domingo, 9 de abril de 2017

El tiempo de Dios no es perfecto

Por Miguel Yilales
@yilales
Dice un sacerdote amigo que más que perfecto, el tiempo de Dios es infinito y que nuestras necesidades terrenales debemos resolverlas nosotros porque sí se las encomendamos al Creador a lo mejor nuestra corta y tangible vida no nos alcance para verlas realizadas, además no escribo este artículo para enmendarle la plana al gobernador mirandino, quien fiel a sus convicciones ha sido agarrado en su buena fe, en el arte de lo público la candidez es perversa, en especial si al frente están unos forajidos, ni porque me voy a dedicar a hacer leña del árbol caído porque para hacerla hay que derribarlo y en política estos no solo retoñan sino que renacen.
Hemos vivido un autogolpe continuado, presenciado la destrucción de las instituciones, permitido que se instaurase una tiranía oculta bajo una mantilla de supuesta democracia, sabemos que no hay separación de Poderes ni respeto por las minorías, estamos al tanto que desde el Estado, y amparados por él, se ha estimulado la conformación de grupos paramilitares y que la Fuerza Armada se transmutó en guardia pretoriana pero nos hicimos la vista gorda: unos por comodidad, otros por complicidad y los demás por ignorancia republicana.
Carestía de ciudadanía
Por eso es que desde hace más de tres lustros quienes han desgobernado al país se han escurrido entre vericuetos leguleyos y se han apoyado en unos desalmados que le hicieron la cama: por una parte unos eruditos (con nombres menos rimbombantes pero igual de retorcidos que aquellos “Notables” que vendieron a un sedicioso como redentor) que siempre encuentran como justificar lo injustificable y por la otra altos precios del petróleo que sirvieron para encandilar a unos chulos internacionales que le reían los desafueros, las ilegalidades, los atropellos y los abusos a un perverso Chávez y a sus secuaces.
De ahí surgió la rizada tesis de que el régimen ha caminado al filo de la legalidad para ser considerado democrático, como si la democracia fuese una liga que se puede estirar mientras no se rompa y las leyes una plastilina que se amolda a los caprichos de quien gobierne. Sí esos conceptos fuesen emitidos por cualquier hijo de vecina uno lo entendería pero surgido de las fauces de los llamados a constituirse en la reserva moral del país causa desasosiego porque de ahí se agarraron los facinerosos golpistas para llegar y de esa línea argumental se asirán para que llegue alguien peor.
Pero frente a los atropellos y a la opresión se volvieron a llenar las calles venezolanas, no solo con gente que esperaba por mejores tiempos sino con ciudadanos indignados, con madres que han perdido a sus hijos, con los huérfanos que nos ha dejado esta revolución, con los que les queda dignidad para no mendigar al gobierno, con los que no creen en las patrañas de unos embaucadores de que sí no nos sacamos el carné de la ignominia perderemos el maná celestial embalado en bolsas o cajas CLAP.
No ha sido fácil ni lo será
El régimen forajido que ejerce el poder en Venezuela, amparado en las mafias del narcotráfico, en una cúpula castrense abyecta y corrompida hasta los tuétanos, en los paramilitares que usa para intimidar, en unos cómplices nacionales que se excusan con el manido argumento de que “soy empresario y me pusieron esta manguangua” y en unos colaboradores extranjeros que se aprovecharon de los mayores traidores de nuestra historia para vulnerar los intereses nacionales, ha usado todas las herramientas para perpetuarse: manipulan a los incautos, provocan a los que reclaman, infiltran las protestas para sabotear, criminalmente usan bombas lacrimógenas vencidas, siembran evidencias a los honrados y asesinan a inocentes a quienes acusan de suicidas por atravesársele a los disparos de los policías.
Estamos ante unos delincuentes que violan los derechos fundamentales pero exigen cartas de buena conducta a la oposición y me pregunto ¿De qué ha servido tener 20 puntos en conducta si siempre nos acusan de todo? ¿De qué ha valido permitir los atropellos al dictador para que no nos etiquete de golpistas? ¿De qué ha servido jugar con sus reglas sí sabemos que no van a respetar los resultados cuando les son adversos? El problema no es la inhabilitación de Capriles ni la persecución que Maduro desatará para montar su propio 11-A y así resucitar la novela del 13-A sin percatarse de que ya no esperamos el tiempo de Dios sino que nos rebelamos para desalojarlo del poder.

Llueve… pero escampa

1 comentario:

  1. es terrible como mi país ha caído en una espiral destructiva y que unos pocos hablen o se pronuncien. O se sale a la calle o sencillamente se enfría de nuevo.

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