Miguel
Yilales
@yilales
Lo primero que quiero
aclarar a mis consecuentes lectores es que no he cambiado de parecer en cuanto
a las convicciones políticas y mucho menos que, como dijese Fouché, encontraron
como torcer y trastocar mis principios y valores. Hechas estas precisiones les
digo de qué va este cuento.
Esta semana el estudio Disney Pixar estrenó su más reciente comedia infantil, una película que
trata sobre las voces que hay dentro de la cabeza de cada ser humano, es decir,
las emociones que hacen una experiencia inolvidable el diario devenir: alegría,
tristeza, enojo, desagrado y temor.
La película, según las
críticas que se han hecho en las presentaciones privadas y en el Festival de
Cannes, será exitosa, una más a las que ya nos tienen acostumbrados estas casas
de la magia del entretenimiento, y que además atraerá la aclamación casi
universal por lo interesante de la propuesta: entrar en la mente humana.
De ser maravillosa,
como parece que será, uno se imagina a la Villa del Cine produciendo un remake boliburgués
que hable sobre las voces que debe tener un verdadero socialista, chavista,
madurista y diosdadista (espero no haber dejado fuera a ninguna de las
tendencias) en la que las emociones tienen que disociarse de la realidad para
aferrarse al poder a pesar de sus desatinos. Por supuesto no sería una comedia,
sino una tragicomedia con mucho terror y miserias.
Un Godzilla tropical
Si el protagonista
fuese la delirante cabeza de algún maduro personaje que profese las ideologías
demodés y sin sentido del siglo XX (aunque en nuestro caso a veces llega hasta
el XV) de seguro encontraremos que sus emociones son: ira, envidia, terror,
odio y resentimiento, con lo cual se entendería ese comportamiento a lo
Godzilla en que, a paso de vencedores, siembra muerte, desolación y destrucción
a lo largo y ancho de una nación.
Fíjense que sí
hablamos de economía hay que sentir mucho resentimiento
para mantener el control de cambio, destruir el aparato productivo y pretender
vender la idea de que las cosas suben de precio porque hay unos malévolos empresarios
que en lugar de producir para hacerse más ricos, prefieren la quiebra para
derrocar al gobierno.
Pero si en su lugar el
tema a conversar es el trato inhumano y salvaje hacia los políticos presos por
hacer política (una frase genial de Felipe González), la criminalización de las
protestas o cómo actúan contra los que piensan distinto a ellos, quien gobierna
las acciones de seguro es la ira, única forma de entender que no exista
el debido proceso, que se solucione todo con gas del bueno o que se pretenda enjuiciar
desde un simple tuit hasta un ocurrente meme.
En cuanto a la envidia sabemos que asume las funciones
de liderazgo cuando le da por criticar de manera malsana al que trabaja y
produce, pretende destruir a las universidades porque prefirió cambiar el libro
por la libra (no crean que se me pegó el sexismo idiomático) de piedras que
lanzaba cada jueves (día de protesta) para vaguear hasta el lunes o por la
manera en que insulta, veja, desprecia a todo el que es más exitoso y tiene
méritos que mostrar.
A expensas de sus miedos
Aunque quien debe
gobernar la mayor parte del tiempo a este maduro protagonista debe ser el terror porque: no se imagina fuera del
poder; sí hace cambios lo acusaran de traidor al proceso y si no los hace lo
será por destruir la nación; ocultó la verdadera fecha de la muerte de su padre
putativo y a alguien se le puede ir el yoyo sobre cómo se firmaron decretos
desde el más allá; y se sabe cautivo de los mazazos de Diosdado, de los
militares que no le paran y las flores (y no es Cilia) con que actúan los colectivos
de paz.
Y dejé para el final
al sentimiento que más disfruta y lo representa: el odio. Es que solo desde la animadversión, la tirria, la enemistad y
la ojeriza se puede explicar todo el esfuerzo puesto de manifiesto para
desaparecer la venezolanidad de la faz de la tierra y su aspiración de vernos deambular
con ambas rodillas en tierra, sometidos a los designios del decrépito
titiritero cubano que lo maneja a él y que lo ha convertido en un hazmerreír de
marca mundial.
Propongo que para
evitar las demandas del emporio norteamericano de entretenimiento, porque todas las
querellas las estamos perdiendo, podrían parafrasear el nombre de la película y
llamarla “Maduro de-mente intenso” (no me refiero a apellido alguno, sino a la
madurez) y quien quita le den un Oscar por sus perversas emociones.
Llueve… pero escampa
Excelente articulo!!!, eso es la pura realidad
ResponderEliminarCHISIMO PROFE! COMO SIEMPRE SE LA COMIÓ CON SUS ARTÍCULOS!
ResponderEliminarExcelente artículo, muy creativo y atinado!
ResponderEliminarExcelente artículo, muy creativo y atinado!
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