@yilales
Ante
todo quiero aclarar que desde que adquirí plenos derechos ciudadanos los he
ejercido porque me ha dado la gana. Si se ha tratado de votar o de abstenerse,
de optar por un candidato o hacerlo por el menos malo, de atinar en mi
escogencia o de equivocarme con ella, emocionarme en una campaña o ir con un
pañuelo en la nariz… lo cierto es que en todos esos casos decidí basado en mi
libre albedrío, uno de los principios que todo demócrata debiera defender.
De
eso se va la democracia: no es perfecta pero es perfectible; se pueden cometer
errores pero tiene mecanismos de regulación; iguala a los hombres (en el voto,
ante la ley, entre otros) aunque haya eunucos intelectuales que lo confundan
igualitarismo; de equilibrar y limitar al poder y, por supuesto, con capacidad
para elegir y ser elegido. Ya lo dijera Churchill ante la Cámara de los Comunes
en 1947: “Muchas formas de
gobierno han sido probadas, y se probarán, en este mundo de pecado e
infortunio. Nadie pretende que la democracia sea perfecta. En verdad, se ha dicho que es
la peor forma de gobierno excepto de todas las demás formas que han sido
probadas en su oportunidad. El peor sistema político diseñado por el hombre, con la
excepción de todos los demás”.
Tramoyas electoreras
Por
esas razones es que siempre me he inclinado a que sea por esta vía que se
solucionen las cosas, que sea la mayoría la que decida pero con respeto a las
minorías, que quienes estén obligados a controlar a los gobernantes (como
aquella exmagistrada) no queden obnubilados al extremo de validar una supra
constitucionalidad que aún sufrimos, que la madurez política permita evaluar la
eficiencia de un proyecto y castigar la ineficiencia de los ineptos y que la
manipulación populista encuentre en ciudadanos conscientes el discernimiento
entre la conciencia y la inconsciencia; la ética y la deshonestidad; la verdad
y la mentira y la moral y la amoralidad de un candidato-presidente que corregirá
los errores del presidente (que es él mismo), un candidato-progobierno que no
critica al régimen (guantes de seda ante el peor gobierno republicano) o candidatos-pastores
(con mucha sopa y su “buena mano” como gran oferta electoral).
En
Venezuela, para nuestra desgracia, hemos tenido candidatos fanfarrones,
bulleros, jactanciosos y mentirosos. Desde uno que ofrecía dar la pelea (con
gallina incluida) para evitar que la autocracia, la cobardía y el narcotráfico
continuase en el poder aunque unos años después se le descubriera la pantomima
y la tramoya cuando terminó rodilla en tierra; pasando por un zuliano y supuesto
demócrata a carta cabal que en las primeras escaramuzas terminase en el exilio
y regresase de él como si nada hubiese pasado; hasta llegar a un opositor light (que es lo mismo que chavista light) que alega ser “tibio” porque es
lo que necesita el país a pesar que estos momentos demandan un mayor compromiso,
una superior integridad y una óptima honradez para torcerle el rumbo a las
tarambanas que ostentan el poder desde 1998.
Entre lo malo, lo pésimo y lo peor
Es
un suplicio tener que decidir entre un obrero que nunca ha laborado y que su
único trabajo eficiente ha sido depauperar a Venezuela; un pastor que alega
tener “buena mano” y muestra a su esposa como evidencia de ello o un golpista
que es capaz de promocionar encuestas, manipular a incautos y engañar a sus
partidarios con una campaña virtual, sin emoción y sin masas que se traduzcan
en votos es seguir con aquello de votar en contra de Maduro y no a favor de una
propuesta… y elegir en esas condiciones es imposible porque no hay nada para
escoger.
Decir
que así no haya condiciones hay que votar, que si se pierde será culpa de la
abstención aunque no se haya hecho nada para derrotarla o que arderá Troya si
se desconoce la normativa electoral, la letra de la constitución o el Consejo Nacional
Electoral se parcializa por el partido de gobierno es como aceptar que se ha
permanecido en estado comatoso por más de 20 años o que se ha sido cómplice con
los desmanes del régimen.
La
tramoya electoral que impulsó la írrita Asamblea Constituyente, que avalaron
los cinco insensatos (incluido el jarrón chino “opositor”) que dirigen al ministerio
electoral chavista y promovió el único interesado en legitimarse un año antes
de que se acabe su período, no es un proceso electoral serio, justo,
equilibrado y en el que de verdad se pueda elegir por eso he decidido que no
boto mi voto.
Llueve...
pero escampa
Profesor con todo respeto.¿ Que propuesta o alternativa tiene para cambiar el rumbo en esta Nación?.
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