martes, 15 de abril de 2014

Secuestrada pero no subyugada

Miguel Yilales
@yilales
Hablar de secuestros y secuestradores siempre es difícil, porque se toca la sensibilidad de quienes se ven afectados por este flagelo.
En este caso no me referiré ni al secuestro de Nairobi Pinto, liberada por sus captores con vida, ni al secuestro del estudiante de farmacia de la UCV, Orlando Sánchez, quien fue asesinado, dos caras de una misma moneda.
En el país permanecen decenas de secuestrados cuyo paradero se desconoce y los familiares albergan esperanzas de un próximo reencuentro.
Lo peor lo viven los secuestrados y sus familiares. Cada amanecer con la esperanza de encontrarlos con vida, con cada ocaso esperar volver a presenciar un orto.
Pero todo no termina ahí, uno de los trastornos psicológicos postraumático que pueden derivarse de un secuestro es el llamado Síndrome de Estocolmo, esa reacción psíquica en la cual la víctima de un secuestro, desarrolla una relación de complicidad con quien la ha secuestrado.

De la mano del secuestro

Aunque hay muchos que no los recuerdan por su corta edad y otros, hoy en el gobierno, que quisieran olvidarlo por su autoría material e intelectual, aunque pudiéramos dudar de esa capacidad, en Venezuela hubo tres casos de secuestro que marcaron la pauta informativa en la década de los 70.
Williams Frank Niehous, el secuestro “político” más largo de la historia venezolana, quien duró en cautiverio 3 años y 4 meses y el del niño Carlos Vegas Pérez, uno de los casos que Fermín Mármol León recrease en el libro “4 Crímenes 4 Poderes”.
Pero en Venezuela, no solo se ha tratado de secuestrados. En la otra acera también hemos tenido protagonismo. Uno de los secuestradores más famoso del mundo es venezolano, Carlos “el Chacal”, nombre mediático del terrorista Illich Ramírez Sánchez, quien secuestro al gabinete de ministros de la OPEP, en pleno 1975.
Hoy pareciera que ante la ausencia de justicia, con poderes públicos en la mano de un solo hombre, con la libertad de expresión limitada, con un aparato productivo depauperado, con presos y exiliados políticos al país lo han secuestrado. Otro caso de secuestro político, pero colectivo, con más de 15 años.
Pero el problema no es el secuestro al que hemos sido sometidos todos los venezolanos, sino al Síndrome de Estocolmo que vivimos frente a los secuestradores. En el futuro nuestro caso podría ser estudiado como el Síndrome de Venezuela, en el que una sociedad se hace cómplice de sus captores.

Otra latitud, igual diagnosis

Ese síndrome que hace a la gente hacer colas pacientemente por horas para ver que encuentran en los mercados y que se sienten profundamente agradecidos con el régimen.
Ese síntoma en el que ganar con el 50,7 % de los votos sea en un momento una “victoria de m…da” cuando es de la oposición y luego sea la “victoria perfecta” del obrerista que nunca trabajó.
Ese mal que hace que el régimen critique a la oposición porque decidió postular a las esposas de los alcaldes derrocados mediante un Coup d'État del TSJ, pero que le parece valido que el difunto hubiese decidido quien era su heredero.
Es el mismo síndrome que hace que un sector de los venezolanos afectos al desgobierno crean que los colectivos, círculos o como quieran llamarlos, no están armados y que son una especie de Ositos Cariñosos dirigidos por Pintosito.
Es ese Síndrome de Venezuela que produce que en la reunión entre los dos regímenes, el que gobierna y el que se le opone, uno de los expositores, porque eso no fue un diálogo, dijo que nunca los militares darían un golpe de estado para poner a un civil a gobernar y llamó lerdo (algo así como nombrar la soga en la casa del ahorcado) al civil que lo creyera. Claro supongo que no se refirió a Rómulo Betancourt quien no solo creyó que los militares darían un golpe y se lo entregarían a un civil, en 1945.
Parece que los únicos que no han caído en las garras de ese síndrome son los estudiantes que siguen exigiéndole al secuestrador que libere a la secuestrada Venezuela, que redima a los presos y exiliados políticos, que reconozca que las minorías existen tanto como las mayorías, para luego sentarse a conversar de paz.
Quisiera que este 19 de abril, que cae en Semana Santa como aquel hace 204 años, surgiese un estadista que reconociera su fracaso y decidiera marcharse, pero deseos no empreñan y lo que queda es mantener alzada nuestra voz para que menos gente permanezca en las fauces del Síndrome de Venezuela, perdón de Estocolmo, que es como el colmo.

Llueve… pero escampa

8 comentarios:

  1. Bueno en este país con tantos Vicente Emparan cercanos al que ha fracasado no sabemos qué pueda pasar. A lo mejor le quieren ahorrar el bochorno en público

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    1. Lo importante estimado amigo es que lo haga en público o en privado pero que lo haga

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  2. Aquel 19 de abril, hace 204 años y durante Semana Santa se produjo tal manifestación porque hubo un vacío de poder. Actualmente tenemos un poder vacío; sin contenido democrático, pero con los bolsillos repletos de dólares.

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    1. Exactamente Rafael, amigo mío, están enquistados en el poder solo para llenarse los bolsillos y la democracia solo les preocupa en sus formas.

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  3. Como en todo secuestro colectivo hay dos dos tipos de individuos, los que adaptan consciente o inconscientemente para sobrevivir o aquellos que no pierden la lucidez y mantienen que el objetivo es alcanzar la Libertad. Es evidente, que en ese último grupo destacan los estudiantes y algunas individualidades que mantienen viva esa brasa de la LIBERTAD.

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    1. Hernando gracias por tu acertado comentario, hoy más que nunca necesitamos de aquellos que no pierden el norte, cual brújula, para orientar a la sociedad venezolana

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  4. Caramba profesor, realmente se lucio con este articulo. Que enfoque tan satirico y cientifico. Un simil definitivamente brillante, para explicar el porque hay venezolanos felices de su miseria.

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    1. Gracias por tu comentario y por tus palabras. Lamentablemente cada vez menos gente le interesa aprender de los errores del pasado

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