miércoles, 27 de marzo de 2013

Traiciones en tiempo de Pascua

Miguel Yilales 
@yilales 
Estamos en plena Pascua Cristiana y es que la presencia de Jesús en la humanidad va a marcar un antes y un después. Hay un precipicio enorme entre los efectos durante su presencia en el orbe y su repercusión posterior en la historia universal. 
A pesar de ser duramente criticada, e incluso perseguida, durante más de 400 años, es en el siglo IV que la religión cristiana llegó a ser la religión principal, y oficialmente la única a partir del Edicto de Tesalónica, del Imperio romano y con la expansión de la cultura europea que comenzó en el siglo XV, este culto se va a difundir por otros muchos lugares del mundo, especialmente por nuestra América. 
Para poder cumplir su misión redentora, el Hijo de Dios, debió rodearse de fieles seguidores que comunicaran su Evangelio. Una comunidad de 12 hombres que él escogió como predilectos durante su vida pública, llamados discípulos hasta la Ascensión y después conocidos como Apóstoles. 
Los Apóstoles fueron ordenados por Jesús en la Ultima Cena como sacerdotes y recibieron de Él la comisión de predicar el Evangelio en todo el mundo (Mateo 28, 19-20). 
Pero los apóstoles no siempre fueron obedientes o leales. Cuando Jesús fue a orar al Getsemaní y les pide lo esperen y recen, estos se dejan vencer por el cansancio. (Lucas 22, 39-46). 
Es que hasta de sus más cercanos surgió la apostasía. La noche de Pascua cenó en Jerusalén con los Apóstoles. En el transcurso de esta cena pascual, Jesús predijo que sería traicionado por uno de ellos, Judas Iscariote. Judas efectivamente traicionó a Jesús a cambio de treinta piezas de plata. 
Pedro, que había seguido a su maestro en secreto tras su detención, se ocultó entre los sirvientes del sumo sacerdote y al ser reconocido por los ellos como discípulo de Jesús, le negó tres veces, como el Mesías lo había profetizado. 
Como vemos tanto Judas Iscariote como Pedro, sobre cuya roca se construyó la nueva Iglesia, fueron presos de la debilidad humana y traicionaron a quien más los había amado. 
Ni que fuésemos Pablo 
En toda historia siempre hay quien le toque reconstruirla. Para los fablistanes es esta una de sus funciones principales. Así como nos toca documentar los hechos, nos toca comprobarlos a través de distintas fuentes. 
Los textos más antiguos conocidos relativos a Jesús de Nazaret son las cartas escritas por Pablo de Tarso, consideradas anteriores a los evangelios. Aunque Pablo no conoció personalmente a Jesús, su noción y comprensión de su mensaje, según sus propias afirmaciones, provenía de una doble fuente: por un lado se le apareció el propio Jesús resucitado para revelarle su evangelio (Gal 1, 11-12); por otro mantuvo contactos con varios de los seguidores de Jesús, conoció a Pedro (Gal 2, 11-14), Juan (Gal 2, 9), y Santiago (Gal 1, 18-19; 1 Cor 15, 7). 
Y es que para contar la historia debemos hacer esfuerzos, aun sin tener las fuentes primarias, que nos permita buscar respuesta a los interrogantes existentes. 
Porque es que cuando escuchamos a los ministros y al ungido de marras, hablando de que el difunto mandatario es una versión del siglo XXI, revolucionario, marxista (lo cual es un oxímoron en si mismo), socialista, maoísta, castrista y vaya usted a saber que más, del Redentor sobre la tierra y que ellos son sus apóstoles, nos quedan algunas, por no decir muchas, dudas que requieren ser aclaradas, para ser dadas a conocer urbi et orbi, como Pablo de Tarso hizo con las del Salvador. 
¿Cuál de los apóstoles de nuevo cuño es el traidor? ¿Cuál de ellos se vendió por 30 monedas de plata, que al cambio de hoy deben ser como 500 mil bolívares? ¿Quién de los auto proclamados apóstoles del líder máximo de la revolución (lo cual suena más a Kim Il-sung o Kim Jong-il que a Jesús) lo negará 3 veces? 
Y es que la gente se pregunta cuándo es que el nuevo mesías venido al mundo en Barinas (casi que como el aguinaldo venezolano pero sin virgen andina y un padre llanero aunque sin ascetismo) resucitará, porque los 3 días ya transcurrieron y aun no se le aparece a ninguno de estos apóstoles, lleve el nombre de Dios o el de Papá Noel. 
Es que en medio de tanto apóstata es bueno ver la herejía, para que no salgamos a dar a conocer un dogma que no existe, porque es que ni se nos ha aparecido, ni conocemos a estos apóstoles, como para salir a traicionar a nuestros coterráneos llevándolos a recorrer un camino que los dirija directo al averno de un colectivismo mal entendido y por demás mal aplicado, es decir al Socialismo del Siglo XXI, que solo es pobreza, corrupción y delincuencia. 
Llueve… pero escampa

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