domingo, 26 de marzo de 2017

Una potencia de a real y medio

Por Miguel Yilales
@yilales
Normalmente las monedas se utilizan para completar los pagos exactos o se reciben como parte del dinero entregado de sobra al cancelar por un bien pero en el país con la más alta inflación del mundo y en el que circula un billete duro de sacar de circulación, una mezcla de John McClane (Bruce Willis), Rambo (Sylvester Stallone) y Terminator (Arnold Schwarzenegger) de los billetes, estas no sirven ni para darlas de limosna.
Hace muchos años a los niños venezolanos les enseñaban una canción que hablaba sobre un genio de las finanzas que compraba, gastaba y siempre tenía lo invertido para conseguir más: compraba animales que parían y en un acto de prestidigitación siempre le quedaba lo que había gastado, por lo que seguía comprando y acumulando bienes de fortuna. Toda una escuela de economía, sin reglas y que solo funciona si quien subvenciona es papá Estado.
En la Venezuela de hoy hablar de la canción “Con real y medio” es como hablar de arqueología. Primero porque las monedas son una especie extinción, segundo porque no tienen ningún valor y finalmente porque nos veríamos obligados a cargar con una mochila a lo Indiana Jones para poder comprar una simple golosina o un diminuto chocolate. Es que en tiempos revolucionarios las monedas son un peso inútil e innecesario para una republiquita de pacotilla que es incapaz de garantizarles a sus conciudadanos las condiciones mínimas para subsistir, vivir y medio sobrevivir.
Entre guerras chimbas
Resulta que la única nación del mundo que ha estado bajo un ataque constante desde que inició el milenio, que ha resistido las inclementes y despiadadas arremetidas de las potencias del orbe deseosas de quedarse con nuestras riquezas, que ha opuesto resistencia a más conflagraciones que las ocurridas en las Guerras Púnicas, las Médicas y las del Peloponeso le dio ahora por auto proclamarse como potencia global.
Luego de enfrentar la guerra económica, la mediática, la eléctrica, la climática, la diplomática, la psicológica, la de las iguanas, la de los billetes de 100, la de los electrodomésticos, la de los panaderos, la de los transportistas, la de los especuladores y los bachaqueros, la farmacéutica, la parlamentaria, la de Obama (aunque entregó la presidencia aún hay vallas con lo del decreto), la de la derecha apátrida y la de los niños asesinos no se podía esperar otra cosa sino que se erigiera como el gran referente político, el cirio de la resistencia y el norte a seguir (a escala mundial) por su poderío y capacidad.
En términos actuales una gran potencia se define por poseer una economía fuerte bien sea por su producto interno bruto (nosotros tenemos al campeón de las brutalidades pero en eso no aplica); por su valor monetario (en el nuestro con lo que dispensa un cajero automático solo alcanza para 4 cafés grandes) o por la producción de bienes y servicios (aquí la luz está en constante racionamiento; el agua potable es insalubre y se va a cada instante; la sanidad brilla por su ausencia; la educación está en manos de unos neófitos que la usan para ideologizar y padecemos un brutal desabastecimiento que va desde una hogaza de pan hasta de gasolina) o por sus poderosas fuerzas militares (no aplica para las que se les pierden los helicópteros o las que instalan vivacs en territorio colombiano porque el GPS se quedó sin baterías).
Desvergonzados sin prurito
Lo preocupante de esta bolivariana, socialista, revolucionaria y chavista potencia (con indicadores que la ubican a niveles de Burundi, Zimbabue y Afganistán) es que sus cabecillas perjuran que vamos por buen camino a pesar de los pésimos resultados, que la vaca da para seguir ordeñándola y que el cuento de que somos una antorcha que todos siguen (los demás países van en sentido contrario) sirve para seguir engatusando a incautos.
Los únicos que todavía se gozan a esta depreciada potencia de a real y medio son los que se han enchufado para saquear al país desde un cargo público, son los empresarios que se hicieron millonarios lactando de las ubres del Estado y que hoy asisten a los actos, sin ningún prurito, a que les den millonarios aportes a cambio de una arrastrada y roncera adulación, son los menesterosos (de principios y valores) que se han convertido, de la noche a la mañana, en poseedores de todo lo expropiado y son todos los boliburgueses que no pueden ocultar los lujos, el derroche y las ostentaciones propios de unos recién vestidos.

Llueve… pero escampa

domingo, 19 de marzo de 2017

De nada sirven los partidos políticos

Por Miguel Yilales
@yilales
Venezuela es un país atípico por donde se vea. Las diferencias socioculturales cada vez son más evidentes, catastróficas y además insalvables por culpa de una dirigencia política desenfocada y empeñada en llevarnos por la calle de la amargura, con lo cual podemos dudar seriamente que sepan o tan siquiera conozcan cuáles son sus responsabilidades y obligaciones con quienes todavía creen en ellos.
Desde que Juan Vicente Gómez proscribió y persiguió a los que se habían dedicado a la vida pública, que no tiene que ver con el oficio de María Magdalena ni con los años para los que se preparó Jesús antes de su pasión y muerte, pertenecer a un partido político era mortal porque en La Rotunda le esperaban unas “suites” con las comodidades que promueve todo dictador: la tortura, la vejación, el maltrato y, por supuesto, el más oscuro olvido.
Esa persecución acabó con los partidos tradicionales del Siglo XIX y no permitió que se estructuraran las nuevas corrientes políticas del Siglo XX. Luego es harta conocida la historia: llegaron unos zagaletones a cambiarlo todo, su irreverencia permitió que se crearan las instancias de participación ciudadana y eso, nos guste o no, es la política. Claro los resultados solo se vieron cuando el penúltimo dictador tomó las de Villadiego y abandonó en la huida maletas de dinero (hasta en eso eran más discretos los de antes porque ahora ha sido tanto lo robado que se necesitarían containers de billetes que no cabrían en aeronave alguna o contar con un tuerto o una almirante que sirvan de testaferros).
Darwiniana supervivencia
La única forma de llegar al poder es mediante la participación en política. Los partidos son la instrumentalización de ello. Los franceses, los rusos, los chinos y todo aquel con algunas neuronas muertas, incluso los chavistas, lo saben. Por eso es que llama la atención que haya quienes aspiran a hacer política, llegar a formar gobierno y conducir los destinos del país con una apócrifa asepsia política, con solo seguidores en redes sociales y sin tantos arrumacos de pueblo; critican que los partidos políticos se organicen, tengan militancia, posean dirigentes (malos, regulares o buenos) y no entiendan que sin estructura no se hace política. Hasta Donald Trump lo comprendió: compitió dentro del partido, derrotó al stablishment y se hizo con la presidencia de la nación más poderosa del Orbe.
Nuestra desgracia es que a nadie le gusta fajarse al interno de los partidos ni en estos calan las disidencias. Ante lo primero prefieren decir que se necesita un outsider (ellos mismos) o montan tienda aparte con los cuatro gatos que los siguen (las divisiones de Acción Democrática son una prueba de ello) y para lo segundo tienen a la mano las expulsiones (así defenestran sin discusiones internas) que, a fin de cuentas, permite la conformación de grupúsculos en torno a una figura pero que, hasta ahora, no logra nuclear a su alrededor una verdadera fuerza política.
En la Venezuela de estos tiempos hay muchos partidos políticos que solo cuentan en sus filas con sus dirigentes y algunos familiares, que les preocupa contarse, medirse o siquiera saber si existen. El proceso de legitimación que fue establecido como espada de Damocles para lo único que servirá es para sincerar quienes tienen militancia y quienes tienen capacidad de movilización, es decir, la darwiniana supervivencia.
Más que miserables
Lo lamentable es que esos mismos partidos no entiendan lo que se vive en el país quizás porque están desconectados de la descomunal crisis, porque a ellos aún no les ha llegado su cuarto de hora o porque sufren de una ceguera descomunal que no les permite ver lo que padecen los miserables a los que se refería Víctor Hugo, el sufrimiento de los que dejaron de ser clase media para engrosar una media clase y cómo la mayoría resiste ante una tiranía que extermina al consentir decesos por inanición, por falta de atención médica y por la acción del hampa.
¿Los partidos políticos deben legitimarse? ¡Claro que sí! ¿Las organizaciones partidistas deben movilizar a la sociedad para algo más que no sea lo electoral? ¡Por supuesto! Y ahí está el quid del asunto porque de nada sirven los partidos políticos que exclusivamente piensan en lo electoral, que no se preocupan por los ciudadanos, cuyos dirigentes abarrotan los mismos restaurantes en los que se negocia el país y que no logran canalizar el descontento social.

Llueve… pero escampa

domingo, 12 de marzo de 2017

Delincuentes, malhechores, forajidos y bandidos

Por Miguel Yilales
@yilales
Cuando una revolución de pacotilla se apodera de todos los espacios de poder no se pueden esperar resultados distintos a los que tenemos: un país arruinado, instituciones desvencijadas, un liderazgo decrépito y una sociedad desestructurada. Es que durante años el régimen se ha empeñado y esmerado por demostrar cómo se puede ir contra corriente para, en vez de generar la mayor suma de felicidad, destruir al país y depauperar a los venezolanos.

Por eso es que causa extrañeza que chillen como un camión cargado de cochinos directo al matadero porque desde el Imperio y desde distintos países del continente se ha elevado una unísona voz, con las escasas disidencias que aún reciben su coima, para alertar que este es un régimen delincuente, violador de derechos humanos, irracional y troglodita que nos ha convertido en un Narcoestado y, peor aún, en un Estado fallido.
De seguida sueltan a las salvajes falanges rojas a que vociferen e insulten a los críticos. Por una parte sale la roja canciller, que en materia diplomática es la más ignorante que nación alguna haya tenido, a pretender dar lecciones sobre las relaciones internacionales y por la otra prorrumpe enardecido el sustituto del estratega que convirtió un museo en escondrijo, no podía ser de otra forma, a exigir respeto a la dignidad, probidad y honorabilidad del proceso chavista aunque todos sepamos que no hay comedimiento, decencia, pundonor, respetabilidad, pudor ni decoro en esta revolución.
Ornitorrinco no es pato
Cuando alguien argumenta que estamos en presencia de un régimen forajido y Nicolás Maduro se encoleriza, habría que preguntarle: ¿Cuántos presidentes, primeros ministros, emperadores, monarcas, reyes o reyezuelos tienen presos a sus sobrinos por conspirar para introducir droga en otro país? ¿Cuántos aeropuertos en el mundo (de uso exclusivo del gobierno y custodiado por militares incondicionales) son usados para exportar drogas como si fuese un negocio lícito? ¿Cuántos mandatarios designan a su propio hijo para que le siga la pista (o les eche tierrita) a los chanchullos de su administración (y de la anterior) con Odebrecht? ¿Cuántos verdaderos demócratas persiguen y criminalizan a la disidencia política para amedrentarla, minimizarla y exterminarla porque es la forma de aferrarse al poder?
Como sí esas dudas no fuesen suficientes habría que consultarle a algún experto en materia política ¿Cómo se llama el sistema que permite que sus gobernados estén a merced de unos delincuentes armados por el mismo gobierno? ¿Cómo se denomina a un sistema en el que los gobernantes parecen neveras de dos puertas, en el que los famélicos gobernados saben que comer es un lujo reservado a la pústula en el poder, en el que dejan fallecer a los niños de inanición y donde la gente se ve obligada a hurgar en la basura para alimentarse? ¿Cómo se designa a un régimen que improvisó medidas sanitarias que terminaron por resucitar las enfermedades endémicas erradicadas en el mundo y que no previó medicamentos que pudieran curar a los desamparados?
Se dice que si tiene cola de pato, pico de pato y camina como pato a nadie se le ocurriría decir que es un ornitorrinco a pesar de que sea ovíparo, de sus palmíferas patas y de su pico de pato.
De cachilapos a capitostes
Sí el vicepresidente de un hipotético país suramericano, caribeño, antiimperialista, revolucionario y socialista es acusado de tener nexos con grupos terroristas que ensangrientan al Oriente Medio entonces no debieran sonrojarse y sí en ese mismo país el presidente del máximo órgano de justicia tiene prontuario criminal en lugar de currículo académico entonces no debieran ruborizarse.
Además sí los padres, hijos, sobrinos y nietos, amigos y allegados, edecanes y testaferros de un muerto viviente ostentan un estilo de vida que empalidece a los ricos y famosos de las listas de Forbes entonces no debieran molestarse; sí los presos de las cárceles usurpan la identidad de un banco y luego la policía política los encubre transmutándolos en pizzeros entonces no debieran incomodarse y sí los pranes de las penitenciarías hacen turismo mientras los ciudadanos acatan un toque de queda autoimpuesto entonces no debieran sofocarse.
Son unos delincuentes, malhechores, forajidos y bandidos que se birlaron un billón de dólares, que los convirtió de cachilapos a capitostes multimillonarios, y no deben impactarse por esta verdad catedralicia.

Llueve… pero escampa

domingo, 5 de marzo de 2017

Que nos lleve el Diablo

Por Miguel Yilales
@yilales
Pasar un viacrucis de hospital en hospital y de clínica en clínica es lo normal entre los venezolanos, como no era suficiente caminar al Gólgota para medio comer o subsistir, gracias a una revolución socialista que como todas ellas han estado presididas por los más grandes traidores y destructores de la humanidad, nos condenaron a este “turismo” sanitario.
Ayer me tocó a mí con mi menor hijo. Una caída leve, una herida en el párpado y ningún médico que lo atendiera. Una clínica en la que te dicen: “lléveselo para otra clínica porque el cirujano no vendrá. Entienda que es sábado y de noche”; en la otra con una recepcionista que te manda a esperar porque hay cambio de turno… pero lo primero que hace es maquillarse. Luego la mística y dedicación de los médicos y las enfermeras suaviza la angustia y calma las rabias (por no decir otras palabras).
Si hubiese Estado de derecho es como para denunciar, para reclamar por servicios ineficientes o para alzar la voz contra el deterioro de nuestra calidad de vida pero nada de eso vale la pena porque en nuestro país lo que impera es la adoración a un cadáver insepulto que se dedicó, cuando gobernaba y cuando no también, a destruir a generaciones enteras de venezolanos, a llevarnos por la calle de la amargura y a convertirnos en una sociedad medrosa, temerosa y acobardada para que no lo desalojaran del poder a patadas limpias.
Sociedad de eunucos

Tenemos a unos que saludan con una chiflada y disparatada frase (todos sabemos que muerto no vive a menos que resucite y este no es el caso) para que los identifiquen como chavistas uña en el rabo; unos familiares que se tragan las lágrimas y las angustias para ver si el régimen negocia con los “alienígenas-EP” que abdujeron al helicóptero militar que desapareció cuando cambió su plan de vuelo y aterrizó allende de las fronteras para percatarse que estaban perdidos o mercadear alguna sustancia; un claustro académico que hace mutis cuando un gobierno troglodita y retardatario persigue a un profesor por pensar, hablar y escribir.
Una sociedad en la que no se cavile, en la que no se debata, en la que no se critique, en la que haya un pensamiento único y en la que se justifique la persecución intelectual es el sueño de todos los regímenes totalitarios. Para ellos son contrarrevolucionarios y deben ser perseguidos: los gestos de adhesión gremial cuando hay una agresión contra cualquiera de sus miembros; las luchas sindicales que buscan garantizar los derechos contra los abusos patronales y las reyertas que propician los ciudadanos en solidaridad porque a sus coterráneos les son violados los derechos, los valores, los principios y la dignidad.
Por eso es que enfurece las inocuas protestas universitarias que se limitan a pávidos comunicados; cómo hemos dejado en la estacada a los presos políticos: los que aún están tras las rejas, los que no son excarcelados al emitirse la orden y los que sufren tratos inhumanos e injuriosos; el ostracismo al que se ha proscrito a cientos de miles de compatriotas que han huido despavoridos de la violencia paraestatal que no discrimina entre credos, razas, géneros y niveles socioculturales. Nos convirtieron en una sociedad sin voluntad, sin fuerza, sin deseos, es decir en una sociedad de eunucos.
Putrefactos y rancios
Estamos en manos de una cúpula putrefacta que se sabe perseguida por la decencia y por eso recurre a la única herramienta válida para quien no tiene razón: la violencia. No les gustan los argumentos porque eso requiere discusión de ideas; no les interesan las discusiones de ideas porque eso es reconocer que hay otras formas de ver las cosas y, por ende, de hacerlas; no les importan que haya otras formas de ver y hacer las cosas porque sería aceptar que pueden estar equivocados.
Pero también tenemos a unos dirigentes opositores (no menos rancios) que no comprende la naturaleza totalitaria de quienes secuestraron las instituciones del país y por eso actúan como sí en la acera de enfrente hubiese demócratas a carta cabal, dispuestos a someterse al escrutinio de las mayorías y que de perder pasarían estoicos a la trinchera opositora. La situación es tan desalentadora que provoca que nos lleve el Diablo si no fuese porque en su morada se encuentra el responsable de haber instaurado una sucursal del Infierno en la Tierra y a él que lo acompañen los que desean que esté vivo mientras los demás recuperamos al país de sus desatinos.

Llueve… pero escampa