Miguel Yilales
@yilales
Desde hace algunos años, este gobierno que regenta los
designios del país, se ha dado a la tarea de obligar a los venezolanos a
celebrar cuando ellos quieran y lo que ellos quieran.
Es que en medio de una crisis, con inflación y con el
estancamiento económico más brutal de los últimos 60 años, a esta pléyade de
estrategas, que creen que gobernar es ser artero, sagaz y marrullero, se les
ocurre que para hacer productivo al país se debe incentivar, no el trabajo sino
el derecho al descanso, el disfrute del tiempo libre, las vacaciones permanentes
y la vagancia como reposeros.
Por eso han hecho un esfuerzo para que los connacionales
comprendan la necesidad de derogar, por el amor a la patria y a las luchas
sociales, esas costumbres capitalistas y burguesas como lo son estudiar,
cultivarse, ilustrarse, trabajar y afanarse año tras años para ganarse el pan
con el sudor de la frente y reemplazarla por una verdadera política socialista
en que se anhele disfrutar fines de semana, carnavales, vacaciones, fechas
patrias, feriados bancarios y religiosos, con puentes, viaductos y hasta
elevados como describía la guaracha que cantaba Cheo García, La flor del
trabajo, y que Nicolás (el paisano, no el italiano) ha puesto en práctica desde
sus años mozos hasta nuestros días.
A juro y porque sí
En la estrategia nicolasiana, antes de cada fecha, surgirá
un ser maligno que tratará de robarse la felicidad suprema que solo garantiza
la revolución.
Sí es Navidad será el Grinch pelucón que está en la cárcel
de Ramo Verde, sí del Carnaval se trata serán los 7 tenientes conjurados de
Jericó que trompeta en mano, laptop y teléfonos inteligentes dejarán todas las
evidencias para que los capturen por conspiradores; y de ser Semana Santa de
seguro vendrá un Simón Pedro mirandino que procurará convertirla en una fiesta
religiosa y no en lo que la revolución decreta: una bacanal de playa, sol y
arena.
Ya llegadas las vacaciones de agosto el régimen se encargará
de desempolvar un octogenario enemigo, una conspiración demodé, un golpe maluco
(no como los de los conspiradores del árbol de las tres raíces) o cualquier
cosa para anunciar que quieren robarle al pueblo sus vacaciones, su paz, su
descanso y que la revolución estará presta para dar la pelea hasta la última
gota de sangre (de los demás) y garantizar la pachanga y el guaguancó.
Por supuesto que la espada socialista, antiimperialista,
chavista, madurista y diosdadista (ojalá no agreguen más “istas”) será empuñada
para derrotar cualquier intento desestabilizador que trate de conculcar la
suprema felicidad de los venezolanos, que ríen a mandíbula batiente porque no
tendrán pañales, artículos de uso personal, jabón de lavar, leche o medicamentos,
pero sí patria.
Es que en esta locura llamada Venezuela, sí a algún
turista se le ocurre disfrutar las festividades carnestolendas, como ocurre en
Rio de Janeiro, Tenerife, Venecia o Nueva Orleans, con lo primero que se
encontrará es que en las nuestras se restringe la venta de licor para hacerla
más segura y, por los resultados, pareciera que expendedores, consumidores y
autoridades siempre se declaran en desobediencia legítima.
Vagos y felices
Fíjense que para lograrlo en las comparsas organizadas por
ese dechado de la administración que es el reyezuelo capitalino Jorgito I, se
reemplazan las golosinas por caramelitos de plomo, con su ración de perdigones
y bombas lacrimógenas para que la gente llore, no precisamente de la risa.
Por supuesto mientras los venezolanos tuvieron que
improvisar disfraces con material reciclable, por aquello de la conservación
planetaria y los motores fundidos de la revolución, el cuerpo diplomático, como
hizo nuestra garota-embajadora en Trinidad y Tobago, tiene la oportunidad de
demostrar que a pesar de la “austeridad” se pueden gastar 1.600 dólares (272
mil bolívares marginales) para representar al socialismo del siglo XXI.
Pero no se preocupe para que usted disfrute sus días de
“vaganciones” tendrá: autobús gratis, comida no tan gratis (¿quién necesita
mover la mandíbula si tenemos patria?) y alguna libertad para movilizarse por
el territorio nacional como lo ordena Cheverito.
En 1513 un florentino escribió un tratado de teoría política
tras ser acusado de conspirar contra los Medici,
501 años después hay conspiradores que piensan que gobernar es cuestión de príncipes
y herederos, y el de aquí será Nicolás pero nunca Maquiavelo.
Llueve… pero escampa
Miguel...te felicito....encantador articulo, lleno de humor inteligente y fino...el titulo es muy ocurrente....nuevamente congratulaciones!!!!!
ResponderEliminarMiguel, al más puro estilo romano, eso sí: puro Circo porque ¡Pan No Hay!
ResponderEliminar¡Excelente profesor! Sin duda alguna; MUY BUENO.
ResponderEliminarDe acuerdo con el Sr. Hernando, a disfrutar del circo en las vaganciones porque pan no hay. Excelente articulo Miguel.
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