martes, 25 de febrero de 2014

Aquí nadie para bolas

Miguel Yilales
@yilales
Hace muchos años, casi doscientos, un caraqueño, que en ese momento era un mozalbete de 30 años, decía que no había peor miseria que ser jefe para no serlo.
Años más tarde cuando los andinos llegaron al poder y gobernaron desde 1899 hasta 1958, con apenas un receso en el Trienio Adeco y el efímero gobierno de Rómulo Gallegos, trajeron también sus costumbres y dichos al lenguaje.
Es así como en el decidero popular se decía que "jefe era jefe manque tuviese cochochos", con lo cual se referían a que el dictador de turno así tuviese en la cabeza ese fastidioso insecto hemíptero, anopluro, con milímetros de largo y boca con tubo a manera de trompa para chupar sangre conocido como piojo, era el jefe porque se le hacía caso.
Todo eso fue valido hasta que se ejecutaron los Juicios de Núremberg. Los militares, dirigentes, funcionarios y colaboradores del régimen nacional socialista de la época, que coincidencia que esas dos vocablos estén presentes en el tinglado revolucionario, chavista y antiimperialista que nos gobierna, trataron de escudarse en el cumplimiento de órdenes, pero a pesar de eso se determinaron sus responsabilidades y fueron sentenciados por atentar contra la humanidad para satisfacer las ambiciones políticas del líder supremo y eterno, Hitler.

Tanto en el béisbol como en la política

Para hacerse obedecer hay que tener tesitura moral, principios y valores, capacidad para convencer y dirigir; otros infunden miedo y los menos ordenan y nadie les acata. Y es aquí donde estamos los venezolanos, con un régimen que ordena la paz, la felicidad, el abastecimiento, el amor, las celebraciones, pero que ni ellos las cumplen.
En el lenguaje beisbolero hay posiciones que son especialmente difíciles. Hablamos de la esquina caliente para referirnos a la tercera base, posición que le corresponde atrapar rollings contundentes, el campocorto y el segunda base que tienen que cubrir mucho terreno detener rodados difíciles y lanzar con precisión a primera base y el primera base que debe recibir todos los lanzamientos de sus compañeros con agilidad. Cuando estos jugadores no hacen su trabajo se dice que no le paran una bola a nadie.
En política como en el béisbol, sí los líderes ordenan se espera que el cuadro pare los rodados, es decir, las bolas bateadas. Durante la colonia las órdenes de la corona se acataban, pero no se cumplían, lo cual revelaba lo irreverente que se era ante el despotismo y que no se paraban las bolas venidas del lanzador imperial.
Recientemente el compañero Nicolás Maduro, uso la misma expresión que emplea su camarada presidente Diosdado Cabello (por la Asamblea Nacional y nunca porque mande más que Maduro), reconoció que no le paraban los rollings que bateaba, es decir, no le paraban bolas, en estricto sentido beisbolero.

Es una orden, por favor obedezcan

Durante una de las largas peroratas en cadena de radio y televisión, el comandante subalterno, confesó que ordenó el acuartelamiento del Sebin, pero estos se fueron a la calle a disparar a los manifestantes, con lo que cabría preguntar ¿Quién ordenó se violara el acuartelamiento? ¿Es que acaso ante ese batazo el jefe del Sebin decidió no parar las bolas en su posición?
Luego ordenó que el servicio de transporte masivo Metrobus, dejaría de prestar servicio para el Este caraqueño con lo cual señalaba que los sectores donde vive la oligarquía fascista venezolana, es decir Petare, las Minas de Baruta, Santa Cruz del Este, entre otros, serían castigados, para luego recular ante la posibilidad de que el rolling se le fuese entre las piernas y nadie parase bola.
Asimismo prohibió que el 51,8 % de los caraqueños que lo adversan, según resultados del CNE, no entrarían a Caracas, con lo cual suponemos instalaran un chip, para no usar los triángulos de colores o estrellas de David con que los nazis identificaban a los enemigos, para detectarlos. Ahora ¿Cómo no se entra a donde se vive, se trabaja, se duerme? Otro rodado que nadie le va a parar.
Cuando un gobernante se hace el sordo a los reclamos, propugna arbitrariedades y violaciones a los derechos humanos como única forma para hacerse obedecer, de seguro perderá el juego por sus malas decisiones.
Mientras tanto hay un pueblo que decidió no parar ninguna de las bolas que batea quien detenta el poder, eso es desobedecer sus órdenes por ilegítimas, puede decretar feriados, fiestas carnestolendas o unificar al Rey Momo con el Cristo Rey, tener cochochos o no y aun así hacer que nadie le pare.

Llueve… pero escampa

martes, 18 de febrero de 2014

Ante la represión tenemos la rebelión

Miguel Yilales
@yilales
La represión, venga de donde venga, es opuesta a los conceptos de libertad y tolerancia y cuando la ejerce el poder político, con la pretensión de castigar con violencia el disenso, supone la negación de los derechos civiles y la libertad política.
A lo largo de la historia soviética, millones de personas se convirtieron en víctimas de la represión política de la Unión Soviética, un instrumento de política interna desde los primeros días posteriores a la Revolución de Octubre hasta que el camarada Gorbachov, le dio por desconocer un referendo que abogaba por la continuidad de la confederación y firmó el Tratado de Belovesh que la disolvió.
Igual ocurrió durante el régimen franquista que desde la Guerra Civil Española, aplicó lo que se conoció como el terror blanco, donde reprimir y violar derechos era un solo asunto, esto incluía los ajusticiamientos "legales" en cumplimiento de sentencias dictadas por tribunales militares durante el periodo de la guerra civil; los asesinatos ilegales practicados al margen de las autoridades militares, pero con el pleno conocimiento de que se estaban llevando a cabo; el encarcelamiento y cualquier pena de privación de libertad y las desapariciones forzosas.

La hipocresía de la izquierda

Las protestas estudiantiles siempre han generado apoyos sociales, a menos que se mida con el rasero de la izquierda latinoamericana.
Que unos estudiantes alcen su voz y luchen por el derecho a la educación gratuita en Chile es plausible porque lo hacen contra un régimen explotador fascista de derecha que limita un derecho universal, pero que esos estudiantes alcen su voz, contra el abuso de poder, la delincuencia desbordada, el derecho a la vida, el desabastecimiento y la represión policial y paramilitar, es duramente cuestionada porque esos estudiantes siguen un guión de los gringos para derrocar un gobierno legítimo y esa actitud debe ser cuestionada por fascista y terroristas. Con ello queda demostrado que el fascismo siempre provendrá de la acera contraria a los intereses una izquierda vetusta.
Cuando un régimen político que dice gobernar, no importa si es por mampuesto, le da por contener, refrenar o moderar el comportamiento irreverente de la juventud, y una vez producido, castigarla, aparece el mayor de los peligros para la convivencia social como lo es la represión al futuro de un país.
No importa si el abuso proviene de la derecha o de la izquierda, es funesto para el Estado que lo genera, porque a fin de cuentas termina en la ignominia del olvido al que la sociedad lo relega, llámese soviética, franquista o chavista.
Cuando unos dirigentes de poca monta, así los llamó el propio comandante subalterno, les dio por llamar a la protesta en la calle, la respuesta gubernamental fue abrir la Caja de Pandora de la coacción, la opresión y el castigo.

A Dios rogando, pero…

En esta semana hemos visto asesinatos, muertes selectivas, protestas estudiantiles salvajemente reprimidas, violaciones a la dignidad, canales de televisión censurados por instrucciones expresas del propio Nicolás Maduro a través de Conatel o autocensurados por miedo a las sanciones, con prensa que no imprime porque no tienen papel por falta de divisas. Hemos vivido un Estado que abusa sin guardar las formas.
Abusos a los que no podemos dejar de incluir el uso de bombas lacrimógenas que son armas químicas prohibidas por nuestra carta magna, con manoplas de esas que usaban los gánsteres para doblegar a los rivales, con juicios sumarios cohonestados en la conchupancia, esa especie de liga vituperable de la injusticia, que forman el Ministerio Público, la Defensoría del Pueblo y los Tribunales plegados a los designios de Miraflores, que a su vez obedecen a quien gobierna en lo que Colón describiese como “la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto jamás”.
Si al gobierno no le gustan las protestas, que son un derecho humano y constitucional, tiene vías para actuar, continuar reprimiendo, suspender las garantías o rectificar, ya ha demostrado que no es capaz de corregir, entonces que se quite la careta y asuma lo que de facto es: un régimen, a lo castrista, que odia las libertades.
Mientras tanto, a la sociedad le queda la resistencia, ya Santo Tomás de Aquino lo afirmó en su obra Summa Theologiae, que ante el abuso de los gobernantes, a los gobernados les queda el derecho a la rebelión, para evitar que continúe el abuso, la tortura y la represión.

Llueve… pero escampa

martes, 11 de febrero de 2014

Indignados sin dignidad

Miguel Yilales
@yilales
Hace algún tiempo un pueblo fanático, de la mano de su líder supremo y eterno, implementó un mecanismo para garantizar la supervivencia de los más aptos, en una especie de manipulación de la selección natural de Darwin en el área social. Es así como los nazis, no me refería a fanáticos más modernos, implementaron el darwinismo social.
Por esa vía se justificaron todos los programas de exterminio que involucraban la eutanasia involuntaria, la esterilización forzada, la eugenesia y la experimentación humana, todos enmascarados en falsas ideas sobre la dignidad humana.
Platón, Pico della Mirandola y Kant habían planteado que la dignidad se explicaba en buena medida por la autonomía propia del ser humano, pues sólo él que sabe y puede gobernarse a sí mismo, que según un principio racional, lo hace dueño de sus acciones y en consecuencia, libre.
Es por ello que los esclavos no eran personas humanas, sino objetos, al igual que los judíos, gitanos y homosexuales durante el nazismo, grupos que encajarían perfectamente con epítetos como escuálidos, pitiyanquis, traidores a la revolución, apátridas en la época actual. En la historia de la humanidad sobran ejemplos en los que se niega la dignidad humana para justificar los atentados contra ella.

Como ganado al matadero

La vida humana, dependiendo de cómo se viva, y de nuestra manera de relacionarnos con el mundo, puede ser una sucesión de experiencias hermosas, nutritivas y significativas que nos permitan alcanzar plenitud y paz. También es posible, sin embargo, que esas experiencias resulten frustrantes, dolorosas y desalentadoras.
En las últimas semanas y en especial en este inicio de 2014, que se ha mostrado particularmente lento, hemos visto como los venezolanos han empezado a perder esa noción de dignidad.
Las largas e interminables colas frente a abastos, automercados, mercales y supermercados para comprar lo que se pueda conseguir es muestra de ello.
Hay quienes se aventuran a la suerte de hacer la fila, no para buscar algo que necesiten, sino para ver que van a encontrar en los anaqueles medio vacios o vacíos y que según oficialistas optimistas están medio llenos o esperando los productos que se han agotado por la bonanza que se ha incrementado desde que ellos llegaron al poder hace 15 años.
Tan grave está lo de la dignidad, que cuales vacas de un establo, los dueños de los comercios han empezado a herrar a sus clientes, para saber cuales les pertenecen y el orden en que van a entrar al potrero a comprar, con lo cual estos mamíferos celebran contentos porque les ha tocado en suerte un número y una esperanza para llevar comida a su hogar.
A lo largo y ancho del territorio nacional se repiten a diario estas escenas y nadie reclama. La pasividad nos ha arrastrado a creer que es mejor callar que alzar la voz y que mientras cumplamos silenciosamente viviremos, aunque en realidad estemos muertos en vida.

Con el alma enferma

En 1965 Martin Seligman y Steven Maier, explicaron el fenómeno que ocurre cuando una sociedad siente que es imposible el logro, que no hay nada que hacer, ni ahora, ni nunca, que es preferible una resignación forzada y el abandono de la ambición y del sueño y la llamaron “desesperanza aprendida”, una especie de resignación colectiva en el que no se puede hacer nada porque todo está hecho.
En términos generales, esa desesperanza es considerada un pesar, una enfermedad, una maldición limitante. Nietzsche decía que la desesperanza era “la enfermedad del alma moderna”, porque era un estado en el que se veían debilitados o extinguidos, el amor, la confianza, el entusiasmo, la alegría y la fe.
Cuando nos conformamos con frases como “Dios lo ha querido así”, “el destino así lo ha decidido”, “es así y punto” o “para qué esforzarme si no puedo hacer nada para cambiarlo”, estamos frente a la pérdida de motivación, una renuncia a la esperanza por alcanzar sueños y metas y finalmente un abandono a toda movilización para lograr que las cosas cambien.
En la política y en la guerra se usan estrategias para generar la desmoralización y evitar iniciativas contra los abusos de poder. Los regímenes totalitarios, así parezcan democráticos, abusan de ello porque saben que en esa condición se pierde la dignidad y la voluntad.
En estos momentos se requiere que exista una llama que se niegue a resignarse y luche por insuflar vientos de dignidad que se transformen en tempestad, para saber lo que es indignarse.
Llueve… pero escampa

miércoles, 5 de febrero de 2014

La oposición madurista

Miguel Yilales
@yilales
En la historia moderna hay acciones que son desdeñables y que sus ejecutores merecen ser tratados con menosprecio. Unos por actuar a la laissez faire, laissez passer de la ignominia y otros por operar de manera inescrupulosa.
Hacia 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, hubo dos términos que se usaron indistintamente para designar a los que se decidieron a auxiliar, cooperar con el enemigo o apostaron por plegarse al nazismo para evitar males mayores: los colaboracionistas de la República de Vichy y los quisling (derivado del apellido del primer ministro noruego Vidkun Quisling).
El colaboracionismo es una forma de traición que ocurre luego de una invasión, no importa si es como la ejecutada por el gobierno francés con el ejército Nazi o la del gobierno nacional que permite que a su sombra los invasores sean médicos, entrenadores deportivos, notarios públicos y militares.
Desde el año 1998 hasta nuestros días han pasado tantas cosas que uno siente que se refieren a todo un drama con traiciones, colaboraciones y luchas por el poder, en la que la protagonista ha sido la protesta.

“Que le corten la cabeza”

Así tuvimos que en el principio fue la Asamblea de Educación quien protestó contra el decreto 1011, luego vino la lucha de la Gente del Petróleo por la meritocracia, para pasar al 11 de abril y el golpe de Carmona, lo cual devino en el pronunciamiento de los militares de Altamira y concluyó con el paro general, que de general tenía lo que Quasimodo de Adonis. Cada uno tuvo su líder: los padres y representantes; Carlos Ortega y Pedro Carmona; Horacio Medina y Juan Fernández; Enrique Medina Gómez, Néstor González y Héctor Ramírez Pérez; Carlos Ortega y Carlos Fernández.
La principal observación de los políticos de antes, que como el gobierno son los mismos de ahora, era que el fracaso se debía a que esas protestas habían sido lideradas por unos segundones en política, por unos amateurs y que el trabajo debía ser realizado por los profesionales es decir por los big leagers en el ejercicio del poder.
Estas luminarias de la política clamaron, como la Reina de corazones rojos en la obra de Lewis Carol, por la cabeza de los responsables del fracaso.
Es así como desde 2004 y ante la decapitación masiva, estos conocedores de Aristóteles, Platón, Cicerón, Maquiavelo, Hobbes, Rousseau, Rawls, McIntyre, Walzer y de todos los que han escrito sobre filosofía y teoría política, asumieron las riendas de la corriente opositora al gobierno y como consecuencia, era de esperarse, se acabaron los fracasos en la oposición en el mundo paralelo… pero el mundo real es distinto al de ficción.
Durante 10 años, han pasado dos ciclos olímpicos en el juego político: 3 elecciones presidenciales (una sobrevenida), 3 elecciones de gobernadores, 3 elecciones de alcaldes, 3 elecciones de la Asamblea Nacional y los mismos actores se mantienen en el poder opositor, sin inmutarse o asumir responsabilidades.

A la espera del tiempo de Dios

Si alguien emite una crítica es tildado de reptil fósil; sí alguien los increpa por la única vía en que se les ve, las redes sociales, lo bloquean; si alguien levanta la voz hacen que sus huestes los persigan por jugar a la división, no seguir su liderazgo único, por pensar distinto y por osar proponer salidas, así sean constitucionales, distintas a la de ellos. Es decir una especie de sectarismo oficialista chavista, revolucionario, socialista y obrerista pero opositor.
Los franceses no celebran la derrota de Waterloo, los herederos del imperio Otomano no consideran una fiesta nacional el 7 de octubre, fecha en que ocurrió la batalla naval de Lepanto, como tampoco es fecha de grato recordatorio para Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte el 19 de octubre de 1791 cuando se rindió incondicionalmente ante los Estados Unidos de América.
Solo esta caterva que les dio por destruir el país son capaces de celebrar el 4 de febrero y pretender que es en sí misma una épica a contar y un sector de la oposición que dice que se gana perdiendo, con lo cual parecen asumir que no se debe cambiar nada.
Nadie renuncia, nadie hace un mea culpa, nadie abre juego para que otros asuman el liderazgo, pareciera que estos quisling maduristas bien por afinidad ideológica, por simpatía con el enemigo, por coincidencia en los objetivos, por coacción e incluso por miedo les dio por colaborar esperando que la perfección del tiempo de Dios les favorezca.

Llueve… pero escampa