martes, 23 de abril de 2019

Sin honor no hay paraíso

Por Miguel Yilales
@yilales
Pareciera que el honor, la rectitud, la dignidad y el decoro se fueron de farra en Latinoamérica. En las iglesias tropezamos con pederastas, votos incumplidos, terroristas en nombre de la religión y guías de la fe que pierden el norte para dedicarse a los placeres mundanos de sus relaciones políticas; en la política nos encontramos, en el poder y en la oposición, que la mentira, el engaño, la corrupción y la injusticia son el leitmotiv; vemos a padres que justifican que sus hijos lleguen a casa con un lápiz que no les pertenece; a jóvenes que se copian en un examen porque no estudiaron y a maestros displicentes con el plagio descarado.
El deterioro es tan descomunal que acabamos de protagonizar el más grande entramado de corrupción desde la llegada de Colón, donde los gobiernos de esta parte del mundo mandaron por el retrete su argumento más manido, la soberanía, para arrodillarse ante una empresa que emponzoñó la gestión pública de numerosos países para ponerlos al servicio de la tiranía castrocomunista, del Foro de Sao Paulo y de la putrefacta izquierda internacional.
Porque debemos tener claro que Odebrecht no hubiese existido sin Fidel y Raúl Castro con su poder para erotizar a los eunucos políticos latinoamericanos, sin Lula con su capacidad para simular honestidad cuando en realidad era un pillo de siete suelas, sin Chávez con sus petrodólares para comprar gobiernos, manipular procesos electorales e impulsar presidentes fantoches y sin el concurso de muchos bodoques sin moral que se entregaron a los tentáculos del mal para llenar sus bolsillos con dinero mal habido.
Lupanar de casquivanos
Es qué, cuando no hay decencia ni vergüenza, los atajos están a la vuelta de la esquina y evadir las responsabilidades es el camino expedito para la impunidad. Por ello los politicastros latinoamericanos se agarran de los clichés que justifiquen la toma del poder, mienten y engañan a los más incautos, se justifican con que el tiempo lo borra todo, critican el populismo mientras hacen más populismo y aseveran que la probidad está “periclitada”.
Estos rastreros y malintencionados politiqueros han pretendido tapar sus desaciertos al ritmo del salto la talanquera, al compás del cambio de partido y con la cadencia de cualquier rebatiña que los aferren al poder: hoy son progobierno y mañana despotrican de la tiranía que construyeron; ayer clamaban por más socialismo mientras robaban para darse vida de sibarita en Nueva York, Roma o París y hoy se presentan como la gran solución capitalista; antes eran de izquierda, luego alzaron el vuelo para incorporarse al centro y terminarán abjurando de lo que no huela a derecha.
Frente a esa mayoría de casquivanos, que ha incursionado en los asuntos públicos del continente, para convertir la política en su lupanar particular tenemos atisbos de honra que deben llamarnos a la reflexión profunda. Para un verdadero líder los únicos caminos son enfrentar la justicia para demostrar su inocencia y en caso de retaliación de sus propios compañeros (que no perdonan aciertos ni que, a pesar de los desaciertos, mantenga popularidad) ir a la cárcel o inmolarse para evitar convertirse en el premio que las hienas despiadadas y salvajes exhibirán por la gradería de la deshonra.
Impera la ignominia
Ante la decisión del expresidente peruano Alan García de no permitir que “lo humillaran, lo expusieran al escarnio y lo vejaran, a la luz del odio repetido y de los rumores infundados”, hubo quienes de inmediato lo tildaron de cobarde por no asumir las consecuencias de sus actos, aseveraron que de antemano había aceptado su culpabilidad, que había sido impulsivo al no dejar que actuara la justicia y lo acusaron de ser un bicho raro con ínfulas de guerrero japonés, donde el harakiri tiene cabida, dentro de una acomodaticia cultura occidental.
Solo el escrutador tiempo permitirá formar un juicio justo sobre la decisión de Alan García. No debió haber sido fácil pero sí pensada, meditada y planificada con anterioridad, según se desprende de su última proclama, que despejó dudas y puso a más de uno en su lugar. En tiempos en que impera la ignominia necesitamos más decoro, ahora cuando manda la mentira clamamos por más verdad, ante el dominio del dolo se hace obligatorio el pudor y hoy en día cuando la riqueza fácil es preferible al trabajo honesto es cuando más falta hacen políticos que cumplan su palabra porque sin honor no hay paraíso.
Llueve... pero escampa

sábado, 30 de marzo de 2019

Trasquilada y sin lana


Por Miguel Yilales
@yilales
Cuando los políticos o los artistas salen de gira lo hacen por diferentes razones. El primero para lograr objetivos geopolíticos que se alineen con los intereses de la nación que representa y el segundo para lograr aplausos porque vive de sus fanes. A veces los políticos confunden su rol y salen de tour, en supuestas funciones de Estado, pero están más pendientes de los panegíricos, de las loas populares, de la fotografía social y de los decorados. Sí eso no obedece a un plan estratégico entonces es tiempo perdido.
En días recientes Fabiana Rosales, primera dama en Venezuela, por cierto la única que ha tenido en el siglo XXI porque a una nunca le dieron ese trato y a la otra les dio por proclamarla primera combatiente, aunque nunca hubiese combatido ni con sus greñas, salió con una comitiva a recorrer varios países. Su primera escala fue Santiago de Chile, para luego llegar a Lima y culminar, por ahora, en la capital de Estados Unidos de América.
Es de reconocer que cumplió apretadas agendas, fue recibida por presidentes, ministros y primeras damas; conversó en universidades y se bañó de “pueblo”, con concentraciones de venezolanos, en plazas públicas. Hubo desayunos protocolares, entrega de llaves de la ciudad, intercambios de presentes, aplausos, vítores y fotografías.
Un escenario y pocos aplausos
En Santiago fue recibida en la Universidad Autónoma de Chile por el rector Dr. Teodoro Ribera quien la acompañó en un conversatorio. El auditorio estaba de bote en bote. Tantas personas asistieron que debieron agregar sillas en los pasillos externos. Llamaba la atención que la mayoría de los asistentes eran jóvenes que estaban más pendientes de sus teléfonos celulares que de lo que ocurría a su alrededor. Transcurrían los minutos sin que se iniciara el acto y la crítica rondaba en que fuese el rector, y no un inquisidor periodista, el interlocutor de la invitada.
Luego de media hora de espera, se escucharon algunos tímidos aplausos al paso de una comitiva que acompañaba a la invitada de honor, elegantemente trajeada de beige, quizás por recomendaciones de su asesor el periodista, cronista y experto en moda Roland Carreño. Enfrentaría a un escenario poco amigable formado por un mocerío estudiantil chileno, algunos connacionales venezolanos y un trasnochado comunista, que tuvo que ser retirado cuando empezó con su vocinglería a favor de las bondades de Cuba, del Che y de los Castro.
En Chile, como en muchas partes del mundo, es difícil entender lo que ocurre en Venezuela, las dimensiones de la crisis humanitaria, cómo se ha mantenido y sobrevivido, políticamente, Maduro y sí se trata o no de un problema ideológico. Todos fueron temas, nada complacientes, abordados por el Dr. Ribera para que ella lograse empatía con la audiencia pero, quizás por la escasa edad de Fabiana, por su inexperiencia en esas lides o por inoportuno asesoramiento político, solo sirvió para oírla repetir las mismas frases trilladas que no dicen nada. A pesar del esfuerzo del rector, que más bien parecía el padre que ayuda a la hija a que aprenda a caminar, todas las respuestas fueron inconvenientemente evadidas.
Sin los frutos esperados
Los políticos venezolanos, y aunque Fabiana Rosales no es política pareciera que salió de gira con ese rol, viven de lugares comunes y frases prefabricadas y no entienden del costo de oportunidad. Por eso eludió responder que los militares sustentan a Maduro en Miraflores y permiten que sus socios paramilitares actúen impúdicamente; que en Venezuela hay un régimen apoyado por la izquierda internacional o que países como Cuba, China, Rusia y Siria se aliaron con el terrorismo internacional de Hezbollah, las FARC y el ELN para sustentar a la barbarie chavista.
De la reunión, que culminó con algunos aplausos y un menguado “Gloria al Bravo Pueblo”, escuchado de pie solo por los pocos venezolanos que lo entonaban, me quedo con la frase del rector de la UAC: “el problema en Chile no es que los venezolanos hayan venido sino que vamos a hacer cuando se vayan” y de ella… que llegó impecablemente vestida. Deseo que en el resto de la gira le haya ido mejor que en la Universidad Autónoma de Chile, que el ser recibida por Donald Trump y por parlamentarios demócratas y republicanos haya servido a los objetivos estratégicos planteados (si es que los hubo) y no que dé pie al régimen usurpador de celebrar porque la oposición siempre sale trasquilada y sin lana.
Llueve... pero escampa