miércoles, 20 de marzo de 2013

Toda gloria es efímera

Miguel Yilales 
@yilales 
En la Roma antigua los generales victoriosos entraban en marcha triunfal desde las orillas del río Tíber, por el camino de la vía Apia, hasta la escalinata del Senado, a presentar cuentas de sus hazañas al César. 
En el trayecto, un esclavo, dotado a la sazón de un “brazo de madera” y a veces con sus propias manos, portaba una corona de laureles, en fija altura, tras la nuca del homenajeado, susurrándole algo al oído. 
Careciendo de auriculares, por lo de la entonces precaria evolución de la tecnología, el esclavo repetía un mensaje a la oreja del invictus. El mensaje, enviado por el César o por un Senado deseoso de no perder más poder del ya perdido, y para evitar que el interesado adquiriese más poder del necesario, era claro y contundente: “Toda gloria es efímera, el único eterno es el César”. 
Al respeto se han manejado varias versiones, pero coincidentes en el mensaje final. 
El primero y más popular fue, sin lugar a dudas el memento mori (recuerda que morirás). Dicen que los pretores más avezados miraban sobre sus hombros, no por los vítores, aclamaciones y alabanzas que del vulgo surgía, sino porque fuese esa una advertencia o una admonición con efectos inmediatos. 
Tertuliano fue partidario de legar a la posteridad otra versión, de idéntica finalidad y mensaje, pero más precisa y menos dada a las suspicacias: “hominem te esse memento”. “Recuerda que eres un hombre”, traducción que parece no incorporar dudas semánticas o pragmáticas. 
Estos mensajes, según la versión más vernácula, podíamos convertirlo: “memor senior, totus palma est volátilis”, que con cierta ligereza podemos dar por valida la traducción de: “recuerda señor, toda gloria es efímera”. 
En todo esto hay dos enseñanzas básicas, primero que no se luchaba por la propia gloria y segundo que el único premio seguro que se obtenía al momento de nacer, era un encuentro con la sombría e irremediable muerte. 
Todos los que se han creído eternos, les ha tocado toparse con Tánatos, Azael, Mors o cualquiera de las personificaciones que el Creador ha usado para que las almas crucen el páramo. 
El Führer, il Duce, el Kaiser, y todos los que en algún momento creyeron gobernarían para siempre, así fuese hasta el dos mil siempre, les llegó la hora de rendir cuentas, bien arriba o bien abajo. 
Pero es que en eso los faraones del antiguo Egipto eran más inteligentes. Sabiendo que su permanencia en este mundo era finita, se mandaban a construir mausoleos en pirámides que tardaban en edificar algunos años. Herodoto de Halicarnaso mostró que para erigir la pirámide de Keops se invirtieron unos 20 años. 
En una Venezuela donde salvar de las llamas y reconstruir uno de los emblemas de nuestra modernidad como lo era la torre este de Parque Central puede tardar mas de 8 años o donde se decide montar un viaducto sobre unos patines para contrarrestar el movimiento natural de la tierra y no entender el porqué inexplicablemente se les cayó, que haya sido posible mejorar en eficiencia hasta al propio Imhotep, en eso de construir cenotafios, es digno de orgullo. 
El ingenio de un frugal y vivaz arquitecto, colega del egipcio, permitió que en apenas días se construyera en mármol, toda una estructura para honrar, al que se creía permanecería eternamente. 
Y es que a veces especulan que ese pueblo que vitorea a los gloriosus, en otros tiempos acudía al evento por la obtención del pan y en la actualidad lo hace por misiones similares, se creen todos los cuentos y son tan ingenuos como para pensar que las obras mortuorias son instantáneas, surgen de la inspiración divina, que no es necesario planificarlas y menos aun obtener los materiales que, por lo general, escasean. 
Hay otros que en medio de su inmadurez creen que eso de coronarse con laureles es una necedad y que recordar la “fugacidad de la vida” y lo “efímero de la gloria” son tonterías, sintiéndose elevados a “página indeleble de la historia patria”, herederos del supremo, conductores del destino y por ende imperecederos, olvidando que nada es eterno y que cuando hay vientos de cambios no hay tapia que los detenga. 
Llueve… pero escampa

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