Miguel Yilales
@yilales
Normalmente la historia nos da ejemplos de los cuales
debemos aprender. Los países evolucionan como cuerpos vivos: nacen, crecen y
eventualmente mueren. Así le ocurrió al Imperio Otomano, al Romano o al Español
y a confederaciones más modernas como la extinta URSS o Yugoslavia.
La mayoría de esos imperios se construyeron a través de
invasiones, guerras, ocupaciones y pare usted de contar. Solo excepciones no
estuvieron precedidas por conquistas, como fue la creación de Colombia, esa
confederación planteada por Simón Bolívar en el Congreso de Angostura y
materializada en 1821 en la Constitución de Cúcuta.
Lo que sí es cierto es que toda invasión generó cambios en
la sociedad invadida. Para unos un proceso de liberación y para otros de
usurpación. Los moros introdujeron tantos cambios en las costumbres y el
lingüística de la península hispánica que hay un antes y un después del proceso
de formación de al-Ándalus.
Con la invasión de los musulmanes a España existió un fuerte
impacto cultural en especial la arabización en el terreno lingüístico todavía
usado en español moderno, con ejemplos que sobran en términos relacionados con
los apellidos, la agricultura, la guerra, el comercio y las matemáticas.
Llegaron para
quedarse
Cuando los españoles arribaron a América, fíjense que no
hablo de encuentro de mundos o descubrimiento, impusieron esa cultura a los
habitantes originarios de esta tierra. Para algunos a sangre y fuego y para
otros como parte de ese proceso de socialización que fue el mestizaje.
Es que los españoles que venían, en el mejor de los casos,
preñados de buenas intenciones, al ver las maravillas que les brindaba un
territorio con tantas bellezas naturales, con abundante vegetación, agua fresca
y riquezas inconmensurables, decidieron quedarse.
Los otros, los que venían huyendo de los delitos cometidos,
de las mujeres abandonadas, de las miserias de aquellas latitudes, también
participaron en esa fiesta de colores entre blancos, negros, pardos e indígenas
que dio la mezcla que hoy somos.
El invasor quiere que el invadido lo emule luego de pacificarlo,
aunque para algunos signifique doblegarlos. Y es que se supone que viene a
mejorar las condiciones de los invadidos, pero nunca a depauperarlos. Eso en
condiciones normales, pero en este desorden revolucionario las cosas se mueven
en sentido contrario.
Si a usted le toca ir a una embajada del primer mundo,
porque desea hacer turismo, lo ven como gallina que ve sal, primero por la
sospecha que despierta su interés en visitar sus países con la limitación de
algo, que ellos mismos no entienden, llamado Cadivi y en segunda instancia
porque siendo un bolivariano a carta cabal y que despotrica de todo lo que
huela a imperio de seguro tiene ocultas intenciones para contribuir a su
desmoronamiento.
Por esa razón lo hacen esperar por horas en colas, es que
estos imperialistas han visto como disfrutamos colocándonos uno detrás del otro
hasta para abordar en un avión que tiene los asientos numerados, y luego te entregan
la visa como una dádiva especial con lo cual los beneficiados salen con la
misma cara que pone quien encuentra harina de maíz precocida, papel higiénico o
aceite de maíz.
Y siguen las
invasiones
En nuestra depauperada nación, nos encontramos arrinconados
por un régimen que le dio por entregar los recursos a un moribundo y
arrinconado dictadorzuelo caribeño para que viniera a invadirnos, algo así como
sí Leonidas en lugar de hacer frente en las Termópilas a la invasión persa, le
hubiese dado los recursos y recibido a Jerjes como el gran liberador de Esparta.
Lo peor de esto es que sin tener nada que enseñarnos el
invasor se ha apoderado de las instituciones, de las casas, de la mesa y como
decía el merengue dominicano: hasta del queso que había en la mesa, porque el
barbarazo de la isla necesitaba de las traiciones de unos ineptos e incapaces,
que ambicionasen el poder, para poder perpetuarse.
Por supuesto el rumor se corrió y todo aquel con iguales
ambiciones geófagas vino a apoderarse de su pedacito y engullirlo hasta saciar
su ambición, mientras los miles de “efialtes”, vestidos de rojo o no, solo ven
como engordan sus cuentas bancarias.
Ante este invasor buena falta que hacen acciones para ser
contadas por quienes nos sucedan, con historias que nos hagan sentir orgullosos
y que estén a la altura de las glorias pasadas, mientras eso sucede hagamos la
primera cola que consigamos para ver cómo ultrajan a Venezuela.
Llueve…pero escampa
Lo peor es que estamos cambiando oro y joyas por espejos
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