lunes, 30 de octubre de 2017

Adiós muchachos

Por Miguel Yilales
@yilales
Luego de transcurridos 15 días de la debacle electoral y política (en este caso el orden de los factores afecta, y muchísimo, el producto) aún no salimos del guayabo. Es como si nos hubiese dado por escribir, interpretar, cantar y bailar los boleros más desgarradores mezclados con los tangos más arrabaleros, con su jerga bien lunfarda, con puñales atravesados y pistolas desenfundadas, con los trapitos sacados al sol, con desengaños y con amoríos no correspondidos.
Y no es para menos porque de manera incomprensible nos percatamos que luego de miles de palabras lanzadas al aire que alertaban sobre los peligros que representaba casar una pelea contra el guapetón del barrio junto a toda su patota sin estar preparado para confrontarlo y de las continuas de arengas de unos supuestos líderes políticos que pedían que no los abandonásemos en la lucha por conquistar el poder aunque ellos engolosinados, aunque más pareciera emborrachados de soberbia, no se hubiesen preparado ni siquiera para competir contra quienes habían demostrado estar dispuesto a todo para no ser desalojados del gobierno.
Sin culpables, ni responsables
Y esa inferencia la hago porque resultó que según el jefe de campaña de esta última masacre electorera, y pareciera que habrán más, a la oposición nadie le podrá recriminar que “no lo intentamos” (Blyde dixit). Es como el policía que en una situación de ñrehenes, luego que son asesinados todos los secuestrados y escapan los captores, en su primera aparición pública se excuse diciendo: “los mataron a todos y se escaparon los delincuentes pero tengan la seguridad que lo intentamos y que la próxima vez lo haremos mejor”.
Cada vez que hablaba un actor político, un activista o un operador de los que no se les escapa nada (eso incluye a esa especie de médicos yerbateros que manejan las encuestadoras del país) señalaban que nadie con 80% de rechazo podía salir electo ni para una junta de condominio, que con este CNE se le habían ganado las parlamentarias al régimen y que a pesar de lo muy maulas, tramposos y criminales que son sus rectores (sin exclusiones) el juego se ganaba con testigos, con votos y tras derrotar a la abstención. Al final la abstención y la participación fue similar a eventos precedentes y parecería que los testigos no estaban, no sabían que hacer o eran convidados de piedra a un festín con música, comida y bebida para el que fuese vestido de rojo.
Por supuesto que ante esa situación lo menos sensato y lo más desacertado y políticamente incorrecto era decir que nadie era responsable y fue lo que se hizo al alegar que el fraude era el único causante de la derrota, como si la errada dirección política, la falta de rumbo, la selección de pésimos candidatos, la falta de testigos para tener las actas al terminar el proceso y no darle un parado, en el momento oportuno, a los continuos abusos del ministerio electoral, no tuviesen incidencia en los resultados.
Todo bajo control
Si bien todos esos argumentos son valederos nadie pudo presentar una sola evidencia del fraude cometido en el día de las elecciones, con la excepción de Andrés Velásquez que tenía años preparándose para que no le cometieran otro asalto a voto armado. Además, según nos decían, las demás trampas (el uso de los recursos del Estado; el abultado registro de electores; la repartición de las “planchas de zinc” de la V República, que ahora se llaman CLAP, chamba juvenil, hogares de la patria o carnet de la patria; el que los uniformados garantes del proceso hicieron campaña por sus camaradas candidatos, la migración de electores y la mutación de los centros electorales) estaban controlados.
Por los resultados podríamos decir que todo estaba bajo control pero del enemigo, que en nuestro caso era de Nicolás, Diosdado, los hermanitos Rodríguez y todos los candidatos que terminaron coronados como gobernadores o los que claudicaron para preservar un escritorio vacío y un cargo sin funciones, exceptuados los estados Bolívar (que se la robaron descaradamente y sin escrúpulos) y Zulia (que la arrebataron al destituir al ganador).
En política la improvisación pasa factura y en nuestro caso es una  sumamente costosa. Si seguimos dando tumbos y comportándonos como unos inmaduros políticos terminaremos como el tango diciéndole a nuestros conocidos “Adiós muchachos compañeros de mi vida” sin haber desalojado a los tiranos que nos oprimen, estén en el gobierno o en la oposición.

Llueve... pero escampa 

2 comentarios:

  1. Estimado Miguel, un abraso y saludos al compartir tus reflexiones. Estas en lo cierto, los últimos acontecimientos no han hecho más que confirmar mis pareceres respecto a las circunstancias que nos han llevado hasta la lamentable situación actual, que no hay un solo culpable, hay dos, el Chavismo y su contraparte, la oposición; los primeros como los macabros creadores de una mixtura politica, ideologica y delincuencial jamas vista y con un poder destructivo capaz de llevar a la ruina a un país entero y los segundos como ingrediente de una combinación letal gracias a su falta de los más elementales atributos.

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    1. Un análisis obvio en la actual circunstancia. No hay nada peor que un cooperante dentro de la oposición, un vulgar espía, un vendido, para ser claro. No se han dado cuenta, muchos dirigentes políticos, que ya el ciudadano es otro, si, ese que le daba el voto sin pensarlo, ahora lo piensa y es mayoría. Estos seudo dirigentes quedaron como dinosaurios, tanto de un bando como del otro, por el avance y la experiencia que los "pata en el suelo" tenemos hoy día, y todo esto por engañar a todo un pueblo por tanto tiempo. Tanto unos como otros, los politiquería, andan desesperados porque no pueden dominar la voluntad de la mayoría de los venezolanos, aunado a wie han salido a la palestra pública dirigentes como Maria Corina Machado, conectada con la realidad que vive y siente todo un pueblo, sin vacilaciones, sin rabo de paja y hablando con la verdad por delante, aunque duela en ocasiones. Aquí esta el verdadero cambio y en tiempos bien difíciles, pero vendrá por voluntad de todo un pueblo.

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