domingo, 15 de octubre de 2017

Dictadura no sale con votos

Por Miguel Yilales
@yilales
Una de las expresiones más comunes de los últimos años es la sirve de título a mi artículo de la semana. La puedes escuchar en cualquier esquina, autobús o en la barra improvisada de alguna casa de vecino, no importa si se trata de un lego de la política, de un avezado docto o de uno que otro tecnócrata que, por haberse especializado en materias económicas o administrativas, les da por opinar y disertar, con la autoridad de quien usurpa a un numerario en el Palacio de las Academias, de historia, política, medicina, lengua, ciencias, estadísticas y hasta del arte culinario. Lo que nunca aclaran es como es que se sale de ella.
Hay algunos más osados que instan a los demás a “salir a la calle y no regresar hasta que se vaya el tirano” pero a las primeras de cambio dan sus paseíllos por Central Park en Nueva York (ni de lavativa es por el de la Av. Bolívar) porque tienen que educar al mundo y sus alrededores sobre “cómo regresar a la democracia” sin haber aportado nada a la nuestra o por el contrario son los que trabajaron ardientemente para instaurar la tiranía pero visitan Orlando, Las Vegas, Washington, Lima, Buenos Aires y Santiago, con la misma solvencia de un boliburgues, para abonar el terreno que le permita clamar por protección y asilo político.
Productores de VTV
Recuerdo que durante una de las miles de protestas que se dieron este año en Venezuela (venía de tragar gas lacrimógeno aunque en realidad huía de los esbirros y sus prácticas de fusilar a quemarropa), casualmente me encontré a uno de esos comecandela paseándose por estas calles. Él (como muchos otros) es de los que propugnan la salida con sangre, de los que le han prendido todas las velas a San Ejército, Santa Armada y Santa Aviación (no a la Guardia Nacional por su militancia en las filas del Lucifer de Sabaneta y su heredero) para que actúen por ser la solución aunque en realidad sean el verdadero problema, de los que desean que se produzca un estallido social que arrase con el país pero sin que lo afecte a ellos y de los que hacen llamados estentóreos para que los demás boten espuma por la boca pero que no participa en protestas, no marcha ni se sacrifica porque, en su humilde entender, todo lo que no haya surgido de su mente es colaborar con los vendidos de la MUD y su estrategia para atornillar a Nicolás.
Estos críticos son tan arrechos que al oír su habladera de pendejadas, materia en la que se hacen acreedores de un PHD con honores, provoca firmar una petición para que les den un segmentofijoen alguno de los bodrios que transmite el “equilibrado” canal de “Todos los Venezolanos”, actúan como asalariados del chavismo: se quejan pero no protestan, no trabajan pero quieren que los mantengan, llaman a la abstención aunque saben que no aporta a los resultados y desean ser testigos de la implosión de la oposición. Son unos genios de las pistoladas incapaces de reconocer que las acciones politicas nos visibilizaron ante el mundo, que allanó el camino para las sanciones y el enjuiciamiento a los violadores de derechos humanos, el reconocimiento internacional de la Asamblea Nacional y el desconocimiento del parapeto prostituyente.
Hay que construir la salida
Para salir de las dictaduras se requiere que confluyan varios elementos: las ganas, las acciones para deslegitimarlo y lo imponderable. Gómez no salió, a pesar de los deseos de vivir en libertades, que los jóvenes protestaran (surgió la Generación del 28) ni de acciones militares, solo la muerte de El Bagre (a veces la muerte no es la solución y para muestra el último botón) dio paso a las transformaciones, en cambio para salir de Pérez Jiménez se requirió, además de la voluntad de la iglesia, de los estudiantes en la calle, de los políticos en la clandestinidad, de exiliados serios y de un proceso electoral fraudulento, de su huida en la Vaca Sagrada.
Las dictaduras no salen con votos, ni siquiera la de Pinochet, puede ser verdad pero son los votos de los ciudadanos, junto a sus ejecutorias, los que terminan de deslegitimarlos. Si nosotros no entendemos qué hay que obligarlos a saltarse a la torera las normas es porque no hemos aprendido nada de la naturaleza atrabiliaria del régimen. Se vota no porque vivamos en democracia sino porque es la herramienta conque contamos los demócratas, cuál escavadora del Metro, para construir la salida del túnel que nos libere de Maduro, mientras tanto seguiremos oyendo pendejadas.

Llueve... pero escampa

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