jueves, 26 de marzo de 2015

Se dañó la lavadora en casa

Miguel Yilales
@yilales
Si algo hay que agradecerle a estos 16 años de involución social y económica es que sensibilizó a un amplio sector de la población venezolana a interesarse en la política, lo cual resulta paradójico porque llegaron al poder montados sobres las grupas del potro indomable de la antipolítica para luego convertirse en un verdadero animal, y no lo digo con sentido peyorativo, político.
Era común oír a finales del siglo pasado que hacer política era cosa de flojos y corruptos, vividores del Estado, gorrones y rémoras que no aportaban nada, además que había que desaparecer los partidos, la representación equitativa y lo individual para inventar algo nuevo, lo funesto es que el invento terminó en un desastre que calcó y maximizó los vicios que aspiraba destruir.
Una de las cosas que prometió este bártulo ideológico que nos desgobierna era que iba a terminar con la insolvencia moral, la escasez de principios y la falta de valores.
Es que a pesar de lo que se ha dicho y escrito en los últimos 50 años sobre la esfera de lo público y lo privado, de cómo esas áreas tienen sus límites y alcances para la vida de los seres humanos, hay quienes creen que eso de solucionar las cosas a lo interno de su entorno es lo más saludable, como lo hicieron en su tiempo (y aun lo hacen) las mafias.

Mafias con partidos o partidos mafiosos

Cuando Lucky Luciano escogió a Cuba para el negocio de las drogas y su socio Mayer Lansky organizó un colosal imperio para el lavado de dinero ilegal, el procesamiento de diamantes y oro llegados de contrabando, nunca se imaginó que 60 años después la mancebía fuese regentada por unos hermanos con iguales mañas para ocultar, mentir, engañar y embaucar con lo público y lo privado de sus ejecutorias.
No importa si el grupo es la mafia rusa, la Tríada china o los Yakuza japoneses todos creen que el secreto y su forma de vida sustentada en el fraude, la estafa, el robo y la violencia, son temas no tan sucios que solo deben ser tratados por “la familia” que los solucionará a lo interno.
Y eso está bien para una organización criminal que se cree una familia, pero es funesto para una sociedad cuando los partidos políticos empiezan a comportarse como un hatajo de cómplices a los que solo les importa encubrirse unos a otros.
Dicen que los políticos, como los artistas, tienen una vida pública y otra privada. Es más hay quienes creen que los políticos debieran no solo tener vida pública (su desempeño ante la sociedad), vida privada (su desempeño con su familia) sino también una vida secreta (su desempeño con los secretos de Estado), aunque en estas latitudes bananeras, lo digo porque la fruta se da con mucha facilidad, se confunda una con la otra y se terminen comportando como verdaderos capos.
Recuerdo que hace muchos años un dirigente de un prístino y albo partido amenazó a tirios y troyanos con llevarlos al cadalso de la opinión pública con una lista en la que aparecían, con pelos y señales, todos los que se habían enriquecido del erario nacional. Hizo toda una alharaca para nunca llegar a publicar la temida lista y terminó más bien llevándosela in pectore a la tumba, con lo cual no honró el lema de su campaña que lo tildaba de correcto.

Los trapos sucios

Lamentablemente esa ha sido la práctica de los partidos en Venezuela. Una guarida donde no se puede denunciar a alguien porque nadie se atreve a señalar los desafueros de sus compañeros, camaradas, compatriotas o llámense como se llamen.
Si alguien sale a revelar sobre cómo vulgarmente se ha enriquecido algún miembro del partido en el poder, bien sea el capitán Vuitton, el teniente-capitán o el reposero obrero, saldrá quien diga que ese es un asunto que se resolverá con los mecanismos internos del partido, que está dirigido por ellos mismos y que, a la postre, no remediará nada.
Pero sí le da por criticar algunas formas poco democráticas, cuestionar negocios mil millonarios del suegro de un dirigente o la eterna espera del momento oportuno, se le acusará de hacerle el juego y colaborar con el régimen, a pesar que los verdaderos colaboradores tienen sus cuentas, y no en las redes sociales, bien abultadas.
Hasta que no entendamos que para cambiar debemos sanear lo que está mal y que eso de lavar los trapos sucios en casa es viable en la mafia pero no en la política, seguiremos debatiéndonos entre escoger a pillos, corruptos y delincuentes y no entre los más aptos, honestos y capaces de uno u otro bandos.

Llueve… pero escampa

jueves, 19 de marzo de 2015

Esa carta desgraciada

Miguel Yilales
@yilales
El venezolano tiene una memoria muy corta. Basta que pasen días y quizás meses de un acontecimiento para empezar a imaginarlo como uno quisiera que fuese y no como realmente ocurrió.
Tan es así que en los últimos años la casta gobernante ha destruido la historia del país y armado una, a su conveniencia, y ya se escuchan quienes la repiten como loros y cotorras.
Es por eso que recurrir a los epistolarios son una forma más fidedigna para reconstruir de primera fuente testimonial una época, un período y un momento histórico. Son en primer término una autobiografía que puede leerse como si fueran verdaderas memorias.
Todo carteo es integral y en él de seguro encontraremos cualquier tipo de epístolas: las cortas y frías usadas para meros trámites y las largas e intensas, enviadas a los amigos en tono cálido y confidencial.
Desde Flaubert hasta Tolstoi, desde Thomas Mann hasta Tolkien, sin olvidar la correspondencia medieval o la renacentista, las cartas no sólo reflejan una intimidad personal, sino que constituyen también la historia de una época.

“Por su obra lo conoceréis”

Al final del Sermón de la Montaña, según relata Mateo, a Jesús de Nazaret le preguntaron como reconocerían a sus verdaderos discípulos y, por tanto, a los verdaderos profetas. Para Él estaba claro: las obras, los hechos, las actuaciones concretas… Es decir, que no se trataba de palabras grandilocuentes, ni de figuras que nos atrajesen por su verborrea o por una apariencia deslumbrante, sino que el criterio de verificación deberían ser sus obras, porque a los árboles se les conoce por sus frutos.
Esa es la razón por la que si deseamos profundizar sobre Simón Bolívar, es mandatorio consultar los 54 tomos de documentos originales, que compiló O’Leary en sus memorias: discursos, proclamas y cartas escritas de puño y letra del Libertador.
Pero si alguien cree que eso era porque en el siglo XIX, no tenían más nada que hacer, estaríamos blasfemando en especial porque Bolívar dedicó sus años a la política, la libertad, la juerga, el amor y tuvo tiempo para dejar obra escrita.
Igual ocurrió en el siglo XX con un venezolano que no tuvo bienes de fortuna pero legó, a los interesados por comprender y evaluar su gestión de hombre público, un archivo de 40 mil documentos escritos entre 1917 y 1981. En la fundación Rómulo Betancourt reposan libros, folletos, discursos, conferencias, mensajes, epistolario, prólogos, artículos de prensa, editoriales y hasta grabaciones de lo que dijo y escribió Betancourt.
Todo esto viene a cuento porque recientemente a la caterva militarista que dice gobernar en Venezuela, le dio por estudiar el “pensamiento” de su líder máximo y lo que encontró fue un pasquín de anécdotas, miles y miles de horas de videos sin ilación discursiva, un mezclote de palabras, citas, prólogos y epílogos de libros supuestamente leídos.

Escribe, que algo queda

Kotepa Delgado mantuvo por muchísimos años una columna en el diario El Nacional, que se llamaba “Escribe, que algo queda”. Según decía, este periodista venezolano, su idea era que se debía escribir sobre cualquier cosa para dejar algo a las generaciones futuras.
Debe ser por eso que el cabecilla secundario, digo porque líder solo hay uno, esta semana le entró por solventar toda la crisis venezolana a punta de cartas.
En sendas epístolas, una a los norteamericanos y otra a los ciudadanos del mundo, dejó claro que Chávez estaba equivocado porque el malo no era George W. Bush sino Barack Obama; que a él le gusta tanto Mickey Mouse, el hot dog, las hamburguesas y todo lo que represente el estilo de vida americano como a cualquier boliburgués; y que comparte los ideales de los “Padres Fundadores” no de Venezuela, ni del Chavismo sino del propio imperio, ahora no tan maluco.
De nada valieron los ejercicios de defensa para la televisión, con misiles amarrados con mecates, tanques hundidos y desembarcos fallidos en la Bahía de Turiamo, porque esta carta desgraciada, puño y letra (y no de una amada), mostraba la soledad del desamor que plasmaron Gualberto Ibarreto y Enrique Hidalgo en la canción “La carta de soledad”.
Ojalá la oposición venezolana tuviese claridad para leer (entre líneas) la carta que ayer le dio soledad a Nicolás y entendiera que la única forma de lograr resultados con estos revolucionarios es presionándolos con los pocos resquicios que dejan, para así llegar al objetivo de reconstruir el país sin los obstáculos que ellos representan.

Llueve… pero escampa

jueves, 12 de marzo de 2015

Delincuentes y criminales

Miguel Yilales
@yilales
Cuando a la madre de algún azote de barrio, que ha aparecido ultimado, le preguntan cómo era su hijo, lo primero que aflora es el sentimiento materno que la hace exculpar de todos los males al occiso.
Ese sentimiento es perfectamente válido cuando de la relación filial se trata, pero desdeñable si la usan los Estados como excusa para proteger a los funcionarios pillados infraganti o por lo menos con el tufillo que los hace parecer al menos responsables de algún hecho.
En Venezuela desde hace algún tiempo, 16 años para ser más exactos, solo se acusan a aquellos que tengan un pensamiento distinto y crítico al dogma revolucionario.
Tan es así que sí Hannibal Lecter, ese personaje de ficción que interpretase Anthony Hopkins en la película “El Silencio de los inocentes”, hubiese militado en el partido del régimen gobernante o se hubiese puesto una franela roja lo habrían exculpado de todos los asesinatos y del canibalismo cometido y, por supuesto, que la agente Clarice Starling (Jodie Foster) estaría en Ramo Verde por conspirar y tratar de llevar tras las rejas a la reencarnación del Santo Niño de Atocha.

Delincuentes de cuello rojo

En nuestra historia reciente hay personajes tan sociópatas, siniestros, infaustos y fatales como el erudito psiquiatra Lecter. De esos actores secundarios del régimen podríamos extraer a un embajador que en su afán de parecer inteligente usa su lenguaje sibilino y mordaz para descalificar a quienes piensan distinto a él, quizás para ocultar que otrora fue parte del stablisment gobernante: adeco, copeyano y anticomunista, para terminar adosado a las gónadas de un militar castrocomunista.
Resulta que para el embajador de Venezuela ante la Organización de Estados Americanos (OEA), cuando un proyectil impacta la cabeza de un opositor “pasa rápido y suena hueco”, con lo cual uno no sabría si lo sabe porque experimentó con disidentes al régimen como hacían los nazis o es un cuento que oyó de los verdugos del régimen.
Las declaraciones de esa crápula, quien no merece ser nombrado, surgen en medio de las primeras acciones concretas del gobierno de los Estados Unidos contra un grupo de funcionarios venezolanos que están incursos en violaciones a los derechos humanos y en enriquecimiento de dudosa proveniencia.
Claro está que la casta gobernante decidió cerrar filas alrededor de los presuntos implicados, sin mostrar una sola prueba de su inocencia más allá de su filiación partidista, y salir a gritar a los cuatro vientos que no tolerarían injerencias (asumo que se referían a las que no fuesen cubanas o chinas) en los asuntos internos venezolanos.
Lo que hubiésemos esperado los venezolanos es que unos ciudadanos ejemplares como son esa pléyade de rectitud que rige los destinos policiales, militares y ciudadanos del país, si a las loas de heredero presidencial nos atenemos, es que se demostraran que las acusaciones del imperio eran infundadas porque: por una parte no poseen bienes de fortuna más allá de los pocos adquiridos con su sueldo de funcionarios; que además están invertidas en bolívares como corresponde a alguien que cree en el futuro revolucionario y socialista del país y que nunca han violado los derechos humanos y menos permitido tal exabrupto.

El ser y el deber ser

Quienes se han rasgados las vestiduras para hacer creer que defienden los ideales socialistas, han demostrado con sus actuaciones y estilos de vida que podrían ser protagonistas de aquellas series norteamericanas que transmitían en los años 70: Dinastía y Falcon Crest.
Lo único malo es que a todos ellos se les olvida que serán útiles mientras sean útiles, y si no lo creen que se vean en el espejo de un exministro, quien a pesar de restituir en el poder al héroe del museo militar, terminó tras las rejas sin importar su juramento ante el Samán de Güere.
Mientras todo eso transcurre los militares, las milicias y, porque no, los grupos armados irregulares, que mientan colectivos, se preparan para demostrar su apresto operacional ante un inminente ataque norteamericano que solo existe en la calenturienta cabeza de quien jamás ha oído un disparo en combate, a menos que consideremos como tal la emboscada de Puente Llaguno.
Estamos ante quienes solo les interesa permanecer en el poder y son capaces de inventar enemigos y ataques para generar solidaridades inmediatas sin importar sí se les adosan delincuentes y criminales con tal que sirvan a este adefesio de revolución.

Llueve… pero escampa

jueves, 5 de marzo de 2015

El consenso es ¿la salida?

Miguel Yilales
@yilales
Desde hace un tiempo escribir, hablar y, sobre todo, opinar se ha vuelto una especie de espada de Damocles para quienes dicen algo incómodo.
Sí lo haces contra quienes ejercen funciones de gobierno te catalogan desde resentido, capitalista, pro yanqui hasta traidor, espía o simplemente una escoria social que debe ser exterminada; sí es en contra de los que dicen oponerse al gobierno te cae un chaparrón de insultos como si de otro diluvio universal se tratase; pero sí dices que ninguno de los dos tiene la razón y que pueden haber otras vías, salen los gobierneros y su álter ego a decir que tu aspiras la anarquía, que promueves un pinochetazo o peor aun que eres un rufián al que le deben eliminar la nacionalidad por osar cuestionar a los ungidos divinos.
Siempre he defendido aquella máxima que reza que la mujer del César no solo debe serlo, sino que debe parecerlo, es como si usted buscara ayuda espiritual y le tocase hablar con un presbítero, un pastor, un rabino, un imán o un monje que le haya dado por colocarse unos implantes subcutáneos en forma de cuernos.
Bueno eso es lo que pasa todos los días en nuestra querida Venezuela, en la que conseguimos en distintas aceras personas que no creen en la democracia, pero que deliberan sobre ella como si fuesen Clístenes, Sócrates, Platón y Aristóteles, y digo que no creen en ella porque actúan en sentido contrario a sus principios.

Baluartes de la democracia

Desde que llegó la revolución que duraría hasta el dos mil siempre, como la que duraría mil años pero que llegó hasta que el líder supremo pasó el páramo en su bunker de Berlín, hasta nuestros días se ha creado en el imaginario colectivo que somos el país más democrático del mundo porque hacemos elecciones.
Así tenemos que en 16 años hemos tenido comicios para alcaldes, gobernadores, presidentes, concejales y diputados; plebiscitos revocatorios y abrogatorios; elecciones anuales, interanuales, cuatrienales, quinquenales, sexenales y eternales, porque hay quienes se eligen para siempre y por siempre, hasta sendas elecciones en el mismo año para cargos similares porque Donald Trump (Miss Universo) y Julia Morley (Miss Mundo) así lo decidieron y el Zar de la Belleza (que nadie eligió) así los complació.
Sin embargo que se hagan elecciones no significa que se transite el camino democrático. Existen países que se autodenominan demócratas porque cuentan los votos en procesos que no son libres, ni justos; los votantes no tienen garantizada su seguridad; existe ventajismo de quien ejerce el poder y se implementan sistemas que siempre dejan un mal sabor fraudulento, y aunque usted crea que describo a Venezuela, no es así.
Es por ello que en nuestro país se quiere enarbolar la bandera de la democracia aunque se reniegue de ella, porque es más fácil seguir el ejemplo de esos baluartes de la verdadera democracia del mundo que son Cuba, Corea del Norte, Vietnam, Irán y Myanmar.

Consenso mata primarias

Fíjense que frente a la falange del gobierno hay una alternativa, aunque por sus formas de actuar el PSUV le puede dedicar la canción del Divo de Juárez “Te pareces tanto a mí”, que ha cuestionado cualquier intento distinto a lo electoral catalogándolo de aventurero, irracional, pendenciero y un atajo, pero que al momento de demostrar cómo hacer las cosas a lo interno democrática, pacífica y electoralmente se decantan por el método del dedo, que ahora denominan, el consenso.
Uno podría preguntarse si ese método es tan eficaz y demuestra como hacen política los verdaderos políticos, además de ahorrar recursos económicos en un país asfixiado por la inflación, la caída de los precios del petróleo, la falta de inversión en el aparato productivo y con un desabastecimiento brutal ¿por qué no llegan a un consenso con los candidatos del PSUV y nos ahorran el trauma, tiempo y dinero que generan unas elecciones?
La otra duda que me abruma es ¿por qué los líderes nacionales de los partidos políticos serán postulados (Torrealba dixit) en los circuitos del estado Miranda y no en otros para roncarle en la cueva a los candidatos fuertes del chavomadudiosdadismo?
Es que hay quienes claman por el camino electoral, constitucional, pacífico y democrático para escoger a los diputados a la Asamblea Nacional, pero aplican “la salida” del consenso para que no se cuestione sus “liderazgos”, y creo que por esa vía vamos en bajada, sin frenos y con un pavimento que no se seca así escampe.

Llueve… pero escampa