jueves, 22 de mayo de 2014

Revolucionarios (y opositores) de pacotilla

Miguel Yilales
@yilales
Hay situaciones en que algo ocurre y termina sorprendiéndote de por vida, hay otras que vistas la primera vez, la segunda no sorprende.
Cuando se proyectó por primera la trilogía de la Guerra de las Galaxias, la escena donde Darth Vader le dice a Luke Skywalker que es su padre, fue memorable y sorprendente, pero para los jóvenes de hoy es una escena sin emoción porque la segunda trilogía le quitó el factor sorpresa.
En nuestra domestica política nos encontramos a diario con personajes que actúan repitiendo frases como para sorprender, sin darse cuenta que lo que menos hacen es causar asombro.
Pataletas y gritos son la forma de dialogar que conocen quienes se vuelven locos con una cuota de poder, que por demás es efímera, y si no lo creen pueden usar los servicios algún médium para que los contacte con el más allá.
Es como cuando hay un personaje que se dice presidente de una república pero necesita decírselo a sus gobernados o recordarle a los militares quien es el comandante en jefe, la primera vez puede sorprender, en especial cuando sus orígenes son difusos y su ascenso al poder inverosímil para la mayoría, pero la repetición de la cantaleta termina siendo fastidiosa y carente de sentido, a menos que hasta él dude de lo que llegó a ser.

Acúsalo con tu mamá

En estos días en un arrebato de rabia y de indignación a ese residente temporal, sé que suena a cuando a los extranjeros le dan ese estatus pero me refiero al palacio presidencial, le dio por botar a gritos a un burgomaestre por pedir por la liberación de los presos políticos y por tratar de explicar la situación de la inseguridad, una percepción que solo la ven quienes salen sin escoltas y terminan asesinados a golpes por unos zagaletones traficantes de drogas.
Los gritos estentóreos comenzaron por exigir, casi que a nivel de impetración, para que lo reconocieran y lo aceptaran como cabeza del Estado y del régimen que preside, a tal punto de agarrar la pelota y llevársela como hacía el personaje de cachetes inflados que vivía en una vecindad mexicana.
Que se le reconozca como responsable del desastre que vivimos, no es como para hacer una fiesta, pero las incongruencias son propias de los que no saben sobre que hormiguero están sentados.
Pasarse la vida despotricando del imperio norteamericano pero disfrutando de sus atracciones, parques, centros comerciales y seguir subsistiendo por las ventas de petróleo, no era muy revolucionario.
Siempre creí que la confrontación era para demostrar cual malvada era la política de los estadounidenses y que el mayor orgullo revolucionario era ser objeto de sanciones por parte de la nación del norte, pero resulta que apenas llegan las condenas, se envía a un extirapiedras y piromaníaco de autobuses a llorar ante un club de amigos porque le quitaron la pelota.
Los revolucionarios del mundo, con el Foro de Sao Paulo incluido, esperaban una actitud férrea y combativa de los paladines de la lucha de los desposeídos y herederos del hombre más grande parido por la historia, nada de salir corriendo a esconderse en los museos militares de los países de Suramérica.

Pacotilla de sobra

En respuesta a tal atropello, la primera acción de carácter independiente, soberano y de autodeterminación de esta nación es firmar multimillonarios convenios con las norteamericanas empresas socialistas Halliburton, Schlumberger y Weatherford, para demostrar cómo se puede desestabilizar todo el sistema mundial endeudándonos con nuestros agresores.
Pero ese fenómeno de inconsistencia y desvarío político no es exclusivo de quienes creen que gobiernan. Entre quienes aseguran que son opositores también está presente.
Hay quienes perjuran que por hablar en cadena nacional y que de ahí surgiese un rap, sus niveles de rechazo desaparecieron. Que la gente ría de sus ocurrencias y su mancebía política frente a los amateurs del gobierno, no significa que se convirtió en el pontífice de la estrategias políticas, como para proponer que el que no comulgue con su catecismo monte tienda aparte, primeramente porque no califica como guía moral o político y en segunda instancia porque su gesto lo asemeja a lo que el supuestamente rechaza: el autoritarismo militarista, castrista o chavista.
Es que en el régimen y en la oposición hay muchos autoritarios y arbitrarios de pacotilla que necesitan gritar y demostrar que son los jefes que mandan, para luego implorar porque les hagan caso.


Llueve… pero escampa

1 comentario:

  1. Maduro esta tan consciente de su ilegitimidad como presidente que necesita constantemente solicitar y escuchar que es reconocido como tal! Que situación tan patética... parece quien esta detrás de su pareja todo el día preguntándole si de verdad la quiere...

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