Miguel Yilales
@yilales
Cuando a la madre de algún azote de barrio, que ha aparecido
ultimado, le preguntan cómo era su hijo, lo primero que aflora es el
sentimiento materno que la hace exculpar de todos los males al occiso.
Ese sentimiento es perfectamente válido cuando de la
relación filial se trata, pero desdeñable si la usan los Estados como excusa
para proteger a los funcionarios pillados infraganti o por lo menos con el
tufillo que los hace parecer al menos responsables de algún hecho.
En Venezuela desde hace algún tiempo, 16 años para ser más
exactos, solo se acusan a aquellos que tengan un pensamiento distinto y crítico
al dogma revolucionario.
Tan es así que sí Hannibal Lecter, ese personaje de ficción
que interpretase Anthony Hopkins en la película “El Silencio de los inocentes”,
hubiese militado en el partido del régimen gobernante o se hubiese puesto una
franela roja lo habrían exculpado de todos los asesinatos y del canibalismo cometido
y, por supuesto, que la agente Clarice Starling (Jodie Foster) estaría en Ramo
Verde por conspirar y tratar de llevar tras las rejas a la reencarnación del
Santo Niño de Atocha.
Delincuentes de
cuello rojo
En nuestra historia reciente hay personajes tan sociópatas,
siniestros, infaustos y fatales como el erudito psiquiatra Lecter. De esos
actores secundarios del régimen podríamos extraer a un embajador que en su afán
de parecer inteligente usa su lenguaje sibilino y mordaz para descalificar a
quienes piensan distinto a él, quizás para ocultar que otrora fue parte del stablisment gobernante: adeco, copeyano
y anticomunista, para terminar adosado a las gónadas de un militar castrocomunista.
Resulta que para el embajador de Venezuela ante la
Organización de Estados Americanos (OEA), cuando un proyectil impacta la cabeza
de un opositor “pasa rápido y suena hueco”, con lo cual uno no sabría si lo
sabe porque experimentó con disidentes al régimen como hacían los nazis o es un
cuento que oyó de los verdugos del régimen.
Las declaraciones de esa crápula, quien no merece ser
nombrado, surgen en medio de las primeras acciones concretas del gobierno de
los Estados Unidos contra un grupo de funcionarios venezolanos que están
incursos en violaciones a los derechos humanos y en enriquecimiento de dudosa
proveniencia.
Claro está que la casta gobernante decidió cerrar filas
alrededor de los presuntos implicados, sin mostrar una sola prueba de su
inocencia más allá de su filiación partidista, y salir a gritar a los cuatro
vientos que no tolerarían injerencias (asumo que se referían a las que no
fuesen cubanas o chinas) en los asuntos internos venezolanos.
Lo que hubiésemos esperado los venezolanos es que unos
ciudadanos ejemplares como son esa pléyade de rectitud que rige los destinos
policiales, militares y ciudadanos del país, si a las loas de heredero presidencial
nos atenemos, es que se demostraran que las acusaciones del imperio eran infundadas
porque: por una parte no poseen bienes de fortuna más allá de los pocos adquiridos
con su sueldo de funcionarios; que además están invertidas en bolívares como
corresponde a alguien que cree en el futuro revolucionario y socialista del
país y que nunca han violado los derechos humanos y menos permitido tal
exabrupto.
El ser y el deber ser
Quienes se han rasgados las vestiduras para hacer creer que defienden
los ideales socialistas, han demostrado con sus actuaciones y estilos de vida
que podrían ser protagonistas de aquellas series norteamericanas que
transmitían en los años 70: Dinastía y Falcon Crest.
Lo único malo es que a todos ellos se les olvida que serán
útiles mientras sean útiles, y si no lo creen que se vean en el espejo de un exministro,
quien a pesar de restituir en el poder al héroe del museo militar, terminó tras
las rejas sin importar su juramento ante el Samán de Güere.
Mientras todo eso transcurre los militares, las milicias y,
porque no, los grupos armados irregulares, que mientan colectivos, se preparan
para demostrar su apresto operacional ante un inminente ataque norteamericano
que solo existe en la calenturienta cabeza de quien jamás ha oído un disparo en
combate, a menos que consideremos como tal la emboscada de Puente Llaguno.
Estamos ante quienes solo les interesa permanecer en el
poder y son capaces de inventar enemigos y ataques para generar solidaridades
inmediatas sin importar sí se les adosan delincuentes y criminales con tal que
sirvan a este adefesio de revolución.
Llueve… pero escampa
Saludos Profesor Yilales. Leer este y el resto de sus artículos, significa hacer una Psicoterapia, donde sientes un desahogo, un alivio, al saber que uno no está solo, que hay personas que piensan, leen, analizan, y que si bien uno está jodido por no conseguir el imprescindible papel sanitario al igual que millones de compatriotas, eso no significa nada con otros que han ofrendado su vida, y te da un fresquito mental, el saber que no eres un zombi y que luchamos dia a dia contra el pretendido lavado cerebral, lo rechazamos, lo denunciamos y no nos conformamos con decir simplemente "son cosas de Dios y hay que aceptarlas"... antes que eso hay que pensar en el rescate de nuestra Venezuela y que Dios nos quiere del lado del bien, con trabajo,honestidad y justicia..para entonces, los pillos saqueadores recibirán su pena conforme a las leyes y el señalamiento moral per sécula seculórum de los Ex zombis creyentes de farsas mediáticas y del resto del pais combativo que nunca se rindió ante la plaga... Buen Trabajo Miguel, no pares. Sebastián Miranda.
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