miércoles, 10 de septiembre de 2014

Peor que las plagas de Egipto

Miguel Yilales
@yilales
Sin ánimo de llegar a la blasfemia, muy de moda en estos tiempos de revolución, pareciera que en Venezuela estamos viviendo tiempos bíblicos.
A los venezolanos, por la falta de fe en la democracia, los partidos y las instituciones (que funcionaban mal, pero funcionaban) nos cayeron las 10 plagas bíblicas, pero a diferencia de las calamidades que, según el Antiguo Testamento, Dios infligió a los egipcios para que el faraón dejara partir a los hebreos a la Tierra Prometida, en nuestro caso son para que nos percatemos de lo que teníamos y no supimos apreciar por andar creyendo y adorando a un becerro de papel maché.
Para todos es familiar, las escenas de la película “Los diez mandamientos” de Cecil B. DeMille, protagonizada por Charlton Heston y Yul Brynner, en la que se recrean las plagas: sangre, ranas, mosquitos, tábanos, pestilencia, úlceras, granizo, langostas, oscuridad y la muerte de los primogénitos.
La narración, tomada del Éxodo, describe como Moisés le dice al faraón que, de no liberar a su pueblo, serían castigados con grandes males, pero el que gobernaba, descendiente directo del comandante supremo “Ra”, decidió no liberar a quienes eran sus esclavos, una especie de presos políticos de la época.

Las plagas que nos atacan

Aunque el orden no es el mismo estamos ante signos similares y sí de plagas hablamos, tendríamos que comenzar con la primera de ellas, es que el país se ha bañado de sangre en estos 16 años, con una cifra de fallecidos por la violencia institucionalizada, delincuencia y falta de insumos médicos, que no tiene nada de natural, mayor que la de cualquiera de los conflictos que hay en el mundo.
En cuanto a los insectos, basta con leer los reportes epidemiológicos extraoficiales (porque los oficiales no existen) para enterarnos que han reaparecido enfermedades como el paludismo, el dengue, la malaria y, como si no fuese suficiente, surgen nuevas con el mosquito tigre y su chikunguya, que aunque suene a ritmo tropical, no tiene nada de pachangoso y sí de peligroso.
Que en un país que comparte la reserva de agua dulce más importante del mundo, la Cuenca Amazónica, las reses se mueren por falta de agua, no puede ser sino una plaga producto de las malas políticas de un gobierno o una conspiración intergaláctica e imperialista que nos envió una ola de calor que solo mata las vacas en Venezuela.
Las pestilencias e inmundicias con las que nos toca deambular a diario en las ciudades, carreteras, ríos y lagos a lo largo y ancho del territorio nacional es parte de esas plagas que nos cayeron, no porque el gobierno no se encargue de recoger la basura y sanear los espacios públicos, sino porque los venezolanos consumen más y por ende ensucian más.

Todo no termina ahí

En cuanto a las langostas, y no me refiero a ese suculento manjar del mar sino a esa especie de insecto que es capaz de arrasar con comarcas enteras, que en nuestro caso tienen el cuero escarlata y han engullido el país, sus finanzas, sus recursos naturales y todo lo que se les atraviesa, dejando a su paso desolación y miseria.
Sobre la oscuridad basta que veamos las ciudades en penumbras; esta la plaga tiene nombre y apellido, la improvisación, porque nadie se explica que quienes han dirigido el sector saben de todo menos de electricidad. Por ahí pasó un exguerrillero, abogado y diplomático que le dio por comprar plantas de gasoil en vez de mantener y concluir uno de los sistemas hidroeléctrico más importantes del mundo y ahora tenemos a un militar que ha servido para la ciencia, la tecnología y las industrias; el despacho presidencial; la comunicación y la información y el interior, que debe saber de electricidad porque, antes de dirigir la masacre del canal 8, cambiaba bombillos en el cuartel.
Sobre la muerte de los primogénitos, la plaga es peor porque no discrimina entre los hijos mayores y los menores, ya que la inseguridad está en manos de quien dirige los atropellos, las violaciones y hasta las torturas a quienes ejercen el derecho a la protesta, así no lo vean el trío del poder moral, que son como los chimpancés Mizaru, Kikazaru e Iwazaru: no ven, no oyen y no hablan.
Mientras no decidamos liberarnos de la gran plaga roja, estaremos a la merced no de diez sino de mil plagas venidas de quienes necesitan mantenerse en el poder, en estos 16 años los que adoraron al becerro, ya se percataron que fue peor el remedio que la enfermedad, aún faltan convencer a los demás.

Llueve… pero escampa

3 comentarios:

  1. Como nos tiene acostumbrados, muy buen artículo. Pero pareciera que nos falta muuucho para librarnos de esta plaga que nos dejo "El Galáctico supremo"

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  2. Y la adoración al Becerro se quiere incrementar como fórmula de salvación.

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  3. Muy bueno como siempre.
    solo te falto hablar de la institucion de ka delincuencia por parte del gobierno.
    Ya que ellos roban , desfalcan, extorcionan (matraquean).
    Sin ton ni son. En completa inpunidad, cual robin hood.
    pero a diferencia de este a beneficio propio.
    saludos
    Ricardo

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