miércoles, 2 de octubre de 2013

No es la cuarta, ni la quinta, es la reversa

Miguel Yilales
@yilales
En Venezuela se acabó desde hace una década todo vestigio de tolerancia, esa forma de ser del venezolano afable, amable, cordial y agradable fue trastocado por un discurso desestabilizador y de guerra que se incoó en los tuétanos de unos resentidos que llegaron a gobernar para exacerbar una supuesta lucha de clases que no se corresponde con nuestro mestizaje.
No importa que tengamos ciudades que dignamente se reconocen por su idiosincrasia como de la cordialidad o de los caballeros, por su paisajismos como la de los Crepúsculos, por su clima como la tierra del sol amada o por lo cosmopolita como la sucursal del cielo, porque hoy algunas de las aquí nombradas, no es para desestabilizar, están entre las 50 ciudades más peligrosas de América y de eso no hay responsabilidad.
Es que al momento de buscar responsables, siempre hay a quien echarle la culpa. El grupo que gobierna el país como su hacienda particular desde hace 15 años, es decir 3 lustros o quinquenios del período civil de nuestra democracia, siguen achacándole sus errores al pasado, como que sí su periplo gubernamental no fuese también parte del pasado.
Haciendo un ejercicio mental, imaginemos que Carlos Andrés Pérez hubiese culpado del Caracazo (1989) al gobierno anterior de Carlos Andrés Pérez que nacionalizó el petróleo en 1976. Es que nadie en su sano juicio se le ocurriría tal cosa, pero sabemos que juicio es lo que escasea en esta Revolución.

Sectarismo e intolerancia

En días recientes la pianista venezolana Gabriela Montero le tocó vivir la intolerancia en un concierto en Brasil. Intolerancia al arte por expresar en su obra “Expatria” que la violencia y la corrupción tomaron por asalto el país, que hay una inmensa mayoría de compatriotas que no pueden decir como se ha perdido la patria, que un camionero ahogándose en su propia sangre no importa frente al saqueo de la mercancía que transporta, que la política corrupta, deshonesta y que sirve a los interés de aquellos que se están enriqueciendo, solo ha producido más miseria.
Eso generó improperios y ataques de un tarifado. La audiencia y la orquesta se solidarizaron con ella. La pianista valientemente ignoró al desadaptado y trató de comenzar, pero ante el saboteo del sátrapa, se levantó del piano y le espetó desde el fondo de su alma y corazón “yo soy venezolana y sé exactamente lo que estoy diciendo y por qué lo estoy diciendo”. Hay quienes dicen ser presidente, comandante en jefe y hasta esposo de la primera “combatienta”, que ni siquiera pueden demostrar sus orígenes y menos gritarlo a viva voz sin que le salga el acento cubano o su cuna colombiana (Walter Márquez dixit).
El que Montero se sintiese execrada, como lo fueron en su época Serguéi Rajmáninov quien nunca pudo regresar a su Rusia natal por culpa de una revolución; Frédéric Chopin quien saliendo de su Polonia para perfeccionar su arte, lo más cercano que estuvo de su tierra fue aquella que llevó en una copa de plata, regalo del día de su partida y Serguéi Prokófiev uno de los compositores rusos más prolíficos del siglo XX quien fue acusado de “formalista” y censurado por su poco realismo socialista, lo que conllevó que su esposa Lina fuese enviada a los gulag hasta la muerte de Serguéi, al ser acusada de espionaje por visitar a las embajadas, pareciera ser el signo con que pretende tratarnos esta revolución: socialista, trasnochada, periclitada y caducada.

Tira la palanca y endereza

De seguir por esa vía dentro de poco debieran acusar de agentes extranjeros a todos los deportistas que se acercan a la embajada americana a solicitar la visa para jugar en el mejor béisbol del mundo, a los miembros del PSUV que abjuran del imperio pero corren prestos a fotografiarse con el mayor símbolo del consumismo norteamericano Mickey Mouse, a los miembros de la familia presidencial, la anterior y esta, que con su cupo de Cadivi hacen de las suyas en los mercados capitalistas del mundo, bien sea en Shangdong, París o New York y a los que dominen esa perversión de idioma universal que es el inglés, no vaya a ser que por ahí se fragüe la conspiración.
Como dice el cantante dominicano Juan Luis Guerra en su canción “La Guagua”, en Venezuela tenemos que tirar la palanca y enderezar el rumbo, porque vamos en reversa. No es la 4ta, ni la 5ta, es la reversa. Gracias a la aldea global de McLuhan todos sabemos que es una guagua y quien está manejando en reversa.

Llueve…pero escampa

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