miércoles, 9 de octubre de 2013

Con la “B” de Maduro

Miguel Yilales
@yilales
La imagen legendaria es de vital importancia en la política contemporánea. Tan es así que sobre los hechos y los personajes que han hecho vida en ese mundo siempre se han tejido mitificaciones.
Manuel García-Pelayo, en su obra “Mitos y Símbolos Políticos”, dice que el hombre se apega a los mitos, es decir a las representaciones mágico religiosas, con la finalidad de trascender a este mundo y en la mayoría de los casos para que sean aceptados sus conceptos y representaciones por sus congéneres.
El mito no es un acto intelectual sino afectivo, que se basa en la captación inmediata y totalizadora, de una “verdad” relacionada con las tendencias de un pueblo, de un partido, de una clase.

De la literatura a la realidad

En el mito del Rey Arturo este ha pasado a la iconografía popular como sinónimo de inteligencia, honor y lealtad. Su espada Excalibur, un símbolo del poder legítimo. Camelot, un lugar idílico de igualdad, justicia y paz. El hecho de que Arturo y sus caballeros se reuniesen en torno a una Mesa Redonda, parece indicar que Arturo era, conforme a la expresión latina, un primus inter pares.
Ya más en nuestras latitudes Rómulo Gallegos se montó en sus obras sobre el mito de que la civilización siempre derrotaba a la barbarie, verdad que ha terminado trastocada en mito, luego de la llegada al poder de la revolución bonita.
Y el presidente Chávez cabalgó sobre el mito de la invencibilidad: “el siempre vencedor, nunca vencido”. Para él la teoría de Clausewitz de que la guerra es un acto político, le sirvió para usarla a la inversa, en el que todo acto político era una guerra. Con los poderes públicos rodillas en tierra postrados ante la Revolución y mediante el fraude continuado del uso del erario público para hacer proselitismo político, obtuvo su fin.
Hitler también se cubrió de mitos. Él también hablaba de su invencibilidad, que solo era comparable con su imbecilidad de creerse victorioso y eterno, aun sitiado por los rusos.

De la Democracia a la Asnocracia

Cuando Herman Escarrá, antes de ser tránsfuga ideológico, definió a los últimos 14 años como la “Asnocracia”, creíamos que hacía uso de un lenguaje retórico y poético, no que fuese realidad.
Ser el sucesor, heredero y favorecido, por encima de la casta militar golpista originaria, del monstro político que era Hugo Chávez no es fácil. Sus anécdotas y cuentos muy dados en el llanero, no son lo mismo de los labios de un caraqueño, cucuteño o bogotano, no porque el sea de alguno de esos lugares, sino por las dudas razonables que ha tejido el mismo Nicolás Maduro sobre su origen, bien como estrategia del mito o por temor a ser desenmascarado.
Nicolás Maduro, al no tener capital político y formación académica, pero sí una angiografía en Wikipedia, tenía que formar toda una mitología a su alrededor.
Pareciera que la estrategia escogida fue la de rodearse del mito de la ignorancia, no tanto como un intento por ridiculizar el conocimiento, en tiempos del socialismo del siglo XXI vinculado con las élites, sino para ser el más popular y el más gracioso.
Desde ahí que empezó a trastabillar idiomáticamente, buscando ser llamado el bruto de la partida. Y tiene que ser una estrategia bien montada por los cubanos, porque a nadie se le ocurriría que esto de los millones y millonas, Chávez el Cristo Redentor, la ninfomanía de los dólares, el heroico bloqueo a Cuba (¿?), sea producto de la ignorancia real de ningún ser humano.
Aunque luego de escuchar a Nicolás por horas y horas en su alocución ante la Asamblea Nacional para pedir todos los poderes políticos extraordinarios y ejercerlos sin limitación, es decir para ser dictador, y no escuchar una sola idea coherente, más allá de los intentos por hacer reír a los diputados de oposición que estoicamente aguantaban para no arquear en el hemiciclo, me han hecho entender que el problema no es el mito, sino su realidad, lo cual pudiese no importar sino viviéramos esta tragicomedia.
Además lo extraño de ese camino es que en mis años de docencia y en mi largo transitar profesional aun no he conseguido al primer padre que diga con orgullo “mi hijo es el más bruto de la clase” o “felicita a mi hijo tiene todas aplazadas”.
Pero como esa ha sido una estrategia para crear el mito alrededor del primer mandatario nacional, debieran decretar que a partir de ahora en nuestras escuelas los niños empiecen a preguntar “Maestra: con qué se escribe con “V” de vaca o con “B” de Maduro”.

Llueve… pero escampa

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