibido a Jerjes como el gran liberador de Esparta.
Lo peor de esto es que sin tener nada que enseñarnos el invasor se ha apoderado de las instituciones, de las casas, de la mesa y como decía el merengue dominicano: hasta del queso que había en la mesa, porque el barbarazo de la isla necesitaba de las traiciones de unos ineptos e incapaces, que ambicionasen el poder, para poder perpetuarse.
Por supuesto el rumor se corrió y todo aquel con iguales ambiciones geófagas vino a apoderarse de su pedacito y engullirlo hasta saciar su ambición, mientras los miles de “efialtes”, vestidos de rojo o no, solo ven como engordan sus cuentas bancarias.
Ante este invasor buena falta que hacen acciones para ser contadas por quienes nos sucedan, con historias que nos hagan sentir orgullosos y que estén a la altura de las glorias pasadas, mientras eso sucede hagamos la primera cola que consigamos para ver cómo ultrajan a Venezuela.

Llueve…pero escampa

lunes, 14 de julio de 2014

Democracia ¿Sin partidos y sin ciudadanos? Yo te aviso chirulí

Miguel Yilales
@yilales
Desde la época de la colonia el venezolano no ha cambiado, estar entre los vencedores siempre ha sido su prioridad. Los llaneros pertenecieron a ambos bandos primero en las filas de Boves y luego, cuando los vientos de guerra cambiaron de dirección, se fueron con el taita Páez.
Esa forma de pensar es la que hace que cada 4 años, al no tener un equipo propio, un sinnúmero de compatriotas empiezan a vestirse con las camisetas de los diferentes equipos en competición. Así vemos que las banderas, camisas, pitos y matracas van cambiando con la misma velocidad con que le anotaron los goles a la selección brasileña.
A diferencia de nuestro principal entretenimiento, el béisbol, en que los fanáticos son fanáticos de su equipo hasta que lo eliminan y no andan cambiándose la camisa del Magallanes por la del Caracas o la de los Tiburones por la de Lara porque no se llegó al Round Robin.
La única temporada extraña fue aquella en que unificaron a los Leones y los Tiburones y sacaron aquel híbrido llamado los Tibuleones, pero esa fue harina de otro costal.
Si en la política los adeptos a los partidos fuesen como los fanáticos de la pelota otro gallo cantaría, pero lamentablemente terminan pareciéndose más a esos saltimbanquis futbolísticos.

Es distinto ser que parecer

Cuando la Generación del 28 inició la forma de hacer política en Venezuela y posteriormente sus protagonistas fundaron las distintas agrupaciones partidistas, podías o no pertenecer a uno de ellos, o simplemente podías ser antiadeco o anticopeyano, y no por eso pertenecías a la otra organización.
Pero los errores de esos mismos partidos acabaron con ellos porque no entendieron la necesidad de la renovación de sus cuadros y de realizar los ajustes necesarios para que no se impusiera la antipolitica por encima de la política.
Así nos conseguimos que de esa forma de destruir la política llegó para quedarse y regresó aquel mal que había enterrado Juan Vicente Gómez: el caudillismo, un flagelo que destruyó al país durante el siglo XIX y de seguro lo destruirá en este siglo XXI.
Es que esos mismos partidos que trazaron el rumbo venezolano por más de medio siglo aun no encuentran el rumbo y mucho menos quien los conduzca, porque se han empeñado en mantener unos cuadros vetustos y periclitados por el ejercicio del poder dentro de sus propias organizaciones. Actitud que copian también las organizaciones afectas al régimen, con lo cual están predestinadas a la misma ignominia con que se ven hoy el otrora partido del pueblo o el socialcristianismo criollo.
Los mismos actores, los mismos dirigentes sin renovación, sin reconocer que hay cuadros que pueden y deben surgir para inyectar sangre joven y nuevas ideas. Un mal que se repite hasta en las Fuerzas Armadas donde ratifican a generales que debieron pasar a retiro, por no confiar en nadie.

Mucho que copiar

La mayoría de los sistemas políticos del mundo se han estructurado en función de los partidos: en la Revolución Francesa eran los girondinos y los jacobinos, en los Estados Unidos su estructura se monta con los demócratas y los republicanos, en la América hispánica con conservadores y liberales.
Sin embargo en Venezuela luego de la caída de Gómez todos los partidos deciden ser de izquierda, revolucionarios, anti norteamericanos y antiimperialistas (usados como sinónimos) como si se tratase de su leitmotiv.
De ahí que todo lo que pareciese venir de los Estados Unidos de América era perjudicial. Para desgracia de algunos las independencias de ambos países ocurrieron en años distintos pero con un día de diferencia, aun no se disipa el olor a la pólvora de los fuegos artificiales con los que ellos celebran un día de victoria cívica y aquí se inicia la celebración de un acto cívico que es desvirtuado como un día militar.
El día que la civilidad de la Declaración de la Independencia, que no tiene nada que ver con las gestas militares de la emancipación, se conmemoren a la orilla de un lago, de un río, frente a una plaza para contemplar las bellezas naturales que tenemos, para compartir una comida y celebrar que somos responsables de nuestro destino y no con desfiles militares, discursos militares y arengas paramilitares, entenderemos lo que es ser ciudadanos.
Mientras tanto seguiremos a la merced de los maisantas, los zamoras y otros asaltantes del erario público (estén en el gobierno o en la oposición), de los partidos que desvirtúan la política y de ciudadanos que no entienden la civilidad.

Llueve… pero escampa

sábado, 5 de julio de 2014

Pa’ tras como el cangrejo

Miguel Yilales
@yilales
Cuando Julio Cesar gobernaba el mundo occidental nunca se imaginó que con su nombre sería bautizado un mes del año y que este período fuese a significar tanto.
Originalmente este mes era el quinto del primitivo calendario romano y se llamaba Quintilis, porque era el quinto mes del año y con las modificaciones del calendario por Julio Cesar, pasó a ser el séptimo pero lo continuaron llamando Quinto, con lo cual ya denotaba lo complicado que sería.
Después del asesinato de Julio César, Marco Antonio obtuvo la aprobación del senado romano en el 44 AC para cambiar el nombre de Quintilis por el de Iulius, en su honor, por ser el mes en que había nacido César, el mismo mes en que nació el comandante eterno.
Dicen que en las cavilaciones palaciegas de Miraflores, con un país sin problemas económicos, con niveles de pobreza llegando a cero, con una economía boyante, sin delincuencia, envidia tecnológica del mundo y si no fuese porque Julio Cesar fue Julio Cesar, a alguien se le pudiese ocurrir cambiar el nombre del mes por Hugus o Chavius, basado en que sí los dos nacieron en el mismo mes, los dos fueron militares (¿?), los dos murieron traicionados (uno en el senado romano y el otro en un quirófano malsano) ¿Por qué no equipararlos? Lo bueno es que, hasta ahora, hay tantas cosas que bautizar con el nombre del hijo de Sabaneta, que deben haber dejado lo del mes para después.

Julio ha dado para todo

No sé si por ser la mitad del año o por ser el inicio del verano boreal y el invierno austral, pero julio siempre ha marcado cambios importantes en nuestras vidas.
Julio desde épocas inmemorables ha sido crucial. Se conmemoran hechos importantes como las independencia nuestra y la de nuestro odiado y repugnado enemigo político pero aliado comercial (eso sí es un dislate); se conmemora la Toma de la Bastilla con la que la historia se divide en el antes y después de una verdadera Revolución; los gauchos, los neogranadinos, los sandinistas, los cholos y los mapuches (los narradores de fútbol, con eso de llamar a las selecciones con sinónimos que no lo son, terminan contagiando a todo el mundo) tienen que celebrar en este mes.
Pero no todo son glorias y fiestas, hasta los republicanos y los nacionalistas españoles saben que en esta época se inició la etapa más gris de su historia, así como en Cuba el fraude más grande de la historia, porque nadie que visite La Habana puede creer que hace 60 años la isla era una joya del Caribe, cuando hoy llega a bisutería.
Hasta el imperio norteamericano dejó huella en la historia, con aquel “pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad” que pronunciara Neil Armstrong un 21 de julio de 1969.
También es julio el mes en que se reconoce el valor de Nelson Mandela y su dedicación al servicio de la humanidad a través de su labor humanitaria, la lucha por la democracia y a la promoción de una cultura de paz en todo el mundo, una verdadera ironía cuando hay países, socios de esta revolución, que ven con buenos ojos el regreso de la explotación infantil, con trabajo para niños de 10 años.

Otro julio perdido

A pesar de ser una etapa marcada por las vacaciones, celebraciones, independencias, alunizajes y libertades hay algunos que les ha dado por pelear, despotricar y blasfemar a todo el que no piense como ellos.
Los epítetos quedan cortos al momento de descalificar al contrario, lo cual me hace recordar que en esta misma época un conspicuo golpista, opositor de oportunidad y hoy gobernador, sacó una gallina para hacer creer a los incautos que él era una alternativa, cuando en realidad era un fantoche que legitimaba aquel proceso electoral del año 2000. En esa época sus dotes de saltimbanqui aun eran desconocidos.
Que en este mes llegase al mundo un demócrata, un libertador y un autócrata no tiene nada de especial, lo particular es que en pleno siglo XXI, existan aún personajes que sigan defendiendo una lasaña ideológica en la que les parece fácil unir el pensamiento bolivariano, el de Simón Rodríguez, el de un asaltante de caminos, al cual le han sumado, luego de la muerte del héroe del Cuartel de la Montaña, los de Miranda y de Sucre.
Lamentablemente este mes de julio será igual que los anteriores de esta revolución. Lamentablemente hemos llegado tarde a los siglos: El XIX lo vimos en 1830, el XX en 1936 y este aun no llega. Es que en Venezuela, los inicio de siglo, siempre nos agarra caminando como el cangrejo.

Llueve… pero escampa