miércoles, 24 de septiembre de 2014

Ni Mambrú va a la guerra

Miguel Yilales
@yilales
Recuerdo que en mis años mozos, para no decir que fue hace tiempo, a los niños nos cantaban una canción de un héroe que se había ido a la guerra y que nadie sabía si volvería, luego supe que se refería al duque de Marlborough, quien había peleado en la Guerra de Sucesión Española.
Siempre me imaginé a Mambrú, que fue la adaptación española de Marlborough, como el protagonista de una serie de la televisión que en 24 horas podía enfrentar bombas, explosiones, virus, amenazas nucleares, asesinatos de presidentes, interrogatorios y ataques terroristas.
Resulta que la próxima temporada de esa serie podría ser una adaptación de un guion originalmente revolucionario, chavista, obrerista y antiimperialista ambientado en Venezuela, con lo cual el régimen derrotaría la perversa manipulación de la televisión y el cine norteamericanos e impondría su verdad.
Imagínense el argumento: un pequeño país petrolero, garante de la paz interplanetaria, la biodiversidad, la lucha contra el calentamiento global y la multipolaridad, enfrenta guerras, intrigas, conspiraciones y ataques diversos que buscan derrocarlo.
Para desmontar la peligrosa amenaza usaría agentes como Bauer, Bond, McGyver y hasta Rambo todos adscritos al Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN), una mezcla tropical de la CIA, MI6 y el Mossad.

Guerras como arroz

Tan grave sería la situación que se viviría en esa Tierra de Gracia que al principio sería atacada con una guerra económica que vacíe los anaqueles de los supermercados no por desabastecimiento, falta de inversión, invasiones al campo y desestimulo al sector privado sino porque sus habitantes consumen más de lo debido; además tendría una guerra de desestabilización política producida por unos estudiantes con pancartas y unas señoras con cacerolas que generarían el desvío de los recursos destinados a la educación, la salud y el desarrollo para controlar a los pitiyanquis de la extrema derecha.
Como sí la amenaza económica, los estudiantes y las cacerolas no fuesen suficientes, continuarían con una guerra bacteriológica, por supuesto, promovida por el imperio norteamericano, el expresidente colombiano Álvaro Uribe y la oposición venezolana.
Ellos para lograr su fin alterarían genéticamente unos mosquitos que serían capaces de detectar con cybersensores solo a personas con escasos recursos (no tiene que ver con las condiciones de salubridad, aguas blancas, aguas servidas, entre otros) para inocularles un virus que pudiera ser atendido en los hospitales y ambulatorios altamente equipados (como corresponde a un país petrolero) pero en el que los insumos médicos escasean como parte del boicot que las empresas farmacéuticas han implementado por una insignificante deuda.
Además padecerían una guerra meteorológica entre los meses de mayo y noviembre (no confundir con período lluvioso, ni con que en el Atlántico la temporada de huracanes se repita anualmente en esta época) en que el imperio bombardearía las nubes para que las calles y avenidas de las ciudades venezolanas permanecieran inundadas a pesar de los ingentes esfuerzos por mantener las quebradas, desagües y alcantarillas libres de obstáculos.

Sigue la conspiración

Pero no sería suficiente generar ese tipo de crisis, sin tener agentes encubiertos o infiltrados que se hiciesen pasar por amantes de la tierra de Bolívar. Estos podría ser cantantes, actores o actrices que cumplieran misiones para desencadenar “la salida” del aguilucho obrero (aclaro que no es familia de la mascota de las Águilas del Zulia, sino hijo putativo de Águila 1).
Uno de los agentes podría ser un niño, hijo de adecos (no podía ser de otra manera), que con 4 años de edad fuese convertido en un topo, con alias de felino y encubierto como cantante o tener una Mata Hari cubanovenezolana, reclutada luego de escapar de La Habana con 5 años de vida, que se dedicase a cantar, actuar y representar al país en certámenes de belleza con la intención de hacerse pasar por venezolana para luego atentar contra el eficiente, eficaz, tolerante y transparente gobierno de Venezuela.
De verdad que este guion serviría para una parodia rochelera, sino fuese por lo repetitivo, absurdo y desatinado de sus argumentos. Para los mitómanos que dirigen esta revolución toda esta ficción ocurre en realidad, para los venezolanos que la padecemos es una producción de miseria, muerte y desolación, con un pésimo comandante en jefe, en la que ni Mambrú va a la guerra.

Llueve… pero escampa

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Un inframundo llamado Venezuela

Miguel Yilales
@yilales
Hace algunos años, mis hijos se entretenían con una película en la que los villanos (Megara, Pena, Pánico y Hades) eran más simpáticos que el héroe (Hércules) y aunque al final eran derrotados, los villanos trascendieron, de seguro un mal presagio de lo que nos depararía el futuro.
Cuenta la mitología griega que en el principio del mundo, los dioses derrotaron a los Titanes. Tras esta victoria, según un pasaje de la Ilíada, Hades y sus dos hermanos menores, echaron a suerte los reinos a gobernar: Zeus se quedó con el cielo, Poseidón con los mares y Hades recibió el inframundo, un reino neblinoso y sombrío, que pudiera ser confundido con cualquier ciudad venezolana luego de años de improvisación en el sector eléctrico.
Pero la mitología no es la verdad, excepto en Venezuela que las circunstancias superaron a la ficción. Luego de padecer a unos supuestos médicos isleños cuyo mérito ha sido una dudosa praxis con su mayor benefactor, con epidemias de origen desconocido y la falta de insumos médicos, parece que logramos trasladar el inframundo de la mitología a la realidad.
Tan es así que el Hades que dirige a la revolución bolivariana no conforme con las muertes generadas por la violencia, el dengue, la fiebre amarilla y la chikunganya, parece que le dio por importar raras epidemias que, según datos extraoficiales y, por supuesto, desestabilizadores, se han llevado de este inframundo a más de uno.

Caos y desorden

Es que el principio de orden y autoridad que caracteriza a un gobierno, así sea en el inframundo, aquí ha desaparecido.
Y nada debiera extrañarnos, porque quienes detentan el poder en Venezuela desde hace 16 años solo han sido eficientes en dos áreas: en comportarse como la cabeza de Medusa al petrificar cualquiera de los sectores productivos del país y al formar un Megaestado, no para que existiera orden, sino para que imperase la anarquía.
Tanto les gusta el caos que los sectores importantes están en manos de quien pueda improvisar más y sepa menos del área: las relaciones internacionales las dirige un ingeniero mecánico, en educación está quien nunca ha dado clases, las finanzas bajo “manu militari” de un general, la comunicación y la información dependen de una abogada y en el turismo, un personaje que se dice periodista y cuyo mayor éxito es un muñequito llamado “cheverito”, por eso la improvisación ha estado a la vuelta de la esquina.
A ese dechado de genios que simulan gobernar, se les ocurrió construir unos mamotretos de refugios para los “jinetes de la revolución”, que los motociclistas no utilizan porque les parece mejor guarecerse bajo los puentes; las señalizaciones de tránsito amarillas las quitan porque un partido político opositor se identifica con ese color y en cualquier momento pintan las aceras (esa estructura de cemento que los peatones venezolanos compartimos con buhoneros, perrocalenteros, basura y pare usted de contar) de rojo, no por la cantidad de muertos que a diario ocurren, sino para oficializar esa práctica de que cualquier lugar es parada de autobuses, camionetas por puesto y carros de pasajeros.
Nadie que visite al país, y menos esa marejada de invasores asiáticos que llegan por invitación del ministro “cheverito”, entienden el desbarajuste que aquí ocurre, las paradas de autobuses no existen y las reemplazan el grito “donde puedas”, que en otras palabras es donde le dé la gana al chofer, con lo cual no quiero decir que el conductor de los destinos del país actúe así por conductas aprendidas en oficios anteriores.

El guachimán necesario

A todos estos problemas podemos agregar la menudencia de que el contrabando de extracción, el narcotráfico y el abuso del poder están en manos de quienes juraron defender la soberanía.
Fíjense que hasta el fiel perro de tres cabezas, Cerbero, policía del inframundo, ni siquiera cumple sus funciones, por lo que aquí fue reemplazado con unos fantoches que se han dado a la tarea de dirigir el tránsito, ordenar las colas de los automercados y a pasear disfrazados de milicianos como sí todo el año fuese carnaval.
En un país en que es de vivos colearse, tener un compadre que ayude a evadir las normas o en que la vida ha perdido su valor por la inseguridad, el gobierno es necesario, el problema es que quienes hoy lo dirigen, propician el caos, la anarquía y la ilegalidad, en fin, el hagan lo que les venga en gana, para así reinar este inframundo en que han convertido a Venezuela.

Llueve… pero escampa

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Peor que las plagas de Egipto

Miguel Yilales
@yilales
Sin ánimo de llegar a la blasfemia, muy de moda en estos tiempos de revolución, pareciera que en Venezuela estamos viviendo tiempos bíblicos.
A los venezolanos, por la falta de fe en la democracia, los partidos y las instituciones (que funcionaban mal, pero funcionaban) nos cayeron las 10 plagas bíblicas, pero a diferencia de las calamidades que, según el Antiguo Testamento, Dios infligió a los egipcios para que el faraón dejara partir a los hebreos a la Tierra Prometida, en nuestro caso son para que nos percatemos de lo que teníamos y no supimos apreciar por andar creyendo y adorando a un becerro de papel maché.
Para todos es familiar, las escenas de la película “Los diez mandamientos” de Cecil B. DeMille, protagonizada por Charlton Heston y Yul Brynner, en la que se recrean las plagas: sangre, ranas, mosquitos, tábanos, pestilencia, úlceras, granizo, langostas, oscuridad y la muerte de los primogénitos.
La narración, tomada del Éxodo, describe como Moisés le dice al faraón que, de no liberar a su pueblo, serían castigados con grandes males, pero el que gobernaba, descendiente directo del comandante supremo “Ra”, decidió no liberar a quienes eran sus esclavos, una especie de presos políticos de la época.

Las plagas que nos atacan

Aunque el orden no es el mismo estamos ante signos similares y sí de plagas hablamos, tendríamos que comenzar con la primera de ellas, es que el país se ha bañado de sangre en estos 16 años, con una cifra de fallecidos por la violencia institucionalizada, delincuencia y falta de insumos médicos, que no tiene nada de natural, mayor que la de cualquiera de los conflictos que hay en el mundo.
En cuanto a los insectos, basta con leer los reportes epidemiológicos extraoficiales (porque los oficiales no existen) para enterarnos que han reaparecido enfermedades como el paludismo, el dengue, la malaria y, como si no fuese suficiente, surgen nuevas con el mosquito tigre y su chikunguya, que aunque suene a ritmo tropical, no tiene nada de pachangoso y sí de peligroso.
Que en un país que comparte la reserva de agua dulce más importante del mundo, la Cuenca Amazónica, las reses se mueren por falta de agua, no puede ser sino una plaga producto de las malas políticas de un gobierno o una conspiración intergaláctica e imperialista que nos envió una ola de calor que solo mata las vacas en Venezuela.
Las pestilencias e inmundicias con las que nos toca deambular a diario en las ciudades, carreteras, ríos y lagos a lo largo y ancho del territorio nacional es parte de esas plagas que nos cayeron, no porque el gobierno no se encargue de recoger la basura y sanear los espacios públicos, sino porque los venezolanos consumen más y por ende ensucian más.

Todo no termina ahí

En cuanto a las langostas, y no me refiero a ese suculento manjar del mar sino a esa especie de insecto que es capaz de arrasar con comarcas enteras, que en nuestro caso tienen el cuero escarlata y han engullido el país, sus finanzas, sus recursos naturales y todo lo que se les atraviesa, dejando a su paso desolación y miseria.
Sobre la oscuridad basta que veamos las ciudades en penumbras; esta la plaga tiene nombre y apellido, la improvisación, porque nadie se explica que quienes han dirigido el sector saben de todo menos de electricidad. Por ahí pasó un exguerrillero, abogado y diplomático que le dio por comprar plantas de gasoil en vez de mantener y concluir uno de los sistemas hidroeléctrico más importantes del mundo y ahora tenemos a un militar que ha servido para la ciencia, la tecnología y las industrias; el despacho presidencial; la comunicación y la información y el interior, que debe saber de electricidad porque, antes de dirigir la masacre del canal 8, cambiaba bombillos en el cuartel.
Sobre la muerte de los primogénitos, la plaga es peor porque no discrimina entre los hijos mayores y los menores, ya que la inseguridad está en manos de quien dirige los atropellos, las violaciones y hasta las torturas a quienes ejercen el derecho a la protesta, así no lo vean el trío del poder moral, que son como los chimpancés Mizaru, Kikazaru e Iwazaru: no ven, no oyen y no hablan.
Mientras no decidamos liberarnos de la gran plaga roja, estaremos a la merced no de diez sino de mil plagas venidas de quienes necesitan mantenerse en el poder, en estos 16 años los que adoraron al becerro, ya se percataron que fue peor el remedio que la enfermedad, aún faltan convencer a los demás.

Llueve… pero escampa

miércoles, 3 de septiembre de 2014

En vez de sacudón, queríamos un milagro

Miguel Yilales
@yilales
Mis padres me inculcaron desde pequeño, como a la mayoría de los venezolanos, a seguir las tradiciones de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, que si a ver vamos no difieren mucho de las otras iglesias que surgieron de la vida de Cristo.
De las enseñanzas ahí plasmadas y de las horas dominicales de ir a misa, siempre recuerdo los pasajes bíblicos que me llamaba la atención y que aun hoy desconciertan a todos, por tratar de algo incomprensible: los milagros.
De esos siempre me llamó la atención el episodio descrito por los cuatro evangelios canónicos del Nuevo Testamento, en el que Jesús da de comer a 5 mil personas con 5 hogazas de pan y 2 peces, comúnmente llamado la Multiplicación de los panes (léase que me refiero a ese producto desaparecido de las panaderías, hecho con harina, huevo y mantequilla) y los peces.
Lo simbólico de este hecho es que a pesar de la poca fe de los discípulos, la generosidad del muchacho que cargaba el pan y los peces, la multitud que seguía a Jesús y el obrar milagroso de Él, pudieron ser saciados los ahí reunidos. Así lo explican los textos bíblicos.
Desde esa época hasta nuestros días no se tiene referencias históricas de un hecho similar al narrado por los evangelistas. Para los cristianos es un acto de fe creer lo que dicen los textos, para los agnósticos un cuento bien echado.

Todo un milagro

Resulta que este año se obró un milagro similar que debiera ser documentado para la historia. En especial porque desde Marx, pasando por Engels, Trosky, Lenin y cualquiera de los que se han rasgados las vestiduras por demostrar que la religión es el opio de los pueblos, no había habido un discípulo de esas corrientes que nadara río arriba.
Pasó que un obrero, no carpintero, que nunca ha trabajado, se dio a la tarea de demostrar cómo se podía alimentar a una familia de 8 personas, durante un mes, con pollo y medio, 3 kilos de harina precocida y 2 litros de leche, porque él lo había vivido.
A cada comensal le tocaría por ingesta alimentaria (suponiendo que son 3 golpes diarios) 3 cc o una cucharada de leche, 4 gramos de harina es decir ni para una bolita de esas que se hacían para pasapalos y 6 gramos de pollo (sí se asume que pollo y medio, sin hueso, pesan 4,5 kilogramos) unas 5 veces menos que la ración mínima recomendada por los nutricionistas.
Lo milagroso aquí no es que la gente pueda distribuirse y hasta subsistir con las cantidades que compraba a su familia el milagrero de Miraflores, lo increíble es que con esa ingesta se pueda llegar a desarrollar tales niveles de obesidad como la que demuestra el émulo del cuentero de Sabaneta (lo digo por la recopilación del Arañero).
Es que estos comunistas, izquierdistas, socialistas que disfrutan de los lujos luego de oprimir a los pueblos, en la URRS o aquí, les encanta inventar historias que rallan en lo fantástico y en lo fantasioso.

Leyendas urbanas

Hace algunos años les dio por inventar, y ahora todos ellos se lo creen y dicen que es verdad, que el venezolano se alimentaba con comida para perros, pero nunca presentaron una sola prueba o siquiera uno solo de ellos que dijera “yo comí perrarina”, con lo cual podemos estar ante una leyenda urbana o ante la evidencia de una generación alimentada por perrarina, que se crío caninamente fieles y domésticos al régimen castrista como para formar un partido socialista.
Cuando reinaba el predecesor de este hacedor de milagros, siempre pensé que su régimen parecía salido del cuento de “Las Mil y una noches”, en especial por sus ejecutorias… aunque Alí Babá y los 40 ladrones eran niños de pecho, ante lo que han hecho los manilargos del socialismo del siglo XXI.
Ahora estoy convencido de que su heredero es como el Rey Midas visto en un espejo, mientras que el primero convertía en oro todo lo que tocaba, su reflejo Sadim (suena a primo de Husseim) todo el oro que toca lo convierte en bosta y para muestra vemos en lo que ha transformado al país, a la economía, al abastecimiento, a la seguridad y, en fin, la vida de los que aquí vivimos.
Es que entre sacudón y milagro, lo que realmente hubiésemos agradecido era un acto de prestidigitación en el que desapareciera a tanto incapaz que se ha enriquecido a costillas de la quiebra del país y que se fuesen a acompañar “al que no está”, total seguirían vivos y luchando, en su grata compañía, donde sea que esté, y que no se preocupe que los demás arriamos.

Llueve… pero escampa